domingo, 30 de septiembre de 2012


La tercera cosa

El sabor de una manzana no está en la manzana misma. El señalamiento podría enriquecerse si recordamos que la manzana, cualquier fruta en realidad, no posee un sabor en sí misma. El sabor, naturalmente, tampoco habita en la boca de quien la come o la muerde. Para que se produzca el milagro del sabor es necesaria la fusión entre la manzana y la boca. Algo parecido pasa con el beso y el amor. Ninguna boca lo asegura en sí misma. Tampoco dos. Hace falta siempre una tercera cosa que nadie sabe qué es. Lo mismo sucede también con escritura literaria. La calidad de un texto no es una propiedad del texto. Requiere del encuentro de las palabras y el lector. Depende de una tercera cosa que nadie sabe qué es.
L.

Cultura y libros

Los antiguos griegos no usaron mucho los libros. No se sabe si los grandes maestros de la humanidad -Pitágoras, Cristo, Sócrates, Heráclito, el Buda y otros- sabían escribir. De ellos llegaron a nosotros algunos fragmentos por tradición oral, es decir, dudosa. Pero la sabiduría se abre paso por cualquier vía. Hay demasiados libros en las librerías y aún en las casas de familia. Algunos son valiosos. Pero justamente esos se venden y se leen cada vez menos. Se supone que Heráclito escribió un libro sobre la naturaleza. Al parecer lo escondió en un templo de Éfeso. Jesús escribió una única palabra en la arena del desierto, con un palito, y después la borró, arrepentido, con la mano. Eso sería todo. Debe ser por algo que los grandes maestros siguen vigentes sin respaldo de editoriales como Planeta, Random House, Alfaguara y otras empresas del ramo.
L.

viernes, 28 de septiembre de 2012

La espera

Angustia de la espera. Necesidad de la espera. Hambre de espera. Humanidad. Aunque a veces la espera también es animal como un gato atento. O como una mosca dando vueltas y más vueltas en el aire. La espera genera a veces herrumbre/ incertidumbre. La impaciencia nos lleva a salir de la trinchera y enfrentar la lluvia de balas aunque nos maten. Mejor eso, pensamos, que seguir sumidos en el agujero insondable. Dolor de la espera. Amor en la espera. Danza del viento que llega del mar, esperanza y desesperación.
L.

PrimaVera


Vera, mi prima, es por momentos fría, seca indiferente. Pero a medida que las horas pasan Vera se humedece, se calienta, actúa como la mujer que es y hasta se vuelve obscena. De su cuerpo brotan todo tipo de hojitas y flores que ella ostenta en todas partes con orgullo. La prima Vera es un caso. Su cuerpo habla más que su boca. Su boca está llena de sol y de viento. Sus manos se expanden como queriendo dejar inviernos y otoños muy atrás. Hasta podría decirse que Vera es optimista, vital, definitiva. Pero ella sabe, como lo sé yo, que la vida pende de un hilo y que lo efímero también la incluye. Caerán las hojas, caerán las flores, el viento dejará de soplar y mi prima tendrá, finalmente, que someterse al destino. Pero mientras tanto Vera disfruta y desfila audaz y valiente frente al mundo.
L.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Sin besos


Guerra general


La guerra es general. Eso decía Heráclito hace tres mil años en uno de sus célebres fragmentos. Probablemente aludía a la lucha de contrarios, es decir, a la forma de ser y actuar de la materia en el universo. Pero no hace falta irse tan lejos. Alcanza una leve recorrida por las calles de Buenos Aires para sentir la violencia física y verbal de los buenos ciudadanos, los que no tienen miedo, hombres y mujeres dispuestos a aplastar a cualquiera en defensa de la libertad de hacer lo que se les da la gana. Ellos no tienen miedo. Yo sí. Les tengo pánico y con razón. Por eso trato de volverme casi invisible, sonrío para todos, por si acaso pido disculpas y no piso el cesped en las plazas para quedar bien con los modernos gladiadores.
L.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Contra las ofensas de la vida


Amar, escribir, soñar, construir, imaginar, rebelarse, bailar, gritar si hace falta, no hablar como habla todo el mundo. Cualquier cosa que se haga es buena si nos defiende de las ofensas de la vida. Ser libres quiere decir renunciar a ser esclavos al menos un rato por día. Al menos un instante entre todos. Hablar y no ser hablados por los periodistas de los diarios y las televisiones. Llorar y no ser llorados. Reír y no ser reídos. Estar quietos durante el tiempo que sea necesario. Y luego dar un paso. Y otro. Y otro más hasta por fin levantarnos como sobrevivientes. Cualquier cosa que se haga es buena si nos defiende de las cotidianas ofensas de la vida. 
L.

El viento iluminado por el viento


Tan cerca

Tan cerca de la costa, los nadadores. Tan pero tan cerca de salvarse. Son deportistas expertos. Dan grandes brazadas en la dirección correcta. Pero no llegan. Pareciera a veces que avanzaran para atrás. Las corrientes marinas van en contra. Abajo duelen las piedras en punta. No cesan la lluvia y los remolinos que se tragan los cuerpos y las almas. Tan cerca de la costa, los nadadores. Tan pero tan cerca. ¿Nadie les tirará una soga? ¿Nadie va a ayudarlos a llegar?
L.

martes, 25 de septiembre de 2012

Para qué

¿Para qué escribir, ahora, en este blog? ¿Acaso no hay blogs mejores? Claro que los hay. Las preguntas iniciales se aplican a la literatura y a la vida en general. Para qué perder el tiempo escribiendo cuentos, novelas o poemas habiendo cuentos, novelas y poemas extraordinarios. Basta acercarse a una biblioteca cualquiera. A la mía por ejemplo. Ahí están los nueve cuentos de Salinger, los de Cortázar, los de Rulfo, los de Carver. ¿Para qué más? Una última pregunta para finalizar. ¿Para qué sirve la pregunta para qué? Si de eso se tratara mejor sería dejar todo y largarse de una vez. O tirarse a dormir. O prender la televisión. O mirar pasar autos, colectivos y gente desde una ventana. Pero...¿para qué lo haríamos?
L.

