viernes, 31 de mayo de 2013

Cuidar


Es difícil cuidar al otro/a. Es muy pero muy fácil descuidarlo/a. Una palabra de más, un gesto feo, una presencia demasiado parecida a la ausencia y listo, se acabó, cortado el lazo. Cuidar al otro/a en cambio es más complicado. No se puede ser siempre espontáneo, a veces incluso hay que fingir un poco, pero qué bueno a la larga es cuidar un lazo que costó tanto armar y sostener. Como esos puentes de frágiles cañas que siguen uniendo orillas a punto siempre de caer sobre las aguas. Es como si el mundo dependiera de un finísimo cabello. Con más razón. Cuidarlo.
L.

Mirar


Vida material


No sin jactancia me burlaba yo, hace tiempo y aún todavía, de la materialidad de la existencia. Me burlaba sí como quien habla de algo pobre, sin calidad, algo seco y más que seco tonto y aburrido. Bien más húmeda y brumosa, creía yo hace tiempo, y aún todavía, es la espiritualidad de la existencia, la poética del ser, todo eso que vuela alto y diez mil tonterías al uso. Le escapaba yo a la materialidad de la existencia hasta que el mundo material empezó a entrar por todas partes y ningún balde de hule alcanzaba y mucho menos las palabras. Y fue entonces cuando entendí que la única manera de huir de la materialidad de la existencia es meterse en ella, digo, como si fuera una mujer, para un día poder salir y llegar de una maldita vez al mar que, dicho sea de paso y por si acaso, no deja de ser materia aún cuando se mueve, salta y se cansa.
L.

Sostener

jueves, 30 de mayo de 2013

Ojos bien abiertos


Aunque no haya mucho para ver, aunque lo que se vea sea horrible, y aunque sin embargo sea hermoso el espectáculo de, no sé, un cuerpo mudo y desnudo, un ave con las alas desplegadas, la orilla de un mar imposible, y aunque lo visto sea después olvidado, para siempre olvidado, y nada quede en la memoria ni siquiera para inventarse un mundo a medida, y aunque abrir los ojos duela tanto, tanto duela enterarse de esto y aquello, saber como sabe el que mira lo prohibido a través de una cortina rota, es mejor vivir sabiendo.
L.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Ojos bien cerrados


¿Te amo o te necesito?

Solemos confundir el acto de amar a una persona con la necesidad y la producción. O también con el consumo liso y llano. De pronto parece que la pareja se relacionara no tanto con el amor sino con la satisfacción de un requerimiento social o económico, con el cumplimiento de un mandato social, con una estrategia vinculada al poder. Pero no hay satisfacción en el deseo. No hay meta alcanzada sino, al contrario, un objetivo que siempre se ubica en la línea del horizonte, como si se burlara de nuestras apetencias. La frase "te necesito" es por eso mismo peligrosa y exigente. La frase "te amo", en cambio, se coloca bien más allá de cualquier definición. 
L.  

lunes, 27 de mayo de 2013

Estado de presencia


Lo más difícil es estar en el lugar donde uno está. Sé que dicho o escrito así parece una tontería. Y sin embargo. Estado de presencia llaman en artes marciales a la máxima concentración en la acción física y mental a desarrollar. Quien en cambio se inclina por estar en dos o tres sitios a la vez, quien en una situación de cualquier tipo mira por si acaso el celular, quien hace el amor pensando en otra cosa, quien se detiene a observar un árbol, sí, apenas un árbol, debería limitarse a eso y nada más que a eso. El estado de presencia -en resumen- es un estado de gloria y, sobre todo, de entrega.
L. 

Actitud


domingo, 26 de mayo de 2013

Altares

Tampoco se trata de pasarse la vida levantando altares para héroes o dioses que nos protejan del maldito mal. Esa cosa de inventarse ídolos, encender velas una y otra vez, fabricarse amos a quien adorar, madres y padres de plástico, referentes ejemplares, catedrales cuyo destino es el derrumbe. ¿De qué se trata entonces? Si lo supiera no estaría en este blog, no escribiría esta larga lista de tonterías que no importan a nadie, no iría, ni siquiera, al baño.
L.

