miércoles, 18 de septiembre de 2013

Altura y pelos


No se sabe de dónde salen tantos pelos en el cuerpo mudo y desnudo. Alguien, muñeca sin cara, los barre en el salón y se arman montañas de cebras y hebras y tinieblas. Soltura y cielo. Pelos en la oculta axila, mandíbula brillante, pelos en el pubis que ya no tiene lugar para nadie más. Moldura y celos. Pelambre de hombre y de mujer ensombreciendo la sonrisa vertical. Pelos erectos o doblados como luna entre las nalgas y no importa donde saltan pero, claro, la cantidad es inmensa y alguien barre todo en el salón, muñeca ciega, anticipo cotidiano y vano de lo que vendrá. Pelos remotos, ignotos, raros. Extraña envoltura desecha, algo así como arbustos o matas de líneas finas hasta convertirse en pelos que llenan las sábanas de hoy, la almohada, el sueño, el beso profundo y prohibido cubriendo lenguas de pelos encogidos. Alturas del mundo. Última flor que crece después del fin, desecha cima de pelos y rezos, por qué no, de una hora tan peluda y dulce, redonda quizás como una uva recién caída y barrida para siempre en el desierto, lento y húmedo salón.
L.    

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