Si la vida no fuera lo que es esta noche, en la escuela Tea, le daría clase a un chico que no vendrá. Y no vendrá porque, según me contaron, fue aplastado por un camión mientras andaba en bicicleta. Murió de inmediato. Soy ciclista y puedo imaginar la situación. Varias veces en el día estoy a punto de ser atropellado por un camión o cualquier cosa similar. Pero ese no es el punto. Y además no voy a dejar la bici porque me gusta sentir el viento en la cara y la libertad casi total de movimientos. El alumno que esta noche no vendrá me entendería perfectamente. Tiene o tenía veinte años. Estudiaba también en la Uba, era querido por sus compañeros y profesores. Todos coinciden en que era apasionado y buen estudiante. No sé cómo se llama. Si la vida no fuera lo que es esta noche podría haberlo conocido y hablarle, como a todos los demás, de los contenidos curriculares y de la importancia de preguntar desde un saber. Me comentaron que sus compañeros de segundo A no están repuestos aún del impacto. Algunos le envían mensajes por Facebook que jamás serán leídos. Si la vida no fuera lo que es sería otra cosa. Pero es esto que es y, creo, no hay mucho más que decir.
L.
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