viernes, 12 de septiembre de 2014
Peces de colores
No es fácil convencer a alguien de la existencia de peces de colores que además vuelan y además lloran en el agua con lágrimas de aceite y encima hacen pis sin que nadie se dé cuenta. Que cosas así se vuelvan verosímiles, o sea, mínimamente creíbles o aceptables, requieren de cierta habilidad del narrador. García Márquez enseñó un buen truco en este sentido. Dijo que si uno dice que al entrar la joven a su cuarto la casa se llenó de mariposas lo más probable es que nadie lo crea. Pero si el dato se completa diciendo que las mariposas que poblaron el cuarto de la muchacha eran amarillas, que tenían unas antenas asombrosamente largas y que en la punta de las alas tenían ligeras manchas azules y negras, bueno, tal vez la historia se vuelva más aceptable. Decir que todos los elefantes volaban es difícil de aceptar. Pero si uno escribe que los elefantes voladores eran 125 y que a uno de ellos, el más pesado, le costaba elevarse más allá de los dos metros, bueno, tal vez la escena sea creída por causa de su extrema singularidad. El truco ya fue estudiado por Roland Barthes, el semiólogo, quien lo bautizó como sensación de realidad. Los buenos escritores, también los buenos periodistas, conocen el truco de memoria. Y los que no lo conocen se acaban de enterar aquí. Eso sí. Tendrán que aprender a aplicarlo con elegancia.
L.
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