miércoles, 30 de septiembre de 2009

Caravanas


Abrió la puerta y entró cansada al departamento. Dejó su abrigo en la silla y vio que el plato -sucio aún- permanecía en la mesa. Su cuerpo exudaba transpiraciones propias y ajenas. Se desnudó. Abrió la canilla esperando que un hilo de agua apareciera. Entró en la bañera y cerró los ojos. Pasaron varios minutos y solo caían unas pocas, débiles gotas. Pero ella seguía ahí, acariciando su vientre, sus piernas, sus hombros. Ya basta, pensó. En la sala buscó una libreta pequeña y leyó. Hay una hora y un día en que la luz sólo proyecta sombras. Los peces nadan en la superficie y los beduinos detienen su marcha en el desierto. En la ciudad hay alguien que está a punto redactar una carta. La mano queda suspendida en el aire. El viento entra en la habitación y las hojas salen volando por la ventana. Arrancó la página y la rompió en pedazos. Se vistió y salió del departamento. Por el camino fue dejando en la calle papelitos con palabras que, esa misma noche, volvería a escribir.




Andrea

martes, 29 de septiembre de 2009

Las almas son incomunicables


Si quieres sentir la felicidad de amar, olvídate de tu alma. El alma arruina el amor. Sólo en Dios puede hallar satisfacción. No en otra alma. Sólo en Dios o fuera del mundo. Las almas son incomunicables. Deja que tu cuerpo se entienda con otro cuerpo. Porque los cuerpos se entienden pero las almas no.

Poema del brasileño Manuel Bandeira.

La carne


Vuelvo a su cuerpo como el agua a las columnas. Huelo su carne oscura y tensa, callada sombra de un pez en movimiento. La carne es muda. Se pierde, se escapa, se corrompe. Bloquea el paso con láminas de piedra. Y yo fracaso tan lejano y lejos. A través de la Edad la carne vence al tiempo. Ella puede más. La carne tiene alas. Y sólo vuela lo que pesa.
L.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Pornoblog VI


La máscara (firma así) dice que este blog la alivia por momentos y que en otros lo ve como expresión gráfica de la desesperación. Mayte dice que hay mucho sexo. Un antiguo ex alumno exige con fina ironía que deje de mandarle correo SPAM. Se refiere a mis frecuentes mensajes masivos para difundir el blog. Recordé el libro Gente tóxica (le debe encantar) y le pedí que aceptara mis disculpas. De paso resolví dejar de mandar botellas al mar dado que lo primero es no dañar. A este blog, además, hay que merecerlo. Andrea y yo consideramos que Suspendelviaje es un campo de pruebas. Experimentamos con textos, fotos, música e hipervínculos, novedad que aprendimos hace poco. Sostener un blog con vida y cierto nivel de calidad es un trabajo agotador. Mi última historia de Grusswillis (por ejemplo) fue reescrita quince o veinte veces antes de ser publicada. Y aún así le falta mucho. ¿Campo de pruebas? ¿Resumen de angustias? ¿Blog tóxico? ¿Provocación? Quién sabe. Habrá que seguir adelante con todo y contra todos. Pero sin exagerar.

L.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Corazón luminoso


La casa no entiende lo que pasa. De pronto la pecera actúa como prisma y la luz se descompone. Es un instante apenas. Un pie de luz delgada. La casa que fue templo. La que fue tumba. La puta casa donde esperé el milagro. Y la que ahora no entiende lo que pasa.

L.

Corazón oscuro

sábado, 26 de septiembre de 2009

Amores transitorios


Chico lindo conoce a chica linda en un aula de Ciudad Universitaria. De regreso en el 160 ambos descubren que son fanáticos de los Redondos. Hasta compartieron recitales del Indio sin saberlo. Ante la coincidencia suponen que pueden besarse, ponerse de novios, tener hijos, etcétera. A la altura del Botánico entienden que el razonamiento es absurdo. De ser así todos los ricoteros estarían en condiciones de formar parejas felices. Se aferran a algo que extrañamente llaman química. Bajan en Claypole, van a un albergue de amores transitorios (setenta pesos el turno) y observan fascinados que entre los dos hay, como se dice, un sexo increíble. Tras la comprobación van a un bar de las inmediaciones donde concluyen que la química o como se llame tampoco alcanza. Al hablar no se ponen de acuerdo ni en la mesa donde sentarse, ¿la de la ventana o la del fondo? Aún así persisten y piensan que por fin han encontrado el amor de sus vidas. Un mes después resuelven no verse nunca más. ¿Qué pasó en el medio? Es por lo menos evidente que faltó algo que no se relaciona ni con la química ni con la geografía ni con la anatomía comparada. ¿Con qué se relaciona exactamente?
L.

