viernes, 31 de enero de 2014

Honduras I


Se supone que para cavar profundo hay que tener una pala. Pero a veces no alcanza. Los bordes pueden estar desafilados. Las manos blandas. La cabeza en otra parte. Y encima los problemas no acaban ahí. Eso que parecía tierra, nube o arena puede ser un hueso de metal, una roca, una placa tectónica o teutónica, cualquier cosa de esas. Y entonces la pala resulta insuficiente. Peor aún. La pala se convierte en un juguete inservible frente a un mundo impenetrable. Y entonces uno no sabe qué hacer. Y entonces uno tira la pala al costado. Y entonces uno se pasa el pañuelo por la frente húmeda. Y se sienta junto a la fortaleza pensando que jamás podrá vencerla. Tan fuerte parece todo alrededor que uno llega a pensar que no hay ni habrá manera. Nada que ver. Nada que hacer. Ninguna escapatoria. Y todo sigue así hasta que en el cielo aparece una bandada de aves migratorias. Y todo sigue más o menos así hasta que un viento empieza a soplar desde el viento mismo. Y todo deja de ser lo que era y caen de pronto al pozo los muros durísimos. 
Y hasta el palo de la pala se cubre de flores.
L.

Serrat prohibido

Honduras II

Se supone que para cavar profundo hay que tener una pala. Pero a veces no alcanza. Los bordes pueden estar desafilados. Las manos blandas. La cabeza en otra parte. Y encima los problemas no terminan ahí. Eso que parecía tierra, nube o arena puede ser un hueso de metal, una roca, una placa tectónica o teutónica, cualquier cosa de esas. Y entonces la pala resulta insuficiente. Menos aún. La pala se convierte en un juguete inservible frente a un mundo impenetrable. Y entonces uno no sabe qué hacer. Y entonces uno tira la pala al costado. Y entonces uno se pasa el pañuelo por la frente húmeda. Y se sienta junto a la fortaleza pensando que jamás podrá vencerla. Tan fuerte parece todo alrededor que uno llega a pensar que no hay ni habrá manera. Nada que hacer. Ninguna escapatoria. Y todo sigue así hasta que en el cielo aparece una bandada de aves migratorias. Y todo sigue así hasta que un viento empieza a soplar desde el río. Y todo deja de ser lo que era y caen de pronto al suelo los muros durísimos. Y hasta el palo de la pala se cubre de flores.
L.    

Alturas

Perdedores

Heráclito murió envuelto en caca y devorado por los perros. Mozart fue enterrado a los 33 años en una fosa común. El artista austríaco Egon Schiele murió de gripe a los 28 años. Kafka sólo gozaba con putas en los prostíbulos de Praga. No podía tener sexo con las mujeres que amaba. Murió de tuberculosis a los 41 años. Jamás recibió premios. El escritor italiano Cesare Pavese sufría de eyaculación precoz y se mató en un hotel de Turín a los 42 años. El portugués Fernando Pessoa, considerado el mayor poeta del siglo XX, salió segundo en el único concurso al que se presentó. Borges era ciego y aún siendo el mejor no recibió el Premio Nobel. Van Gogh no vendió un solo cuadro y se pegó un tiro en un campo lleno de cuervos. Los escritores estadounidenses Carver, Hemingway y Cheever fueron alcohólicos incurables. Virginia Woolf se metió en un lago con piedras en los bolsillos. Alfonsina Storni no usó piedras y se suicidó en Mar del Plata. Perelman, el matemático más brillante de este siglo, rechazó un premio de un millón de dólares y vive con su madre en un monoambiente de San Petersburgo. Pobres. Todos tóxicos, enfermitos, impotentes, locos, torpes, inútiles, idiotas, perdedores.
L.

jueves, 30 de enero de 2014


Una flor rara

Cuando se ama a una persona se aman también sus olores, sus fallos, sus torpezas, sus angustias, su soledad, su miedo, sus pequeñas traiciones. El amor es promiscuo. Es un baño con la puerta abierta. Sucio y bendito a la vez. Si es puro no es amor. Cuando se ama a una persona se aman también sus fantasías con otro u otra. Amamos esas fantasías aunque duelan porque también son parte del conjunto. O porque el ser querido incluye la humana tentación de desviarse e incluso abandonarnos. Amamos también esa tentación. El amor, cuando es digno de ese nombre, es incierto y efímero como una flor de alta montaña. Una flor rara, puta, deslumbrante.
L.

miércoles, 29 de enero de 2014

Instrucciones I

Si no dejamos testimonio, así sea en una libreta vieja o en un blog como éste, vamos a perdernos para siempre en lo cotidiano. Vivir en tiempo real es fascinante pero después no queda nada. Escribir entonces para no morir. Escribir con vergüenza o desvergüenza, escribir con todo el cuerpo o sólo una parte. Escribir por los que no están, oh, pequeño ser. Escribir para inventarnos otras vidas. Para que llueva café o porque Dios no escucha. Escribir para no tener que salir del cuarto. Para salvar los restos. Para no olvidar ni las palabras ni el silencio. Escribir para sentir en la boca un sabor desconocido. Escribir, como un puñado de cerezas, entre una y otra oscuridad. Escribir en idiomas olvidados. Escribir para volver a casa.
L.

Instrucciones II

Para fabricar un río lo primero que debemos hacer es un puente. Habiendo puente sólo falta la parte de abajo que luego podrá ser observada desde arriba. El segundo paso es ponerle nombre al río por venir, digamos, Magdalena. Es cierto que el río Magdalena ya existe. Pero no importa. Suena bien. Y si el río suena lo demás llega solo. El tercer paso es cavar un cauce profundo, regarlo de piedras, plantas, peces y algas y una superficie tensa donde, de vez en cuando, caiga una mosca. Posteriormente hay que contratar jóvenes hermosas y dispuestas a bañarse desnudas en las tardes de calor. Una vez generado el escenario hay que ingeniarse para llenar el cauce abierto con agua turbulenta. El detalle es importante y se lo puede resolver con baldes, baldecitos y una amplia red de cañerías. Cuando el río esté listo habrá que dotarlo de orillas, arboledas, botes, veleros, sueños, pájaros, remolinos, cangrejos y mariposas. Es así, en resumen, como debe procederse para fabricar un río.
L.

Cuando canta

martes, 28 de enero de 2014

Un día perdido

Y de pronto la clara sensación de haber perdido el día. No es fácil de explicar. Antes habría que preguntarse qué es o qué sería ganar un día, quiero decir, cuándo una persona puede afirmar que aprovechó el tiempo, que le dio un uso total y pleno, que no lo dejó escapar entre los dedos como escapa la arena. Y de pronto la clara sensación de que el día, un día entero, pasó de largo a la manera de un pie ligero y descalzo en la playa, es decir, sin dejar siquiera una huella leve, como la baba de un caracol de tierra, o como la espuma de una ola que acaba de disolverse por el viento o quién sabe por qué, un día echado a la basura como una botella que debió llenarse de algo pero quedó vacía, sin tapa, aplastada en la cima de una montaña de basura, pero la duda, claro, esa duda que uno tiene siempre acerca de la utilidad de las horas, la clásica pregunta por el sentido, eso de para qué estamos aquí, qué significa perder el día, y a quién rendirle cuentas de semejante desperdicio cuando la vida es tan corta y absurda, tan ajena y desnuda y sola como la mujer del médano, aquella que ahora se envuelve en un chal y canta bajito con la clara sensación ya no de haber perdido un día sino la existencia toda, esa que ahora podría verse como un día, sí, demasiado largo.
L.

