viernes, 10 de junio de 2011

Trenes


La mujer quedó triste. Se había enamorado de un idiota y se casó con otro idiota. Habría sido más conveniente haberse quedado con el mismo. Entonces la desilusión hubiese acontecido –irremediablemente- y ella no se quedaría, como ahora, mirando trenes desde el balcón. Buscando el puerto o el casi. Una mujer tiene derecho a ser tocada por todos los hombres para no vivir con la expectativa de que alguno, quién sabe dónde y cuándo, la tocará mejor. De ese modo podría saber por fin en qué se convierten sus entrañas cuando añoran algo que se resiste a ser nombrado.
Andrea

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