Te encontré

Escena


Veo televisión en la cama del cuarto y ella quiere molestar o provocarme y se arroja en posición fetal, pegada a mi cuerpo, fundida casi. De algún modo me obliga a seguir la marcada ondulación de su figura. Las nalgas se apoyan con firmeza en el hueco situado entre el torso y mi entrepierna. El pecho contra la espalda, las piernas igualmente unidas y todo así hasta conformar entre los dos un único animal que de pronto expande miembros y lenguas en un colchón ahora convertido en una misma ola de azufre. En la pantalla están pasando El cazador de cocodrilos, un ciclo ya viejo conducido por un aventurero extraordinario que de tanto provocar a la naturaleza salvaje terminó electrocutado por la cola eficaz de una mantarrraya, también conocida con el nombre de manta gigante. Hasta el momento en que se produjo la escena en la cama habíamos visto al hombre jugando con serpientes fatales, metiendo el brazo en la boca filosa de reptiles temibles, fatigando selvas pobladas de alimañas y montado incluso en una tabla para jugar en el mundo más allá de tiburones y otros dientes peligrosos. Así se dieron las cosas y no hubo tiempo de apagar el televisor. Terminamos los dos convertidos en raros especímenes de esos que raramente confunden veneno con aroma de flores.
L.

viernes, 24 de mayo de 2013

La noche de los circos


Volver de nuevo a la noche de los circos, al cielo de sogas, lona y encanto, al falso lirismo trapecista, Graziella, así, con tetas, z y doble ele. Fue ella quien me enseñó a caminar sin red sobre la cuerda floja, sostenido apenas de mí mismo o de la vara temblorosa y débil. La noche sin luna de los circos. La maldita noche en que la conocí tan cerca del suelo, tan al borde que casi me caigo en la pista como queriendo provocar el aplauso del público presente, sí, volver por fin a la noche de los circos, ahí donde salvo lo invisible nada de lo que se ve es verdad. La noche de los circos, la casa donde vive y muere Graziella, así, con tetas, con z y doble ele.
L.

jueves, 23 de mayo de 2013

Caracol



¿Y la virgen? La madre Isabel, una monja gorda y morena que abrazaba como si quisiera asfixiar, hizo la pregunta. Ya habían desfilado los pastores, los campesinos, algunos animales. Pero el personaje principal no aparecía. Recuerdo que mi madre se había quedado despierta toda la noche cosiendo el disfraz. La enorme tela azul había adquirido forma gracias a sus manos. Incluso había hecho un bordado brillante para darle un toque místico a la túnica. Sí, recuerdo a mi madre cortando, hilando, suspirando apenas cuando la aguja se enterraba en alguno de sus dedos. Ser la virgen no estaba en mi destino. Al menos no esa virgen muda, estática. Ese maniquí de virgen sometida. Ya habían desfilado los pastores, los campesinos, algunos animales. Pero la virgen que tanto buscaba la madre Isabel estaba en el jardín de la escuela recogiendo flores de manzanilla, viendo por primera vez a un caracol deslizarse por la corteza de un árbol.
Andrea

Los otros



Los otros son siempre un problema. ¿Qué hacer con ellos? ¿Arrasarlos? No parece buen camino. Por lo demás ya fue probado por gobiernos, familias, parejas e individuos. Y no resultó. El arrasamiento o la lisa y llana eliminación de los otros no funciona y deja heridas y culpas terribles. ¿Alojarlos entonces? Podría ser pero poniendo filtros. No hay lugar en la casa o la cama de nadie para alojar a tanta gente. Entre uno y otro extremo, entre negar y aceptar, queda la interesante opción del puente de frágiles cañas. Tender puentes hacia los otros y darles un lugar. Y todo sin olvidar que, en cualquier caso, lo primero es no dañar.
L.

Una gran perturbación


Sueños que en realidad son pesadillas. Una gran perturbación de los protagonistas borrosos. Los vuelos han partido. La letra no se entiende. Una mujer se acerca con intenciones poco claras. Se tocan las narices y las bocas. Todo muy leve, muy raro, muy sin salida. Sueños que en realidad son pesadillas. Y el día recién empieza/recién termina. Acaso la única salvación posible consista en soñar despiertos. De lo contrario seguirán lloviendo muertos sobre la cama desecha. Dice y repite el poeta. Menos tu vientre todo es confuso.
L