Tanto

Tanto me une a Paula que ni siquiera importa que ella no exista. ¿O será que existe y aún no me enteré? Es tan grande la afinidad, la conexión, los silencios que entre los dos llenamos con más silencio, que llega a ser desesperante. Miramos el mundo casi con los mismos ojos. Pensamos al unísono. Soñamos casi con las mismas cosas y, claro, sé que cualquiera podría decir con razón qué aburrimiento una pareja tan unida, qué repetición eterna, bien sé que alguien podría decir eso y mucho más. O recordar que el amor se nutre de las diferencias. O que si hay tanto en común se acaba la sorpresa. Y que sin sorpresa no hay amor ni atracción que se sostenga. Tampoco hay humor ni salidas ni diversión. Un solo ser puede convertirse en algo narcisista, poco estimulante, sin contradicción ni estímulo. Pero Paula y yo estamos lejos de esas consideraciones. Miramos a veces la hoja de un árbol durante horas (o la orilla de un mar) y luego nos quedamos dormidos y abrazados hasta el día siguiente. No le hacemos mal a nadie. Pero sabemos que todo, incluso aquello que nos une, va a terminar un día. Pero ni siquiera eso nos preocupa. Ni eso. Pero sí. Tener tanto en común llega a ser desesperante.
L.

De Chile para el mundo

lunes, 27 de enero de 2014

La solución

No hay solución total de nada. Hay parcialidades. Un beso, una orilla, un pájaro que de pronto vuelve a la rama, un abrazo, un vaso lleno de cerveza mexicana, quién sabe qué, el canto de un grillo o un tornillo o alguna otra cosa que rime. Parcialidades. Nada del otro mundo. No hay salvación de nada. Pero una balsa...Por qué no. Lo dice el poeta en sus ratos libres. A veces un barco basta.
L.

El problema I

El problema II

Vivir sabiendo es el primer paso. Aunque la verdad duela. Pero es el primer paso. A partir del conocimiento algo puede hacerse. Algo. No todo. Sólo una parte. Y ahí se presenta un problema. Porque una vez que vimos algo no podremos dejar de verlo más. Porque una vez que sabemos lo que sabemos llegan dos preguntas tan inevitables como necesarias. ¿Podremos vivir como hasta ahora luego de conocer la verdad? ¿Podremos hacer como si nada hubiera pasado?
L.

El problema III

Es fácil amar a la humanidad en general. Muy fácil ser bueno y solidarizarse con los marginados en general. Mandar un beso o un mail colectivo con buenos deseos para todos. Armar cadenas informativas para que nadie ignore lo que pasa. Hacer denuncias en general. Acusaciones en general. Confesiones prohibidas en general y difusión de cultura en general. Incluso dedicarse a la política en general es muy pero muy sencillo. Lo difícil, lo no común, lo raro, es ocuparse verdaderamente de una única persona, es decir, actuar en particular. Y entregarse a ella hasta el fin. Ahí está el problema.
L.

Nunca se sabe

Tan lejos y tan cerca

Conclusiones de un estudio presentado por la organización Osfam que se difundió en el más reciente Foro de Davos, conocida cumbre de los países ricos del mundo. Un uno por ciento de las familias del planeta posee el 46 por ciento de la riqueza mundial. Si sólo diez de ellas renunciaran a su riqueza las personas con hambre que sobreviven en el mundo (un billón) podrían ser alimentadas con esos dineros durante los próximos 250 años. Las 85 personas más ricas del planeta poseen el equivalente a todos los recursos de los 3.570 millones de habitantes más pobres. Son millones los chicos que duermen en la calle, o sea, sin techo, mientras el millonario promedio del mundo posee un mínimo de 18 casas que no alcanza a usar durante el  año. Los medios masivos de comunicación emplean 110 horas en noticias dedicadas a ricos y famosos por cada hora que emplean esos mismos medios dando informaciones sobre la pobreza planetaria. Los gobiernos gastan anualmente mil trescientos billones de dólares en fabricación de armas. Se necesitaría apenas un uno por ciento de esa suma para alimentar a todos los hambrientos del mundo. Los diez mayores fabricantes de armas obtuvieron 2,3 trillones de dólares de ganancia derivados de la llamada guerra contra el terror.  El estudio fue difundido, como se ha dicho, en la última reunión de Davos. Cada lector de este blog podrá imaginar lo que hicieron con ese papel los asistentes a la cumbre de los ricos más ricos del mundo.
L.  

domingo, 26 de enero de 2014

Paula


La discusión de anoche empezó porque la comida estaba fría. La comida esta fría, insistió Paula y arrojó los cubiertos al piso. Intenté decirle que no era para tanto, que podíamos hablar con el mozo, quejarnos, buscar incluso otro lugar. Paula no quiso saber nada. Encima me dijo que estaba angustiada y no sabía por qué. Con mi tono habitual de maestro de escuela le dije que la angustia no era algo malo, que, al contrario, era una señal de vida. Estábamos para entonces haciendo la fila del supermercado. Una fila demasiado larga y pesada. Le dije que yo no tenía paciencia para llegar hasta el final. Las cosas siguieron su curso y, cargando cada uno una bolsa, caminamos lentamente hacia la casa. En la avenida había una protesta por falta de luz. Se veían policías por todas partes. Caminamos en sombras y no sé por qué se me ocurrió preguntarle a Paula por un amigo, colombiano como ella, con el que se estaba viendo demasiado. Le pregunté si ya no me quería. Le dije que si pasaba algo me lo dijera claramente. Le dije que lo de la comida y la angustia fue un pretexto. Paula me pidió que la abrazara y lo hice. Más fuerte, ordenó. No la contradije. Todavía más fuerte, insistió. Después vimos una película, leímos un poco y nos dormimos pegados uno contra el otro. A esa hora la comida no estaba ya tan fría.
L.

Cuaderno de notas

Junto a sus obras de teatro e intensos relatos Anton Chéjov (1860-1904) escribió hasta su muerte varios cuadernos de notas que hasta ahora permanecían inéditos en castellano. Están llenos de anotaciones que hoy, por qué no, podrían componer un blog como este o algo similar. Son simples observaciones humanas, registro de situaciones cómicas o trágicas, pensamientos al pasar, ideas para cuentos que nunca se escribieron. Dice por ejemplo que la gente adora hablar de sus enfermedades aunque sean lo menos interesante de la vida. Y dice: la felicidad y la alegría de vivir no están ni en el dinero ni en el amor sino en la verdad. Y dice: sólo en la infelicidad el hombre abre, por fin, los ojos. Y dice: cada persona esconde algo. Y dice: entre los insectos el gusano se vuelve mariposa. Entre los humanos sucede al revés. Es la mariposa la que se vuelve gusano. Y al final habla de una pareja que siempre tiene invitados en casa. De no ser así -ironiza el autor de La gaviota- se estrangularían. Para terminar Chéjov lanza un último consejo que resulta ideal para matrimonios ingenuos. Si teme a la soledad...no se case.
L.

sábado, 25 de enero de 2014

Sostener la postura

Si duele funciona. Si duele se debe a que la postura está bien hecha. Suele decirlo mi instructor de yoga. El maestro aclara que el objetivo de esa disciplina es destruir el ego. Comparto la idea aunque no es fácil de aplicar. El mundo se ha convertido en un gran ego. Pero ese es otro tema. Si duele funciona. Como pasa en el amor. Nadie escapa al efecto de los estiramientos. Lo más difícil es sostener la postura en el tiempo. Los que practicaron yoga alguna vez saben de qué hablo. Sostener cuesta. Algunas parejas lo entienden perfectamente. En otros campos pasa lo mismo. Sostener cansa. Sostener duele. Sostener incluso aburre por momentos. Pero no hay otro modo.
L.

