domingo, 29 de septiembre de 2013


Junto al mar I

Tan hermoso era el mar cuando era mar y no el basurero en que lo hemos convertido. Tan hermosas las playas, las muchachas semidormidas y semidesnudas bajo el sol, el viento del sur, las aguas vivas y en estado de alerta, las olas gigantes que nos envolvían en espuma, sí, el mar, nada más hermoso aún cuando no conociéramos su nombre y el destino de su incansable movimiento. El océano era cuando era lo más divino entre lo divino, lo misterioso inmenso y tenso, el lugar elegido donde todo parecía ser el sueño eterno de los más despiertos. Si uso el tiempo pasado acá no es casualidad. Acabo de saber que los siete mares están hoy envenenados. El mayor ecosistema del mundo, es decir, el conjunto de los océanos, se está degradando de manera notoria e irreversible. No es exageración o catastrofismo barato. Es así. La cantidad de peces sobreexplotados por la pesca indiscriminada aumentó en un diez por ciento durante la década del setenta. En 2002 el porcentaje ya alcanzaba el 24 por ciento mientras que hoy supera el 52 por ciento. Y el dato no ha sido actualizado. En cada kilómetro cuadrado de océano flotan 18 mil trozos de plástico. Se calcula que en el centro del Pacífico hay tres kilos de basura por cada quinientos gramos de plancton. La masa oceánica, deteriorada acaso para siempre, cubre el 71 por ciento de la superficie terrestre. Y eran tan hermosas las playas, las muchachas semidormidas y semidesnudas bajo el sol, apenas molestadas de tanto en tanto por el viento incansable y hermoso, sí, el mar.
L.

Junto al mar II

sábado, 28 de septiembre de 2013

Junto al lago



Ella se puso a tirar piedritas al lago; a veces caían al agua con sonido plash; otras veces se apartaban de los pies desnudos. Yo, entre mudo y vacío, trataba de adivinar la forma de sus pechos breves. Lo hacía cuando se inclinaba sobre los cantos rodados de la playa. Lo hacía mientras ella tiraba piedritas al lago. Nos habíamos propuesto cruzar el bosque siguiendo la curvada orilla hasta alcanzar el hito que marca una frontera borrosa con el país vecino. El circuito debía durar cuatro horas en total. Pero ella se había puesto a tirar piedritas y el tiempo empezó a estirarse. Antes nos habíamos besado; antes, también, nos habíamos olido como perros en un claro poblado de árboles caídos, esos que se convierten en macetas gigantes con abundancia de flores y lombrices. Habíamos hecho todo en silencio y luego seguimos hasta que ella decidió ponerse a tirar piedritas. A veces caían al agua con estruendo; otras veces se apartaban de sus pies desnudos.
L.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Recorrida


Subo a la bicicleta y me dejo llevar por cosas pasadas o muertas o soñadas. La noche ayuda, el viento, la nube oscilante que se esfuma en la gran avenida. En esa estación de tren pasó algo de altísima importancia. Sigo y cruzo la plaza donde mataron al fotógrafo. En el gran estadio conocí a alguien. Mucho después de eso escuché al cubano. Esas cosas no importan ahora. Tampoco importaban antes. La bicicleta no se detiene en esos hechos y se desliza por una cinta gloriosa y leve. Esa esquina, ese bar, aquella plaza mayor. No tengo tiempo de recordar nada porque la noche avanza empujada a la fuerza por el viento. La noche y el viento y las ruedas del molino que dan vueltas como locas. No tengo tiempo de recordar. Tengo que llegar al punto que siempre se desvía, se corre, se ilumina. Me vuelvo ciego ahora. No veo más nada. Bajo de la bicicleta y me dejo caer, lentamente, como la escena final de un gesto olvidado.
L.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Se la oye desde lejos


Qué raro se la oye desde lejos, en medio de tanto viento y el inaudible silbido de las balas, manos de lana de los muertos empujados río arriba. Desde el Magdalena se la escucha, su voz, los temblores de agua, su estar ahí tan leve, el sexo aturdido por los vientos dominantes y rasantes, las bacantes de guerrillas cercanas y cercadas, la canción que suena desde el Putumayo como un tornado que arrasa con las niñas y la tierra. La voz ronca esta mañana, respiración entrecortada y a orillas de un mar vacío, sonando hacia adentro y tan lejana, la gama sonora que alguna vez fue limpia y afinada como las teclas de un piano cerrado para siempre. Asamblea de almas y de cuerpos, el sonido mudo y tan azul, absurdo y persistente. Desde lejos se siente el balbuceo a pesar de los vientos casi humanos, las corrientes, el silbido de las balas contenidas como flores en un ramo que apunta, sí, directo al corazón.
L.