martes, 21 de mayo de 2013

Besos a las seis de la mañana

Vivir sin filtro



Vivir sin filtro. Qué lindo sería decir lo que uno realmente piensa sobre la gente, sobre las cosas, sobre el mismo acto de pensar. Subir al colectivo y ver a una mujer hermosa o no tanto y hablarle de amor aunque nada sea cierto. Acariciarla si ella lo permite. Caminar con ella unas cuadras. Invitarla a un hotel. Algo parecido a lo que se ve en esa película titulada, si no me equivoco, el lado luminoso de las cosas. Hablar sin filtro también. ¿Todo bien?, pregunta alguien. No. Todo para el orto, responderle. Y seguir así por la vida. Sin máscaras ni falsedades. Orinar contra el ligustro como el personaje de Carpe Diem, el cuento de Abelardo Castillo, andar desnudos por la vida, porque en realidad todos estamos desnudos bajo la ropa, vivir sin filtro, humo efímero, como esos cigarrillos que matan dulcemente.
L.

Todo inseguro


Los que tienen trabajo y casa propia se sienten seguros y tienen razón en sentirse así. ¿Qué puede pasarles? Tienen una tarjeta magnética colgando de sus polleras o pantalones, la casa siempre está, alguien los está esperando para preguntarles cómo pasaron el día, no hay nubarrones en el horizonte, hay, como se dice, estabilidad. Los que no tenemos trabajo ni casa propia vivimos al borde de un hermoso abismo. Caminamos como borrachos por una cuerda floja que probablemente esté cortada en alguno de sus puntos. La angustia a flor de piel, el frío sin abrigo, la sensación de que todo el edificio va a caer de un momento a otro. ¿Pero quién está seguro en esta vida? ¿Quién no corre riesgos de ninguna especie? ¿Quién puede escapar al desamparo esencial que nada cubre? Menos tu vientre -dice el poeta- todo es oscuro, baldío, turbio.
L.

lunes, 20 de mayo de 2013

El maestro ignorante


La actitud del educador ha de ser la del maestro ignorante que imaginó Jacques Rancière en un libro del mismo nombre. El maestro ignorante. ¿Se trata de un profesor que no sabe nada y comparte su ignorancia con los demás? En absoluto. Sabe y mucho. Pero no lo vomita sobre los alumnos como si fuera un burócrata. Lo introduce de tal modo que gracias a su esfuerzo consigue que el alumnado despierte de un largo bostezo y escuche con la mayor atención y piense algo sobre algo. El buen maestro, además, comparte con los alumnos sus propias dudas, sus angustias, sus momentos de confusión. Pero no por ello abandona su lugar rector al frente de la clase. El maestro da a sus alumnos la orden de entrar a un bosque cuya salida tampoco el maestro conoce. Por último. Todo maestro suelta en el aula un globo de gestos y palabras que deberá dejar volar en el espacio para que los chicos jueguen con él, se lo pasen de mano en mano e incluso lo destruyan si hace falta. Caerán sobre los chicos un montón de papelitos y estrellas de origen ignoto y, de tal modo, entre lúdico y provocador, el acto educativo habrá tenido lugar.
L.

Pureza del pájaro negro


domingo, 19 de mayo de 2013

Espectadores


El mundo está lleno de espectadores y muy pero muy pocos protagonistas. La situación evoca en parte a lo que sucede en un gran estadio de fútbol donde 80 mil personas permanecen atentas antes las evoluciones de apenas 22 individuos o menos si hubo algún expulsado en un equipo. Ser observador no exime de responsabilidad frente a las tragedias cotidianas, ya sean cercanas o lejanas. Al contrario. Todo espectador que ve a un niño en estado crítico, o una situación equis que a todas luces es injusta, o incluso a un miembro de su familia cometiendo un crimen más o menos encubierto, es, fuera de toda discusión, partícipe activo de la que ocurre y ocurrirá tarde o temprano con pequeños grupos de personas o con la humanidad entera. También con la naturaleza y el futuro en general. El simple acto de observar debería ir acompañado al menos de mínimas acciones reparadoras. De no ser así los espectadores que, como se ha dicho, conforman una parte significativa de la sociedad, tendrán que rendir cuentas alguna vez por una mirada, la de ellos, demasiado parecida a la ceguera, la estupidez o la complicidad.
L