Mar de caballos


Afinidad


Si algo resulta imprescindible en un vínculo amoroso es la afinidad. No me refiero a pensar lo mismo sobre todas las cosas. No aludo a esas parejas que se pegan como chicle y apenas se despegan para ir al baño o a trabajar. Afinidad es otra cosa que ni siquiera se relaciona, como se dice ahora, con la química. Nada tienen que ver la química, la física o las ciencias naturales con esta cuestión. Afinidad es mirar el mundo desde un lugar parecido. Afinidad es dejar de mirar el mundo si es necesario. Afinidad es aprender a callar cuando nada más hay que decir. Y afinidad es incluso separarse cuando los dos han comprendido, afinadamente, que la música terminó. Pueden fallar todas las cosas en una pareja. Pero no puede fallar la afinidad.
L.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Ignorancia y deseo

Dice Lacan que el poder y la ignorancia conspiran contra el deseo. Dice Lacan que la gente es esclava de lo útil, del ciego placer, de las comodidades inmediatas. Dice Lacan que la humanidad niega el saber y hace de esa decisión un dios funcional e imbatible. Dice Lacan que todo intento de pensar algo con cierto grado de hondura fracasa ante el imperio de la fe y la irresistible atracción de lo absoluto, es decir, de lo imposible. Dice Lacan que la religión, considerada en un sentido amplio, es inagotable y parece darle un sentido, o varios, al absurdo de la vida. Concluye Lacan que la ignorancia triunfará. 
L.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Felicidad

Informa un diario español que acaba de ser descubierta la hormona de la felicidad. El autor de tan notable hallazgo es un tal Paul Zak. El hombre le ha dado otros nombres a eso que llama oxitocina, a saber, hormona de la moral, molécula del abrazo, hormona de la confianza y la ternura, etcétera. Cuenta Zak que hace poco hizo un experimento revelador con los machos de una especie de ratones de la pradera. Son animalitos de naturaleza promiscua, célebres por los frecuentes cambios de pareja. Cuando se elevaron sus niveles de oxitocina en condiciones de laboratorio esos roedores se volvieron amantes apasionados y, además, monógomos incorruptibles. Todo solucionado entonces. No hay ya ningún problema, ningún conflicto, ninguna angustia. Llegó por fin el siglo de la felicidad hormonal.
L.

En qualsevol lloc

La tristeza

La tristeza disminuye la potencia de obrar. Los podridos poderes necesitan de sus efectos emocionales para convertirnos en eternos esclavos. Los poderes tienen más necesidad y capacidad de angustiarnos que de reprimirnos. No es fácil ser un hombre o una mujer libres. No es fácil escapar de la peste, organizar encuentros, dejarse llevar por la alegría, multiplicar los actos que expresen o desarrollen un máximo de afirmación y un mínimo de depresión. Consignas para hoy. Convertir el cuerpo en una fuerza que no se reduzca al organismo. Convertir el pensamiento en una fuerza que no se reduzca a la conciencia. Convertir el domingo en un día productivo en el sentido más amplio y virtuoso de la palabra.
L.

Silencio



Alturas

El simple acto de pensar, tan prestigioso en épocas remotas, ha sido abandonado en la moderna modernidad. A cambio de ese difícil intento de aproximarse a alguna verdad, por más parcial y efímera que resulte, se impuso la frase de impacto fácil, la idea que ni siquiera es idea, el obediente movimiento de los robots que repiten como loros lo que vieron en las redes sociales y en los diarios escritos, también, por loros. Cabe recordar que algunos loros saben hablar aunque no saben lo que dicen. Pensándolo bien los loros son simpáticos. A veces están cubiertos de bellas, largas y sedosas plumas, ostentan picos duros y curvados y unas garras que evocan el gesto crispado y altivo de las montañas. El simple acto de abandonar llanuras y subir por la dura pendiente ha sido abandonado en la modernidad. Y no por los animales sino por los hombres.
L. 

sábado, 22 de septiembre de 2012

Del cielo se cayó


Peces de papel


Esos días no habían sido buenos sin mi prima Angélica. Cuando entraba en la casa de mi abuela lo primero que hacía era buscarla en su habitación. Siempre la encontraba mirando por la ventana como quien espera la llegada de alguien sin saber quién. Yo la llamaba. Ella sonreía al verme y me decía que ya tenía planeado el juego de hoy. Podíamos ir a la alberca. Atrapar los peces de papel que había estado dibujando la noche anterior. O levantar las piedras del jardín para descubrir la extraña organización de los ciempiés. Pasábamos las horas construyendo habitaciones, puentes y autopistas que los insectos se negaban a transitar. Hasta que el frío de la tarde nos obligaba a regresar a la casa. Era entonces cuando llegaba el instante preferido y maldito a la vez. Mientras los adultos tomaban el café de las cinco, nosotras nos encerrábamos en el baño para observar clandestinamente las fotos del álbum que mi abuela ocultaba en el estante más alto de la biblioteca. Desfilaban imágenes de gente que no conocíamos. Inventábamos historias sobre fiestas transcurridas hace tiempo, bodas pactadas, traiciones. Apenas sentía que la conversación de los grandes estaba a punto de terminar, Angélica saltaba las páginas del álbum hasta llegar a su foto preferida: la de una mujer joven mirando por la ventana como quien espera la llegada de alguien sin saber quién.
Andrea


