viernes, 27 de septiembre de 2013
Recorrida
Subo a la bicicleta y me dejo llevar por cosas pasadas o muertas o soñadas. La noche ayuda, el viento, la nube oscilante que se esfuma en la gran avenida. En esa estación de tren pasó algo de altísima importancia. Sigo y cruzo la plaza donde mataron al fotógrafo. En el gran estadio conocí a alguien. Mucho después de eso escuché al cubano. Esas cosas no importan ahora. Tampoco importaban antes. La bicicleta no se detiene en esos hechos y se desliza por una cinta gloriosa y leve. Esa esquina, ese bar, aquella plaza mayor. No tengo tiempo de recordar nada porque la noche avanza empujada a la fuerza por el viento. La noche y el viento y las ruedas del molino que dan vueltas como locas. No tengo tiempo de recordar. Tengo que llegar al punto que siempre se desvía, se corre, se ilumina. Me vuelvo ciego ahora. No veo más nada. Bajo de la bicicleta y me dejo caer, lentamente, como la escena final de un gesto olvidado.
L.
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