viernes, 30 de abril de 2010

Dios suspende el viaje


Una lectora de este blog dice que para ella somos una religión. Otra dice que Suspendelviaje la enferma. Una tercera siente que hablamos para ella en voz baja. Mujeres en su mayoría. Mujeres en estado de grieta como el mundo. También como los hombres aunque se crean valientes y lejanos. Miguel -desde el puerto patagónico de San Julián- dice que somos peores que el viento de allá. Pero está siempre ahí echando leña al hielo. Como Claudia. Como Diego. Como Carlos. También como Graciela (lúcida y equilibrada), la peleadora Jezabel, Angie, Fernando, Jéssica, la secreta Maricel. Tendremos que fundar entonces la nueva religión que dicen que somos. Nuestros dioses serán invisibles. La biblia será un post. Las iglesias se instalarán en el alma y los genitales de cada lector. Esperanza ninguna. Pesimismo en la idea. Optimismo en el blog.
L.

Vivir sin muebles


Nuestras casas y nuestras cabezas están llenas de porquerías. ¿Y si empezamos a vaciar todo? Muebles, fotos con marquitos, estanterías sobrecargadas con adornos, sillas, mesas, cajas, roperos, baúles, mesitas de luz. ¿Se puede caminar libremente en esa selva inútil? ¿Cómo vivir rodeados de féretros? ¡Así no se puede ni bailar! Un día Kafka fue a una mueblería de Praga con Felice Bauer. Se había comprometido a casarse con ella y después renunció. Alfombras, placares, sillones, palmeras de plástico... Y pensar que a eso los burgueses le llaman lujo. Su atención se concentró en un aparador que (dijo) me oprimió el pecho. Pienso como él. Vivimos amueblados por dentro y por fuera de nosotros. Saturados de objetos pesados e inútiles. Llegó la hora de desamueblar la vida. Un colchón, una heladera, una biblioteca con 20 libros básicos, un baño y un amor alcanzan y sobran para ser felices.
L.

Piedra lanzada al fondo de un pozo


Tengo miedo de escribir. Es peligroso. Quien lo ha intentado lo sabe. Peligro de hurgar en lo que está oculto. El mundo no está en la superficie. El mundo está oculto en las raíces sumergidas de las profundidades del mar. Para escribir tengo que instalarme en el vacío. Es ahí -en el vacío- donde existo intuitivamente. Pero se trata de un vacío peligroso. De él extraigo sangre. Temo a la trampa de las palabras. Ellas esconden otras. ¿Cuáles? Tal vez alguna vez las diga. Escribir es una piedra lanzada al fondo de un pozo.

Clarice Lispector

Por qué amamos


En el fondo todos somos perfectas réplicas de Robinson Crusoe. Lo disimulamos bien. Pero así es la cosa. Cada uno vive encerrado en sí mismo. Como en una burbuja de la que nadie querría salir jamás. Una multitud es un conjunto de personas juntas pero solitarias. En tiempos de Daniel Defoe (el autor de la mencionada novela) la soledad no existía. El mundo estaba organizado de un modo tal que cada uno ocupaba un lugar. No había libertad pero tampoco soledad. No se podía hacer nada pero había compañía. No dije facebook. Dije compañía. Hoy somos libres, podemos ir a cualquier parte (si tenemos tiempo y plata para pasaje y hotel), hacemos lo que queremos o lo que nos dejan pero pagamos todo eso con soledad. Consulté a mi psico sobre la cuestión. Ella se limitó a responder en su estilo sobrio y lacónico. Dijo que en el fondo ninguno de nosotros quiere salir de la burbuja del yo. Ahí estamos cómodos y nadie nos molesta. Hay un solo problema. La mismidad se torna con el tiempo intolerable. Llega un momento que en no aguantamos un minuto más nuestras palabras, nuestra cara en el espejo, nuestras perras manías, nuestra supuesta genialidad. Por eso amamos. Porque necesitamos desesperadamente de un otro que le ponga límites (un borde) a tanto yo y yo y yo. Conclusión. Por eso amamos.
L

Debut masculino


Es curioso descubrir que en las sociedades primitivas el hombre que iba a casarse tenía pánico a la desfloración. Este acto era considerado tabú. Entonces el varón le pedía a otro integrante de la tribu que se ocupara de la ingrata labor. Prefería no casarse con una virgen. O sea que desvirgar a una mujer era considerado antiguamente como un desastre, una desgracia, la violación de un bien sagrado. Ahora es distinto. El hombre que cree destruir el himen -cosa que en realidad no ocurre… pero esto será tema de otro posteo- se siente dueño de su masculinidad. Pero a la vez tiene miedo de fracasar, hacer mal, destruir algo inviolable. Hay una mezcla de violencia y miedo masculino a la hora de desflorar. Para los chicos y no tan chicos, de todos modos, es importante debutar. Muchos lo hacen con la empleada doméstica de la familia. Ese acto suele ser organizado secretamente por papá quien seguramente probó antes la mercadería. Otros van con putas. Los más afortunados debutan con la novia. A los fines prácticos el miedo y la violencia están siempre ahí. Pero eso sí. Tarde o temprano, con la invalorable ayuda de las circunstanciales compañeras de cama y amor, aprendemos y mejoramos notablemente. O no. Ellas dirán.
L.

Toda mujer es virgen


Ayer leí en un diario colombiano (El espectador) que la virginidad femenina está de de moda. Hay hombres que ofrecen dinero a cambio de una chica intacta, debates televisivos retoman el tema y (lo más increíble) cada vez son más las jóvenes que aceptan ser penetradas por atrás (puse atrás para evitar la palabra culo) con tal de mantenerse puras. La “noticia” me llevó a leer algo serio. La conclusión general es que toda mujer es virgen. La idea no debe pensarse en un sentido anatómico sino porque (al parecer) muchas tienen la íntima convicción de que el hombre no ha llegado jamás a penetrar o descubrir algo profundo en ellas. Las mujeres que dicen esto no son anormales sino que gozan de una vida sexualmente plena, con orgasmos y placer. Están satisfechas con sus parejas pero (aún así) no dudan de que existe una parte definitivamente inalcanzable para el varón. Freud solía hablar del continente negro. Se refería a que la sexualidad femenina es un lugar oscuro y de difícil comprensión para el conocimiento. La virginidad psíquica y afectiva está ligada no sólo a aquello que el hombre no ha podido tocar sino que también ella ha querido defender y conservar. El tabú de antaño ya ha sido prácticamente superado. Pero la desfloración (sin embargo) sigue siendo una prueba crucial. Un rito de iniciación. El 80 por ciento de las mujeres admiten que esa primera experiencia sexual no fue satisfactoria. No sólo no sintieron nada sino que, incluso, la pasaron mal, con dolores, soportando una conducta torpe del hombre. Esto es así porque en general el inexperto ignora los tiempos de la femineidad. Desconoce la importancia que tienen la lentitud y el manejo del tiempo en el trato con mujeres. Algunos hombres suponen que "poseen" a la mujer luego de haberla penetrado. Se equivocan. Apenas se les ha permitido dar un paseo muy breve que, al finalizar, es clausurado sin derecho a reclamos. Toda mujer (hasta la más puta) es y será virgen para siempre.