Desnudos en el museo


De paseo por el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires observo la gran cantidad de desnudos que pueblan las paredes e iluminan las obras de Gauguin, Modigliani, Degas, Rodin, el argentino Eduardo Sívori y tantos otros artistas. Los visitantes se detienen un largo rato frente a glúteos brillantes, pezones en leve ascenso, sexos naturalmente expuestos, pelitos y pelos ubicados justamente ahí. Me pregunto por la diferencia entre estos desnudos y los que se ven en las tapas de algunas revistas que se venden en los quioscos. Me pregunto también por qué atraen tanto los cuerpos sin ropas y pienso acaso en el poder de lo evidente, de eso que el desnudo vuelve visible entre tanto fingimiento. Veo El nacimiento de Venus, de Boticcelli, esa luz femenina y esencial que actúa sobre el observador como una droga o un imán. El desnudo artístico, forma posible de la verdad velada y develada, habla también de un estado de carencia, privación, indigencia infinita. Evoca nuestra propia desnudez cuando llegamos al mundo. Configura esa nada que conmueve y es la fuente más perturbadora y vibrante de la vida.
L.

Mexicanos en lucha

Qué lindo anoche, en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, encontrar a un grupo de cien o doscientos jóvenes mexicanos en marcha y en saludable lucha. Protestaban, con el orgullo latinoamericano que tanto nos falta a los argentinos, por la visita a este país de lo que llaman con razón "narcopresidente" (un señor que ganó fraudulentamente las recientes elecciones generales) y defendían un futuro mejor para ellos y sus compatriotas aún en el dramático y violento contexto actual. Vivaban a Zapata y a voz de cuello gritaban que viva México, cabrones. Algunos chicos se habían pintado la cara hasta configurar graciosas calaveras, algunas chicas se habían vestido y desvestido como Frida Kalho en Coyoacán. Era una combativa fiesta mexicana en pleno centro de Buenos Aires. Sólo faltaban tacos, mariachis y un frío y gigantesco cenote de Yucatán como para darse un baño de ilusión y de frescura.
L.

Carabelas


viernes, 21 de septiembre de 2012

Ser escritor

Un escritor es alguien para quien la escritura resulta más difícil que para el resto de las personas. Consciente del problema el autor entiende que cuanto más escribe más fácil le resulta hacerlo. Pero cuando descubre que los textos le salen de primera intención empieza a sospechar y concluye que la facilidad es el peor enemigo de este oficio. Sabe que cuando un relato brota como agua de manantial es porque algo no anda bien. Y si lo escrito suena a literatura mucho peor. ¿A qué debe sonar un buen texto literario? A nada o a sí mismo.
L.

Un cuento

Voy a escribir un cuento. Me dijeron en el taller que un cuento es como una esfera o una foto. No lo debo confundir con una película o un poema. Leí un consejo alusivo que da Chéjov a los escritores. No muchos personajes. Una mujer y un hombre alcanzan. Más ahora que llegó la primavera. Un cuento de amor sería perfecto. Tiene que haber un buen comienzo, un buen nudo y un buen desenlace. Se conocieron. Fueron infelices. Listo. O también. Comieron perdices y luego durmieron juntos. Es confuso. Tengo que ser más claro y original. No se conocieron nunca pero se amaron hasta el fin. Podría ser un buen inicio. O un buen final. Me estoy enredando. Había una vez un cuento. ¿Era así? Todo sucedió una mañana iluminada por el viento. Ahí va. Un disparador estimulante. Voy a escribir un cuento. Algo así como una esfera o una foto. Tengo una idea buenísima para hacerlo. Hay un solo problema. Escribirlo.
L.

Arco


jueves, 20 de septiembre de 2012

Desocupado


Enfrento durante la semana entre ocho y diez trabajos diferentes. Es una cantidad respetable por no decir desesperante. Y sin embargo me considero un perfecto desocupado. No tengo nada que hacer en ninguna parte. Circulo apenas como el agua de un río que pronto se convertirá en cascada. Pese a todo estoy siempre dispuesto a hablar con cualquier persona y hacer tareas que no me corresponden. Si el reloj molesta lo arrojo por la ventana o lo aplasto con el pie. Si alguien me lo pide apago el celular y lo olvido en cualquier parte. Nada para mí es tan importante como ejercer a fondo el arte de no hacer nada. Los que se mueven a mi alrededor, en cambio, parecen todos muy ocupados y asombrosamente apurados. No tienen tiempo para nadie. Tampoco para mí. Desarrollan actividades de primerísima categoría. Podría pensarse incluso que de ellos depende el equilibrio del mundo y sus alrededores. No entiendo el motivo de semejante desajuste. Debo ser un tremendo irresponsable, un vago, un inútil. Lo que para los otros es decisivo se vuelve casi un juego para mí. En mi tarjeta de presentación figura claramente el nombre de mi oficio y el título que me habilita a ejercerlo. Desocupado.
L.

De cerca nada es normal

En matemática se llama asíntota a una línea recta que se aproxima continuamente a una curva sin alcanzarla. También podría decirse que es la curva la que se acerca de manera constante a la recta. O que ambas hacen lo mismo una y otra vez. La expresión asíntota a una curva puede leerse también como dos elementos o situaciones que nunca se encuentran. La alta o altísima proximidad, por otra parte, genera un problema añadido al que ya existe. La recta descubre fallas en la curva y la curva no ve tan recta a la recta. En consecuencia nace una especie de decepción ante el descubrimiento de cierta evidencia no del todo agradable. Este aburrido prólogo tiene un desenlace que no por conocido resulta menos importante. Cuando nos acercamos mucho a algo o a alguien descubrimos en el objeto observado alguna basurita, una mancha, un defecto quizás menor, una dificultad, algo que no termina de convencer. De cerca, en conclusión, nada ni nadie es normal. Y la culpa es de la asíntota.
L.

