viernes, 4 de marzo de 2011

Amor como invención


El amor es una invención compartida. Decirlo a esta altura es una obviedad. Un poco de afinidad y atracción alcanzan para alzar divinas catedrales. La ausencia parcial del ser amado completa la tarea. El amor funciona mejor si se lo construye alrededor del vacío. La falta habilita todo tipo de demandas, llamados, regalos, nostalgia, poemas, lágrimas, canciones. Ante la ostensible presencia, en cambio, el experimento peligra. En tal caso se requiere una dosis recargada de imaginación y fantasía. Pero el riesgo no es tan grande. ¿Por qué termina el amor entonces? Muy simple. Alguno de inventores decide un día cambiar de laboratorio y ayudante. O, por tal o cual razón, decae el interés mutuo por las divinas catedrales. Hay otra razón considerable. Los inventores se casan de inventar y, en ese caso, no hay mucho más que hacer.
L.

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