Criterios, estilos, generaciones

Cuando doy clases de escritura, periodismo, comunicación o cualquier cosa ligada a la ficción pura o a la información lisa y llana algunos alumnos se defienden de mis objeciones, cuando las hay, diciendo que, en realidad, lo que pasa es que mis criterios acerca de lo que está bien y lo que está mal, o de lo que está más o menos, son distintos a los de ellos. Sería, como se dice, una cuestión de puntos de vista y no de aprendizajes válidos a considerar. Eso mismo pasó cuando a unos viejos astrónomos o filósofos en plena Edad Media se les ocurrió decir cosas como que la tierra es redonda, que los astros se mueven, que todo es fuego en permanente transformación. A algunos de ellos, Giordano Bruno por caso, los quemaron vivos por sostener sus comprobaciones. A otros les dijeron que tenían un criterio distinto al de Dios o al de la humanidad. En otras situaciones los trataron directamente de ancianos inadaptados. El conocimiento adquirido, el pensamiento en cualquiera de sus formas, pierde así todo valor. Lo que pasaría entonces es que hay criterios distintos sobre las cosas. Y listo. Si llueve no llueve aunque llueva. Es una cuestión de estilo decir que el agua cae de arriba para abajo. Y todo así. ¿Qué hacer frente a semejante dislate de los tiempos y las generaciones? Mi amigo Pavese, porque es mi amigo aunque haya muerto en 1950, hubiera dicho: apretar los dientes y callar. Y eso voy a hacer. Apretar los dientes y callar. O no sé. Quizás siga insistiendo y molestando hasta el fin sin llegar, claro, a la inmolación.
L.

Colombia vive

miércoles, 25 de septiembre de 2013

A.


Qué raro se la oye desde lejos en medio de tanto viento y el inaudible silbido de las balas, manos de lana de los muertos empujados como peces río arriba. Desde el Magdalena medio se la escucha, su voz, los temblores de agua, su estar ahí tan leve, el sexo aturdido por los vientos dominantes y rasantes, las bacantes, las guerrillas cercanas y cercadas, la voz que suena ahora desde el Putumayo como un tornado de esos que arrasan con las niñas y la tierra. La voz ronca esta mañana, respiración entrecortada y a orillas de un mar vacío, sonando hacia adentro y tan lejana, la voz que alguna vez fue limpia y afinada como las teclas de un piano cerrado para siempre. Asamblea de almas y de cuerpos, el sonido mudo y tan azul o absurdo y persistente. Desde siempre y desde lejos se la siente llegar a pesar de los vientos cordilleranos, casi humanos, las corrientes dominantes, el silbido de las balas contenidas como flores en un ramo que apunta directo al desnudo y cansado corazón.
L.

Bella y cantora

Bella y traidora


Bella y traidora. Más bella aún en la traición y en el engaño simulado. Toda esa ropa negra como un manto roto y nocturno para que se vean desnudas todas las estrellas. Esa piel tan blanca y tensa cubierta apenas por una tela de araña invisible. La tela o la piel de la suite. Bella y traidora como la noche del mundo. Más traidora y todavía más bella. Más bella todavía en su escondite y su siempre alejarse a la punta de los ríos, en el cielo donde caen los autos, en el pozo de agua donde llora la cascada. Traidora y bella. Más bella aún si está lejos y muestra apenas un poco de todo lo que tiembla. Nada más que un poco, sí, de todo lo que tiembla y se deshace.
L.

martes, 24 de septiembre de 2013

Paula no quiere presiones


Le escribo un mail a Paula, que ahora está en Brasil, y me dice que no la presione, que está harta de que todo el mundo le pida cosas, que la deje en paz unos días al menos. La situación me hace pensar en lo difícil que puede ser un vínculo totalmente libre de reclamos. Para algo existe una pareja. Para molestar al otro, para separarse de él, para volver a juntarse, para hacer el amor, también, o como quiera que se llame a eso. Le digo todo esto a Paula con tacto y delicadeza. Por algo estudié relaciones públicas y organización de eventos. Pero es inútil. Me dice Paula que la termine, que la deje respirar justo ahora que fue a buscar oxígeno a las playas nordestinas, lejos de la puta ciudad, cerca del sol, de la arena blanca, de las apretadas zungas masculinas. La situación me da celos, me confunde, me hace pensar en cosas desagradables. Para no guardármelas a todas le escribo un nuevo mail. Error. En respuesta me dice Paula que no la presione, que está harta de que todo el mundo le pida cosas, que la deje respirar.
L.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Transparencias