viernes, 25 de septiembre de 2009

La partida


Todo empezó cuando lo sorprendí leyendo Cat/12, un diario oficialista pero de ideas avanzadas que circula por los techos. Fue ahí donde Grusswillis se enteró que la siamesa –gata bella y traicionera- había viajado a Mar de las Pampas acompañada por un persa marrón dedicado al tráfico ilegal de track urinary (pasta básica). En pocas horas mi gato cargó en la mochila una bolsa llena de alimento balanceado y un libro al que recurre en los momentos críticos: Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Por si fuera poco llevó dos compactos de Maná y siete de Silvio Rodríguez. Tenía la intención de llorar con algún nivel de trascendencia. Le sugerí que no se expusiera, le recordé que ella lo había abandonado y que poesía y vida raramente coinciden. Le dije por fin que el amor -si es amor- no tiene futuro. Él, para variar, no escuchó. Había llegado la hora de actuar. El paso siguiente fue meterse en una valija que el encargado de equipajes de Micromar arrojó con violencia al buche de un ómnibus destartalado. Hoy llegaron noticias de Mar de las Pampas. La pareja adúltera se instaló en Las piedritas, una playa reservada para gatos de alto pelaje. Grusswillis se la pasa observando a la siamesa y su amante burgués con binoculares de teatro. Un día los vio acostados bajo el sol en una reposera, tomando leche con pajita y mirando el mar sin dejar de atender el celugat. Mi pobre gato se defiende de la resolana con las páginas culturales de Cat/12. A veces cubre su cabeza, también, con una boina del Che que compró en el paseo de los artesanos. Dice que la boina heroica simboliza un rechazo a la violencia del sistema. Semejante estupidez agotó mi paciencia. Recién le escribí un sms para advertirle que el desamor, si es desamor, no tiene ideología.
L.
La imagen de Grusswillis forma parte de la serie Gatografías, una historia fotográfica realizada en blanco y negro por Andrea Rocha.

jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Por qué tanto miedo a la soledad?


¿Por qué tanto miedo a la soledad? No digo recluirse en un mundo sin puertas ni ventanas. Es hermoso compartir amor, cine, juegos, sexo, saxo, libros, viajes con las personas adecuadas. Del otro y de los otros aprendemos también a saber quiénes somos. Hablo de poder estar solos y disfrutar de esa distancia necesaria y vital que nos permite ser, sentir, respirar. Pero no. Llamados, mensajes, pantallas encendidas todo el día. ¡Es tan lindo estar solos! Caminar por una calle, sentir el viento en la cara, pensar en algo, leer, escribir, escuchar música, ver luz en la remota ventana. O soñar despiertos con un mar de pájaros en el país de nunca jamás. Pero no. Cualquier cosa menos eso. Llamados, mensajes, pantallas encendidas toda la noche. ¿Por qué tanto miedo a la soledad?
L.

La toalla está triste


La toalla está triste. Poco sol, humedad, gripe constante. Vive en un mundo lleno de peligrosos espejos, metales resbaladizos, losas heladas. Aún así ella mantiene caliente su ilusión como las damas de antes. Todas las tardes espera el momento en que él (delgado, con un lunar en el muslo izquierdo, bigote escaso) entra desnudo. Lo mira y lo admira de reojo. Mientras el agua cae y el jabón resbala ella imagina (sentimental al fin) que hay diamantes desgajados y huesos dóciles. Ella jura que se muere. Luego se le prende al cuerpo como una ardilla feroz, se pierde la toalla, se deja, la tocan, estremece, rueda en sus tobillos, se anuda a su sexo, se estrangula. Y cuando sólo le falta un movimiento, la intuición de un vaivén tan sólo, un dedo sobre la nuca solamente, él la deja, la suelta, la cuelga, la deja vieja seca queja muerta. Sólo por esto algunos hombres se condenarán. Otros conocerán la rabia y la belleza.

Relato del venezolano Alberto Barrera. La ilustración pertenece a Egon Schiele, pintor austríaco muerto de gripe a los 28 años.