Claro y profundo


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Paula confiesa



Conocí a alguien, disparó Paula sin dejar de andar. Cuando lo dijo observé en el horizonte la aparición de un buque de los que esperan turno para entrar al puerto. Eso –le dije- no tiene que ver con nosotros. Sí tiene, contraatacó ella como si fuera un debate académico sobre teoría de los signos. Los dos permanecimos callados al tiempo que nos concentramos, casi deslumbrados, en la forma singular de un caracol semihundido en la arena. Era uno de esos raros cascarones de nácar que, por falso pudor, nos resistimos a llamar concha. Que tontería. Igual no era momento para chistes y menos de mal gusto. Conocí a alguien, volvió a decir Paula esta vez más seria y sombría. O eso me pareció. Retomamos la caminata sin bajar el ritmo durante media hora. Quién es, le pregunté sin mostrar gran interés. Eso no te incumbe, respondió secamente. Si el dato importa para nosotros claro que me afecta, retruqué. El diálogo lindaba con lo absurdo. Unos metros más allá vimos unas gaviotas disputándose las vísceras de un pejerrey desguasado. Miré el reloj y pensé: habrá que buscar refugio para la noche. Paula se adentró en el mar oscurecido y yo, de espaldas a todo, miré hacia atrás como si recordara.
L.

Fragmentos

La vida no es una continuidad. Tampoco se la puede ver como un cuento armado -según la vieja y sabia lección- por comienzo, nudo y desenlace. La vida se parece más a un rompecabezas y a veces a un rompehuevos. Los días se componen de fragmentos que poco y nada tienen que ver entre sí. Un hombre y una mujer duermen juntos una noche. En realidad no duermen pero la aclaración no modifica los hechos principales. A la mañana siguiente el hombre toma un avión que lo llevará a China donde debe realizar negocios y encontrarse con su esposa. La mujer con la que durmió, cogió o como deba llamarse a lo que hicieron debe hacerse cargo de su pequeña hija y, luego, ir de compras al mercado. En la tarde leerá dos páginas de un libro y en la noche pensará en matarse. El hombre, que ya no está en Beijing, mastica chicle mientras camina por la calle de una ciudad desconocida. Empieza a llover y debe refugiarse en la sala de espera de un dentista. El dentista pinta cuadros en sus ratos libres. Los mal llamados rebeldes sirios ofrecen veinticinco millones de dólares por la cabeza del presidente Bashar Al-Assad. Ni la mujer ni el hombre que habían dormido juntos conocen esa información. Pero un familiar cercano a uno de ellos mira el titular al pasar por un quiosco. La vida no es una continuidad. A veces ni comienzo tiene. En ocasiones falta el nudo de la historia. Lo que no falta nunca es el desenlace.
L.

Puñales


martes, 18 de septiembre de 2012

Lo viejo y lo nuevo

Los periodistas de suplementos culturales suelen creer que un libro recién salido es bueno porque ha salido recién. Escriben entonces una interesante nota sobre los valores de la nueva narrativa. Algunos neurólogos importantes niegan todo valor al vetusto psicoanálisis dado que las neurociencias lo habrían enterrado para siempre. Los periodistas entonces escriben una interesante nota sobre los valores de las  neurociencias. Y así con todo. Pero hay cosas viejas que, pasados varios cientos y miles de años, siguen siendo valiosas. ¿Quién pondría en discusión, por ejemplo, el valor de la rueda? De no ser por ella no habría autos ni bicicletas ni motos ni molinos ni tractores. La brújula sigue ayudando a orientarse por más gepeeses que la superen. Lo mismo podría decirse de inventos como la soga, la tinta, la sopa de fideos, el lápiz o la pluma. Con una pluma, y a la luz de una vela, otro invento inútil, Tostoi escribió Guerra y Paz, una novela que sigue superando a casi todas las que vinieron después.
No siempre lo nuevo es mejor que lo viejo.
L.

Blusas, tangas y corpiños


Hoy me liberé de muchas cosas. Abrí el armario de mi habitación y fui sacando prenda por prenda: sacos, camisetas, blusas, pantalones, corpiños, tangas, medias, abrigos. Los puse a todos en línea sobre mi cama. Tengo la horrible tendencia de guardar demasiadas cosas, sencillamente porque me aferro a la materialidad de los recuerdos. Encontré la camiseta azul que tenía puesta cuando perdí la virginidad en un hotel de Cartagena, y la blusa marrón que llevaba el día que me dieron el primer beso profundo, en un bar de Bogotá. Regalar esa ropa implica alejarme de un cuerpo que solo dejó en mi un frío penetrante que aún hoy me recorre las venas cuando estoy triste. Encontré otras prendas. Un saco verde que llevé el día en que alguien me dijo por primera vez que podía escribir, la camiseta de la selección Colombia de la época dorada (cuando le metimos cinco goles a argentina en unas eliminatorias del mundial), unas medias que mi abuela me regaló en Navidad y que siempre creí de buena suerte y el saco negro que me abrigó en el entierro de mi primo. Todo eso ha quedado guardado en una bolsa gigante. Terminarán en el armario de alguien y se impregnarán de los recuerdos de esa nueva persona. Si quiero viajar debo hacerlo ligeramente. Si quiero llegar a la ciudad invisible tengo que invisibilizar mi memoria. No desaparecerá. Sencillamente se resguardará en un lugar que solo visitamos en los sueños.
Andrea