No todo es transparente en esta vida. Y en la otra menos aún. Ni el papel de calcar, ni el cristal más pulido, ni la seda, ni la ropa íntima femenina, ni el aire. Por más esfuerzo que hagamos, a veces, del otro lado no se ve nada o se ve poco y encima deformado. ¿Pero acaso es posible la transparencia absoluta? ¿Conviene buscarla además? Cualquier indagación que se haga en cualquier materia raramente arrojará inmediatos resultados. Hay quien no soporta la imposibilidad de origen y entonces cae en la vulgarización, la simplicidad forzada, la idea de vida simple, gente simple, ideas simples, historias fácilmente comprensibles para todo el mundo. Pero, qué pena, la vida es turbia a veces, el vidrio está incurablemente sucio, las lentes no dejan ver con la claridad que uno quisiera. ¿Y qué vemos entonces? Trazos sinuosos, niebla, barro tal vez. Conclusión. La falta de transparencia es parte del costo de vivir.
L.

No todo fue naufragar

Figúrense

Ella miraba una vez y otra el libro, las palabras que conocía de memoria: "Figúrense ustedes el pesar creciente, el ansia de huir, la repugnancia impotente, la sumisión, el odio".


domingo, 22 de septiembre de 2013

Lunes 3 AM

Yo sé que el lugar existe. Es una península o tal vez una isla. Estuve ahí. Estoy seguro. Uno debe cruzar un río si no hay crecida. Porque si hay inundación es imposible. Del otro lado hay un bosque de árboles muy altos y muy finos. Una especie de abedules de piel blanca. Estuve ahí. Estoy seguro. En el sueño, porque esto es el relato de un sueño reciente, debía venir la gran cantora, la mayor de todas, la que por supuesto está muerta desde siempre. Ella, la más grande, iba a hacerme un homenaje por un motivo especial. La ofrenda consistía en interpretar una canción que yo me sé. ¿Duerme negrito? Puede ser. Pero todo se frustró porque alguien, desde una altura media, acaso una montaña baja, arrojó una especie de reloj gigante que desprendía un sonido estridente y opuesto a las cuerdas de una guitarra que alguien, un músico o acaso la propia cantora, comenzaba a pulsar. La artista mayor no pudo hacer lo que se proponía. Y entonces me alejé buscando el lugar estando seguro de que existe. Alguien que ya olvidé debía conocerlo y yo era el guía elegido para mostrar el camino hasta ahí. Porque solamente yo lo conocía. Sé que existe ese paraje o algo que podría llamar paisaje. Es una península o una isla. Si no hay corriente de agua uno llega a una porción boscosa y alargada caminando por donde se alcanza un ruido de mar o de tierra en penumbra. No puedo recordarlo ahora con exactitud. En el camino perdí a la gran cantora y cuando volví no sé de dónde, tal vez de una ruta lluviosa o de algo alejado de la escena, la gran artista, que en realidad se había muerto, no estaba en ningún lado. Su dulce y profunda voz se oía sin embargo desde unos parlantes en un bar donde casi todas las mesas habían sido ocupadas. Todas menos una. Pero ya era tarde. Los rostros conocidos se habían evaporado y una mano sigilosa desconectó la música como quien dice todo terminó. Y yo pensaba fijamente en aquel sitio de tierra o de mar donde, si no hay crecida o ríos encontrados, se alcanza milagrosamente un bosque de árboles muy altos y muy finos. Son una especie de abedules pálidos y erectos que estoy seguro de haber visto alguna vez. De tan pero tan poco me sirve ahora estar despierto.
L.

