Qué ocupados están todos. Es impresionante lo ocupados que están. En parte los entiendo. Cuando uno está muy ocupado no tiene tiempo para nada. De escribir ni hablar. De pensar tampoco. Ni siquiera queda tiempo para eso. Suena un celular. Voy a esperar y después sigo. Ya está. Sigo. Qué ocupados están todos. Es indudable el apuro de los otros. Debe ser que carezco de proyectos. No tengo ocupaciones de ningún tipo. No tengo planes. No tengo pasajes para ir a ningún lado. No tengo nada que comprar. Eso me coloca en situación de clara desventaja, quiero decir, me saca del medio y de los medios. Muy ocupados, sí. Muy apurados todos. La culpa la tengo yo por vivir en una especie de burbuja en el desierto de los ruidos. En una burbuja fuera de moda, o, como decimos acá, en una nube de pedos. Si quiero entrar en contacto con otros tengo que correr tan rápido como ellos. Mirar el celular. Sacarme una selfie. Jugar al candy crush. Prender la tele. Ni eso hago. Ni siquiera veo televisión. A veces leo un libro, a veces voy al baño, como algo, miro llover por la ventana, tomo en silencio un vaso de agua. Y no mucho más. Pero eso, lo dije ya, me pone en grave desventaja. Nada que decir. Nada que hacer. Ninguna carrera que ganar o perder. Nada. Lo que se dice nada. ¡Qué ocupados están todos! Es lo único que se me ocurre decir.
L.
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