El adivino I


No debo decir su nombre. Mejor no. Pero debo hablar del adivino ciego, el solitario pez que pacientemente elabora el agua donde nada. Pero no es un pez sino un hombre y fue mi primer maestro de vida. No debo decir su nombre pero puedo contar sus años, 77, su rostro de ojos claros, su cabello entrecano y largo como el de un hippie tardío, su caminar tembloroso y apoyado en mi hombro, su necesidad casi cristiana o mística de ayudar a los nadadores que están cerca de la orilla y no llegan pese a sus brazadas potentes y desesperadas. Él, me dijo, va en un bote de madera inundado pero que flota aún. Desde esa precaria embarcación puede echarles una soga a esos nadadores en desgracia. Eso me dijo. Y qué pena que no pueda decir su nombre porque muero de ganas de hacerlo. Mejor no. El adivino ciego está solo pero no se siente solo. Avanza por el agua como un pez o, mejor, como un conjunto de peces azules en el centro del mar. Predica la compasión y el pensamiento crítico y rebelde. Dice que la humanidad ha hecho de la ignorancia no sólo una pasión sino también una cultura. Dice que los primates sufrieron una mutación hace millones de años. Dice que el advenimiento del lenguaje nos impide pensar y por eso están las cosas como están, la política, el medio ambiente, las ideas, el mundo todo. No debo decir su nombre. Mejor no. Pero el adivino ciego, ese que se apoyaba el sábado en mi hombro derecho para avanzar de manera errática y lenta. Si es que puede hablarse de avance. Si es que debe decirse algo cuando todo aconseja esperar y callar acaso para siempre.
L.

El adivino II


lunes, 17 de septiembre de 2012


Cambiar al otro

No podemos cambiar a nadie. Es bueno saberlo desde un principio. Nadie. Puede ocurrir que un otro o una otra decidan cambiar y se apoyen en tal o cual persona o idea que empuje las aspas del molino. Pero nada más. Los que pretendan predicar la salvación deberían dedicarse al sacerdocio o convertirse en profetas. Apenas es posible acompañar a un semejante. Y no hasta el fin del camino sino apenas un tramo. ¿Acaso se le puede pedir algo más a la vida? 
L.

96 por ciento

Leo en un libro de astronomía que la ciencia no ha logrado saber de qué está compuesto el 96 por ciento del universo. No es un dato menor. Conviene aclarar que todas las galaxias, estrellas, gases, planetas y personas combinadas constituyen apenas el cuatro por ciento del contenido del cosmos. A la parte restante se le ha puesto el simple pero siniestro nombre de materia oscura (25 por ciento) y energía oscura (71 por ciento). Ambas "sustancias" representan el mayor misterio de la astronomía y la física para no decir del conocimiento universal. Algo del tema, sin embargo, se sospecha. La materia oscura podría estar compuesta por partículas no identificadas que rara vez interactúan con la materia ordinaria. Se han diseñado experimentos para capturar esas partículas pero hasta ahora la materia oscura sigue sumida en el misterio. Sobre la energía oscura los científicos no tienen ni idea. Pero desde que se inició el Big Bang, hace 13.700 millones de años, su influencia se vuelve cada vez mayor. En síntesis. Todo el mundo habla de esto o aquello como si supiera. Se escuchan divinas conferencias académicas. Los jóvenes dicen, título en mano, que ahora son médicos, artistas, filósofos o críticos de cine. Pero a todos ellos conviene recordarles la sencilla pero asombrosa cifra. No sabemos de qué se compone el 96 por ciento de todo lo que somos, fuimos y seremos.
L.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Con pasión

Retomar la compasión casi como costumbre o rito. Tanta gente nadando en un mar hostil a pocos metros de la orilla. Tanta gente desesperada. Compasión con ella. Con pasión arrojar la soga que le permita a esa gente salvarse así sea en parte. Si tenemos la soga, si estamos en un bote inundado a medias, ¿por qué no salvar, de ser posible, a los nadadores en peligro? ¿Por qué encerrarnos en la precaria comodidad que apenas nos aleja de las olas? Tan cerca están los nadadores de la tierra firme. Una soga con pasión. 
L.

Jóvenes de ayer


sábado, 15 de septiembre de 2012

Una única especie


A diferencia de los animales y las plantas el hombre se constituyó como una única especie. El homo sapiens sapiens reinó y aún reina en su unicidad. Raramente permite que en la tribu de iguales iguales se infiltren los diferentes diferentes. El hombre único desprecia a estos últimos. Los llama negros, sucios, feos, putos, subversivos, yeguas en el caso de las mujeres. Una cultura de la ignorancia única y muy sólida llegó para quedarse. Por eso todos  o casi todos los componentes de la raza hablan igual y cometen hasta las mismas faltas de ortografía. Todos iguales. Todos buenos. Todos blanquitos y adorables. ¿Pero acaso no sería más rica nuestra especie si se repartiera, al menos un poco, en otros seres, otros colores y otras formas?
L.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Arte y fama

Todo artista merecedor de ese calificativo sabe que si antepone su deseo de ser famoso al de componer su obra, está última terminará empobrecida y aún olvidada por la historia. La idea podría extenderse a cualquier actividad humana. Si se busca el éxito el fracaso será tan inevitable como la crónica de una muerte anunciada. Si no se busca nada más que la obra en sí, en cambio, siendo fiel a una técnica precisa y a un procedimiento previamente establecido, hasta es posible, por efecto de arrastre, alcanzar fama presente o futura. Es algo que se parece en parte al simple hecho de vivir por vivir. O al de enamorarse gratuitamente de alguien, es decir, sin esperar nada a cambio. Nada no. Porque amor con amor se paga.
L.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Septiembre