Y me pierdo en los mapas de La Higuera

El autor e intérprete de Si el Che viviera es el cubano Frank Delgado. Pertenece, junto a Carlos Varela y compositores menos conocidos, a la novísima trova de la isla.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Ernesto


Nuevamente siento bajo los talones el costillar de Rocinante. Vuelvo al camino con la adarga al brazo. Nada esencial ha cambiado. Muchos me llamarán aventurero y lo soy. Pero de otro tipo. De esos que se juegan la vida para demostrar su verdad. Ahora la fuerza de voluntad que he pulido con la delectación de un artista llevará adelante mis piernas fláccidas y mis pulmones cansados. Lo haré. Recuerden de vez en cuando a este pequeño condotiero del siglo XX. Un gran abrazo de un hijo pródigo, recalcitrante para ustedes.

Ernesto


Fragmento de la carta que Ernesto Che Guevara escribió a sus padres en octubre de 1965, antes de su viaje final a Bolivia. ¿Hace falta recordar que Rocinante era el caballo de Don Quijote?

martes, 22 de septiembre de 2009

Paula


En la mañana saltaba de la cama y corría hasta el baño donde, mientras orinaba semihundida en el inodoro, se miraba largamente en un espejo enmarcado por ángeles y flores. Luego de hacerse una trenza de nena recién vuelta del colegio se metía en la bombacha que había puesto a secar la noche anterior, las nalgas apenas cubiertas por encajes invisibles. Seguían la blusa estampada, la falda y el sombrero de paja que mamá le trajo de Ecuador en el verano. Como parte de un ritual se iba envolviendo en telas y recuerdos lamentando dejar de estar desnuda que era su forma de pensar y de vestirse.
Raramente faltaba a la clase de danza donde volaba en círculos hasta posarse. Si cambiaba de planes se escondía en el ancho parque de la casa de su abuela Rosario. Lo que más le gustaba era la glorieta del fondo con ese piso de baldosas rotas que en otros años tocaron dedos muertos y olvidados. En días como éstos, lluvia o tedio sin remedio, Paula se dejaba llevar por movimientos giratorios y el gesto la impulsaba a un más allá de locas ilusiones. La burbuja se esfumaba cuando Rosario la llamaba al grito de Pauulaa, así, con doble u y con doble a. Como ave recién despertada ella corría, casi borraba los ligeros escalones y cruzaba entero el jardín hasta la mesa donde solía encontrar algo de comer. Abuela regaba los malvones de las seis hasta quedarse dormida en la hamaca de cañas y gastada esterilla.
Para Paula era difícil sustraerse, en horas de la tarde, al llamado insistente de Playa Blanca. Iba sola hasta las rocas y se sentaba muy arriba desde donde observaba el golpe de la espuma contra el bloque de piedra. Conocía el espectáculo demasiado bien. La ola avanzaba con vigor hacia adelante y de pronto una redonda elevación la ablandaba hasta disolverla. Lo que hasta hace poco era una montaña de agua se convertía en montones de cintas desflecadas. La fuerza del mar retrocedía y chorreaba impotente a los costados para volver a intentarlo sin gloria hasta que bajaba la marea. Paula miraba el ir y venir con preocupación. Por momentos pensaba en los barcos diluidos a lo lejos y en sus propios sueños como arpones lanzados contra nubes de polvo.
De noche las piernas ágiles y delgadas de Paula fatigaban sin ruido la banquina del puerto. Su cuerpo elástico se deslizaba entre las grúas y el maderamen de los puentes hasta encontrarse con un prefecto de uniforme que la doblaba en altura y edad. Era un hombre callado que sabía lo que hacía. Los dos se refugiaban en una caseta de guardia y allí permanecían hasta la medianoche. Antes de irse ella volvía a colocarse el sombrero de paja y besaba a su amante en la frente. Luego se alejaba del lugar dando saltitos de canguro hasta llegar a la casa donde cenaba en silencio, cambiaba murmullos con su gente y se recluía en el cuarto de dormir. Antes de saltar desnuda otra vez sobre la cama corría hasta el baño y orinaba semihundida en el inodoro. Como en la mañana volvía a mirarse largamente en el espejo enmarcado por ángeles y flores. Sólo entonces, tras apagar las luces del cuarto y los pasillos, comenzaba su vida.
L.

El globo


Y fue así como detrás del temible arenal que rodeaba a la isla me rendí a la fuerza de los hechos. Desaté el hilo que aún ajustaba un nudo invisible en torno al corazón. Ya es hora de aprender a vivir sin globo, me dije. Sí. Ya es hora. Y lo solté en el viento hasta verlo perderse como un punto apenas insinuado en el cielo de la casa.

L.