Clases de vida y literatura

Un libro de reciente aparición y de lectura yo diría que obligatoria reproduce las clases que Cortázar dio en Berkeley en 1980 (Alfaguara, 2013). El libro es ideal no tanto para los literatos aburridos, para los académicos irremediables, para los solemnes, sino para los que aman la vida en todas sus manifestaciones. El autor de Rayuela habla a sus alumnos no como un maestrito de escuela o un burócrata, sino como un compañero de camino. Subraya con vehemencia el compromiso político del artista, comenta sus propios cuentos y novelas -sin restar espacio a la autocrítica- mezcla todo como un aprendiz de brujo y en uno de los capítulos, correspondiente a la octava clase, se concentra en el lugar que ocupa el erotismo dentro de una obra literaria y, por qué no, de la existencia. En este punto Cortázar es enfático. Convoca a encarar la sexualidad con la mayor franqueza, abandonando el lenguaje obsoleto, muerto, ese que arrastra el peso de los tabúes y que precisamente en el terreno del erotismo es donde más daño hace. El libro, en resumen, debería ser leído por urgencia no tanto por los amantes de la literatura concebida como un templo sagrado, sino, insisto, por los que aman la vida y la belleza sin negar, en ningún momento, la verdad que la vida y la belleza encierran.
L.

sábado, 21 de septiembre de 2013


¿Hasta cuándo el blog?

El estilo fragmentario de un blog puede agotarse un día. ¿Hasta cuándo seguir adelante con ideas condensadas en diez líneas escritas a la velocidad de la luz? ¿No habrá llegado la hora de poner fin de una vez a estos retazos? Son preguntas que surgen de una insistencia que se agota en sí misma o acaso pide que el agua se derrame al fin sin rumbo o contenciones. Como un amor sin planes ni plazos. Como la novela de la realidad y el sueño. Como la música infinita que no acepta límites y mucho menos traiciones. Eso. La tentación del exhibicionismo constante y el miedo a dejar de ser. ¿No estará llegando la hora de retomar el viaje tan largamente suspendido?
L.

Los viajes de Paula


No me gustan los viajes de Paula. No me gustan para nada. Entiendo su necesidad cotidiana de volver a la tierrita, como suele llamar a su país de origen. Entiendo la idea de familia, sobrinos, arepas, currulao y demás excusas de circunstancia. Pero no me agrada, por caso y por si acaso, dormir en la noche sin el abrazo habitual. Uno se acostumbra a ciertas cosas y perderlas de pronto, así sea por diez o quince días, es como quedarse en el aire con los brazos vacíos y saber que por ejemplo una almohada u otro cuerpo no podrían llenarlos de una forma equivalente. Duelen los adioses pronunciados en silencio. Para colmo, después, soportar el regreso mudo y desnudo desde Ezeiza, donde todo se ve tan limpito y feliz, para desembarcar luego en la soledad sola de una casa hueca. La cama revuelta en capas, los libros tirados en el piso junto a calzoncillos usados, pelos y papeles. Nada que mirar en el espejo y nada que esperar. Creo que ya lo dije. No me gustan los viajes de Paula. Y hoy levanto la mano en asamblea para decir me opongo en voz muy alta.
L.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Chile vive

Encuentros y despedidas


Todo encuentro espera tarde o temprano el momento de la inevitable despedida. Se diría que así funciona la mecánica social. Encuentros y despedidas, cruces de avenidas, caras y cuerpos que se desdibujan como charcos en la arena. De pronto los hermosos momentos dejan de compartirse. ¿Por qué suceden así las cosas? ¿Por qué la vida no se limita solamente a los abrazos y a los besos que nunca terminan y se extienden como divina permanencia en un espacio inconcebible? No es una pregunta fácil de responder. El mundo parece de pronto como un sitio de plafones ágiles, movimientos sin rumbo de fantasmas, cierto cansancio que luego se traduce en distancia y finalmente en alejamiento. Cada encuentro gesta en silencio una despedida que tarde o temprano habrá de producirse. Los adioses reiterados serán recompensados con un encuentro soñado o incluso real. Pero, no hace falta aclararlo, nada ni nadie es para siempre. Y hasta la palabra siempre pierde con el tiempo su sentido original.
L.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Altura y pelos