L. (con respaldo teórico de Juan David Nasio).

jueves, 29 de abril de 2010

Vivir por vivir


La vida no es metáfora de nada. Los artistas no pintan lo que ven sino lo que sueñan. Los músicos hacen lo mismo. También los escritores que cuentan historias que parecen reales. La vida se vive y punto. Si uno está acostado con una mujer que ama (es la manera fina que encontré para evitar la palabra coger) no está pensando que con eso podría escribir una linda novela. Existir es algo en sí mismo que no puede nombrarse ni pintarse ni musicalizarse ni poetizarse. El verdadero artista no copia la naturaleza. Trabaja como ella. Vida y arte se parecen demasiado y de ahí la confusión. Pero son campos distintos para no decir opuestos. Desconfío de los artistas que aprovechan sus experiencias con el fin excluyente de hacer una obra y ganar fama. Prefiero a los que viven solamente por vivir.
L.

Después es ahora


Hace un par de horas estaba en la antesala de un quirófano y cambié unas palabras con una mujer que iba a ser operada. Yo venía de vivir una experiencia similar que se había producido un rato antes y le dije lo primero que se me ocurrió. No pasa nada, le dije. Nada en absoluto. La mujer sonrió aliviada pero no se quedó tranquila. Temblaba. El problema es después, dijo sombría. Entonces yo (que vengo afilado de tanto pensar y pensar para este blog) le hablé de manera enigmática y aún mesiánica. Después es ahora, le dije. Mientras volvía a mi casa pensé un poco más en esa idea. Tenemos la tendencia a suponer que en el futuro caerán piedras de punta sobre nuestras cabezas. ¿Y si viéramos las cosas de otro modo? Creo que la vida sería distinta y mejor si pusiéramos toda la energía en el instante presente. En ese instante que para los budistas es todos los instantes. No hay después. La vida es ahora. Y el futuro ya llegó.
L

Estamos muy calientes


La mejor manera de no rendirse ante la verdad es conocerla. Esto no lo digo yo. La frase es de Foucault y es aplicable (por ejemplo) al cambio climático. Me da pudor mencionar el tema. Cuando lo nombro casi todos se ríen. Suponen que es un invento de los fanáticos de Greenpeace, una impostura fundamentalista, algo que ni siquiera está comprobado. Lamento ser portador de malas noticias. El cambio climático ha sido admitido incluso por los más férreos enemigos de la teoría del calentamiento global. A no equivocarse. Esa teoría no garantiza que en poco tiempo estaremos todos recalientes y viviremos de orgía en orgía. El cambio climático ya produjo la desaparición de playas enteras, islas, bosques, infinidad de especies animales, derretimiento de una parte clave de los casquetes polares. En unos años más cambiará el planeta para siempre. No podremos frenar el proceso sin luchar al mismo tiempo contra el capitalismo. Una sola empresa petrolera estadounidense –la más grande de ese país- es responsable del 5 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Tiene razón el colombiano Álvaro Mutis cuando describe a esta época como un tiempo de autoliquidación de la especie humana. Lo que sucede es curioso. El mundo nunca supo tanto de sí mismo como ahora. Pero es tarde. La información ya no le sirve para nada. Y a no mirar para otro lado. Todos somos responsables de lo que pasa.
L.

Nacimiento del amor


Cuando aparece el amor no sabemos qué hacer. Y no sabemos porque se trata de un acontecimiento inútil, raro, improductivo y de vida incierta. El amor (como la filosofía) es un camino. Jamás una realización. Vive en devenir. Cuando alcanza sus objetivos muere. El amor no resuelve nada. Más bien complica todo. El amor debe dar alivio, ganas de vivir, confianza. Sin esa donación mejor dejarlo. Cuando hablo de amor eludo al matrimonio burgués. Esta sagrada institución funciona apenas como sociedad de socorros mutuos. Tampoco hablo de los novios formales que se presentan a sus respectivos padres (mi novia/mi novio) y el domingo participan todos juntos en una cena-show. El amor da lo que no tiene. Su nacimiento es una puerta abierta que puede cerrarse en cualquier momento. Ningún amor puede salvarse. A lo sumo entregarse más allá de cálculos mezquinos y geniales estrategias. Y sin abandonar jamás proyectos propios, íntimas fantasías, recuerdos innombrables. El amor (si es amor) rechaza la ley del mundo. Los podridos poderes desearían abolirlo. A veces consiguen empujarlo a la clandestinidad. El amor que no se rinde tendrá que estar dispuesto a lidiar con lo prohibido. En caso contrario se ahogará.
L.

miércoles, 28 de abril de 2010

Fin del amor


Cuando algo se acaba no hay retorno. No sirve insistir. Por más que se trate de eso que se ve en las películas. De lo máximo. De lo que al parecer no tiene reemplazo. Por más que sea el amor de la vida (si es que algo semejante existe) hay que dejar de lado la historia y la histeria. Dar de una vez el paso decisivo. No existe nada peor que la baba mugrienta de lo que alguna vez fue espuma de un mar verdadero. Los restos no son nada. O sí. Son una pura mierda. Los que se amaron juegan a dejar puertas entreabiertas. Se divierten con esa fina rendija de recuerdos muertos. Basta con eso. Basta por fin. Llegó la hora de dar el gran portazo. Y a no llorar por la dura dureza del impacto. Al contrario. Se cierra una puerta y se abren mil.
L.

La muerte es mujer


Todos conocemos el anunciado fin de la película pero nadie menciona el tema ni por casualidad. Entiendo que no vamos a pasarnos la vida hablando de la muerte. Comentar el mundial de fútbol sería más sano. O debatir sobre si los gays deben casarse o no. Ya sé que acá tengo que escribir sobre cosas divertidas y de alto impacto. Hablar por ejemplo de sexo. Pero si ese fuera el caso no me quedaría más remedio que subrayar la relación casi promiscua entre sexo y muerte. De no ser así los franceses no llamarían petit mort al orgasmo. La muerte es la última mujer. Y con las mujeres (ya se sabe) es posible hacer de todo. Hay una sola cosa inútil y es pretender entenderlas. O (peor) tratar de olvidarlas. Siempre están ahí con o sin guadaña. Brillan como las estrellas o nos hacen ver las estrellas de vez en cuando. Muerte y mujer. Buen tema para un blog.
L.

Confiar en la espera


Suele verse a la espera como una actitud pasiva, fuera de moda e inútil. Blogs extremistas como éste alimentan con frecuencia ese prejuicio inconsistente. Lo contrario y aconsejable sería actuar ya, cambiar de vida, conectarse con el deseo y un montón de cosas más. Bien mirada (sin embargo) la espera está repleta de acción. Se menciona el caso típico de la mujer que aguarda un llamado telefónico. ¿Me llamará? ¿No lo hará? Pero aunque el hombre llame la situación volverá a repetirse. Y después todo volverá a empezar. Penélope teje y desteje sin pausa. Pero en su actitud hay puro trabajo. No es poco trenzar lana con agujas. O pensar mirando el horizonte como la loca de San Blas. La espera es una apuesta a algo. Es (también) un viaje con velas desplegadas. No habría que negarla. Al contrario. Hay que confiar en la espera hasta el final.
L.