Una película perfecta


Un millón, dos millones, tres millones de espectadores. El país aplaude a una película que resume la quintaesencia de la argentinidad. El secreto de sus ojos es un film bien hecho, políticamente correcto, narrativamente impecable. Villamil es preciosa (es mi amiga y también por eso lo digo), Darín un genio, Francella -nacional y popular- compone un gran personaje. Hay morbo para todos los gustos. Mujer violada, buen cuerpo y desnuda, un hombre muestra su miembro con detalle y, por si fuera poco, Huracán se ve espectacular. Hay denuncias justas, amor, final feliz, justicia y memoria preservadas. La comunidad no tiene motivos de queja. Pero alguien debe decir (¿no están para eso los blogs?) que la película de Campanella es vulgar, inocua, cursi por donde se la vea. Sus protagonistas repiten la palabra pelotudo unas quinientas veces. Y eso alegra al público sediento de reales realidades. Pelotudo, boludo, culo y éxito asegurado. A los entusiastas les recuerdo que hay alternativas a la vulgaridad sacralizada. Casi todo lo que filmó Leonardo Favio (por decir algo) y pequeñas joyas más recientes como La ciénaga demuestran que podemos ser argentinos y, aún así, dar muestras de inteligencia, eficacia artística y sensibilidad.
L.

Incendio


Una cabaña -la vida- se está quemando en un bosque de Moscú. Dan un poco de pena las cortinas, los libros amarillos, la mesa de roble convertida en súbita ceniza. El fuego se lleva los rincones, las flores de campo, la promesa borroneada en un papel. La vida -una cabaña de frágiles troncos- se está quemando en un bosque de Moscú.

L.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Cuarteles de primavera


Mucho me hubiera gustado hablar largamente de tantos temas que son esenciales para nuestra vida cultural. Pero el momento de Chile es desgarrador y pasa a las puertas de mi casa, invade el recinto de mi trabajo y no me queda más remedio que participar en esta lucha. Mucha gente pensará hasta cuándo, por qué sigo hablando ahora que debería estarme tranquilo. Posiblemente tengan razón. No conservo ningún sentimiento de orgullo como para decir ya basta. He adquirido el derecho de retirarme a mis cuarteles de invierno. Pero yo no tengo cuarteles de invierno. Sólo tengo cuarteles de primavera.

Fragmento de la última entrevista realizada a Pablo Neruda.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Un amor de primavera II


El amor -de otoño, invierno, primavera o verano- es altamente benéfico y productivo. Difícil negar su poder transformador. La férrea voluntad de una pareja no tiene igual. El buen humor la torna siempre dispuesta a prodigar actos generosos cuyos efectos llegan más allá de sí misma. La rara armonía obtenida entre dos choca frontalmente con la desarmonía esencial del mundo. Y la feliz confluencia redunda en cambios imposibles de medir. No faltarán los que acusen a los amantes de ser los subversivos de nuestro tiempo. Es posible. Porque los enamorados -al igual que los guerrilleros de alma- están siempre dispuestos a inmolarse por la causa.
A. y L.

Un amor de primavera I

jueves, 17 de septiembre de 2009

Gris de ausencia


Ahí, en el extremo más extremo del pasillo, fue donde la vio por última vez. Era una siamesa de pelaje gris, tirando a blanco en las puntas. Una gata de apariencia amable, pero voraz y cruel como pocas de su especie. Al conocerla mi gato pensó que había hallado por fin a su amor verdadero. Ella le prometió viajes, vida en común, hasta un gatito concebido en una noche de aquellas. Pero la siamesa tenía un plan secreto. Y acabó yéndose con el marrón, un gato de lentes, corbata y bigotes brillantes. Grusswillis prefiere no seguir maullando en torno al tema. Se quedó ahí, congelado, en un desolado rincón del patio donde la vio por última vez. Le expliqué en mil idiomas que no es bueno confiar en las siamesas. Le dije que se olvide ya de esa harpía y se dedique mejor a cazar moscas. O se disponga a dormir sobre mis libros hasta que otra lo encandile. El mundo está lleno de gatas hermosas, concluí sin convicción. Pero él no transa y espera como un tonto en su guarida. La quiero solamente a ella, parece decir en su lengua rara y obstinada. Amagué con discutir pero no insistí. Ahora somos dos los que miramos fijamente hacia el extremo más extremo del pasillo.
L.