No se sabe de dónde salen tantos pelos en el cuerpo mudo y desnudo. Alguien, muñeca sin cara, los barre en el salón y se arman montañas de cebras y hebras y tinieblas. Soltura y cielo. Pelos en la oculta axila, mandíbula brillante, pelos en el pubis que ya no tiene lugar para nadie más. Moldura y celos. Pelambre de hombre y de mujer ensombreciendo la sonrisa vertical. Pelos erectos o doblados como luna entre las nalgas y no importa donde saltan pero, claro, la cantidad es inmensa y alguien barre todo en el salón, muñeca ciega, anticipo cotidiano y vano de lo que vendrá. Pelos remotos, ignotos, raros. Extraña envoltura desecha, algo así como arbustos o matas de líneas finas hasta convertirse en pelos que llenan las sábanas de hoy, la almohada, el sueño, el beso profundo y prohibido cubriendo lenguas de pelos encogidos. Alturas del mundo. Última flor que crece después del fin, desecha cima de pelos y rezos, por qué no, de una hora tan peluda y dulce, redonda quizás como una uva recién caída y barrida para siempre en el desierto, lento y húmedo salón.
L.    

martes, 17 de septiembre de 2013

Paula en el espejo


Hoy, bien temprano, me quedé un largo rato observando a Paula cambiarse de ropa frente al espejo. La vi llegar de la ducha con el pelo envuelto por una ridícula toalla. No es que no hubiera visto antes escenas similares pero esta vez me detuve a mirar todo con el mayor detalle. El cuerpo desnudo y mojado aún, luego cubierto apenas con ropa íntima, dos horas para elegir la falda, tres para la blusa y el pullover, cinco para las botas, las medias, los collares, los aros. De pronto Paula habló para sí misma. Tengo que cambiarme el corpiño, dijo o creo que dijo. Alcé la vista y le pregunté por qué. Musitó en voz aspirada algo inaudible. El procedimiento volvió entonces al comienzo. Un corpiño negro y deportivo fue suplantado por otro más clásico, blanco y con puntillas, que al parecer resolvía un problema. Y de nuevo la blusa, la falda, las medias, la bombacha, el pelo, las botas. Se hace tarde, le dije en tono perentorio. Ella no me oía. Hablaba solamente con la chica del espejo. Se miraba y sólo a veces me miraba. Y yo nada tenía que agregar. La escena ocurrió esta mañana bien temprano cuando Paula, por fin, se había reencontrado en el espejo con ella misma o acaso con la otra. Y eso fue todo.
L.

lunes, 16 de septiembre de 2013

El llamado de la selva


Que algo produzca placer no significa necesariamente una virtud inherente al objeto que origina el supuesto bienestar. Para entenderlo bastaría pensar en cigarrillos, mujeres golpeadas, amores tormentosos y desgraciados, el juego, el consumo, las adicciones en general. Visto así el goce no se vincula a la felicidad sino a un displacer profundo e inconsciente que incluso provoca dolor y angustia. Para el psicoanálisis el goce no suele orientarse a la vitalidad sino más bien a la repetición de conductas autodestructivas y desprovistas de beneficios y encanto. Diferente es el deseo, un término que no debe confundirse con necesidades del momento, siempre orientado a desatar las pulsiones reprimidas y dar lugar al crecimiento independiente, genuino y productivo de cada cual. La sociedad de consumo oculta esta sencilla verdad por la también sencilla razón de que el mundo pasaría a estar a formado por seres libres y por ende peligrosos para el sistema dominante. En conclusión. El placer verdadero nada tiene que ver con la obediencia a los podridos poderes. Más bien se relaciona con escuchar, al menos una vez en la vida, el purificador llamado de la selva interior.
L.   

domingo, 15 de septiembre de 2013

El tono


A veces todo se limita a una cuestión del tono puesto en juego. Hay tonos que sólo generan rechazo y en semejantes condiciones de ruptura y desajuste el mensaje no llega. Y aunque no hubiera mensaje y sólo se tratara de un beso, un rezo o incluso un pájaro disuelto en plumas, sí, hay algo en el tono que frena los vientos y el agua no avanza y no hay siquiera espuma en la orilla o un dedo largo y erecto que dibuje corazones en la arena dura y oscura. Es una cuestión de tono. Es dar con la nota justa que nunca se alcanza si no apelamos al matiz, a la gama de grises en un día sin sol, a lo no dicho o a lo apenas deslizado como un secreto de familia. Lo central es dar con el matiz. Porque el matiz sostenido cambia el tono.
L. 