sábado, 18 de mayo de 2013

El mar perdido

Tiempo de lluvia


En Buenos Aires llueve y yo no tengo ganas de vivir, corazón. Así no empieza un conocido poema de César Vallejo, un peruano del tan lejano Perú. El poema, en realidad, empieza de otro modo. Esta tarde en Lima llueve y yo no tengo ganas de vivir, corazón. Siempre me gustó ese verso. Especialmente ese. La lluvia unida a la muerte o a la melancolía. Y la palabra corazón que tal vez aluda a una interlocutora que puede entender el mensaje que está recibiendo. O quizás no aluda a nada ni a nadie. En Buenos Aires llueve como nunca. Y yo no tengo ganas de vivir, corazón. No se trata de un sentimiento constructivo. Mucha gente lo borraría de todas las paredes. No propone nada. No adhiere a nada. No resulta para nada alentador. Pero qué lindo. Esta tarde en Lima llueve como nunca. En Lima, en Buenos Aires y en todas las ciudades del mundo.
L. 

Indignados

Algunos critican a los indignados españoles y de otros países. Dicen con razón que su desprecio por la política en general termina beneficiando a lo peor de la democracia. Dicen que la indignación no representa ningún valor transformador y que mejor sería afiliarse a un partido, participar de elecciones cada cuatro años y el resto del tiempo dedicarse a copular, soñar o escuchar quintetos de Mozart. No pienso así. Me considero indignado aun sin tener la menor formación política. Pienso que hay que salir a las calles y dejar atrás las pantallas y a las bandas de canallas. Indignarse ante la injusticia es un primer paso. Y en cuanto a lo que viene después, ¿quién lo sabe?
L.

jueves, 16 de mayo de 2013

Gretel



Esa, la dorada. Parecía más tranquila. Eso creí. La dorada dormía con las patas encogidas, como si tuviera frío. Sus compañeros de jaula, en cambio, mordían el papel periódico y los barrotes desesperadamente. Así que me decidí por la que se parecía más a mi alma. La sacaron, la vacunaron y me la dieron. Gretel, la llamé. O fue mi hermana, ahora que lo pienso, la que le dio ese nombre. Hubo algo en el camino que la transformó. La tranquilidad de Gretel se convirtió en locura. A la semana se intoxicó con un frasco de grafito que encontró en un mueble que solo ella pudo abrir. A los quince días la encontré atrapada por las ramas traicioneras de la planta de curuba. Al mes estuvo a punto de asfixiar con su mandíbula a Mr. Hadock, el loro de mi madre. A mí no me importaba limpiar vómitos, pedirle disculpas a las viejitas que se asustaban con sus ladridos o llevarla al veterinario una y otra vez para que curara las consecuencias de sus raros gustos gastronómicos. Pero mis padres y mis hermanos no pensaban lo mismo. Contraté a una encantadora de perros. Al verla me dio su diagnóstico. Gretel es ansiosa y yo, su dueña, no era vista por ella como la líder de la manada. No me di por vencida. Aprendí a hipnotizarla a punta de galletitas de avena. Y así me habría quedado la vida entera tratando de demostrarle a Gretel que no tenía por qué respetarme, que yo no quería ser líder de nada, y que mientras estuviera a su lado defendería su naturaleza perruna frente a cualquiera que se atreviera a cuestionarla. Pero el mundo es cruel. No soporta a los locos, a los delincuentes y a los perros que simplemente quieren ser perros.  

Andrea

Muy lejos

Qué le han hecho al río, qué le han hecho a los bosques, qué le han hecho a los peces, al mar, a los sueños. Se lo pregunta Serrat en una vieja canción en catalán que parece escrita mañana y escuché recién. ¿Qué le están haciendo a todo en la vida? En este mundo despojado casi de lo principal ya no tenemos seguras ni la entrepierna ni la luz. Serrat lo dice al terminar. Nos han declarado la guerra.
L.

Muy cerca


Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como sí tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua. 

Serrat en catalán


miércoles, 15 de mayo de 2013

Cementerio


No sé de dónde sale la palabra cementerio. Quizás tenga que ver con semen serio o burlón. El semen alude no sólo a lo que alude sino también a la semilla. Nacemos semilla y la vida consiste en volver a serlo hasta desaparecer como un puntito de leche en el cielo. Pero no estoy seguro. Hoy pasé por uno de esos también llamados campos santos. Más precisamente por el cementerio de Chacarita. Ahí fueron enterrados y cremados varios familiares directos que llevan o llevaban mi apellido. Pensé en las cenizas de todos ellos. Quizás estén volando por ahí. Quizás, al pasar con la bicicleta por el gran portón de entrada ellos me vieron con la mejor voluntad de saludarme con la mano invisible. Yo no tuve tiempo. Admito que no me gustan los cementerios. Pero no los niego. Y los respeto. Sé que algo importante de la vida se juega en esos lugares. Debe ser por el semen. O quién sabe por qué.
L.