viernes, 24 de enero de 2014

Españoles

Entran españoles a este blog. No son muchos pero son. A algunos los conozco de otros tiempos. Uno de ellos, Pep, es compañero del alma. Los demás son completos desconocidos. No conozco España. Apenas pasé una vez por el aeropuerto de Barajas, camino a Lisboa. Para hacer tiempo tomé un subte y conocí el pueblo del mismo nombre. Barajas. Es un lugar tranquilo donde viviría perfectamente. No llegué a Madrid. Pero bueno. Cada vez que pienso en España pienso en la Guerra Civil, en García Lorca, en Miguel Hernández, en Serrat, en la película Solos en la madrugada y en un tal Rajoy. También en los indignados, en los ojos de Penélope Cruz, en algunas películas que me marcaron para siempre como, por ejemplo, Furtivos. O en Morir en Madrid, uno de los mejores documentales que vi jamás. Hay otras cosas. El fandango, que no sé qué es. El flamenco, los toros, todas las tonterías con las cuales el turismo intenta encorsetar a esa península misteriosa. Pienso en Colón. Pienso en Alvar Nuñez Cabeza de Vaca y en Miguel de Unamuno. Pienso en lo que pudo haber sido el mundo si no hubiese terminado como terminó. Tengo ahora un amigo argentino que vive en Andalucía y escribe cuentos. Se enamoró de una mujer de allá. La gente se enamora y viaja. Eso es raro. Hay mucha gente dispuesta a cambiar su vida con tal de tener amor. Supongo que hace bien. Yo estoy enamorado de España y estaría dispuesto a viajar hasta allá y quedarme todo el tiempo que haga falta. Eso dice alguien en Los amantes del círculo polar. Y punto. Ya fue suficiente. Bienvenidos españoles a este espacio en extinción.
L.

Todo el tiempo que haga falta

Ceder

Agua rodeada de tierra. Juncos. Ramas quebradizas. El viento solar es hijo de la luna. Hay voces que ensucian el aire. El aire es asombrosamente dulce. La brisa escribe agua en el agua. Las garzas erizan la piel y los juncos se curvan hasta desaparecer. Ahora soy vigía de naufragios. No hay barcos. Apenas un ahogado bajo tierra. La tierra es asombrosamente amarga. El cielo es un pozo. Quisiera hundirme bien adentro de sus piernas. El humo de su boca no quiebra el sosiego de las cañas. Los fantasmas no hablan. La isla. Burbuja de silencio en el desierto de los ruidos. Un sueño parecido a un pájaro sin nombre. La noche copula con la selva y cede. Las cañas también se doblan. También mueren. La noche es una reina con estrellas en el pelo. La isla. El fin del mundo no la incluye. Y ninguna parte de su cuerpo se cansa de existir. La tierra y el agua me rodean. 
Y la isla es un dios que vela por nosotros.
L.

No ceder

Hay algo en cada uno de nosotros que no se adapta a ningún orden, a ningún poder, a ninguna influencia por más grande y efectiva que sea. Y ese algo es el deseo. Es lo que abre las puertas de la libertad individual y colectiva. El deseo es revolucionario. Naturalmente se opone a quienes pretenden controlarlo. Tampoco el deseo sexual se deja moldear. Tampoco la vocación oculta. Tampoco lo que nos da miedo o vergüenza. Si cedemos ante el deseo todo puede derrumbarse. Si no cedemos florecerán mil flores. Esto es así aun sabiendo que el deseo incluye una cuota inevitable de dolor. No hay satisfacción plena para el deseo. Pero su ley instaura el divino reino del ojalá. Y ese reino está habitado por la única felicidad posible.
L.

Desbocadas

Cómo

Cómo. La pregunta por la forma, por el procedimiento, por los caminos para llegar a algo. ¿A qué? A cualquier parte. Los aprendices de arte, vida y literatura desdeñan la pregunta. Creen que el cómo no importa demasiado. Lo que importa es el qué, dicen. Suponen por ejemplo que una buena historia garantiza una buena obra. A algunos fotógrafos les pasa algo parecido. Suponen que si lo fotografiado es original, lindo o divertido alcanza y sobra. Algunos amantes se adhieren también al qué por encima de todo. ¿Qué quieren hacer? El amor. Pero muy pocos se preguntan cómo se hace. Naturalmente no se trata de una técnica sino de otra cosa que tiene que ver con la confianza, la cercanía, la afinidad. Pero sobre todo con el cuidado de las formas. En literatura la distinción es clave. No importa qué se escribe sino cómo se escribe. Y alcanzar la calidad puede llevarnos la vida entera. Construir una pequeña flor es un trabajo de siglos.
L.

Por qué

Por qué. La mejor de las preguntas. Por qué. La pregunta por la causa. ¿Por qué el cielo es negro y no azul como se cree? ¿Y por qué el sol se mueve en el espacio a una velocidad de 220 kilómetros por segundo? ¿Por qué es tan limitada la duración de un beso? ¿Y por qué hay olas en la costa de los mares? Por qué. La madre de las preguntas. Solemos decir de algunos niños que están en la edad de los por qué. Luego crecen, pierden toda curiosidad y ya no preguntan más porque lo saben todo. Pero no es así. Ni los chicos ni los grandes sabemos nada. Añoramos algo sin nombre ni lugar. Vivimos y no sabemos qué es la vida. Amamos y no sabemos qué es el amor.
L.

jueves, 23 de enero de 2014

Para qué

Para qué. La peor pregunta de todas. Para qué. La pregunta por el sentido. Para qué. La pregunta sin respuesta. ¿Para qué amamos, para qué estudiamos, para qué escribimos, para qué tenemos hijos, para qué digo estas cosas, yo, ahora, en este blog? Para qué. Esa pregunta no conduce a nada. La vida como tal no tiene sentido. Y si lo tiene cada cual lo descubre a su manera. Eso es así aún eligiendo caminos errados o inseguros. No importa. Cualquier sentido es mejor que ninguno. Y de ese entramado nacerá lo común, lo de todos los días, también lo extraordinario, lo divino y maravilloso. Para qué. Abandonar ya mismo esa pregunta inútil. Pasar a la acción. 
L.

miércoles, 22 de enero de 2014

Baldes de agua

Luna I

La luna se puede tomar a cucharadas o en una cápsula cada dos horas. Es buena como hipnótico y sedante y también alivia a los que se han intoxicado de filosofía. Un pedazo de luna es mejor amuleto que la pata de conejo. Sirve para encontrar a quien se ama, para ser rico sin que nadie lo sepa y para alejar a los médicos y las clínicas. Se puede dar de postre a los niños cuando no se han dormido y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos ayudan a bien morir. Pon una hoja tierna de luna bajo la almohada y mirarás lo que quieras ver. Lleva siempre un frasquito del aire de la luna para cuando te ahogues y dale la llave de la luna a los presos y desencantados. Para los condenados a muerte y para los condenados a vida no hay mejor estimulante que la luna. Pero eso sí. En dosis precisas y controladas.