Cuando nos enamoramos


Dice Freud que cuando uno se enamora reviste al objeto amado (de manera narcisista) con todas las cualidades propias. Esto pasa tanto en el hombre como en la mujer. Pero a la mujer le pasa un poco más. Ella tiene la necesidad de transformar a su compañero en un ser muy importante. Lo idealiza, cree que es un genio y hasta consigue que él se lo crea. Más tarde lo cuida maternalmente como a un hijo. El varón pasa a ser tratado como una figura omnipotente. Después la mujer lo protege y estimula para evitar por cualquier medio que se derrumbe. El ciclo se extiende por un tiempo hasta que la dama se cansa (como debe ser) y pide el divorcio, la separación o lo que sea. Tarde o temprano la verdad se abre paso para todos.

L. (con respaldo teórico de Marie Langer)

La vida no basta


Si la vida se limitará solamente a lo que es resultaría intolerable. Levantarse, ir al baño, darse una ducha, ir al trabajo, reír por un chiste estúpido del jefe, volver cansados a la tarde, cenar en familia o en pareja, leer mails, chatear con algún fantasma, sacar la basura antes de las nueve, dormir. Y así todos los días hasta morir de enfermedad o aburrimiento. No está mal. Esas rutinas forman parte del asunto. Pero la vida así concebida no alcanza. Por eso todos buscan algo sin saber qué es. Algunos lo encuentran viajando, enredándose con cuerpos extraños, comprando ropa de marca o haciendo zapping por tevé. El efecto de esas drogas (qué pena) dura poco. Hay sin embargo una opción alternativa. Es la más difícil, la más lejana, la que todos tratan inútilmente de esquivar. Está situada en un país llamado deseo. Nadie sabe dónde queda o dónde venden los pasajes para ir. Pero si algún día escuchamos el llamado habrá que aceptarlo y entregarse de una vez a lo que sea. La vida es una cárcel pero ofrece a los valientes una hermosa manera de escapar. No olvidar. El destino tiene nombre. Un país llamado deseo.
L.

martes, 27 de abril de 2010

Contra las generalizaciones


Suelo criticar a los que dicen que pasaron el verano en “la costa” porque no pueden pronunciar palabras como San Bernardo, Mar del Plata o Las Grutas. Otros escriben Norte Argentino (con mayúsculas en la ene y en la a) porque les cuesta acotar y decir simplemente Salta, Jujuy o Tucumán. En teoría rechazo las generalizaciones y defiendo la singularidad de las cosas. Pero al releer textos míos en este blog descubro que adolezco del mismo mal que tanto señalo. Me la paso demonizando a “la mayoría de la gente” o digo “casi todos los que me rodean” o hablo de “mis alumnos” como si se tratara de un único ser con iguales características. Intentaré en lo posible modificar eso mismo que critico tanto en los demás. No hay “la gente” ni "la mayoría" sino una mujer, un hombre, un niño, un día, un gato. Cada ser es único y encierra un misterio indescifrable.
L.

Invisibles del blog


Andrea y yo sabemos que están ahí. Leonardo, Diego, Mariano, Magalí, Maricel, Juan Manuel, Valeria, Leila, Magui, Florisse, Enrique, Clara, Silvana, Mauro, Jezabel, etcétera. Nuestro contador informa que hay más de cien visitas diarias y, como mucho, un promedio de cinco a diez comentarios por posteo. ¿Por qué no hablan los invisibles del blog? ¿Por qué no se vuelven visibles de una vez? ¿Por qué no comentan los posteos? ¿Acaso no tienen ganas de enojarse, polemizar, aprobar, rechazar la gran cantidad de tonterías que escribimos? Los invitamos a que abandonen la pasiva y cómoda posición de observadores y pasen a ser protagonistas activos. Suspendelviaje se construye con sus autores pero más aún con sus lectores fieles e infieles. De ese cruce entre nosotros y la tropa cósmica nacerán el milagro y la fuerza. Digan su palabra y rómpanse, como aconsejaba Pizarnik. No pierdan la vida por delicadeza.
L.

Contra la sabiduría


Suelo decir a mis alumnos que el problema que encuentro en ellos no es cabezas huecas sino cabezas demasiado llenas. Les digo que me daría por hecho si consigo vaciarlas un poco. La sabiduría excesiva y prejuiciosa es el gran obstáculo de la educación en todo tiempo y lugar. Todos saben todo. Lo más increíble es que eso ocurre fundamentalmente en los jóvenes sin experiencia. Pero también pasa con los adultos de mentalidad barrial y geriátrica. Nadie tiene una sola duda. Nadie se equivoca al juzgar un gobierno, la composición de un equipo de fútbol o el comportamiento disoluto de una vecina. Dominan los conceptos cerrados y las insufribles generalizaciones. Conozco poca gente capaz de admitir que no sabe algo. Lacan decía que la verdad late más en el error que en el acierto. Y que el acto fallido es el único discurso realizado. Si mirásemos el mundo con verdadera inocencia (como si fuera la primera vez), si aceptáramos que la cultura no pasa por la erudición o la biblioteca nacional, si por fin nos resignáramos a admitir que no entendemos absolutamente nada de la vida, quizás entonces, en esa neblinosa encrucijada, empezaríamos a vislumbrar alguna cosa. De repente aprendemos que debemos empezar por algún lado. Que cualquier camino (cualquier sentido) es mejor que ninguno. Y solamente ahí comienza a gestarse la única sabiduría posible.
L.

La envidia del pene


¿Qué significa ser mujer? La genialidad de Freud consiste en haber descubierto que las consideraciones anatómicas no ayudan a resolver esta cuestión. Su teoría de la castración (no obstante) sugiere que al descubrir en el padre la existencia de un miembro la niña siente que fue víctima de una pérdida sustancial de la que acusa a su madre. No voy a usar un modesto blog como éste para esclarecer la eterna polémica. Pero me atrevo a decir que la misma envidia espontánea que surge en esa niña a la vista del pene la siente el varón cuando verifica que su madre tiene tetas o cuando se entera de que únicamente las mujeres son capaces de parir. Hay quien dice que Freud conocía bien esa contraparte de la envidia del pene pero que su prejuicio falocéntrico le impedía atribuirle un justo valor. Ese prejuicio (seamos honestos) es de la sociedad toda. El capitalismo es penecéntrico por definición. Hasta en los carteles publicitarios se asocia un auto, el poder político o un desodorante masculino (también la sugerente forma del lápiz labial) con la potencia majestuosa de un sexo masculino en erección. Sea como fuere la venganza femenina reside en su capacidad de gozar con todo el cuerpo (alma incluida) y no solamente con tal o cual región de su anatomía desbordante. Los hombres (en cambio) somos básicos y definitivamente primitivos en ese aspecto….para no decir en todos como opinan con razón muchas mujeres que conozco.
L.