martes, 14 de mayo de 2013

Viajes


Es conocida la actitud de Paul Eluard respecto de los viajes. Se sabe que dio la vuelta al mundo y regresó de su larga aventura sin un solo souvenir de turista en la maleta. Pero asimismo no produjo ni una sola nota de viajes ni un solo poema que se refiriera a las tierras visitadas, o a sus gentes, y ni una sola anotación en el conocido y tan alabado estilo del diario personal. El autor de Chanson complète consideró acaso que la geografía no alteraba su mundo interior, esa atmósfera hecha de unas pocas palabras que misteriosamente no podía dejar de elegir. Grandes viajeros han eludido el registro de sus movimientos y, sobre todo, el color local. Y si alguno lo hizo, desde Colón y Marco Polo hasta Borges y Truman Capote, fue por razones instrumentales o meramente literarias, esto es, usar tal o cual flor de la distancia para fines completamente ajenos al movimiento físico. Se conoce también la actitud despreciativa hacia los traslados que adoptó Fernando Pessoa, quien enmascarado en Bernardo Soares escribió que viajar es el tedio de lo eterno nuevo, es decir, eso que se ve por primera vez sin posibilidad alguna de incorporarlo y digerirlo. Ninguno de ellos, tampoco Pavese, rechazó el viaje en sí mismo. Pero de algún modo supieron todos que la única experiencia válida es la experiencia interior y que por más lejos que se llegue ningún viajero encontrará nada que no lleve en su alma oscura.
L.

lunes, 13 de mayo de 2013

Claro y profundo

Cabellera dorada y cubierta de flores


No sé si la soñé o la conocí en el mundo de los hechos reales. Eso no importa demasiado ahora. En el sueño o en el mundo, dos versiones de lo mismo, la niña no tan niña se llamaba Milagros del Pilar, Consuelo o María de las Mercedes. Se me apareció de pronto como una virgen no tan virgen con la cabeza llena de flores de todos los colores y me miró como si yo fuera un espejo o un río que hiciera las veces de espejo. Su rostro, en cambio, se veía en riguroso blanco y negro. La niña no tan niña estaba cubierta apenas con un camisón o una túnica de esas que en ciertas ocasiones utilizan las mujeres. No observé en el cuerpo ni el menor rastro de ropa interior más allá de esa tela parecida al papel de calcar o directamente al aire invisible. Le pregunté a la joven si podía introducir mi mano en su escote y tomar con la palma uno de sus pechos redondos. Todo invitaba a hacerlo ya que dos puntas oscuras transparentaban de manera prepotente en la tela apretada. Milagros del Pilar, Consuelo o María de las Mercedes aceptó y yo ya no sabía si estaba sumido en un sueño o en la llamada realidad real. Introduje entonces la mano en el escote de la niña no tan niña pero una especie de tirante metálico me impidió alcanzar el objetivo. La mano quedó como atrapada en un túnel de agua que no desemboca y todo lo que pude ver, una vez más, fue la cabellera dorada y cubierta de flores de todos los colores.
L.

domingo, 12 de mayo de 2013

Muelles de bruma

La mancha


Hace años, asistiendo a un taller de arte, el maestro intuyó mis miedos de principiante y me dijo que no existe nada más inexpresivo y desalentador que la hoja en blanco. Tenés que calentar el papel, me aconsejó. Y fue así, con trazos balbuceantes, que empecé a hacer los primeros trazos. Una noche creí que la obra estaba terminada. No sé si fue una pincelada accidental, el roce de mi propia mano o un rayón involuntario lo que conspiró para que en un segundo se malograra el trabajo de varios meses. Para mi asombro, cuando desconsolado le mostré al maestro lo que había pasado, él me miró casi maravillado. Aprovechá esa mancha plásticamente -dijo-. Incorporala a tu obra. Debió pasar bastante tiempo para que yo entendiera lo que esas pocas palabras encerraban. Ahora pienso que en la mancha se oculta buena parte del secreto de una vida. No comulgo con los que se dedican a ahorrarnos las fatigas y desgarramientos de la existencia. No predico la abstinencia para combatir los peligros del amor. No quiero ver en mi jardín la rosa pura y casta imaginada por Meilland. Pero aún así, en ciertas  noches, no dejo de soñar con ella.
L.