Luna II


Luna III

Las diosas romanas eran hermosas porque se bañaban desnudas bajo la  luna creciente. Johannes Kepler, el astrónomo de los sueños y las fugas, sostenía que la vida en nuestro satélite natural es más fértil que en la tierra. Y pensaba que si bien allá todo es de menor tamaño resulta en general más equilibrado. Hasta Fritz Lang, el cineasta, imaginó en 1929 a una mujer que camina sin miedo ni escafandra por una luna dulce y tierna. ¿Por qué negarnos a vivir ahí? Durante años creímos que el escapismo es un vicio de hombres y mujeres sin fe. Fuimos educados en una conciencia extrema de lo real. Debíamos leer cinco diarios por día, escuchar la radio como enfermos y no dilapidar el tiempo en inventar burbujas nuevas en el desierto de los ruidos. Pero ahora que la historia terminó, ahora que el mundo se ha transformado en un pequeño y maravilloso infierno, la idea de vivir en la luna puede ser la salvación para todos. Derivar sin prisa por el mar de la tranquilidad, beber directamente de los volcanes azules o hacer el amor a cualquier hora -aprovechando la complicidad del lado oscuro- son sólo algunas de las actividades posibles. Allá no hay penas ni puñales. No hay órdenes que cumplir ni preguntas que contestar. Y encima no es preciso llevar nada. Corazón, deseo, alegría y besos es todo lo que hace falta en la luna para vivir. 
L.

Luna IV


martes, 21 de enero de 2014

La foto

Cuando ella y yo bajamos a la playa las olas cumplían un viejo ritual. El mar se rompía en manchas de espuma incierta. El mundo acababa de nacer y nadie estaba muerto. Pensé que una foto sería un buen sitio donde pasar la noche. Ella se descalzó. Antes se había sujetado el pelo con una cinta. Yo permanecí atrás, callado, cuando por fin la miré a través del visor. El universo se mostró de pronto recortado. Nadie decía nada. La única señal clara en ese cuadro era el perfil de la mujer que ahora se había detenido a observar el océano como quien no acaba de entender lo que está viendo. Todavía me duele su cuello. Todavía no sé lo que pasó. De pronto una gaviota empezó a disputarle espacio al viento. Yo disparé, se escuchó clic, y alguna cosa se imprimió en algún lado. Ahora miro la foto en la pared. Decir esto ha sido es decir que no será. Cuando ella y yo bajamos a la playa el mundo acababa de nacer. Una canción habla de eso. Anoche no pude dormir. Esta historia empezó cuando ella y yo vivíamos sin planes, dejándonos llevar y traer por la marea. El resplandor finalmente se produjo. Pero los pactos no eran su destino.
L.

Exilio privado

Todo bajo control

No entiendo la obsesión de tanta gente por controlar todos y cada uno de los movimientos, sentimientos y emociones de su vida. Es como algunos escritores y cineastas que se preocupan demasiado por el final de sus cuentos y novelas. Quieren todo cerradito y envuelto como para regalo. ¿Por qué? Algo pasará de cualquier modo. Y lo más seguro es que nada pueda hacerse para evitarlo. Por ejemplo la muerte. Por ejemplo el amor. Por ejemplo la vida. Las tres heridas de siempre hacen con nosotros lo que quieren y cuando quieren. ¿Pero acaso es posible adivinar, no digo el futuro, sino lo que pasará mañana a la mañana? ¿Alguien mínimamente razonable puede anticipar qué le ocurrirá en apenas dos horas? ¿Por qué tanto miedo a lo azaroso de la existencia? ¿No sería mejor entregarse a la experiencia sin cálculos tan mezquinos como inútiles? ¿Es de verdad muy malo saber que nada sabemos y que todo, lo que se dice todo, puede suceder ahora, en un rato o en cualquier momento? 
L.

Todo inseguro

Historias de amor I

La historia del amor en Occidente puede verse como un doble proceso de liberación y sublimación. Eros es un dios creador y destructor. A veces es mortal y a veces, también, cubre de flores el jardín. Hombres y mujeres viven definidos por el signo cuerpo y el signo no-cuerpo. En Provenza, cuna del amor cortés, jamás se negó lo corporal por completo y la sublimación adquirió formas equívocas. La más curiosa entre ellas fue la ceremonia del asag, una serie de pruebas que culminaba en la contemplación de la dama desnuda. El enamorado podía tenderse en el lecho junto a ella aunque sin consumar la unión sexual. En Florencia la sublimación fue más estricta y la relación entre los amantes consistía en una suerte de copulación visual. Pero la represión ha sido en todos los casos contraproducente y se resolvió casi siempre en estallidos o, peor, en duplicidad moral. Dante vivió fuera del matrimonio pasiones lujuriosas y Petrarca tuvo dos hijos naturales de distintas mujeres. La castidad -como se ha visto en iglesias, cuarteles y conventos- acaba por pervertir el cuerpo y el espíritu. Liberarse, en cambio, parece la opción más pura, enriquecedora y honesta.
L.

Historias de amor II

Historias de amor III

Las historias de amor suelen ser más emocionantes en el cine o en los libros que en la vida. Hemos visto hermosas escenas de enamorados que corren desnudos por la playa o despiertan juntos luego de una noche inolvidable. Hemos leído maravillosos conflictos de amores imposibles y heroicos que luchan inútilmente por volverse posibles. El caso de Romeo y Julieta sería un ejemplo de esto último. Hemos asistido a obras de teatro donde los besos y los abrazos son incomparablemente más intensos que los vividos en situaciones cotidianas. ¿Sería eso una demostración de que el amor real carece de encanto? ¿Es mejor soñar que vivir? Habría que pensarlo. Pero hay algo en los amores reales que los vuelve imbatibles. Hay algo en la cercanía de los cuerpos que la más perfecta lejanía no resuelve. ¿Acaso es necesario explicar de qué se trata ese algo?
L. 

La voz del mar

lunes, 20 de enero de 2014

El regreso

Paula vuelve de un largo viaje. No importa a dónde. Pero vuelve en unas horas. ¿Será la misma la que regresa o será distinta? ¿Tendrá el mismo olor entre las piernas y en el pelo? ¿Habrá cambiado de ideología? ¿Se habrá volcado ahora a favor del capitalismo y el consumo? ¿O, por el contrario, va a proponerme que organicemos una guerrilla en los bosques de Palermo para terminar con la injusticia social? No puedo saberlo. ¿Dormiremos juntos en la noche o ella preferirá salir a tomar cerveza con sus amigas de siempre? Paula es cambiante. De pronto permanece callada durante horas y de pronto hace pogo como loca inspirada por un tema de los Redondos. Hasta en la cama es imprevisible. Todos los regresos son conflictivos. Uno nunca sabe con quién se va a encontrar. Uno quisiera que todo siga igual, que no haya nuevas palabras y gestos desconocidos. Pero la vida fluye, dicen que dijo Heráclito. Y Paula es la vida.
L. 

Así como se enamora tu corazón con el mío

Redes

Ahora que volví al blog pensando, como siempre, en dejarlo, me pregunto por qué vienen tan pocos visitantes a un lugar que en los buenos tiempos llegó a convocar a alrededor de trescientos o más. Hay ahora en este espacio un máximo de cuarenta visitas, cifra que el otro día, quién sabe por qué, subió a ochenta. La respuesta al interrogante es tan fácil que hasta da pudor reproducirla. Están todos en Facebook. Nadie, ni siquiera buenos seguidores de Suspende, quiere salir de ahí ni que lo maten. ¿Por qué? Voy a decirlo brutalmente que a veces es la mejor manera de decir las cosas. En Facebook hay levante, hay fantasías de hermandad, sexo cibernético, información, compartir cosas, colgar fotos, contar boludeces en medio de aplausos, poner manitos levantadas al pie de cualquier tontería y alcanzar por ese medio la felicidad y el modo de vida comunitario que tanta gente anhela. Los blogs que aún sobreviven, por ejemplo éste, no ofrecen ninguna de esas ventajas. Al contrario. Ya se parecen a un libro, objeto en extinción, o a las libretas de notas que no interesan a nadie. Entrar a un blog hoy es como meterse en una cueva sin tesoro, sin bellas durmientes, sin nada. Por eso ya no viene nadie o casi nadie por acá. No importa. Seguiremos un poco más por el solo gusto de seguir. Pero, no nos engañemos, Facebook ganó la batalla. ¿Hasta cuándo? Hasta que las redes se deshagan al fin y los peces recuperen la libertad perdida. Me contaron algo impresionante. Parece que hubo un tiempo hermoso en el cual existían unos seres muy raros llamados personas. No fantasmas sino personas. Sería bueno recordarlo de tanto en tanto.
L.

