Cuando algo se acaba no hay retorno. No sirve insistir. Por más que se trate de eso que se ve en las películas. De lo máximo. De lo que al parecer no tiene reemplazo. Por más que sea el amor de la vida (si es que algo semejante existe) hay que dejar de lado la historia y la histeria. Dar de una vez el paso decisivo. No existe nada peor que la baba mugrienta de lo que alguna vez fue espuma de un mar verdadero. Los restos no son nada. O sí. Son una pura mierda. Los que se amaron juegan a dejar puertas entreabiertas. Se divierten con esa fina rendija de recuerdos muertos. Basta con eso. Basta por fin. Llegó la hora de dar el gran portazo. Y a no llorar por la dura dureza del impacto. Al contrario. Se cierra una puerta y se abren mil.
L.
Y a llorar a la iglesia, Maestro
ResponderEliminarSabio. Buenísimo. egk
ResponderEliminarTal cual.
ResponderEliminarAunque duela, siempre es mejor.
Asumirlo de la mejor manera.
Juntar los pedazos y empezar a reconstruirse.
Es fácil decirlo. Pero es cierto... se sobrevive. ¡Abajo los cagones! Jajaja
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ResponderEliminar¿Cuán fuerte estamos dispuestos a gritar que se acabó? ¿A qué tememos, que nos imposibilita abandonar esa historia que relatamos hace rato, y no nos deja encontrarnos con nosotros mismos? ¿Tememos a encontrarnos sólo a nosotros -solos- ?
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ResponderEliminarSé que hay gente que pierde el tiempo buscando con desesperación la persona, no una persona, sino la persona. Creo que gran parte del mundo está irremediablemente enfermo. O por lo menos quienes se pasan derrochando talento para conquistar. Artistas seductores, músicos románticos, escritores pronfundos, poetas sensibles, vagos finos. ¿Quién idealizó tanto el amor? Si realmente supieramos valorar la soledad, la misma suerte (en realidad la falta de ella) nos traería aquella persona. Y mientras se elucubra la mala fortuna, nos dedicamos a ser nosotros mismos
ResponderEliminar¿Qué acaba?
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