sábado, 11 de mayo de 2013

Lo lleno y lo vacío


Aprendemos con el tiempo a oscilar entre lo lleno y lo vacío, lo implícito y lo explícito, lo pornográfico y lo erótico, la palabra franca y la alusiva. Aprendemos a caminar por el sendero principal pero también por el otro, es decir, el reprimido, el guardado, el recordado apenas, el que nos prohíben o nos prohibimos. No hace falta elegir entre uno y el otro. Por algo tenemos dos piernas, dos manos, dos ojos, dos orejas y tantas otras cosas dobles que no siempre conviene mencionar. Por algo se dice que cada ser es dos y que cada historia cuenta dos historias. Para oscilar entre lo lleno y lo vacío. Y para vivir, de paso, todas las vidas que alcanzan a entrar en una sola.
L. 

El mar del tiempo perdido

viernes, 10 de mayo de 2013

La pureza


La pureza no siempre huele a perfume francés. Tampoco se viste con ropa cara y no siempre va, la pureza, a la misa del domingo. La pureza tiene olor, tiene manchas, tiene avances y también retrocesos. ¡Y sexo! No hay pureza sin sombras deformes. No hay pureza tan pura como sería de imaginar. La pureza es más bien sucia, brutal, impresentable. A veces tiene olor a transpiración en las axilas o entre las piernas. Y no por eso es menos limpia. Y a veces la pureza engaña a quienes dice amar. Es por ello infiel. Y en ocasiones la pureza incluso traiciona y no cumple con sus prístinas promesas. La pureza, ya se ha dicho, no siempre huele a perfume francés.
L.

jueves, 9 de mayo de 2013

Limonada



Un día mi tía me dijo que por ahí no debía pasar. Que si la puerta estaba cerrada algo querría decir. Es una prohibición, me advirtió. Es una tentación, pensé yo. El misterio fue adquiriendo entidad propia hasta convertirse en un habitante más de la casa desgraciada. De todos mis primos la única obsesionada con entrar ahí era yo. Al resto le atraían otras cosas. El loro que gritaba “viva el partido liberal” o el enorme reloj de péndulo que parecía un ataúd. Ante la duda mi tía nos distraía con juegos, helados y limonada. Yo no podía entender. ¿Acaso no se daban cuenta de que había algo en ese lugar? Siempre que podía me alejaba del grupo, subía las escaleras, caminaba despacito por el pasillo y me escondía detrás de una mesa desde donde podía vigilar la puerta cerrada. Nadie, en todo ese tiempo, entró o salió de la habitación. Todos pasaban de largo como si no existiera. Solo una vez vi a mi abuela observar al vuelo ese lugar y echarse la bendición cual si estuviera frente a un altar. Durante muchos años pudo más la obediencia que las ganas de saber. Hasta que un día decidí entrar. Algo vi. No recuerdo bien qué. Ni siquiera estoy segura de si todo eso ocurrió. Si la habitación existía. Si existía la prohibición. El último recuerdo que tengo de la casa es el sabor de la limonada que mi tía nos ofrecía para ayudarnos a olvidar.   
Andrea

miércoles, 8 de mayo de 2013

Vivir sin amos


Uno de los hallazgos más interesantes de Jacques Lacan es haber descubierto una tendencia común que casi todos tenemos destinada a erigir amos en los demás. Todos amos. Todos jefes. Todos dueños hasta de nuestros sueños. No importa quién. Puede ser un superior, un marido, una esposa, un familiar, un vecino, un rey, un militar, un presidente, cualquiera. Lacan dice que nadie es amo de nadie. Dice que en esencia somos libres y que nadie podrá con nosotros a no ser que nos arrodillemos ante esos dioses más alucinados que reales. Por eso algunos identifican el ideario lacaniano con el anarquismo. Ningún poder, ningún templo, ningún altar. Vivir sin amos. Les guste o no a quienes creen serlo o tienen esa secreta aspiración.
L.