No hay peor fascista que un burgués asustado. La frase suele ser atribuida con ligeras variantes al poeta alemán y marxista Bertolt Brecht. No sé por qué recuerdo ahora esa frase. Pero le temo. No a la frase sino al burgués asustado. Se trata de un hombre poco dispuesto al pensamiento y la responsabilidad política y social. Su acción es pulsional, casi festiva, inconsciente, peligrosa como el agua cuando hierve demasiado tiempo en la cacerola. No existe nada más temible que un burgués ganado por el pánico. No sé por qué justo ahora aparece la frase de Bertolt Brecht en mi cabeza. El poeta Brecht. El revolucionario, irreductible, soñador y enamoradizo Bertolt Brecht.
L.

Lamento por el mar


Los otros

Miedo a los otros. Miedo a dar un lugar en nosotros a lo nuevo, a lo distinto, a lo que molesta de los otros. Rechazo al simple acto de alojar la palabra del prójimo, su idioma raro, su forma singular que no es mi forma aceptada y probada. Miedo al encuentro con lo que consideramos hostil, peligroso, feo. Tendencia a buscar en el otro solamente lo que soy. Lo que me resulta familiar. Propio. Ir siempre hacia lo mismo. Hacia lo que da calma y seguridad. Miedo al miedo de los otros. Una manera fina de decir...miedo a nosotros.
L.

Perder el tiempo

Escribir en el blog es una pérdida de tiempo monumental. Me lo dicen y me lo digo mil veces y a toda hora. Pero nada. Tengo tareas muy serias y urgentes para hacer. Pero las postergo para decir, por ejemplo, que escribir acá es perder el tiempo. Paula me lo reprocha siempre que puede. También mis amantes y  hasta Grusswillis, mi gato, quejándose de que ya ni siquiera le acaricio la cabeza y no cambio sus piedritas. Debe ser que tomo esto como militancia o descarga erótica y mental. Quién sabe. Pero, como dicen en Colombia, debo ser juicioso. Debo escribir menos acá, o dejar de hacerlo, y ocuparme de una vez por todas de lo que debo ocuparme. 
L.

¡Upa negrito!


miércoles, 12 de septiembre de 2012

Pensar

Pensar no está de moda, es más, ese antiguo ejercicio suele ser visto como una extravagancia propia de gente aburrida que no vive el presente. Hay, evidentemente, mejores cosas que hacer para pasar el día y no hace falta que las detalle porque cada uno sabrá de qué hablo. A veces para pensar hay que escribir. Uno escribe y se da cuenta lo que piensa de tal o cual cosa. A veces conviene caminar. O quedarse en silencio en una habitación vacía. La soledad, que no es una desgracia, ayuda en ese camino. El amor, si es verdadero, también. Pensar es incómodo y peligroso. Pero es tan importante como el ejercicio físico, como soñar, cantar o respirar.
L.

martes, 11 de septiembre de 2012

Paula y el sexo

Me parece a veces que a Paula no le interesa el sexo. Voy a tratar de explicarlo mejor. No es que no le interese o no lo disfrute. Simplemente creo que el asunto le da más o menos lo mismo. Por momentos hasta daría la impresión de que lo más valioso para ella es sentirse querida. O, para ser más preciso, sentirse y ser amada con todo lo que ello implica. El sexo entraría en el esquema planteado pero no como algo decisivo. Lo dicho no es más que una suposición personal. Nunca hablé con ella sobre el tema. O si lo hice, o lo hicimos, fue como el componente de una charla más amplia. Pienso a veces que Paula tiene razón. No es importante el sexo cuando se convierte en el eje excluyente de una relación. La relevancia se percibe únicamente cuando forma parte de lo cotidiano -lo común/lo de todos los días- y no cuando de lo sexual depende poco menos que la sobrevivencia del vínculo...con perdón de la palabra.
L. 

Seis consejos inmorales para escribir


1/ Podrás beber, fumar, drogarte. Podrás ser loco, homosexual, manco o epiléptico. Lo único que se precisa para escribir buenos libros es ser buen escritor. Eso sí: te aconsejo no escribir drogado ni borracho ni haciendo el amor ni con la mano que te falta ni en mitad de un ataque de epilepsia o de locura. (Abelardo Castillo).
2/  No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético. Mientan siempre. (Juan Carlos Onetti).
3/ Tal vez seas envidioso, rencoroso, un poco estúpido, avaro, cornudo, mal amigo. No te preocupes. Un buen libro siempre es mejor que la persona que lo escribe. (Abelardo Castillo).
4/ Quien huye del mal gusto cae en el hielo. (Pablo Neruda).
5/ La palabra ramera no tiene la dignidad de la palabra puta (Liliana Heker).
6/ La única moral de un libro se reduce a saber si está bien o mal escrito. (Oscar Wilde).

La ceguera


Existen muchas maneras de mirar. Pero entre todas la mejor es observar el entorno a ojo desnudo. Mirar y pensar lo que se ve. Pensar y mirar al mismo tiempo. Retener imágenes en los ojos y la memoria. Una nube, un pájaro, un cuerpo. Desde el advenimiento de los celulares la gente ya no mira hacia adelante o los costados. Hombres y mujeres, también algunos niños, miran hacia abajo durante gran parte del día. Puede venir un tsunami, una tropilla de caballos salvajes o un bombardeo atómico. Pero ni eso evitará la anestesia. Antes, cuando existía Dios, las personas buscaban respuestas en el cielo. Ahora que Dios ha muerto la consigna general y definitiva es mirar todo el tiempo hacia abajo, no hacia los pies o los genitales o el césped del jardín hermoso sino hacia una pantalla rectangular y luminosa donde parece resumirse todo lo que importa. Supongo que algún día el mundo dejará de mirar hacia abajo. Pero a esa altura, quizás, el fin de la ceguera será tardío e inútil.
L.

