Preguntarse por qué empieza el amor es tan inútil como preguntarse por qué termina. Uno está distraído, pensando en cualquier cosa, sin esperar nada de la vida, cuando de pronto alguien dice la palabra esperada. O canta porque sí. O habla con los gatos y los peces en una lengua húmeda y secreta. El amor nace del mismo modo que empieza a llover. Y eso pasa cuando salimos a la calle sin paraguas.
L.

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