Cuando descubrimos que los obispos no obispan y que los funcionarios no funcionan nos preguntamos dónde estuvo el error. Si en nuestra ingenuidad o en la realidad real de todas las cosas. Ningún amo es el amo. Ningún jefe es el jefe. Nadie está a la altura de su rol. ¿Por qué tardamos tanto en saberlo? ¿Acaso una madre es la madre? ¿Y qué padre es padre realmente? Las amantes no aman, los curas no curan, las vírgenes no virgan, los mares no maran, la sal no sala y los médicos no medican bien. Nadie es lo que dice o parece ser. Todos son apenas y solamente lo que son. De ahí nuestras mayores desgracias. De ahí nuestras delicias más inconfesables.
L.
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