Luna llena y menguante

Lo primero

Lo primero es lo primero. Comer, vestirse, bañarse, comprar lo básico para llegar hasta mañana. Lo dicho parece una estupidez pero no lo es tanto. Ya lo advirtió Marx en referencia al pensamiento abstracto. Dijo que hombres y mujeres necesitan hacer todo lo que acabo de enumerar antes de filosofar, enamorarse, cantar o escribir lindos poemas. La idea encierra otra más profunda que podría resumirse en la materialidad de la vida como base de la espiritualidad. Hay gente que piensa que ocuparse de lo material es cosa de burgueses sin alma. Y no siempre es así. Lo que está más acá es la plataforma de lo que está más allá. Ropa interior limpia, comida en la heladera, buenos libros en la biblioteca y una cama para dormir o quién sabe para qué. Materialidad. No hay vida sin ella.
L.

El río ya no es el río

Desde el jardín

Resulta difícil evaluar en caliente la importancia de lo que hacemos. Mejor hacer las cosas por el puro placer de hacerlas y sin pensar en resultados. La escritora estadounidense Emily Dickinson (1830-1886) pasó la mayor parte de sus 56 años en una casa con jardín situada en Amherst, Massachusetts. No se movió de ahí. Los vecinos sentían lástima por ella. Tan sola, bella e inútil. Tras su muerte la hermana encontró casi dos mil poemas en un baúl de la habitación. Excepto cinco textos aparecidos en revistas, tres de ellos publicados sin su firma y uno sin que la autora lo supiera, toda la obra de Emily permaneció inédita. Hoy nadie discute su grandeza y sus libros son muy buscados. Yo soy nadie -escribió-. ¿Quién eres tú? ¿Eres nadie también? Vestida siempre de blanco vivió sigilosa y murió olvidada. No evaluó en caliente el valor de lo que hacía. No se tentó.
L.

Desde las manos

domingo, 19 de enero de 2014

Desde el baño

Me dijo de pronto que lo nuestro acabó. Desde el baño me lo dijo. Estaba sentada en el inodoro con un cuaderno y un lápiz. Ella es joven pero tiene costumbres de vieja. Por ejemplo. Eso de mear, escribir y hablar al mismo tiempo. Yo podía verla porque no cerró la puerta. Ese tipo de intimidad no es raro en las parejas. Sos egoísta, me dijo. Pensás nada más que en vos y en tu blog. Querés hacerte famoso entre las chicas. Pendejas de mierda. Yo la oía desde la cama, cubierto apenas por el acolchado gris que me trajo de Cali. Intenté leer o fingir que leía. Intenté hacer como si nada. Fue inútil. Ella siguió acusando desde el inodoro. Las piernas entreabiertas, las medias bajadas hasta los pies, todo tan raro e imprevisto en la mañana de un viernes. Ella me dijo de pronto que lo nuestro, porque lo llamó así, lo nuestro, había terminado. A continuación cerró la puerta del baño y se puso a llorar bajito, como si recordara.
L.

Desde la ventana

Desde el calor

Vamos a vivir al Nordeste, Anarina. Voy a dejar aquí a mis amigos, a mis libros, a mis riquezas, a mi vergüenza. Dejarás aquí a tu hija, a tu abuela, a tu marido, a tus amantes. Aquí hace mucho calor. También en el Nordeste hace calor. Pero allá hay brisa. 
Vamos a vivir de la brisa, Anarina.

Desde el viento

Y ahora soy colombiano

Aclaro que mi decisión de hacerme colombiano es más o menos reciente. Todo empezó cuando conocí la playa de Tayrona y el parque del mismo nombre. Si no fuera por los tiburones que abundan en la zona viviría haciendo la plancha en ese océano arrugado. Pero esa no puede ser la razón principal. Estuve también en Cartagena de Indias, un sueño realizado que deja de ser tal cuando uno se entera de ciertas cosas que pasan un poco más allá del casco histórico y turístico. Colombia es el país del vallenato, del tintillo y el ajiaco. Pero también es el país de las masacres, de los paracos, de la sucia destitución de Gustavo Petro -alcalde de Bogotá-, de un conflicto armado que por momentos parece eterno. Colombia es un país donde sin tetas no hay paraíso. Y los que vieron esa telenovela, o leyeron el libro, saben que no estoy hablando de mujeres. Me cuesta entender por qué hice el trámite para volverme colombiano. Pero la decisión es irrenunciable. Mi plan es vivir en Villa de Leyva y participar en el famoso concurso de cometas que se hace ahí aprovechando los fuertes vientos de agosto. No se entiende que me haga ciudadano de un país con millones de desplazados, asesinados, con miles de hombres, mujeres, niños y ancianos partidos en pedacitos. Que nadie me tilde de anticolombiano por decir esto. Al contrario. Amo a Colombia y porque la amo digo lo que digo. Pero lo dicho no define totalmente a ese país. Adoro sus montañas verdes, su gente luchadora, su otoño eterno en la capital, los tambores imbatibles de Totó. Pero si por algo quiero hacerme colombiano es por cierta mujer que conocí en la feria de Usaquén. Ella estaba pintando unos telares siguiendo la técnica que aprendió de las mujeres Wayuu, cuando me acerqué a preguntarle por qué se la veía tan triste y si no quería que fuéramos a caminar juntos por La Candelaria. No voy a contar qué pasó después porque se trata de un secreto entre los dos. Apenas puedo decir que de esa caminata nació mi decisión definitiva de adoptar para hoy y para siempre la nacionalidad colombiana.
L.

El norte es el sur

Y ahora soy estadounidense

Y por fin conseguí la visa norteamericana y adquirí la nacionalidad estadounidense. Nadie puede entender como yo -reconocido izquierdista, terrorista y extremista- me niego a pensar que los Estados Unidos se limitan a su condición imperialista, a las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, a las de napalm sobre Vietnam, al golpe organizado por Nixon contra el gobierno socialista de Salvador Allende, a la probada complicidad de ese país con las masacres en Colombia y tantos países, a los drones cotidianos, al eterno bloqueo a Cuba o a las mortales hamburguesas de McDonald's. Esa gran nación cuenta además con una de las constituciones más dignas del planeta. En los Estados Unidos hubo gente como Hemingway, Joan Baez, Pete Seeger, Angela Davis, Truman Capote o Martin Luther King. Woody Allen nació también en ese país. Si no fuera por él no hubiésemos visto Manhattan o Extraños amantes. En los Estados Unidos nacieron y escribieron Raymond Carver, el gran John Cheever y por supuesto Walt Whitman, el autor de Canto a mí mismo. Pero lo más importante no lo dije. En los Estados Unidos viven dos mujeres de las que me enamoré para siempre jamás. Una es Scarlett Johansson, la de Perdidos en Tokio. La otra es Winona Ryder aunque digan que roba toallas en los supermercados y se hace siempre la interesante. Yo creo que los Estados Unidos dejarán de ser alguna vez los asesinos jurados del mundo. Yo creo en los peces de colores y en la hermosa ciudad de Nueva York, especialmente cuando llueve y...Scarlett anda cerca.
L.

