lunes, 5 de abril de 2010

Cuba


Como muchos de mi generación crecí bajo el signo de la revolución cubana. Vi en ese acontecimiento histórico la posibilidad de que se afianzara una forma de vida y pensamiento que iba a cambiar de raíz el mundo del egoísmo y la destrucción por otro más digno de ser vivido. Apoyé esa revolución con todas mis fuerzas y hasta pude conocer sus mejores frutos (también sus miserias) a lo largo de cinco viajes sucesivos. Estando en la isla supe de la existencia de problemas graves cuya responsabilidad única no era ni es del ominoso bloqueo estadounidense. Si una mujer debe acostarse con un extranjero para comprarle un antibiótico a su hijo las cosas se hacen difíciles de digerir. Incluso las llamadas conquistas de la revolución (expresadas en una mortalidad infantil más baja que la de Estados Unidos, educación y medicina gratuitas, comida básica asegurada, etcétera) están haciendo agua en la actualidad. Hay dos Cubas. Una brilla en la superficie para los turistas progre que ven solamente lo que quieren ver. Otra (más oscura) se sostiene por caminos que jamás hubiéramos imaginado y aceptado quienes estamos de ese lado. La disidencia crece (también el racismo) y hasta Silvio Rodríguez, artista oficial del régimen, pide cambios urgentes. No comparto las críticas originadas en los enemigos de Cuba. Tampoco los apoyos locales de cierta izquierda a la cual solo le interesa sacar lustre a sus ideales. A los revolucionarios de café les importa poco (para no decir nada) la suerte cotidiana del pueblo cubano. Desde Palermo Soho, leyendo a Cabrera Infante y revisando mails en un bar con wi-fi y aire acondicionado cualquiera es revolucionario. No estoy junto a los combatientes de Puán, el Malba y la Biblioteca Nacional. La solución de Cuba está en las manos del pueblo de la isla. Un blog es un medio limitado y modesto para decir estas cosas. Habría que explicar muchas otras y ser cauteloso. Pero lo ocurrido en los países del antes llamado socialismo real me alertan. No quisiera ser cómplice de quienes se limpian el culo con la sangre de los héroes y los mártires. Ojalá Cuba logre mantener lo mejor de la revolución de enero del ’59. Ojalá los cambios que se vienen (inevitables a esta altura) no vuelvan a convertir a la isla del encanto en un brazo más de Miami Beach, paraíso de millonarios, una versión caribeña y surfista del capitalismo salvaje, brutal e inhumano que todos padecemos. Ojalá que las hojas no destruyan el alma cuando caigan. Y ojala el deseo no se vaya tras de ti.
L.

2 comentarios:

  1. ¿Será que todas las revoluciones son devoradas por sus propios impulsores? ¿Será cierto que todo poder, a la larga, corrompe aún a los espíritus más puros?
    Flor

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  2. Muy bueno tu post Luis. Gracias. Sé que crees muy sinceramente en todo cuanto dices. Siempre. Incluso sé que sientes algo especial por esa Isla. Que quieres la mejor Cuba posible. Difícil pedir más. A veces creo que estamos enfermos de pensar y de limitar cualquier respuesta o posición para no ser víctimas de un chantaje -real y también imaginario-. Somos muy exquisitos con nuestras utopías. Hasta Silvio, que ha tenido 64 luminosos años para pensar en lo que cree mejor, asegura que aun con los errores se queda más del lado de esa revolución que de sus históricos detractores. Y lo respeto y hasta quiero muchísimo. Pero ahí mismo está la trampa. Es esa la razón última de la supervivencia de un sistema en el que nadie cree. Ni Silvio, por cierto. ¿Porqué elegir entre uno u otro? ¿Porqué elegir entre lo malo y lo peor cuando ninguna de esas dos partes representan a la mayoría? Esa idea es muy conservadora y no aporta nada. El otro identificable en la disputa, por cierto, no es claramente definible y ha cambiado mucho. Me da la sensación, algo amarga, que está mejor preparado para ese mañana que hemos añorado los cubanos durante décadas. Sí aseguro y doy fe de que hay millones sufriendo. En Cuba o por ella. El apelar a la naturaleza o a la subversión no parecen caminos muy sensatos. Entonces, humanamente, muy humanamente, algo hay que hacer. A esta altura, los llamados revolucionarios -léase Fidel- serán los principales responsables de la Cuba de mañana. También. Al menos yo, no creo en extensiones geográficas a la antigua usanza. Tampoco hará falta. También es triste ser cubano, creer en la justicia social y las libertades individuales y de grupo, y vivir con la sospecha de que la Isla se irá al otro extremo del espectro político. Pero no es la política ni la ideología el centro de la vida de la gran mayoría. Es otra cosa. Con otros nombres... Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan a mi espalda. Ojalá... Que Cuba sea de todos y de nadie. De una vez. Gracias por el post. Abrazos, enrique

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