martes, 7 de mayo de 2013

Hito XXIV



Queríamos llegar al hito XXIV por el intrincado sendero que se inicia en el Parque Nacional y, rodeando el lago Roca, desemboca en la frontera con Chile. Dificultad media, decía un cartel orientador. Y ni media parecía la dificultad dada la tranquilidad que ofrecían esas enormes alfombras de hojas amarillas, reinas posibles de antiguas primaveras, la casi total imposibilidad de perderse entre la montaña y el agua, todo eso que ya conocíamos de memoria. El hito XXIV en sí mismo, al igual que todas las metas, carece de mayor interés. Es una especie de baliza metálica con inscripciones amorosas, o del estilo yo estuve aquí, de caminantes que van hacia allá sin objetivos claros. Ese debe ser el verdadero fin del mundo o, quién sabe, el comienzo más genuino. Avanzábamos a paso firme durante la larga mañana y parte de la tarde; el oleaje del lago y los crujidos pesados de los troncos, el fuerte viento sobre todo, eran las únicas músicas posibles en semejante situación. Las piernas sin embargo empezaron a flaquear. La mente, la de los dos, se precipitó en una zona especialmente oscura. Nos besábamos cada dos o tres metros como si estuviéramos despidiéndonos o encontrándonos por primera vez. Y todo así hasta que nos perdimos en un escarpado y altísimo roquedal que terminó siendo un pequeño adelanto del infierno. Lo que más nos alertó fue toparnos de pronto con un esqueleto humano, huesos muy blancos gracias al aire congelado, depositado como si tal cosa en una piedra plana. Lo demás no tiene mayor interés. Retomamos el camino, llegamos al hito anhelado y nos sentamos a ver el lago sobre un tronco seguramente volteado el mismo día de la aparición del esqueleto. Volvimos en silencio, sin mucho que agregar a la violencia de las cosas. Volvimos a rezar el conocido mantra y, extenuados, alcanzamos el comienzo del fin o, mejor, el fin del difícil comienzo. Porque donde se ponen los pies desaparecen los caminos.
L.

lunes, 6 de mayo de 2013

La partida


Lugares vacíos


No hay nada en los lugares si no son observados, vividos, sufridos, odiados, amados o amasados. Nada en la silla, la cama, el cubo o la mesa. Nada de nada en ninguna parte. Un lugar empieza a significar algo si se vuelve mito, recuerdo, altar de adoración, indiferencia o rechazo. No hay nada en los hechos en sí. Nada en el objeto, nada en las fotos, nada en la ropa usada por más íntima que sea, fuera o fuese. Ninguna trascendencia en el corazón de la cosa misma. Y la cosa misma es un cero absoluto si no está cargada de humores, olores, sabores, sinsabores, manchas de rara humedad. Nadie huye de lo que no desaparece. Nadie va más allá de su propia sombra. 
L.

domingo, 5 de mayo de 2013

Nuevas reglas

El blog continuará con nuevas reglas. No las conocemos pero vamos a cumplirlas paso a paso. Andrea, que se había borrado calladamente, se comprometió a escribir un posteo todos los jueves del siglo. Yo, por mi parte, voy a seguir escribiendo pero menos y con mayor cuidado en la forma, lo musical, esas cosas. De no hacerlo mis alumnos de talleres y demás van a burlarse como lo hace ahora el Peregrino y tantos otros. Se nos acusa de histéricos, de hacer como que nos vamos sin irnos, de actuar como esos suicidas que se la pasan amenazando al mundo con un disparo en la boca y jamás concretan. O como esas mujeres. O como esos hombres. Ni una cosa ni la otra. Menos textos, mayor calidad en lo posible, participación garantizada, al menos hasta recién, de Andrea y su prosa colombiana. Y eso es todo por hoy.
L.

sábado, 4 de mayo de 2013


Era fácil

Era fácil amarla en los bosques entre caminos sembrados de raíces largas y negras. Resultaba sencillo tocarla de tal modo en la orilla curva del lago parecido a un mar, saltando ramas que crujían como puertas de películas de miedo, perdiéndose incluso y temblando de frío. No había que esforzarse mucho para besarla y olerla con especial dedicación en semejante contexto interrumpido a veces por un zorro de ojos temibles y achinados. O, también, oyendo caer del cielo alaridos desesperados de águilas hambrientas, extraviados los dos a pesar de las cañas amarillas que de tanto en tanto iluminaban el sendero. Tan fácil era amarse en los bosques maltratados por el viento. Sin veneno en los cuerpos o en el aire y hacerlo antes, un poco antes, de que el río inundara el mundo con sus hachas.
L.