Baile de la sombra luminosa


La danza Butoh nació tras el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki. Sobrevivientes de ambas ciudades japonesas caminaban desorientados, con los cuerpos quemados y los globos oculares reventados y colgando en las mejillas. De ahí llega el Butoh, danza oscura, baile de la sombra luminosa. Surgió para rescatar la luz del cuerpo aniquilado. Los bailarines aprenden a caminar bajo el agua, a convertirse en polvo de polilla, a seguir un ritmo de pálidos reflejos. Deben liberarse de sus hábitos y empezar de nuevo. O taparse los ojos parar ver el mundo con las manos. No hay decorado ni vestuario determinados. Los intérpretes actúan desnudos o pintados de blanco. No pretenden hablar a través del cuerpo. Es el cuerpo quien debe aprender a ser viento, fuego, lirio, estrella lejana y sola.

Lo efímero II


Pequeña muerte, llaman los franceses al orgasmo. Pequeña vida, medita una mariposa al final de la jornada. Flor de baja calidad, se dice de una rosa cuyos pétalos cayeron. Caducan los días y la belleza. Hay que ser prácticos hasta en el manejo del tiempo y el amor. ¿Para qué perder las horas amando a un ser del que vamos a separarnos? ¿Y qué sería aprovechar mejor el tiempo? Hombres y mujeres se operan, se maquillan, se anulan. No quieren convertirse en lo que son. Pequeña muerte, llaman los franceses al orgasmo. Pequeña vida, piensa una mariposa cuando el sol se oculta en las montañas.

L.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Lo efímero I


Aquí se la conoce como yerbera. Andrea lo niega y asegura que el nombre real de esta flor es gérbera. Eso será en los jardines de Bogotá, me burlo mientras sigo el vuelo errabundo de un pez en las alturas. Luego empieza una discusión que sólo termina cuando comprobamos que la fulgurante yerbera o gérbera se ha marchitado. El nombre importa menos ahora. La flor, el amor, la juventud, el entusiasmo, la turgencia de las carnes y las ideas –la vida misma- son lluvias pasajeras. Volvemos entonces a la vieja senda de vivir cada día como si fuera el último. Retomamos el consejo de aprovechar el instante y dejarnos afectar por lo que sea. Muchos se enojan ante el continuo desmoronamiento de las cosas. Les cuesta admitir que algo, justamente por ser efímero, vale mucho más. La vida eterna (una gérbera o yerbera siempre viva) sería intolerable.

L.

Gracias a la directora alemana Doris Dörrie por su película Cerezos en flor. Dice esto mismo pero con belleza.

martes, 15 de septiembre de 2009

La tortuga


Anduvo tanto tiempo y tanto vio con sus antiguos ojos. La tortuga que comió aceitunas del más profundo mar. La que nadó siete siglos y conoció siete mil primaveras. La que estaba blindada contra el calor y el frío. Contra los rayos y las olas. La tortuga amarilla y plateada con severos lunares ambarinos y pies de rapiña. La que se quedó aquí durmiendo y no lo sabe. De tan vieja se fue poniendo dura. Dejó de amar las olas y fue rígida como una tabla de planchar. Cerró los ojos que tanto mar, cielo, tiempo y tierra desafiaron. Y se durmió entre las otras piedras.

Adaptación de un poema de Pablo Neruda. Los tres dibujos fueron realizados por Andrea Rocha.

La araña


Es una araña enorme que ya no anda. Una araña sin color. Su cuerpo –una cabeza y un abdomen- sangra. Hoy la vi de cerca. Vi con qué esfuerzo alargaba sus pies innumerables. Pensé en sus ojos invisibles. En sus pilotos fatales. Ella temblaba en un filo de piedra. El abdomen a un lado y al otro la cabeza. Con tantos pies la pobre y aún no puede resolverse. Y al verla, atónita en tal trance, hoy me ha dado qué pena esa viajera. Es una araña enorme a quien impide el abdomen seguir a la cabeza. Y he pensado en sus ojos y en sus pies numerosos. ¡Y me ha dado qué pena esa viajera!

Adaptación de un poema de César Vallejo.

La hormiga


Un día las hormigas inventaron el vegetal artificial. Al no tener que salir a buscar plantas reales se recluyeron bajo tierra en un solo hormiguero gobernadas por una sola hormiga. Las salidas fueron bloqueadas y las hormigas acabaron confundiendo el Gran Hormiguero con el Gran Universo. Cierta vez una hormiga se extravió y descubrió una salida. Con el corazón palpitante salió a la superficie de la tierra. Vio una mañana. Vio un jardín, tallos, hojas, yemas, brotes, pétalos, estambres, rocío. Sus instintos despertaron bruscamente. Se abalanzó sobre las plantas y empezó a talar, a cortar, a comer. Después, relamiéndose, volvió al Gran Hormiguero con la noticia. Buscó a sus hermanas y extasiada gritó:
-Arriba...luz...jardín...hojas... verde...flores....
Ninguna entendió ese lenguaje delirante. Todas creyeron que la hormiga había enloquecido y, por supuesto, la mataron.