Como un viento que pasó

Y ahora soy brasileño

No sé cómo fue que adopté la nacionalidad brasileña. Creo que todo se debió a una confusión. Pero eso ahora no importa. Mi tercera novia fue brasileña y se llama Lea. Es morena y un día vino a mi casa en Buenos Aires. Yo la había conocido en Perú pero eso no viene al caso. Creo que Lea me enseñó todo lo que debe saberse sobre el sexo y el amor. Tenía un cuerpo bellísimo. Era un cuerpo exagerado en todos los sentidos. Hace tiempo que no la veo. Hace tiempo que no veo a nadie. En una carta Lea me dijo que los que sufrimos del mundo somos los que en realidad estamos vivos. Los autodenominados felices están muertos pero no lo saben. Con eso me conquistó. Brasil es más de lo que la gente cree. Allá, aún en medio de terribles desigualdades sociales y contradicciones insalvables, está la idea de disfrutar la vida mientras dure. Como el amor. Que sea eterno mientras dure. La naturaleza es apabullante. El litoral marítimo no podría ser más hermoso. Las formas de las mujeres imitan a la forma redonda y turgente de los morros, las flores y las islas. Uno de mis poetas preferidos es brasileño y se llama Manuel Bandeira. Los cuerpos se entienden pero las almas no, escribió. Mi cantor preferido es brasileño y se llama Chico Buarque de Hollanda. La mejor cantante de Brasil también es mi ídola y se llama Elis Regina. Se suicidió un domingo como éste. Una de mis escritoras más queridas es brasileña y se llama Clarice Lispector. Me gustan las playas secretas de Buzios. Ferradurinha es la mejor. Me gustan las rocas del Arpoador en el límite entre Copacabana e Ipanema. Y tantas otras cosas me gustan de Brasil que no quiero pecar de fanático o idealista. Igual no creo que haya que viajar a ningún lado para sentirse bien. Mejor es quedarse y soñar, por ejemplo, con la ciudad histórica de Ouro Preto. O con la Isla Grande en un día, justamente, como el de hoy. Soy ahora brasileño. Quién sabe mañana.
L.

Domingo rojo

Nosotros y los otros

Vivo en un edificio rodeado de edificios. La experiencia es nueva para mi. Antes vivía en una cueva, en eso que en la Argentina llamamos PH, desde donde solo se veían gatos merodeando en los techos. Ahora el panorama es diferente. En Buenos Aires hace calor, las familias, las parejas e incluso la gente que vive sin amigos o parientes deja abiertas las ventanas para que entren el aire, la luz  y acaso las miradas curiosas de los otros. Desde afuera, sobre todo de noche, el observador se convierte inevitablemente en un voyeur involuntario. Lo que se ve afuera no es muy diferente de lo que se ve adentro. Alguien riega plantas en un balcón, una mujer sola se pasea desnuda por la sala, una pareja discute a gritos que desde lejos no se oyen, algunos chicos miran a la calle desde la jaula de seguridad, un joven lee algo echado en una especie de hamaca paraguaya. El espectáculo carece de todo interés y sin embargo no es fácil sustraerse a él. En la mayoría de los departamentos las televisiones están prendidas y de pronto se tiene la impresión de que esa es la vida de todos nosotros, lo que naturalmente resulta inquietante. Hasta que de pronto una mujer cuelga ropa en una terraza y uno ve pantalones, camisas, bombachas, calzoncillos, corpiños, toallas, sábanas ahora liberadas de recuerdos y cuidadosamente dobladas por el medio. Y todo eso goteando lágrimas sucias y todo eso esperando que al fin lo mojado se seque y que lo seco se inunde de algo sin nombre. ¿De qué? De cualquier cosa. Pero que se inunde.
L.

Se ama o no se ama

sábado, 18 de enero de 2014

Y ahora soy chileno

Desde hace meses o años decidí convertirme en chileno. No tengo razones de peso para justificar semejante cambio de nacionalidad. Pero así es. Me dolió el golpe contra Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973. Un tiempo antes yo había cruzado la frontera y colaboré junto a un grupo de jóvenes voluntarios en la construcción de un parque infantil cerca de Ñuñorco, en Santiago de Chile. El lugar se llamaba René Schneider, nombre de un militar leal a la democracia asesinado demasiado pronto por la CIA y sus aliados locales. No creo que exista hoy ese parque infantil. Pero lo dicho no basta para explicar mi nuevo documento chileno. Me gustaban y me gustan Violeta Parra, Víctor Jara, los Inti-Illimani, los Illaupu y por supuesto los veinte poemas de amor de Pablo Neruda...incluyendo la canción desesperada que está al final. Mi poeta preferido es chileno y se llama Jorge Teillier. Mi lugar más amado en el mundo está en Chile y se llama Valparaíso. Qué más. Sigo enamorado de Camila Vallejo, ahora diputada, aunque me haya sido infiel con un ex dirigente estudiantil con quien acaba de casarse y tener un hijo. Pero ya se aburrirá. Me encanta la isla de Chiloé, un poco más allá de Puerto Montt. Me gusta la playa santiaguina de Reñaca, aunque el agua es demasiado fría para mi gusto. De Viña del Mar no voy a decir nada. Me gustan los documentales de Patricio Guzmán, en fin, son tantas cosas las que me atraen que no puedo resumirlas ahora. Chile es un país muy largo, trágico y delgado. Mil cosas terribles y hermosas han pasado ahí. Me gusta especialmente el norte, cerca de Antofagasta, donde mientras las viudas de los desaparecidos buscan los restos de sus hijos y esposos con una palita en el desierto, los astrónomos aprovechan el cielo más puro del mundo -el que protege al desierto de Atacama- para buscar, con telescopio y sin palita, las estrellas más bellas y perdurables del universo. Y eso sería todo.
L.

Cada vez más alto

Y ahora soy catalán

En los últimos días decidí convertirme en catalán. No tengo motivos de peso para el cambio. Yo era argentino, tomaba mate, me gustaban los asados, tocaba el bombo en las marchas y escuchaba a Spinetta, a Charly García y a Piazzolla. Ahora no sé qué me agarró. Ya me habían influido dos blogs amigos de Barcelona. Uno se llama Somnis de la mar y el otro la vida té vida propia. Aclaro que en catalán la o de propia va con un acento al revés. Pero mi teclado no me lo permite o yo no sé hacerlo que es igual. En mis cursos de crónica tuve una muy buena alumna catalana llamada Laura Molero. Eso influyó también. Laura escribía y aún escribe con gran personalidad. Mucha gente me dice que Barcelona es hermosa. No tengo dudas al respecto. Me dicen que hay mar, edificios de Gaudí, calles amplias y gente muy cordial. La gota que colmó el vaso es haber descubierto, gracias a una amiga ecuatoriana, a Sílvia Pérez Cruz, divina y diez mil veces divina cantante de ese lugar. De Silvia me enamoré para siempre. Los que quieran entender por qué escuchen en este blog por lo menos el tema El gallo rojo interpretado por ella. O Pare meu que significa padre mío. Sigo. Pep, un fiel y cultísimo seguidor de este blog, siempre me traduce los poemas catalanes o directamente pone al pie de los posteos frases inolvidables en esa lengua imposible. Qué más. Serrat es catalán y me gusta algo que canta o cantaba llamado Saps. Creo que en Cataluña yo sería feliz. Ahí no tendría calor ni angustia ni dolor de espalda. Disfrutaría de la brisa y de noche caminaría por la playa junto a Silvia Pérez Cruz cuyo apellido rima con Gruss. En conclusión. A partir de ahora soy catalán. ¿Cómo se despedirá uno en ese idioma? Ya sé. Adéu o Salut. Pero no estoy seguro.
L.