viernes, 13 de septiembre de 2013

La toalla está triste

La toalla está triste. Poco sol, humedad, gripe constante. Vive en un mundo lleno de peligrosos espejos, metales resbaladizos, losas heladas. Aún así ella mantiene todavía caliente su ilusión (como las damas de antes). Todas las tardes espera el momento en que él (delgado, con un lunar en el muslo izquierdo, bigote tiernamente escaso) entra desnudo. Lo mira, lo admira también, de reojo. Mientras el agua cae y el jabón resbala ella imagina (sentimental al fin) que hay diamantes desgajados y huesos dóciles. Ella jura que se muere. Luego se le prende al cuerpo como una ardilla feroz, se pierde la toalla, se deja, la tocan, estremece, rueda en sus tobillos, se anuda a su sexo, se estrangula. Y cuando sólo le falta un movimiento, la intuición de un vaivén tan sólo, un dedo sobre la nuca solamente, él la deja, la suelta, la cuelga, la deja vieja seca queja muerta. Sólo por esto algunos hombres se condenarán. Otros conocerán la rabia y la belleza.

Escena


Y esto

Y esto que no tiene nombre, ese no saber qué hacer ni decir en un día como este o cualquier otro. Techo nublado o apagado. Y esto, la cosa misma, objeto alado y muy pegado, aquello que no ha sido bautizado, olido, bebido, acariciado, eso que no tiene forma o si la tiene cambia tan saliente como labios en francés. Y esto nunca se sabe qué es o a dónde va. Pasa una tropilla de caballos en la isla donde no hay caballos, pero alguien, sombra de otra sombra, hace luego un silencio tan largo, un redondo agujero en el cielo, y esto que no tiene nombre ni perro ni lugar... y que no va a ninguna parte.
L.

jueves, 12 de septiembre de 2013


La caza sutil

Usando la conocida expresión de Ernest Jünger que alude a la captura de pequeños insectos, el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro denomina caza sutil a una serie de ensayos de su autoría. Da a entender que su pensamiento vagabundo se opone a los grandes safaris protagonizados por turistas aburridos. Esos emprendimientos académicos que necesitan vacuna previa, contratar a un guía africano, dotarse de armas de grueso calibre, acabar el día sacándose una foto junto al cuerpo sin vida de un león asesinado. Todo es metáfora. La caza sutil no hace mal a nadie o, como mucho, al propio cazador que se entrega al pensamiento insensato. Es un disparo en la niebla donde la bala se pierde para siempre en un bosque de humo. Es un intento que naturalmente fracasa como todos los intentos vanos, truncados, inconclusos. Palabras mudas que el viento convierte en sonidos o en vagas inscripciones en la arena que el mismo autor, cazador sutil, borrará con la mano lo antes posible.
L.

martes, 10 de septiembre de 2013

La carta

No entiendo por qué pero la carta no llega, no, no llega de ningún modo al destinatario que ya ni sé quién es. Me fijo si el nombre fue bien escrito, si el sobre no tiene manchas de orina o aceite, si el remitente dice justamente lo que debe decir. Me pregunto si hay correos todavía. Si en tiempos de mails es posible aún que una carta llegue a destino sin problemas, como en los viejos tiempos, quiero decir, mediante una paloma mensajera o un cartero que de pronto oprime el timbre de alguien que desesperadamente espera lo inesperado, es decir, la carta más anhelada, la más deseada, el mensaje que podría salvarlo de lo peor en esta tarde o esta noche. No entiendo por qué pese a todos los cuidados adoptados la maldita carta no llega, y no llega, y otra vez no llega y no llegará jamás.
L.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Hojas de verdad


¿Por qué tanto rechazo a las fuentes? ¿Por qué ese miedo profundo al origen del origen? ¿Acaso no está ahí todo lo que de verdad necesitamos? Volver por un instante a la playa de la infancia, al único libro que leeremos en la puta vida, al primer beso por más torpe y seco y tonto que haya sido. Volver así sea por un rato al primer desnudo reflejado en el espejo del hotel, al estallido originario, a la soledad que vibra como una cuerda de violín entre las piernas. ¿Por qué se prefieren los velos, las intermediaciones, las fotos de otras fotos? ¿Por qué desestimar tanto pero tanto la cosa misma? Es como si la botánica razonara a partir de las hojas bordadas en el mantel en vez de entregarse a las hojas puras, las únicas, las reales, las que nos salvarán para siempre del engaño y la tristeza. ¿Por qué tanto rechazo al origen del origen de la más hermosa fuente?
L.