Versión adaptada de un relato de Marco Denevi.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Confiar en la espera


Andar bajo el cielo me hace bien. El viento en la cara. La cara en el viento. La noche sin noche. Las estrellas. El cielo agujerado sin piedad. Entre los árboles hay brisa. Llego por fin a la orilla de todas las cosas. Se alzan y caen olitas moribundas. Se estiran las horas como lenguas. Como besos. Atrás la casa y la arboleda. Miro el río fijamente. El río ya es mar. Camalotes. Flores. Botellas. Cartas. Debo confiar en la espera. Miro atentamente las aguas que no desembocan. Algo se mueve. Nunca se sabe qué trae la marea.

L.

domingo, 13 de septiembre de 2009

La pareja III


Georgina buscaba a un hombre con buen cuerpo y lo encontró. Cuando lo vio desnudo casi se desmaya. Pero era hueco, dice ahora. Un tarado. Tras dos encuentros con gusto a nada lo dejó. Luego pensó que lo que más le convenía era un intelectual. Fue a la facultad de la calle Puán y ahí estaba el indicado. Era un chico alto, seductor, experto en Spinoza. En la cama, sin embargo, resultó un fiasco. Georgina pensó que mejor sería un novio que la hiciera reír. Encontró a Mauro: irónico, bromista, un showman sin igual. Pero no era tierno y raramente la besaba. Hizo un nuevo intento con Luciano, renombrado actor del off que trabajaba haciendo encuestas en Villa Soldati. Era culto, sensible, un amor. Hasta militaba en el MTD y luchaba contra la precariedad laboral. Lástima que pasaba todo el tiempo en los ensayos o con los compañeros pegando carteles en Barracas. Georgina pensó que ya no hay hombres. A continuación se anotó en un grupo de autoayuda para mujeres que aman demasiado. En la primera reunión dijo: quiero todo concentrado en una misma persona. ¿Tendrá suerte? ¿Qué debe hacer?

L.

Danza del cuerpo mudo

Escrito en el cuerpo II


Subí al balcón y rompí el mutismo de un cielo sin nubes. Tomé unos frascos de pintura y en la pared dibujé siluetas de tortugas solitarias. Una bandada de aves negras pasó volando frente a mí. Atrapé una instintivamente. En su vientre observé la inscripción péek óol. Me angustió pensar en los posibles significados que tendría. No soporté la duda. Con el ave palpitando en mis manos, salí a la calle buscando una respuesta. La encontré. Los mensajes descubiertos trazan heridas invisibles en el corazón.

A.

Escrito en el cuerpo I


Voces de otros se incrustan invisibles en mi cuerpo. Mi carne es hablada, tomada, inundada por un torrente de lejanas y pomposas declaraciones. En mi espalda se ha escrito puente, fuego en la nieve, corazón del bosque, burbuja de silencio en el desierto de los ruidos. Insiste y persiste la palabra Ana. Pero en la más profunda piel se inscribe ahora la palabra Andrea. Algunas frases mal armadas se alojan en los huesos. Me duele una vocal en el cuello. Supura en el pecho un ideograma japonés. Intento reescribirlo pero un signo se resiste. La anatomía es palabra y destino. Alguien me eligió como pizarra y ha escrito malecón, cartagena, libación. Nada más puedo decir que no sea el enjambre de voces que me salvan y me ahogan.
L.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Hojas


Hay una hora y un día en que la luz sólo proyecta sombras. Los peces nadan en la superficie y las caravanas de beduinos detienen su marcha por el desierto. En la ciudad hay alguien a punto de escribir una carta. La mano queda suspendida en el aire. El viento entra en la habitación y las hojas salen volando por la ventana.
A.

Los trenes de la noche

Víctor Jara, asesinado hace 36 años en el campo de prisioneros que se instaló en el Estadio Chile.

jueves, 10 de septiembre de 2009

La pareja II


Ella viene tarde y calienta sus manos en la hornalla. El acaba de pasar el trapo al piso ajedrezado del comedor. La besa al pasar y le cuenta nuevas aventuras del gato más pasivo de la tierra. También le muestra en la pecera a un neón que no acaba de morir. El pez estira su agonía dando vueltas desesperadas. Aprende y desaprende a resistir. Durante la cena él le dice a ella que la ama. Yo te adoro que vale más, responde la mujer en voz muy baja. Después dibuja caracoles en un papel. No hay velas en la mesa. Tampoco flores. Van a dormir cansados tras un día terrible. Pero ahí -bajo las sábanas sin lavar- el dios Eros mantiene los ojos muy abiertos y asombrados.
L.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