Cada vez más alto


lunes, 10 de septiembre de 2012

A contramano


Hoy, 11 de setiembre, se cumple un nuevo aniversario del golpe ejecutado por los militares, y organizado y pagado por la CIA estadounidense, contra el gobierno socialista de Salvador Allende. Sé que se trata de un episodio remoto y fuera de moda. Sé, como aconsejan todos, que debo mirar hacia adelante y no quedarme clavado en el pasado. De Allende, el compañero presidente, quedan pocas cosas. Un par de anteojos partido al medio, un carnet, un ticket, una billetera vacía y cuarteada. En Chile se lo recuerda poco y mal. Se diría casi que es una figura prohibida. Allende quiso probar con el socialismo en democracia. La experiencia duró poco, acabó trágicamente y sobre ella se han dicho demasiadas cosas. El tema me afecta por razones complejas. Bajo el gobierno de la Unidad Popular yo era muy joven y participé de trabajos voluntarios en una comuna marginal de Santiago de Chile. Ayudé a construir un parque infantil que llevaba el nombre de René Schneider, un militar leal asesinado por la CIA apenas un mes después de que la UP asumiera el poder. Éramos un grupo de estudiantes secundarios que primero empezamos solos y luego fuimos ayudados con entusiasmo por los habitantes del lugar. El parque infantil quedó hermoso. Lo más probable es que ya no exista. La gente del barrio nos despidió con cuecas, besos, abrazos y empanadas grandes como son las empanadas en Chile. Nos fuimos de ahí en un camión lleno de banderas y emociones. Allende cumplió sus promesas incluida la última que consistía en no abandonar la Moneda, casa de gobierno en el vecino país, hasta que se cumpliera el mandato que el pueblo le había otorgado. No le dieron tiempo y, rodeado de lobos sedientos, se suicidó en un acto que lo dignifica aún más. Casi a la misma hora estaba muriendo en un hospital de Santiago el escritor Pablo Neruda, autor, entre otras obras, de los veinte poemas de amor y la canción desesperada. En Chile, hace casi cuarenta largos años, ganó, al menos por ahora, la canción cruel, mezquina y desesperada. 
L.  

Pura vida


Buena vida

Buena vida es la de Grusswillis, mi gato gris y blanco. No da clases de nada, no sufre penas de amor o desamor, no debe pagar impuestos ni repuestos, está liberado de leer los diarios y revistas que se publican en la Argentina. Este último dato no es menor. Los que sí leen diarios o ven televisión o escuchan radio enferman rápidamente y mueren jóvenes y ahogados en un pantano de mentiras y brutalidad. Mi gato vive en estado de gracia. Se tiende frente a la estufa aunque esté apagada. La idea-estufa alcanza para darle calor. Raramente se enamora y, cuando le pasa, entiende que el eje de su existencia no pasa por ahí sino por el agua, el alimento y las piedritas. Unos días llueve. Otros días brilla el sol. Para mi gato es igual. Está más allá de todo lo que no importa y más acá, muy cerca, de lo que único que vale en este vida, es decir, la vida misma.
L. 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Mala vida


Estrellas solitarias

Algunos artistas -Kafka, Van Gogh, Pessoa, Pavese, Shakespeare, Homero- no trabajaron para nadie en particular. Esa actitud los volvió únicos. Agotaron la experiencia artística sin convertirse en objetos de consumo. Por ese motivo no tuvieron ni tienen precursores ni continuadores. Son, fueron, singulares, estrellas solitarias. Por eso estuvieron muertos para la época en que vivieron o sobrevivieron. Y por eso, también, resucitan de manera continua como esas flores de alta montaña que nadie ha visto ni verá jamás.
L. 

sábado, 8 de septiembre de 2012


Una vida normal

Leo en una entrevista escrita por un alumno que una persona equis tuvo una adolescencia "normal". Le pregunto al autor qué quiso decir con eso dado que no pude entenderlo. El alumno se sorprendió ante mi cuestionamiento. Normal -dijo-. Sin sobresaltos. Seguí sin entender nada y volví a preguntar. ¿Cómo sería una vida sin sobresaltos? El alumno pensó que yo había enloquecido. Que no entendía lo obvio, eso que todo el mundo sabe desde siempre, lo indiscutible. Pero insistí en subrayar mi ignorancia. No sé qué cosa es una vida normal. No se qué cosa es una vida sin sobresaltos.
L.

Lila


viernes, 7 de septiembre de 2012

Ficciones

Avisamos a los amigos y visitantes ocasionales de este blog que si bien los textos publicados se inspiran en tal o cual situación realmente experimentada no dejan por ello de ser ficcionales, es decir. puras tramas textuales. Suponemos que eso no les quita valor y ni siquiera certidumbre. La ficción es apenas una manera entre tantas de abordar la verdad, si es que algo así existe, de una forma distinta y naturalmente engañosa. Su discurso no es ni mejor ni peor que otros discursos, por ejemplo los periodísticos o los políticos. Escribir, a veces, es convertirse en un soñador profesional.
L.