lunes, 26 de abril de 2010

Sigo siendo sin vos


Viajando al centro, en la estación Pasteur del subte B, al costado de un cartel de la cafetería Starbuk, vi escrito en birome un graffiti singular. Te necesito para seguir siendo. Anoté la frase detrás de un papelito de Laverap y me quedé pensando en lo que leí. Te necesito para seguir siendo. No sé si lo escribió un hombre o una mujer. No sé nada sobre nada. Pensé apenas que por más enamorada que esté una persona de otra. Por más que crea haber descubierto en tal o cual una salvación para su vida. Por más que esto y que aquello...Esa persona debe aprender como sea a seguir siendo de cualquier manera. Nadie nos salva del dolor y la delicia de existir. Nadie puede ser tan importante como para que resignemos lo que somos. Un rato después, del otro lado del papelito de Laverap, escribí seguiré siendo sin vos. No me tembló la mano al borronear esas palabras. Pero (ahora que lo pienso) ¿estoy tan seguro de eso?
L.

La salud de los enfermos


Me asombra lo bien que están todos. No hay gente tóxica en mi entorno. A nadie le pasa nada en absoluto. Todos sanitos y normales como debe ser. Yo en cambio sólo puedo exhibir mi grave enfermedad. Es un mal que ni siquiera tiene nombre. No se cura ni haciendo reiki. Pero si me dieran a elegir elegiría esta salud de saber que vivo muy enfermo. Prefiero eso a nadar en la estupidez. Voto por la ley del deseo, la de vivir sabiendo, la de asumir que soy/somos imperfectos, sucios, felices a nuestra manera. Vivimos cada día sin esperanza ni desesperación. Nos jactamos del vacío como si se tratara de la más hermosa flor. Hace tiempo decidí no hacerme el tonto frente a nada. Por suerte no estoy solo en esa idea. Vivir con verdad es el grito de guerra de este blog.
L.

Dos buenas razones


Con un amigo solemos decir que tal o cual mujer tiene dos buenas razones para interesarse en ella. Las tetas (evito el horrible neologismo lolas) estimulan el apetito del bebé y también del adulto. Semejante fervor obedece a razones similares. Los enemigos del psicoanálisis deberían admitir que no habría razón alguna para que a los hombres nos atraiga tanto esa doble ofrenda si no fuera por la evocación inconsciente del pecho materno, de su calidez, de la leche redentora que fluye del pezón. Vistos como objeto sexual o como vehículo de amor y alimento los senos pueden caer pero nunca decaer en su reconocido prestigio. Tanta fama confunde a algunas chicas que tristemente se operan ahí suponiendo que el tamaño y la dureza garantizan algo a la hora del amor. Lamento decepcionarlas. No importa que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo, dice con razón Oliverio Girondo. Lo que no se les puede perdonar (aún a las más hermosas) es que no sepan volar.
L.

domingo, 25 de abril de 2010

Crónicas de amor frustrado


Leía recién unas cuantas historias de amor frustrado escritas por chicos y chicas de entre 20 y 23 años. Más allá de los defectos de escritura (signo de la época) lo que más me impresionó es la insufrible rutina del lenguaje. Me cuesta creer que todos los jóvenes hablen igual. Es sabido que el discurso amoroso es pura literatura. Pero si es mala resulta doblemente chata. En un caso una pareja no pasó de los besos. En otro se sabía que “lo nuestro” no iba a funcionar. Leo uno más y alguien dice que pasó lo que tenía que pasar. Las parejas no paran de mirarse (lo cual es imposible). Los diálogos suben o bajan de tono. Un chico espera a una morocha “infartante" en su casa. Antes prepara la escena con luz tenue, ambiente aromatizado con sahumerios, Norah Jones sonando bajito y un vino en la mesa. Todos acortan distancias, las cosas suceden con el correr del tiempo, alguien dice frases típicas de un hombre celoso, al separarse continúan mirándose fijamente o se aman a más no poder. Al iniciar la relación cada uno empieza a sentir cosas y al terminar también. Luego entienden que algo pasa y por fin tienen sexo, química o no sé qué en el asiento del auto de papá. Los primerizos creen saber siempre lo que va a ocurrir. Jamás una sorpresa. Nunca un hecho inesperado. Me pregunto si detrás de la repetición discursiva no se ocultará el tedio amoroso. ¿No sería mejor cambiar? Sugiero en tal caso empezar por las palabras.
L.

Un mundo estúpido y feliz


Cuando la ciencia se despega de la filosofía, es decir, cuando se vuelve arrogante y cree superar la escala poética y humana, dan ganas de salir corriendo. Acabo de leer una entrevista realizada a un tal Carlos Belmonte -fisiólogo español formado en Estados Unidos- donde el hombre manifiesta su fe ciega en las infinitas posibilidades de manipular el cerebro, el dolor, la angustia, la alegría y los recuerdos. Podremos saber cómo piensa una persona -amenaza-. Manipularla, modificarla, estimularla, hacerle sentir lo que no siente, borrar de su mente recuerdos traumáticos, hacer, en resumen, que todo el mundo sea estúpido y feliz. Qué linda imagen del porvenir. Un mundo estúpido y feliz. Pensándolo bien no habría de qué preocuparse. Ese futuro anunciado por Belmonte ya llegó.
L.

sábado, 24 de abril de 2010

El orgasmo canta solo


También el orgasmo es un cazador solitario. Quien lo experimentó lo sabe. La intención mutua busca y rebusca la polifonía. Cuenta para ello con los instrumentos adecuados, el soporte ideal, el escenario perfecto. El estallido final (sin embargo) raramente es simultáneo. El frecuente desajuste no debería afectar a los protagonistas. Un solo a dos voces no es menos bello que un coro polifónico. La pareja no existe. El amor tampoco. La fusión total es por completo ilusoria. Pero aún en medio de tantas negaciones el acto amoroso es indiscutible como tal. Y el instante -que es todos los instantes- compone una doble afirmación de placer y de agonía. Hay por lo menos dos cantantes en escena. Pero el orgasmo canta solo.
L.

Dos bufandas


Me acaban de tratar de loco por salir a la calle con dos bufandas. Inútil explicar que no lo hice por demencia o frío. O agregar que la segunda bufanda pertenece a alguien que me abriga mejor que la primera. Según la tesis del cuento de Ricardo Piglia toda historia encierra dos historias. Una visible y otra invisible. Entre las dos arman la trama del relato. Pero qué importa la teoría. Dos bufandas juntas son imbatibles. Lo son aunque me traten de loco por la calle.
L.

