Le escribo un mail a Paula, que ahora está en Brasil, y me dice que no la presione, que está harta de que todo el mundo le pida cosas, que la deje en paz unos días al menos. La situación me hace pensar en lo difícil que puede ser un vínculo totalmente libre de reclamos. Para algo existe una pareja. Para molestar al otro, para separarse de él, para volver a juntarse, para hacer el amor, también, o como quiera que se llame a eso. Le digo todo esto a Paula con tacto y delicadeza. Por algo estudié relaciones públicas y organización de eventos. Pero es inútil. Me dice Paula que la termine, que la deje respirar justo ahora que fue a buscar oxígeno a las playas nordestinas, lejos de la puta ciudad, cerca del sol, de la arena blanca, de las apretadas zungas masculinas. La situación me da celos, me confunde, me hace pensar en cosas desagradables. Para no guardármelas a todas le escribo un nuevo mail. Error. En respuesta me dice Paula que no la presione, que está harta de que todo el mundo le pida cosas, que la deje respirar.
L.
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