Senzilles i tendres


Si no existieran las canciones de Maná, las novelas y películas románticas o los excesos de Luis Miguel, la gente no se enamoraría. El discurso amoroso es fruto de una construcción artesanal y cuidadosa que nace ya en la antigua Grecia y se fue alimentando con la invalorable ayuda de trovadores, poetas de feria, chamuyeros y cantores. La frase altisonante que un joven borracho le dice a una chica en una discoteca a las seis de la mañana está cargada de lugares demasiado comunes. Las mujeres lo saben pero se hacen las tontas o, peor, se suman a la farsa en función de obtener quién sabe qué. ¿Debería entonces reescribirse el discurso amoroso? ¿Habría que limpiarlo de los te amo para siempre, los jamás conocí a alguien igual, los tenemos buena química y tantos otros clisés ya instalados en la cama y en la vida? Habría que hacerlo pero sin exagerar. Quien huye del mal gusto, advirtió Neruda con razón, cae en el hielo.
L.

Paraules, paraules, paraules

viernes, 17 de enero de 2014

Discos

Me enamoré de Paula cuando me contó que en su adolescencia había decorado el cuarto con discos de vinilo. No alcanzo a entender cómo llegó a afectarme así una referencia tan oscura y tangencial. Los pegaba en la pared -me dijo-. Uno junto al otro. Le pregunté si eran discos de alguien que escuchara habitualmente. A modo de respuesta sonrió apenas y cambió de tema como solía hacerlo en esos casos. Mientras hablaba recogía su pelo para volver a soltarlo con ese gesto absurdo que la caracteriza. Esa noche, creo que era sábado, me quedé pensando en los discos. Me gusta que sean negros, redondos y no tan brillantes como los de ahora. Y que al tacto, sobre la superficie, se perciban círculos en finísimo relieve, una laguna tranquila donde alguien, de pronto, hubiese arrojado una piedra. De paso recordé que al entrar en contacto con la púa los discos antiguos producen un ruido a lluvia muy especial. ¿Era sábado o domingo? Me cité con ella en un parque y caminamos sin hablar. Luego nos acostamos en el pasto mirando las ramas de un árbol caído. Y todo fue más o menos así hasta que ella giró en redondo, como un disco, y me besó. Fue entonces cuando Paula describió la curiosa manera que había encontrado para decorar su cuarto adolescente. Después nos despedimos, hicimos promesas difíciles de cumplir y cada cual volvió a su mundo con la idea de darle un sentido a las horas por llegar. Los discos de Paula siguieron girando en mi cabeza. Y ahí siguen todavía.
L.

No todo fue naufragar

Paula no sabe

Paula no sabe dónde está parada. Lo dice así. No sé dónde estoy parada. Le pregunto por qué. Me responde que le gustan muchas cosas al mismo tiempo, no sé, dice, bailar salsa, tener hijos, estudiar canto, sacar fotos, escribir, viajar a Chile, dibujar gatos en un papel. No sé, vuelve a decir. Paula no puede concentrarse. Piensa que una persona a la que le gusta todo no le gusta nada. Supone que debe dejar de perder el tiempo y profundizar en una sola cosa. No sé dónde estoy parada, insiste. Y yo, por decir algo, mientras pinto mal una pared del baño, le digo que ese no estar aferrada es una buena base para empezar. Se lo digo con ese tono de maestro zen que me caracteriza y que Paula detesta con razón. ¿Para empezar qué?, contraataca mientras vuelve a peinarse por cuarta o quinta vez. Y no sé qué responder. Y es entonces cuando ella se pone a dibujar un gato en un papel. Primero la cara. Después los bigotes. Finalmente la cola. Y a mí se me chorrea la pintura en el baño.Y Paula se cambia de ropa frente al espejo del living. Y nos reímos sin saber por qué.
L.

jueves, 16 de enero de 2014

Al pie de la cama I

Me dijo de pronto que lo nuestro acabó. Desde el baño me lo dijo. Estaba sentada en el inodoro con un cuaderno y un lápiz. Ella es joven pero tiene costumbres de vieja. Por ejemplo. Eso de mear, escribir y hablar al mismo tiempo. Yo podía verla porque no cerró la puerta. Ese tipo de intimidad no es raro en las parejas. Sos egoísta, me dijo. Pensás nada más que en vos y en tu blog. Querés hacerte famoso entre las chicas. Pendejas de mierda. Yo la oía desde la cama, cubierto apenas por el acolchado gris que me trajo de Cali. Intenté leer o fingir que leía. Intenté hacer como si nada. Fue inútil. Ella siguió acusando desde el inodoro. Las piernas entreabiertas, las medias bajadas hasta los pies, todo tan raro e imprevisto en la mañana de un viernes. Ella me dijo de pronto que lo nuestro, porque lo llamó así, lo nuestro, había terminado. A continuación cerró la puerta del baño y se puso a llorar bajito, como si recordara.
L.

Al pie de la cama II

Desaprender

Tan importante como aprender es desaprender. Sabemos demasiadas cosas, tenemos la cabeza llena de tonterías que nos enseñaron los malos maestros, los sabios demasiado sabios de la casa, los psicólogos que hablan por televisión. Eso para no hablar de tantos libros que deberíamos tirar a la basura cuanto antes. Desaprender es quizás la mejor manera de aprender a pensar y a vivir. Vaciarnos de una vez. Mirar el mundo con inocencia, como si todo fuera por primera vez, sin juicios, sin vicios, sin prejuicios. El sabio no tiene ideas, decían los chinos de la antigua antigüedad. 
Pero está dispuesto a tenerlas.
L.

Cada piedra de esta calle

miércoles, 15 de enero de 2014

Aprender

Nunca aprenderemos el significado de la natación leyendo un tratado sobre natación. La única forma de acercarnos a la cuestión consiste en entrar al agua de una vez por todas. Sólo el salto al torrente nos puede enseñar a nadar como se debe. Nunca aprenderemos a escribir leyendo un tratado sobre escritura. Mucho menos en la facultad o escuchando conferencias magistrales acerca del tema. La única forma de acercarnos a la cuestión consiste en escribir de una vez por todas. Nunca aprenderemos a amar y a ser amados leyendo un tratado sobre el amor. Se ama o no se ama. Y eso nadie lo enseña. ¿Por qué se ocultan verdades tan simples y evidentes? 
L.

Padre mío

Si me dieran a elegir


Si me dieran a elegir yo elegiría esta salud de saber que estamos muy enfermos. Esta dicha de andar tan infelices. Si me dieran a elegir yo elegiría esta inocencia de no ser un inocente. Esta pureza en que ando por impuro. Si me dieran a elegir yo elegiría este amor con que odio. Esta esperanza que come panes desesperados. Aquí pasa, señores, que me juego la muerte.