Psicología negativa


Todo va a salir bien, me dicen. Todo en orden, contestan por ahí. Hay que pensar en positivo, concluye alguien. Estoy harto de la mentira disfrazada de buena onda y optimismo de plástico. Voy a crear (por eso mismo) una corriente de psicología negativa que llevará por nombre vivir sabiendo. Sus adherentes podrán mandarme a la mierda, decir estoy mal si están mal, dejarse tomar por la angustia si están angustiados, llorar, gritar, patalear si lo desean, desnudarse en público y en privado. Los militantes de esta flamante disciplina tendrán permiso para seguir únicamente la ley del deseo, acostarse con gente tóxica, tener emociones retóxicas, vivir sin combustible espiritual y vomitar varias veces sobre el libro de Majul. Nuestra biblia serán los cuentos depresivos de Onetti, las películas aburridas y los poemas suicidas. Vamos a vivir la vida como se debe, es decir, siguiendo solamente la urgencia genital. Vamos a huir del lenguaje puro usando en cambio el peor, el más sucio y obsceno (o sea) el verdadero. Psicología negativa, vivir sabiendo, ley del deseo. Y que se pudra todo.
L.

Polvo


Hasta el día de hoy sigo pensando que todo lo de ella era polvo. De polvo sus caricias al igual que su boca y también sus disgustos. Con polvo se escondía y tras el polvo me esperaba diseñando en la cocina flores de origami. Cuando bajábamos del cuarto buscando algún respiro las estrellas empezaban a llamarnos con un silbidito entre ingenuo y halagador que sólo escuchan quienes conocen a eros. Me daba cuenta que su rostro empezaba a transparentarse como un suspiro. Y podía ver junto a sus ojos a los señores vestidos de etiqueta y a los autos con aliento a cabernet que cruzan la avenida los viernes a la noche. Entonces miraba el cielo, y así, tomándole la mano, ratificaba una vez más que todo lo de ella era polvo.

Carlos Rodríguez, desde Bogotá y Buenos Aires

La vida se impone


Todos mis intentos de suicidio se frustraron por tonterías. Me siento un idiota de solo pensarlo. El primero de ellos (el año pasado) había sido perfectamente planificado. La soga estaba ya colgada en una viga del techo (el nudo corredizo funcionaba), estaban la silla y la carta dirigida al señor juez tal como observé en buenas películas del género. Cuando estaba colgado y mi cuerpo oscilaba de lado a lado como la aguja de un metrónomo vi (desde la altura) una montaña de platos y vasos y ollas y cubiertos sin lavar en la cocina. Pensé que no sería bueno ganarme fama de suicida mugriento. Me quité el lazo entonces y me puse a lavar todo hasta dejar el lugar impecable. Trabajé tanto que me olvidé de la soga y demás implementos. Al mes siguiente intenté arrojarme desde el piso doce de un edificio pero justo en ese momento recibí un llamado por celular (que siempre está apagado y raramente suena) para recordarme que debía dictar un curso literario esa noche. Íbamos a analizar Los suicidas, una excelente novela de Antonio Di Benedetto. Debí cumplir con la demanda. El tercer intento se frustró porque mezclé cianuro con jugo de lulo (una fruta colombiana) y parece que esa unión es especialmente estimulante y curativa. No funcionó. Peor. Me sentí mejor que nunca. Y así con pasó con los demás intentos. En uno de ellos (cuando estaba dispuesto a arrojarme desde la terraza) vino Andrea y me propuso fuéramos a leer a la cama y no sólo a leer. Le dije que pensaba matarme y ella se puso a cantar vallenatos y se armó una confusión tremenda que terminó en una situación indescriptible. Clases, platos, amores, llamados, cantos, libros sin leer. Las cosas conspiran contra mis planes de autodestrucción. La puta vida se abre de piernas para mí una y otra vez. Y se impone.
L.

viernes, 23 de abril de 2010

Tener blog


Cuando empezamos este blog teníamos dos o tres seguidores. Con la jactancia propia de los primerizos dijimos que no importaba, que escribiríamos para nosotros mismos o para nadie, que el blog era apenas una pizarra en blanco donde estamparíamos nuestras angustias, fantasías y pensamientos con libertad. Hoy sabemos que escribimos para un centenar de lectores diarios más otro centenar de personas que figuran en un lugar llamado seguidores. Nada ha cambiado. La globosfera es una estafa. Toda esa red supuestamente democrática de facebook, webs alternativas, colectivos rebeldes y blogs como éste son apenas un intento de comunicación individual en un mundo incomunicado que continúa dominado por pocos y poderosos grupos políticos y económicos. Seguiremos pese a todo molestando desde acá así sea para nosotros mismos, para cien o doscientas personas o para una pizarra en blanco donde no dejaremos de inscribir malas palabras, garabatos infantiles y todo tipo de imposturas simplemente humanas. Aprendimos a pensar sin Estado y al margen de los podridos poderes del mundo. Saludos -desde este humilde rincón del universo- para la tropa cósmica.
L.

Tener sexo


Los escritores (las personas en general) deberían evitar las frases hechas. Cosas como testigo presencial, dijo a los cuatro vientos, reír a carcajadas, buen finde, mi más sentido pésame, llorar sin consuelo, sonrisa de oreja a oreja, llovió a cántaros, lo que mata es la humedad, cuidate. En la escritura y en la vida es mejor mostrar y no decir. Aprender por ejemplo a contar (describir) con palabras de este mundo cómo se las arregla una pareja para hacer el amor (expresión carente de sentido) y dejar de lado convenciones modernas del tipo tener sexo o buena química. Despegarse (en fin) del discurso ajeno y construir el propio aunque duela. Cuesta el doble de trabajo pero hay un gran premio al final. En vez de frases hechas propongo a todos manejarse (a partir de ahora) con frases desechas.
L.

Juegos a la hora de la siesta


Verónica (empleada del Laverap de mi cuadra) y Laura (a cargo de una modesta librería en Boedo) me contaron, cada una por su lado, que enfrentan un grave dilema. Vero es separada, tiene un hijo de seis años y ahora está en pareja con un repositor del Coto. Laura es joven, delgada, está sola y quiere dejar de estarlo. Ya se hizo un piercing en el ombligo y varios tatuajes en zonas específicas. Un proveedor acaba de proponerle a Verónica que vaya con él a un hotel. Fue aún más claro. Vamos a dormir una siesta, precisó. Casi las mismas palabras le dijo a Laura el empleado de un taller mecánico situado a metros de la librería. Los hombres quieren dormir siesta acompañados. Ambos son casados y desean retomar la vieja costumbre del descanso vespertino. Verónica y Laura no saben qué hacer. La chica de la librería se queja de que todo lo que quiere el mecánico es su lindo cuerpito (son las palabras que usó). Verónica sospecha lo mismo pero está tentada porque el siestero le gusta. Mi consejo fue absolutamente inmoral. Les dije que accedan, que el sexo entre la gente siempre se mezcla con otras cosas, que no veo nada censurable en los juegos a la hora de la siesta. O sí. Pero eso a quién le importa. Cuando una mujer toma una decisión (de avance o retroceso) no hay nada ni nadie que la detenga. Esto último lo sé por experiencia. Y (ahora que lo pienso) hubiera preferido no saberlo.
L.

