lunes, 16 de septiembre de 2013

El llamado de la selva


Que algo produzca placer no significa necesariamente una virtud inherente al objeto que origina el supuesto bienestar. Para entenderlo bastaría pensar en cigarrillos, mujeres golpeadas, amores tormentosos y desgraciados, el juego, el consumo, las adicciones en general. Visto así el goce no se vincula a la felicidad sino a un displacer profundo e inconsciente que incluso provoca dolor y angustia. Para el psicoanálisis el goce no suele orientarse a la vitalidad sino más bien a la repetición de conductas autodestructivas y desprovistas de beneficios y encanto. Diferente es el deseo, un término que no debe confundirse con necesidades del momento, siempre orientado a desatar las pulsiones reprimidas y dar lugar al crecimiento independiente, genuino y productivo de cada cual. La sociedad de consumo oculta esta sencilla verdad por la también sencilla razón de que el mundo pasaría a estar a formado por seres libres y por ende peligrosos para el sistema dominante. En conclusión. El placer verdadero nada tiene que ver con la obediencia a los podridos poderes. Más bien se relaciona con escuchar, al menos una vez en la vida, el purificador llamado de la selva interior.
L.   

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