No estaría de más preguntarse qué hubiera sido de Romeo y Julieta de pronto emancipados, una pareja como todas, casados o juntados, yendo los dos al supermercado, convertidos en un matrimonio normal, peleando por una toalla mojada en el baño o por quién fue el último que pagó las cuentas. No estaría de más preguntarse cómo sería Ernesto Guevara si viviera hoy convertido en un viejito que nadie mira, caminando solo y encorvado por el malecón de La Habana. O riendo amargamente al ver su rostro joven y hermoso en las remeras. O viendo a los pioneros cubanos diciendo, sí, seremos como el Che. ¿Adónde fueron a parar los héroes trágicos y eternos? ¿Dónde quedaron los guerrilleros de alma, los amantes al margen de la ley, los desesperados y los locos de los tiempos idos? Vivimos en un mundo sin héroes. Los combatientes de ayer se convirtieron en buenos y honestos ciudadanos. Romeo ya no pregunta por Julieta. Y Guevara, como si no tuviera nada que hacer, sigue buscando al hombre nuevo a cualquier hora y en cualquier lugar.
L.
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