La pareja I


Al principio todo es ilusión. Ella prepara el desayuno. Antes se habían duchado juntos. Y aún antes habían tenido sexo de distintas formas. Pasan los días, las semanas, los meses. Mejor me baño sola, dice ella. ¿Hacés vos el desayuno? Las flores del inicio empiezan a ralear. ¿Quién lava los platos? Besos menos profundos. Diálogos banales. ¿Te fue bien en el trabajo? Cuando van por la calle dicen los vecinos: ahí va la pareja. Ellos se miran en silencio. El faro se apaga y la barca del amor se estrella contra la vida cotidiana.
L.

martes, 8 de septiembre de 2009

Entre el cielo y la tierra


En la orilla del mar se veían sinuosas y estrechas franjas horizontales. El mundo se reducía a unas cuantas líneas largas y rectas apretadas entre el cielo y la tierra. El misterio del mar no era algo nuevo. Era un enigma conocido que volvía con las olas. Las gaviotas pasaron el verano dando vueltas y vueltas sobre los barcos, burlándose de nuestros vanos intentos de fingir que todo iba bien, que no pasaba nada, que el mundo seguía girando como siempre.

Pornoblog V

Un blog es un depósito de ocurrencias sin destino. Hay algo que uno quiere decir no se sabe a quién. Y la página bloguera -mujer secreta y seductora- se abre generosa a la inscripción libidinal. ¿Es el blog un diario íntimo? Ojalá que no. Pero hay siempre una apuesta escondida. En cada posteo se busca la complicidad de un otro. ¿Hay alguien ahí? Imposible saberlo. Intentamos en todo caso ofrecer materiales de interés y evitar el exhibicionismo barato. Si por algún desliz caemos en eso, cuidamos la forma como lo más precioso. Cada tanto entramos en crisis. Pensamos que mejor sería volcarse a la escritura literaria o ensayística y abandonar de una vez la vía masturbatoria. Pero, ¿por qué cerrar puertas en un mundo donde ya blindaron casi todas las puertas? Mejor algún sentido que ninguno. Y cualquier manera de amor (un blog también lo es) vale la pena.

Perlas de un collar sin estrenar


No tienen dueño, casa, farol. No tienen sueño. Son reyes de la calle y muerden al divino corazón. Los perros van desnudos y huelen en silencio la cola de las perras. Las toman por atrás, se alejan y se olvidan. Quieren dormir pero no pueden. Quieren ser otros. Los perros van sin planes, sin plata, sin medir las graves consecuencias. Son el terror de las colinas y juegan con ramas encantadas. Y yo les digo basta. Y yo les digo corramos a beber directamente de la fuente. Y ellos ladran como perlas de un collar sin estrenar.

L.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Cuando se ha ido demasiado lejos


Se metió entre los pastos que acababan de brotar. La cabeza no paraba. Podía ver a través de las hojas las marcas dejadas por el tractor. Oía a mi cuerpo que quería irse y tenderse. Pero mi cabeza no le hacía caso. Vi que aquí, al aire libre, era mucho más fácil saber la hora. El sol se estaba yendo. Seguí pensando que alguien me llamaba. Oía su voz y volví a mirar. No había nadie. Me pregunté hasta dónde ir. Exactamente la misma pregunta que me hice antes, cuando nadaba en el océano. ¿A partir de qué lugar empieza a ser peligroso seguir alejándose? Y comprendí que uno se lo pregunta cuando ya empieza a sentir que ha ido demasiado lejos.

domingo, 6 de septiembre de 2009

ESMA


La foto fue tomada en un pabellón de la ex Escuela de Mecánica de la Armada . Los mudos retratos cuelgan del techo y, si hay viento, oscilan levemente. En la Esma fueron torturados, asesinados y olvidados alrededor de cuatro mil hombres y mujeres. Había lugar para cien por vez. Si la cifra era superada los que sobraban eran trasladados hasta el medio del río. Los cuerpos, aún vivos y drogados, eran arrojados desde aviones que luego regresaban a buscar más. Los traslados se producían los miércoles bajo las órdenes del Tigre Acosta, héroe mayor del exterminio. A veces un día no alcanzaba y hacían falta dos traslados por semana. Lo pasado pisado. Los diarios y la tele ya no hablan de esos rostros molestos e inquisitivos. Ahora debemos mirar fijamente hacia adelante. Pero adelante están ellos. Y atrás nosotros sin saber qué decirles.
L.