La cultura de los esquimales



Casi todas las especulaciones que se hacen sobre la infidelidad y sus consecuencias se basan en estrictos principios morales. Pero la moral es un factor histórico y esencialmente ambiguo. No es lo mismo la moral imperante en la época victoriana, en el medioevo, en la Argentina del siglo XIX o en el Afganistán de hoy. Leí que para un esquimal es signo de buena educación ofrecer su mujer al viajero para que se acueste con ella. Cuando el visitante se niega el anfitrión se siente gravemente ofendido y le pega con un palo. Imaginemos la situación. Afuera hace un frío terrible. No hay calefacción en el iglú. La manera más fácil de combatir las bajas temperaturas es el cuerpo humano. Y la mejor de todas parece concentrarse en la cálida piel de las mujeres. Tal vez sería absurdo proponerle al hombre de visita que se acueste con el marido o con una foca. En conclusión. Todo parece indicar que la actitud adoptada por los esquimales es una solución moralmente sana, generosa y, por encima de todo, principista.
L.

lunes, 13 de enero de 2014

Un mundo sin héroes

No estaría de más preguntarse qué hubiera sido de Romeo y Julieta de pronto emancipados, una pareja como todas, casados o juntados, yendo los dos al supermercado, convertidos en un matrimonio normal, peleando por una toalla mojada en el baño o por quién fue el último que pagó las cuentas. No estaría de más preguntarse cómo sería Ernesto Guevara si viviera hoy convertido en un viejito que nadie mira, caminando solo y encorvado por el malecón de La Habana. O riendo amargamente al ver su rostro joven y hermoso en las remeras. O viendo a los pioneros cubanos diciendo, sí, seremos como el Che. ¿Adónde fueron a parar los héroes trágicos y eternos? ¿Dónde quedaron los guerrilleros de alma, los amantes al margen de la ley, los desesperados y los locos de los tiempos idos? Vivimos en un mundo sin héroes. Los combatientes de ayer se convirtieron en buenos y honestos ciudadanos. Romeo ya no pregunta por Julieta. Y Guevara, como si no tuviera nada que hacer, sigue buscando al hombre nuevo a cualquier hora y en cualquier lugar.
L.

El gallo que quería ser un gallo auténtico

La rana que quería ser una rana auténtica

Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica. Todos los días se esforzaba en ello. Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl. Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica. Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que fue al gimnasio y se dedicó a tener unas ancas cada vez mejores. Sintió entonces que todos la aplaudían. Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo. 

Pensar algo

Cualquiera que piense algo está mal visto. De inmediato se dice que es un amargado, o, peor, un imbécil que se cree no sé qué. ¿Borges es complicado? Entonces no lo leo. ¿A Lacan no se le entiende? Entonces leo a Paulo Coelho que es clarísimo. ¿Freud descubre el inconsciente y habla de sexo? Entonces chau psicoanálisis. Esto no es de ahora. Hace poco menos de tres mil años vivió Heráclito de Efeso, un filósofo presocrático. Que nadie se asuste. No voy a hablar de filosofía ni de nada que haga pensar ni siquiera un poco. Esto es un blog y la función de los blogs es divertir a la gente. Aun así voy a decir algo. A Heráclito se lo conocía como el oscuro. ¿Por qué? Porque hablaba mediante parábolas no siempre comprensibles. El oscuro. Pero, qué pena, todo verdadero pensador se caracteriza precisamente por su oscuridad. Por no ser claro. El tema da para más. Cicerón opinaba que Heráclito se hacía el difícil para mandarse la parte. Hegel no se quedó atrás. Dijo que Heráclito tenía un estilo descuidado y que usaba un lenguaje primitivo. Como sea. Yo, al menos, soy heraclíteo, es decir, un modesto pero ferviente seguidor del oscuro. No voy a decir por qué. No vaya a ser que sea expulsado para siempre del mundo feliz. O quemado vivo como le pasó, justamente por pensar algo, a Giordano Bruno, un pobre infeliz.
L.

Silvia canta y encanta

No es sin sombra

Entre nosotros la sombra tiene mala prensa. Nadie la quiere y es observada con horror. Occidente en su conjunto considera que el mayor aliado de la belleza es la luz. Diferente es lo que ocurre en Japón donde el enigma de la sombra es bienvenido. A tal punto es así que cuando alguien busca vivienda, por ejemplo en Kyoto, se asegura de que tenga zonas de sombra o contraluz donde sea posible descansar. El tema está bien desarrollado en un muy recomendable libro de Tanizaki titulado Elogio de la sombra. En Japón la oscuridad contribuye a establecer lazos de amor indestructibles. Ya sea en un cuerpo, una piedra o una pared la supresión de los efectos sombríos es allá un atentado a la estética. Es por eso que los japoneses no experimentan ninguna repulsión hacia la oscuro. Al contrario. Gozan de las tinieblas y observan en ellas una belleza particular. La luz, en cambio, es pobre y deprimente. Como el ruido y como todo aquello que la gente de por aquí encuentra divertido. Tanizaki admite que el Japón de hoy está siendo ganado por la cultura occidental. Las sombras poco a poco se disipan también ahí. Queda sin embargo la vía artística. Oscurecer las frases y los cuadros. Hundir en la sombra lo que resulta demasiado visible o evidente. Escribir, pintar y hasta sacar fotos sin adornos y sin buscar la fama. ¿Será eso posible?
L.

domingo, 12 de enero de 2014

No es sin ella

No es sin eso


Escribir para no perderse en lo cotidiano. Leí esto en un libro lleno de frases tan perfectas como inútiles vinculadas a los motivos diversos que podrían llevar a alguien a escribir, a cantar, a pintar o a bailar. Digo inútiles porque las frases no sirven para nada. La idea propuesta, sin embargo, no es mala. No lo es siempre que se tenga en cuenta que sin lo cotidiano no hay vida. Hablo de lo común, lo de todos los días, las tareas que demanda la vida práctica para hacer posible la vida no práctica. Dicho de otro modo. No hay más allá sin más acá. No hay lo alto sin lo bajo. No hay lo puro sin lo impuro. El tema da para más. Podría añadirse que nada de lo que hacemos se realiza totalmente sino en una pequeña parte. De esa carencia podríamos sacar una conclusión errada y preguntarnos para qué hacer algo que en definitiva está destinado al fracaso. Pero la existencia requiere esos señuelos, es una forma de llamarlos, por más efímeros, engañosos e incompletos que resulten. Lacan, el continuador de Freud, desató el nudo aquí expuesto con sólo cuatro palabras ya clásicas. No es sin eso. Por si no se entendió. No hay vida trascendente sin vida intrascendente. Pero lo cotidiano solo no alcanza. Por eso escribimos, por eso soñamos, por eso amamos.
L.

sábado, 11 de enero de 2014

Por la vuelta I


No pude sostener mi decisión de abandonar este espacio. ¿Por qué? Imposible saberlo. Debe ser una mezcla de  falta de carácter, poca seriedad, abandono de las ideas que hasta hoy me sostenían. Podría decir que 2014 no es igual a 2013. O destacar la importancia de volver a empezar sobre nuevas bases. Pero para qué engañar o engañarme. Acá importa una sola cosa y es que no pude mantener una decisión que parecía firme y bien fundamentada. Vamos a ver. Vamos a pensar. Había resuelto poner fin al blog luego de afrontar una serie de situaciones tan increíbles como absurdas. No voy a ocuparme de eso ahora. Vendrán nuevos rostros. Vendrán nuevos días. También lo advierte el apóstol Pablo en una carta a los corintios que suele ser leída en los casamientos. Antes veíamos como en un espejo. Confusamente. Mañana veremos cara a cara. Será cuestión de esperar, o, como dice Pavese, apretar los dientes y callar. Vamos a ver. Vamos a pensar. Este blog ha intentado siempre acercarse a la verdad. No a toda la verdad porque tal cosa no existe. Hablo de certidumbres parciales y accesibles. Pero seamos honestos. En días como éstos las verdades grandes o pequeñas no convencen a nadie. Este posteo se está haciendo demasiado largo y aburrido. Además no se entiende. Vamos entonces a dejarlo en suspenso. Hay algo cierto sin embargo. Vendrán nuevos rostros. Vendrán nuevos días. Veré salir el sol cuando sale el sol. Veré caer la lluvia cuando llueve. 
L.

Por la vuelta II