domingo, 25 de abril de 2010

Crónicas de amor frustrado


Leía recién unas cuantas historias de amor frustrado escritas por chicos y chicas de entre 20 y 23 años. Más allá de los defectos de escritura (signo de la época) lo que más me impresionó es la insufrible rutina del lenguaje. Me cuesta creer que todos los jóvenes hablen igual. Es sabido que el discurso amoroso es pura literatura. Pero si es mala resulta doblemente chata. En un caso una pareja no pasó de los besos. En otro se sabía que “lo nuestro” no iba a funcionar. Leo uno más y alguien dice que pasó lo que tenía que pasar. Las parejas no paran de mirarse (lo cual es imposible). Los diálogos suben o bajan de tono. Un chico espera a una morocha “infartante" en su casa. Antes prepara la escena con luz tenue, ambiente aromatizado con sahumerios, Norah Jones sonando bajito y un vino en la mesa. Todos acortan distancias, las cosas suceden con el correr del tiempo, alguien dice frases típicas de un hombre celoso, al separarse continúan mirándose fijamente o se aman a más no poder. Al iniciar la relación cada uno empieza a sentir cosas y al terminar también. Luego entienden que algo pasa y por fin tienen sexo, química o no sé qué en el asiento del auto de papá. Los primerizos creen saber siempre lo que va a ocurrir. Jamás una sorpresa. Nunca un hecho inesperado. Me pregunto si detrás de la repetición discursiva no se ocultará el tedio amoroso. ¿No sería mejor cambiar? Sugiero en tal caso empezar por las palabras.
L.

10 comentarios:

  1. Hay un apego generalizado en muchas personas a lo evidente, a lo ya dicho, visto y oído que se ve favorecido por el avance tecnológico que nos inunda con imágenes y frases de algunos seres brillantes y otros no tanto, que se repiten hasta el hartazgo. Lamentablemente no sólo deriva esto en textos aburridos sino que revelan la falta de búsqueda personal para encontrar aquellas palabras que expresen nuestras sensaciones, nuestra percepción del momento vivido. Puede que haya en quien repite lo conocido sin atreverse a descubrir algo nuevo temor, vergüenza o comodidad. No sé.Pero sí creo que hay que cambiar y sería un muy buen comienzo hacerlo empezando por las palabras.
    Graciela B

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  2. Deje a los pibes así Maestro. ¿Quien tiene las palabras? Si alguno se le arrima enseñele algo de Neruda, un poco de Pedroni, un poquito de Juarroz.

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  3. ¿Quien tiene las palabras?

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  4. Coincido con las reflexiones de Graciela. No hablo en este post desde el lugar de quien se cree dueño de las palabras justas, como sugiere Miguel. Al contrario. Por momentos desearía borrar todas las palabras existentes para que, desde el vacío, nos veamos obligados a inventar nuestra propia y única manera de decir. Lo que resulta agotador es la rutina del discurso amoroso y del discurso más en general. Son frases hechas que les llegan a mis alumnos desde generaciones muy pasadas. También desde los medios. Muchos de mis alumnos hablan como si fueran abuelos. Por ahí va mi cuestionamiento. No creo que resulte el acercamiento de versos de Juarroz, Pedroni o quien sea. Mis alumnos fueron claros en ese punto. Muy pocos entre ellos leen poesía. Y tampoco se trata de adornar con poemas el discurso amoroso. Mi propuesta apunta en cambio a recuperar las palabras más puras de la tribu, como pedía Rimbaud.
    L.

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  5. No leen poesía, no van al café, no cantan bolero, no usan el zaguán. Ni con las mejores palabras va a funcionar el amor, Maestro.

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  6. En mi caso, es un trabajo arduo tratar de escribir de manera novedosa, sin caer en lugares comunes y sin mostrar imágenes ya vistas tantísimas veces. Por eso tengo tanta admiración por aquellos que lo hacen con tanta naturalidad. Es una lucha diaria.
    ¡Hasta la victoria, siempre!

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  7. creo que el hecho de ser o no lectores de poesia, no es la cuestion. a veces, para parecer intelectuales, filosofos, buscamos palabras refinadas, complicadas,esas que jamas se escuchan, para que quien nos lee piense que somos cultos. mejor seria que el texto resaltara no por sus palabras raras sino por el texto en si, por lo que muestra y esconde, por la manera de escribir.

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  8. Al final, Claudia con una frase definió todo el amor. ¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE! El amor es una victoria sobre nosotros.

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  9. Miguel es amorosamente idiota. Primero aprenda a leer y luego opine. Lo que postea es muy tribal.

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  10. Necesariamente, para vivir en este mundo de perfectos como Caliche: soy idiota y tribal. Lo perfecto me da lástima...

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