La muerte de una pava


Le dejé en el fuego varias horas y estalló. Empezó a perder agua por todos lados. Murió. Era una pava llena de recuerdos. No lo pudo soportar y a su manera dijo basta. Esa pava estuvo en la playa de mi infancia. Me acompañó por caminos borrados por la lluvia. Vio demasiado y eso le hizo mal. No tenía opción. Debía terminar como terminó. Donde hubo fuego ni cenizas quedan.
L.

jueves, 22 de abril de 2010

Corazón pornográfico


Escritores, curas, oficinistas y gente de a pie ocultan (como todos nosotros) un secreto e intenso corazón pornográfico. Lo leímos en los diarios, lo sabemos por los sordos murmullos barriales, lo descubrimos en la obra de los autores más puros de la literatura universal. Entre estos últimos hay muchos ejemplos honorables. Kafka (aficionado a los prostíbulos de Praga) es uno de ellos. El poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade –figura reconocida por la academia del país vecino- es otro caso notable. Luego de su muerte salieron a la luz poemas eróticos de su producción que escandalizaron a las damas de la Acción Católica. El autor se ocupó de permitir esa difusión que debía hacerse (advirtió) de manera póstuma. Otra brasileña (la refinada y perturbadora Clarice Lispector) alcanzó a publicar un libro (Vía Crucis del cuerpo) cuyos protagonistas son un travesti, una stripper, una monja desatada, una señora de sesenta años que mantiene un vínculo con un amante adolescente, una pareja de lesbianas asesinas, una anciana que se masturba y una secretaria inglesa que tiene un coito extático con un ser proveniente del planeta Saturno. No hay pecado en esos textos sino literatura de primera calidad. No hay pecado en la pornografía que cada uno de nosotros alimenta en silencio. El único problema lo tienen las cabezas podridas y perversas que gobiernan el mundo.
L.

Escapismo


Cuando los problemas me superan pienso que debería dejar todo y largarme. Qué maravilla. Vivir en un bosque imposible, llamar a Scarlett Johansson por teléfono e invitarla a dormir conmigo esta noche, ver el mar a la hora del crepúsculo y leer un libro de Clarice Lispector. Cuando todo es un desastre completo debería tomar un helado de maracuyá o de cualquier otra cosa. Tal vez en Angola sería feliz. O mejor en Islandia al pie del volcán que paralizó a Europa. Dedicarme luego a desparramar cenizas por todas partes y después (recién después) pensar seriamente qué hacer con esta vida.
L.

El amor no tiene arreglo


Algo no funciona bien entre mujeres y hombres. No es noticia de último momento pero es un hecho indiscutible. Una causa posible del problema es que el goce no se comparte. Aunque se lo niegue uno siempre goza solo. El amor aspira a la fusión y al frustrarse la utopía empieza el conflicto. La perturbación es inevitable. Hombre y mujer pueden encontrarse a cenar y dormir juntos pero sus mutuos deseos no se encuentran. En el consultorio del analista se habla mucho de sexo pero pronto se admite que la cosa no funciona. El todo por vos de la pareja es (en realidad) un todo por mí. Si a esto añadimos que el amor es gemelo del odio la claridad soñada se empaña todavía más. Amor ilusorio, amor mentiroso, amor engañador. Algunas mujeres suponen que resolverán el torrente de carencias que las abruma con un pene tan adecuado como su portador. Ven en el miembro masculino una especie de varita o gran vara mágica que solucionará todo. A la larga entienden que también eso es ilusorio. La supuesta solución no va solamente por ahí sino por un camino bastante más complejo. Algunas mujeres atribuyen el problema a que los hombres no se muestran como son. Todo sería entonces una estafa que solo se resuelve cuando el varón (por fin) se manifiesta tal cual es. Pero tampoco es así. Nadie es para siempre esto o aquello. Vivimos todos en estado de revolución permanente. Una pareja funciona si admite esa turbulencia inevitable, si se entrega generosamente a ella con ánimo de compartirla, si no hace del amor (sino de los proyectos personales) el eje primordial de la existencia.
L.

¿Qué pasa con los hombres?


Ya no hay hombres, dicen las mujeres. Acaso la frase aluda tanto a cuestiones presuntamente estadísticas como a la falta de caballeros dispuestos a jugarse por ellas. Daría la impresión de que no las escuchan. Están ocupados (como ausentes) en la formación del equipo del Mundial, en la preparación de un asadito, en una importante reunión de colegas. La conformación genital los vuelve (en este caso) casi totalmente externos, volcados hacia afuera como aquello que cuelga vagamente entre sus piernas. Por momentos hasta pareciera que carecen de un mundo interior. No frecuentan los talleres de teatro o escritura. Aunque algunos escriben. Si tienen hijos ayudan (en el mejor de los casos) pero no se involucran. Están siempre en otra cosa. Las chicas dicen que ahora son tan o más histéricos que ellas. Prometen y no cumplen. Dicen que sí y es no. Las mujeres les piden cada vez menos. Ni siquiera exigen ya que estén especialmente dotados o que sean genios en la cama. Les basta con ser besadas, acariciadas, queridas al menos por un rato. Se quejan pero los buscan con esmero y hasta desesperación. Necesitan la energía del varón que es, de algún modo, la del padre. Si la carencia se prolonga demasiado la mujer se hace hombre de acción por necesidad. La fuerza se impone a la angustia por razones prácticas y hasta de subsistencia. De lo contrario las mujeres se disolverían en un puro existir (ser) sin causa ni por qué.
L

miércoles, 21 de abril de 2010

¿Qué les pasa a las mujeres?


Doce de 14 inscriptos al nuevo taller literario que estoy dictando son mujeres. En el anterior había cinco varones sobre doce. ¿Por qué se anotan tantas chicas en los cursos de escritura? La pregunta me la hizo una alumna (anoche) en el ascensor. Le dije lo primero que se me ocurrió. Las mujeres tienen un mundo interior más potente que el de los hombres. Algunos estudiosos llegan a decir que la propia configuración genital femenina (oscura, hacia adentro, casi invisible) tiene que ver con la cuestión. Andrea no estuvo de acuerdo y dijo que las mujeres necesitan ser escuchadas. Que arrastran un silencio casi prehistórico y que un espacio abierto para trabajar con la palabra les permite aliviar años y años de enmudecimiento forzado. ¿Qué les pasa a las mujeres? Difícil responder. Pero no es lo ideal que en un taller literario seamos apenas dos hombres entre tanta mujer. Extendí la duda a Julieta y no puedo privarme de reproducir su graciosa respuesta. En un trabajo anterior –me cuenta- éramos todas chicas. Ahí comprobé que cada equis número de mujeres hace falta un macho alfa que corte con el nivel de grito, histeria y demás componentes del género. Siendo así espero al menos que los futuros talleres sean sexualmente más parejos.
L.

