Hasta el día de hoy sigo pensando que todo lo de ella era polvo. De polvo sus caricias al igual que su boca y también sus disgustos. Con polvo se escondía y tras el polvo me esperaba diseñando en la cocina flores de origami. Cuando bajábamos del cuarto buscando algún respiro las estrellas empezaban a llamarnos con un silbidito entre ingenuo y halagador que sólo escuchan quienes conocen a eros. Me daba cuenta que su rostro empezaba a transparentarse como un suspiro. Y podía ver junto a sus ojos a los señores vestidos de etiqueta y a los autos con aliento a cabernet que cruzan la avenida los viernes a la noche. Entonces miraba el cielo, y así, tomándole la mano, ratificaba una vez más que todo lo de ella era polvo.
Carlos Rodríguez, desde Bogotá y Buenos Aires
¿Quién es Carlos?
ResponderEliminarCarlos Rodríguez fue alumno mío en la Universidad de Palermo. Es colombiano de Bogotá. Sigue asistiendo a mis talleres de narrativa en la UP. Fuma como un salvaje, es ansioso, lee siete libros a la vez, es fanático enfermizo de Oliverio Girondo y escribe de manera torrencial e ilimitada. Me identifico con su lirismo encantador de serpientes y hasta con sus frases largas que, en general, no apruebo en otros autores.
ResponderEliminarL.
Carlos es el chico que se sienta al lado mío en el taller. En realidad yo me siento a su lado para ver si me contagia un poco de talento. Pero eso no es contagioso. Le pido que me recomiende libros y me dice que los rusos (que son los que más me gustan) son sucios y borrachos. Aunque le fascina Dostoievski y Chejov. Me dice que lea a los franceses como Flaubert. Le encantan las gomitas de Mogul.Es muy simpático. Le gusta Sabina como a mí aunque no conoce el tema "El caso de la rubia platino".
ResponderEliminarY la novedad es que Carlos, ahora, está enamorado. Esto último no sé si es bueno...
ResponderEliminarL.