Memoria

Tengo tan pocas cosas que recordar que lo recuerdo todo o casi todo. Imposible olvidar cuando el material a evocar es tan escaso. Son dos o tres cosas. Cuatro a lo sumo. Y no más. Por eso conservo mi pasado con una fidelidad tan asombrosa. Porque viví demasiado poco y el viaje, sí mi amor, ya se termina.
L.

viernes, 6 de septiembre de 2013

El otro


¿Es el otro un fin o un medio? Pensemos en una pareja. O en amigos o conocidos circunstanciales. O en la relación de un docente con sus alumnos. Para simplificar. Pensemos en cualquier vínculo que incluya a otras personas. ¿Qué hacer con ese otro u otra que de pronto asoman en el horizonte? Básicamente pueden o podrían hacerse dos cosas. Considerar al otro como finalidad excluyente y exclusiva, o, mejor, pensarlo apenas como un medio, un puente, un instrumento casi musical. Que no se entienda mal. No se está hablando aquí de apropiarse del otro en un sentido utilitario, digamos, como un auto o un lavarropas. Un amigo o una amiga pueden ser buenos compañeros de camino. Una mujer, novia, esposa, concubina o como se la quiera llamar, puede dar placer, ayudar en un sentido amplio, acompañar a un hombre a estar solo. Lo mismo un hombre para una mujer. Pero si el otro o la otra pasan de ser un medio a convertirse en finalidad excluyente y exclusiva, se ingresa en una zona de peligro. La situación se coloca de pronto a un paso del crimen pasional, el descuartizamiento, el combate inútil, la relación enferma y, llevada a un extremo, asesina. ¿Es el otro un fin o un medio? Si es un fin el río desembocará de manera muy probable en la mutua destrucción. Si el otro es un medio, un puente o un descanso, la vida en común se vuelve no sólo posible sino bella en el sentido más bello de la palabra. No es fácil claro. Construir una pequeña flor es un trabajo de siglos.
L. 

jueves, 5 de septiembre de 2013

El cielo está en la tierra

Para subir al cielo se necesita una escalera grande y otra chiquita. Lo dice o decía una vieja canción. Para bajar a tierra hace falta un casco, una escalera, acaso un cajón de madera. Subir al cielo. Bajar a tierra. ¿Podría hablarse de un punto medio entre ambos polos? Podría hablarse. Un poco de cielo es necesario en cualquier situación. La pura tierra es extenuante y rutinaria como destino. Es, fuera de discusión, un buen punto de partida. Pero no alcanza y por eso tantos tienen, tenemos, la cabeza entre las nubes. Puro cielo sería, igualmente, intolerable como proyecto. La convivencia con los ángeles no siempre es armónica y uno se cansa de tanto viento, tantos pájaros perdidos, tanto sol sin filtro para la piel, tanto azul ilimitado. Pero aún el vuelo más alto desprovisto de tierra puede terminar en catástrofe. Sobre todo si no contamos con un lindo par de alas. Conclusión. Los pies hundidos en la tierra. La cabeza en el cielo. Y las manos, de ser posible, siempre dispuestas a todo lo que aparezca. Hay además otro cielo. Hay además otra tierra.
L. 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Si esa garza vuela sola

Pinceles chinos


No todos han visto pinceles chinos. Son los mejores que conocí en la vida. De tronco fino, pelos apretados, parecen caídos de un pubis angelical. A los costados lucen raros ideogramas en rojo. Son perfectos pinceles para escribir letras o dibujar en una tela igualmente china donde haya mucho espacio para que pueda pasar un grupo de caballos alzados. Fantasmas. Caballos chinos. Es como si huyeran de algo o de alguien. Como si no quedaran opciones a ese galope largo y veloz. No todos tuvieron entre sus dedos pinceles chinos de verdad. Son altos y delicados. Viven en un estado de constante erección. Se deslizan por la tinta como si flotaran antes de volatilizarse. Nada tan suave como los pinceles chinos. Nada más lejano que ellos en estas horas sin tiempo ni cuerpo ni lugar.
L. 

lunes, 2 de septiembre de 2013

Cierto descanso


Lo que de veras alivia es el trabajo creador, la acción pura, ocuparnos de algo o de alguien. Lo que de veras cansa es la imparable expansión del yo, la inacción cargada de angustia, el tedioso tedio de lo ya visto una y otra vez. La angustia despojada de todo acto productivo tiende a estancarse como el agua del pantano y al final se pudre. El movimiento en cambio engendra movimiento y hasta un cierto descanso. Es como acostarse a dormir sobre un mar embravecido, o, también, sobre un colchón erizado de espuma.
L.