Tan lejos y tan cerca


Lo lejano está cada vez más cerca de nosotros. Lo aprendimos en estos días con los efectos que produjo en Europa un modesto volcán islandés. Pero al margen de la erupción inesperada se trata de algo que vivimos diariamente. Bastaría que el sol aumentara su brillo unos instantes para que se acabe la vida en la tierra. Nos pasamos el día recordando hechos pretéritos. Soñamos en la noche (y a veces durante el día) con situaciones ocurridas o inventadas en la más lejana infancia. Con frecuencia nos asaltan fantasías eróticas que si bien favorecen a la pareja inmediata se originan o se fraguan en lejanas lejanías. Ni siquiera conocemos la cara del vecino. Al parecer nos importan más las noticias de Sudán o las islas de Cabo Verde. Soñamos con playas desiertas que ni siquiera existen. Nunca tan cerca arremetió lo lejos, dice el poeta. Nunca tan cerca (agrego yo) se exhibió tan claramente el infinito poder de la distancia.
L.

lunes, 19 de abril de 2010

La dama del pueblo de las flores que caen


¿Qué es mejor? ¿Ser olvidada o ignorada? La pregunta me surgió luego de leer un intenso cuento de Marguerite Yourcenar. Ahí se narra la historia de la Dama-del-pueblo-de-las-flores-que-caen. Era una mujer ni bella ni talentosa ni noble que por alguna razón fue un amor del príncipe. El hombre (viejo y ciego) se refugió en una ermita alejada para esperar la muerte en estricta soledad. Ella se disfrazó de campesina y lo acompañó como pudo en los últimos días. En su lecho de muerte el príncipe empezó a nombrar a las mujeres que lo habían amado. Para todas ellas tuvo una palabra de ternura y deseo ya marchito. Olvidó un único nombre y fue el de la Dama-del-pueblo-de-las-flores-que-caen. Ella (desesperada) intentó hacerle recordar que alguna vez existió para él. Pero era demasiado tarde. El precio que debió pagar por su entrega fue el olvido.
A.

Por delicadeza perdí mi vida


Por delicadeza perdí mi vida, dijo Arthur Rimbaud. El autor francés vivió 37 años, fundó la poesía moderna cuando apenas había cumplido 19, revolucionó el universo de las letras con su libro Una temporada en el infierno, se desnudó, se rebeló, de pronto dejó de escribir y encaró el tráfico de armas para finalmente morir de cáncer en la rodilla. Rimbaud (en resumen) no perdió la vida por delicadeza. Al contrario. Probó todo hasta casi atragantarse. Conviene seguir su ejemplo aún pagando el alto precio correspondiente. Algunos hombres (se quejan las mujeres) son a veces muy delicados con ellas. No conviene perder la vida con un romanticismo de opereta. No conviene ignorar el sabio consejo de Arthur Rimbaud. Demasiado respeto -en determinados casos- es una falta de respeto.
L.

Cincuenta y tres minutos


Corrijo textos y veo que son muchos los alumnos que escriben la letra q en lugar de que. Escriben gral por general. Ponen km a cambio de la hermosa y distante palabra kilómetros. Los entiendo. Están apurados. No quieren perder tiempo en tonterías. Llamo a una amiga y me dice que no puede hablar porque está en una reunión. Un amigo chileno se disculpa por no haber respondido a un mail que le envié hace un mes debido a que en las últimas semanas estuvo (claro) muy ocupado. No sé qué pensar. ¿Será que no voy al ritmo de los tiempos? Recuerdo una escena de El principito en la cual el niño de los cabellos de oro encuentra un vendedor de píldoras que apagan la sed. Eso supone una gran economía de tiempo, explica el hombre. Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran 53 minutos por semana. ¿Y qué se hace con esos 53 minutos? Se hace cualquier cosa, dice extasiado el vendedor. Yo -responde el principito- si tuviera 53 minutos para gastar… caminaría despacito hacia una fuente.
L.

domingo, 18 de abril de 2010

Y más allá


Me levanto a la mañana con la idea de una catedral. A la noche me duermo en una iglesia pobre y atacada por las llamas. ¿Cuándo me equivoqué? ¿Todo es noche, madera y fuego en la existencia?
Hay viento y silencio. Más allá los barcos. Y más allá el mar.
L.

La voz de la naturaleza


Un clásico poema del brasileño Manuel Bandeira habla de un cactus iracundo que (al caer sobre el asfalto) paraliza toda una ciudad. Recordé ese texto al enterarme que una nube de ceniza -la de un ignoto volcán islandés- logró sin esfuerzo la suspensión de15 mil vuelos en 23 países europeos. La nubecita ya produjo millones de dólares en pérdidas económicas, cientos de miles de pasajeros sin saber adónde ir, un clima de caos que también ha traído consecuencias al resto del mundo. Desde el Polo Sur avanza hacia el norte un iceberg gigantesco. Nadie saber qué efectos tendrá para la gente y los países. El calentamiento global no era un cuento de ecologistas afiebrados. La actividad tectónica y volcánica sigue siendo determinante. Atención amigos de celulares y laptos, fervorosos de los automóviles y sus escapes nefastos, amantes del supuesto progreso humano y las máquinas de cualquier tipo. La naturaleza fue muy paciente hasta hoy con sus enemigos, o sea, todos nosotros. Pero (por lo visto) ha comenzado a vengarse. La erupción del volcán Eyjafjalla -aún siendo un hecho en apariencia no relacionado con la acción humana- revela hasta qué punto hombres y mujeres seguimos siendo frágiles ante las fuerzas naturales.
L.

Lisboa rápida

Consejos rápidos


Cada vez que leo los consejos que dan poetas, novelistas y editores para escribir bien recuerdo un libro que me impactó en la adolescencia. Se llamaba Técnicas sexuales modernas y supuestamente iba a enseñarme a ser un atleta con las chicas. Pero nada de lo leído ahí se comparó a mis primeras experiencias en ese campo. Lo poco que sé de todo eso me lo enseñaron mujeres pacientes y generosas. Leo en un diario español consejos de veinte autores consagrados y la decepción es similar a la que tuve leyendo las técnicas modernas. Lo principal es leer, dice uno de ellos. No es verdad. Conozco lectores tenaces y criteriosos que son incapaces de escribir una sola línea. La constancia es básica, dice otro. Tampoco es cierto. Hay escritores que deberían ser inconstantes, es decir, dedicarse a otra cosa. Una autora de renombre aconseja escuchar música mientras se escribe, algo ridículo desde todo punto de vista. El mejor consejo que leí en la lista pertenece a Fernando Aramburu (de quien no sé nada) que recomienda a los aprendices ser o convertirse en genios. La genialidad (ironiza el autor) ayuda a evitar complicaciones. Para no ser menos quiero sugerir que sólo se aprende a escribir escribiendo. Así sea en un blog como éste. O en un rollo de papel higiénico. No se me ocurre otro modo. El movimiento (decía Pascal) se demuestra andando. Termino de decir ésto y comprendo que se trata de una nueva falacia. Ningún consejo entonces. Sé tu propia lámpara, dicen o decían los budistas.
L.

