sábado, 24 de abril de 2010

Polvo


Hasta el día de hoy sigo pensando que todo lo de ella era polvo. De polvo sus caricias al igual que su boca y también sus disgustos. Con polvo se escondía y tras el polvo me esperaba diseñando en la cocina flores de origami. Cuando bajábamos del cuarto buscando algún respiro las estrellas empezaban a llamarnos con un silbidito entre ingenuo y halagador que sólo escuchan quienes conocen a eros. Me daba cuenta que su rostro empezaba a transparentarse como un suspiro. Y podía ver junto a sus ojos a los señores vestidos de etiqueta y a los autos con aliento a cabernet que cruzan la avenida los viernes a la noche. Entonces miraba el cielo, y así, tomándole la mano, ratificaba una vez más que todo lo de ella era polvo.

Carlos Rodríguez, desde Bogotá y Buenos Aires

4 comentarios:

  1. Carlos Rodríguez fue alumno mío en la Universidad de Palermo. Es colombiano de Bogotá. Sigue asistiendo a mis talleres de narrativa en la UP. Fuma como un salvaje, es ansioso, lee siete libros a la vez, es fanático enfermizo de Oliverio Girondo y escribe de manera torrencial e ilimitada. Me identifico con su lirismo encantador de serpientes y hasta con sus frases largas que, en general, no apruebo en otros autores.
    L.

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  2. Carlos es el chico que se sienta al lado mío en el taller. En realidad yo me siento a su lado para ver si me contagia un poco de talento. Pero eso no es contagioso. Le pido que me recomiende libros y me dice que los rusos (que son los que más me gustan) son sucios y borrachos. Aunque le fascina Dostoievski y Chejov. Me dice que lea a los franceses como Flaubert. Le encantan las gomitas de Mogul.Es muy simpático. Le gusta Sabina como a mí aunque no conoce el tema "El caso de la rubia platino".

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  3. Y la novedad es que Carlos, ahora, está enamorado. Esto último no sé si es bueno...
    L.

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