Mujeres

Pensaba en los personajes femeninos de las novelas de Onetti. Revisaba su clásica distincion entre adolescente pura, mujer en degradación y puta. La atracción onettiana por la adolescencia femenina poco tiene que ver con la noción rudimentaria del viejo verde. Para el autor uruguayo la atracción por las jóvenes se conecta con una visión vital y purificada de la adolescencia aún no corrompida. El paso a la madurez, en cambio, resulta en Onetti casi una desgracia. La mujer madura es o sería despreciable. Su lugar se relaciona más que nada con la maternidad y el matrimonio burgués. La puta, finalmente, es en la narrativa onettiana una mezcla de mujer independiente y capaz de despertar piedad. En la fila figura también la loca, es decir, una mujer de familia que además es rara y nunca estuvo con un hombre. Es el caso de Angélica Inés en El astillero. Esta última compone, además, una desmesura física. Onetti la describe como "alta, pechuda, con grandes nalgas". Habría una última categoría y es la mujer de otro, por lo general distante y neutra aunque sin perder algún grado de seducción. Hay en Onetti una metafísica de lo femenino que engloba a las mujeres en función de su edad biológica o de su posesión, o no, de un atributo considerado casi mágico por el escritor: la virginidad.
L.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Hay locuras de otro color



Paula

Me enamoré de Paula cuando leí en su autobiografía que se consideraba parte de una asamblea de almas, es decir, que se sentía habitada por una multitud de Paulas que emergían y desaparecían alternativamente. La autobiografía fue el primer trabajo práctico de un curso de crónica periodística que dicté por internet. Lo que cuento ocurrió hace tres años y medio aproximadamente. Recuerdo que leí el texto con especial atención porque entendí que la autora no pretendía impactarme ni conmoverme como docente o persona. Entendí que Paula no le hablaba a nadie en particular sino que simplemente escribía lo que pensaba utilizando un lenguaje preciso y seco. Eso me sedujo al punto de comunicarme con ella a la distancia y hacerle saber que algo esencial había ocurrido en el planeta. No sé ante cuál de las Paulas terminé rendido como un pájaro cansado de volar. Pero sea quien sea se trata de la que ahora está conmigo y de la que me enamoré, quizás, para siempre. Sólo faltaría saber qué decidirá la asamblea en su próxima, casi inminente reunión.
L.

La huida

Esto se relaciona con el texto de abajo y la unión posible viene de una verdad generalmente aceptada según la cual el hombre no es capaz de concebir la felicidad en el lugar y tiempo donde vive. Todo lo bueno está lejos. Nada más simple que querer salir de un lugar donde todo, al menos en apariencia, va mal. La felicidad no está jamás en el aquí y ahora sino, por decir algo, en Dinamarca, en una isla de la Polinesia, en un París mitificado por un viajero embobado, en esas divinas tierras de nadie que nadie, vale insistir, conoce ni conocerá. La huida no soluciona pero seduce como una mujer misteriosa y esquiva. Finalmente, acaso tarde, uno comprende, siguiendo a Borges, que los únicos paraísos son los paraísos perdidos.
L.

¿Es usted religioso?


La pregunta me la hizo esta mañana mi analista cuando volví a la carga con mis quejas acerca del mundo y sus fracasos. ¿Es usted religioso? Le dije que no y ella deslizó que, de ser así, no debería pensar que hay un más allá, una especie de paraíso del que efectivamente fuimos expulsados y que yo, sin embargo, no dejo de extrañar como si realmente creyera en él. Es como si me moviera por la vida, dijo también, como un cruzado de un mundo inexistente que anuncia una buena nueva que nadie escucha. Es como si quisiera convencer a los demás acerca de la verdadera existencia del reino de los cielos. No es extraño, le dije. A veces me gustaría confiar en ese reino y habitarlo como corresponde. La tensión del intercambio no bajaba. Traté de desviar la atención de mi analista hablándole de la patria socialista, del sueño colectivo de toda una generación, de las desilusiones inevitables que siguieron a ese sueño y demás cuestiones que ya la tienen harta. ¿Es usted religioso?, volvió a preguntar. Señaló con sus ojos los grandes ventanales del consultorio. Eso es la vida, dijo. Y dio por terminada la sesión.
L.

Los encuentros

Uno llega al mundo para encontrarse continuamente con alguien. Los intentos que se hacen en contrario no resultan. Lo de afuera finalmente entra en nosotros así como lo de adentro finalmente sale. Los encuentros que valen se producen de manera azarosa, por algún desvío inesperado y raramente como fruto de un plan maravillosamente estructurado. De poco ayudan las intenciones. De nada sirve ponerse a buscar. De pronto, como los choques de autos o planetas, dos personas se encuentran. Eso puede llevar al cielo o al infierno pero lleva a algún lugar. No hay en la vida un único encuentro sino muchos. Los que importan entre todos ellos son dos o tres. A veces dos. A veces uno. Imposible saberlo si no se agota la experiencia que cada encuentro propone, casi, como un destino.
L.  

Sueño amarillo


Los adioses

Uno llega al mundo para despedirse continuamente de alguien. Todo encuentro, por mejor que sea, encierra una despedida latente. Con el tiempo nos vamos haciendo expertos en adioses. Aprendemos a mover brazos y manos diciendo chau. Aprendemos a llorar y a sacudir pañuelos o flores en el viento. Algunos dicen discursos. Otros van a la iglesia. Y no faltan los que se refugian en todo tipo de drogas para hacer del adiós un momento enajenado, insensible y efímero. Encuentros y despedidas marcan el ritmo de la existencia. Son dos momentos decisivos e inevitables. Su importancia es tan grande que, a veces, nos olvidamos de algo todavía más central y decisivo, es decir, el mientras tanto, el instante que es todos los instantes.
L.

Madredeus vive