sábado, 17 de abril de 2010

Sexo rápido


La velocidad no es un valor. Pero muchos creen que sí. Para ser empleado del mes en McDonalds hay que ser eficiente pero sobre todo rápido. El criterio se aplica al periodismo (no importa la calidad de la información sino quién la da primero) y a todos los ámbitos de la vida, entre ellos, la cama. El sexo veloz es sinónimo de modernidad. Las pastillas azules (Viagra) garantizan erección inmediata. Y las marrones (Cialis) la prolongan a veces por 36 horas. Azules y marrones son utilizadas no tanto por los ancianos (como se esperaba) sino por los jóvenes. Buscan de ese modo rendir bien y sobre todo a tiempo. Diferente es (por caso) la visión taoísta de la unión sexual. Según los manuales del Arte de la Alcoba el objetivo del coito en India y China era la obtención del máximo placer y que éste durase la mayor cantidad de tiempo posible. Lo mismo enseñan los libros canónicos del sexo tántrico, ubicados a contramano del fast sex. Este último se inspira en la estética porno y se aleja de cualquier sentimiento humano. Los defensores del comportamiento tántrico ni siquiera hacen centro en la penetración. Tampoco se pide una erección demasiado rígida para obtener la unión feliz. Se le propone a la pareja quedarse más o menos quieta durante varios minutos. Que logren juntos un virtual estado de levitación donde abunden los besos y las caricias. Todo en un ambiente de mutua confianza buscando el goce más allá de cualquier otro resultado industrial. Esto no vende en la actualidad. No resulta seductor para los fanáticos de ganar carreras a toda costa. Pero a diferencia de la velocidad el procedimiento es (como el amor) un valor indiscutible.
L.

A favor de la poesía


Nadie ya lee poesía. O muy pocos lo hacen. Algunos idealizan ese mundo. Lo consideran apenas como el perfume de las musas. Nunca lo ven como se mira la orilla de un mar o el cuerpo desnudo de una mujer. El otro día (en plena clase) me propuse leer algunos poemas a mis alumnos. Antes de hacerlo se me ocurrió preguntar si alguien entre ellos había leído o leía poesía. Hubo una sola mano levantada. Una entre cuarenta. Algo parecido pasó en las demás aulas. No los estoy criticando. Los entiendo perfectamente. Imposible amar las flores si se vive en el desierto. En las casas no hay un solo libro de poemas. A veces ni siquiera hay bibliotecas. Cuando los chicos y chicas llegan al hogar está prendida la tele con la nueva versión de Bailando por un sueño o con un partido que anticipa el Mundial. En la ciudad sólo hay prótesis electrónicas. Nadie se pregunta ya por nada. Hay algo cierto. Ningún poema calma el hambre o remedia injusticias. Pero la belleza permite sobrevivir a todas las miserias. Admito que la poesía es una enferma grave a la que se le toleran algunos caprichos en espera de su muerte. El capitalismo salvaje trabaja en esa línea. Nos quiere convencer que mejor es consumir y que debemos abandonar todo lo inútil. Pero lo que no es práctico terminará siendo lo práctico. La buena poesía (la de Teillier, la de Pavese, la de Pessoa o Vallejo) nos lleva al tiempo de lo que no ha sido. O al de lo que podría ser. Prefiero decir con Eluard que toda caricia y toda confianza se sobreviven. Y que a cada derrumbe de las pruebas el poeta responderá con una salva por el porvenir.
L.

Contra los poetas


La poesía bien entendida es la forma más alta e intuitiva de conocimiento del mundo. Pero la mala poesía que suele infectar los cafés literarios de Buenos Aires (y aún las librerías del ramo) resulta vomitiva y (peor aún) lo más aburrido que se haya inventado. Quienes la cultivan se creen refinados y sensibles cuando todo lo que quieren de verdad es levantarse a la chica del fondo que lee o exhibe un libro grandote de Alejandra Pizarnik. O emborracharse para después llevar a esa chica a la cama y hablar, entre polvo y polvo, sobre las aventuras perdidas o el árbol de Diana. Los malos poetas son tan profundos que apestan. Rechazan eso que el lirismo acaramelado y bobo considera feo, escriben rostro y no cara porque suena más fino, jamás eyaculan palabras al oído como lo hacía Girondo, prefieren siempre nalgas de greda a la inadmisible palabra culo y, si se trata de elegir, se inclinarán por estrellas mutiladas en vez de pezones fosforescentes, imagen de mal gusto y decididamente antiestética. Los malos poetas son sensibles y eruditos. Pero no se atreven a vivir la poesía, como pedía Andre Breton. Quieren dejar un mensaje altruista y elevado. Ignoran que el poema no debe significar sino ser. Y que ningún prejuicio resulta más dañino para la vida y la literatura que el prejuicio de lo sublime.
L.

Despedida

El amor ya está hecho


Conversaba anoche con dos alumnas de periodismo acerca del discurso amoroso. Las dos se quejan de que los hombres ya tienen un chamuyo armado para todo. Por ejemplo para dejarlas. El problema soy yo, les dicen como si fuera la primera vez. Sos divina pero necesito estar solo para pensar. Lo mismo pasa en la fase de conquista. Tenés unos ojos hermosos, nunca vi nada igual, ¿y si vamos a un lugar más tranquilo? Después vendrán los TKM por celular tres o cuatro veces al día. Y luego el hoy no puedo pero mañana sí. Y por fin una ex novia de la que nunca pudieron separarse del todo que retorna a escena. Frases hechas, gestos repetidos, declaraciones falsas y conmovedoras. Siendo así las cosas ni siquiera hace falta hacer el amor dado que el amor ya está hecho. Cocinado. Quizás debamos reinventarlo, soñarlo, destruirlo y refundarlo. Despojarlo del romanticismo barato, empalagoso y pueril. Dotarlo de palabras nuevas que surjan solamente del deseo auténtico. De las ganas. Como una ola de mar que naciera más allá de toda lógica. Un acto subversivo y no resignado. Revolución en el amor o muerte del amor.
L.

viernes, 16 de abril de 2010

Pequeña flor


A mucha gente que me rodea le encanta escribir. Es mi asignatura pendiente, dice alguien. Nada me da tanto placer, dice otro aún a costa de sacrificar viajes, comida y sexualidad. Pero son pocos los que están realmente dispuestos a pegar el culo en la silla y trabajar a la manera de los artesanos medievales. Menos aún los que entienden que escribir es (más que cualquier otra cosa) reescribir muchísimo. La primera versión de un texto es sólo un mal necesario. Lo bueno viene después. Hay que estar dispuestos a cambiar palabras. O a debatirse largamente entre el uso de una coma o un punto. O a eliminar lo que no sea esencial. Al corregir un texto propio (además) uno se depura por dentro, se libera del palabrerío inútil y convencional. Escribir es un oficio como cualquier otro. Pero no es apto para dispersos. Incluso la falta de talento se compensa en parte con esfuerzo. Hasta las hormigas trabajan para cambiar el eje de la tierra. Construir una pequeña flor es un trabajo de siglos.
L.