Más de doscientos posteos


Suspendelviaje ofrece ya 209 posteos que incluyen palabras, música y fotos. Son todos de actualidad y eternidad. Aquí no existen las entradas antiguas. Sólo son salidas modernas, reflexiones sin tiempo, música del alma, bromas, provocaciones, imágenes exclusivas, hipervínculos útiles, dibujos en papel y a mano alzada. Este blog -con 43 seguidores declarados hasta hoy- es un largo camino a recorrer con lindas estaciones para visitar y aún quedarse. Bienvenidos al tren.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Bandera


Habían pasado cinco años y aún así, en el teléfono, reconoció su voz. Ella le preguntó por su padre, su trabajo, su vida. Ninguno de los diálogos que imaginó desde que se fue contenía esas preguntas huecas. Le respondió con frases cortas. Sin sentido. No le importaba lo que hubiera entre uno y otro silencio. Cortó. No sintió nada y eso lo tranquilizó. Una noche después de varias noches soñó que caía por un delgado abismo. Trataba de aferrarse inútilmente a una bufanda roja que alguien le tendía para salvarlo. Se despertó llorando con la garganta seca de tanto gritar. Encendió la luz y su sombra solitaria se proyectó en la pared que alguna vez ocupó otra sombra. Un perfume conocido lo guió hasta el cajón del armario. Encontró lo que buscaba. Se vistió y salió a la calle. Caminó hasta la esquina y colgó la bufanda en la rama de un árbol. Parecía una bandera a media asta.

A.

Discos


Me enamoré de Paula cuando me contó que en su adolescencia había decorado el cuarto con discos de vinilo. No alcanzo a entender cómo llegó a afectarme así una referencia tan oscura y tangencial. Los pegaba en la pared -me dijo-. Uno junto al otro. Le pregunté si eran discos de alguien que escuchara habitualmente. A modo de respuesta sonrió apenas y me habló de asuntos ya olvidados. Mientras lo hacía recogía su pelo para volver a soltarlo con ese gesto absurdo que la caracteriza. Esa noche, creo que era sábado, me quedé pensando en los discos. Me gusta que sean negros, redondos y no tan brillantes como los de ahora. Y que al tacto, sobre la superficie, se perciban círculos en finísimo relieve, una laguna tranquila donde alguien, de pronto, hubiese arrojado una piedra. De paso recordé que al entrar en contacto con la púa los discos antiguos producen un ruido a lluvia muy especial. ¿Fue sábado o domingo? Me cité con ella en un parque y caminamos un rato sin hablar. Luego nos acostamos en el pasto mirando las ramas de un árbol decadente. Y todo fue más o menos así hasta que ella giró en redondo, como un disco, y me besó. Fue entonces cuando Paula describió la curiosa manera que había encontrado para decorar su cuarto adolescente. Después nos despedimos, hicimos promesas difíciles de cumplir y cada cual volvió a su mundo con la idea de darle algún sentido a las horas por llegar. Los discos de Paula siguieron girando en mi cabeza. Y ahí siguen todavía.

L.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Un gato enamorado


Encontré a Grusswillis, mi gato, casi abajo de la rueda de un camión. Lo llevé a casa pero del susto dio un salto y desapareció por tres meses. Volvió flaco, herido, cubierto de cal. Ahora no se mueve del comedor. Le gusta dormir sobre mis libros y, a veces, sobre ejemplares viejos de Le monde diplomatique. Es un felino culto y angustiado. Hace poco inició terapia con un psicogato de los techos. Desde entonces se pavonea hablando de su complejo de castración. A veces ataca y lo hace, según dicen los expertos, porque le faltó amor en la infancia. Yo quiero compensar esa carencia pero es inútil. Hay, sin embargo, ligeros avances. Ya aprendió a comer granos de choclo y aún lentejas. Le gusta Silvio Rodríguez (sobre todo el tema que dice Mi gato azul ayer se me perdió) y pasa horas mirando programas de Animal Chanel. Hace poco se enamoró de una siamesa. Le escribe poemas diciendo que le daría sus siete vidas como prueba. Desde que la conoció -en la terraza de un vecino- casi no duerme, no come y sufre cual Romeo. Yo le digo en su idioma que en amor es más lo que se pierde que lo que se gana. Pero él no escucha. Dibuja un corazón en las piedritas que luego desarma con las uñas. Y, como todo enamorado, espera esperanzado lo imposible.

L.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Testigo


El recuerdo es testigo. Lo pensó Lidia en esa tarde opaca y extendió una lona para tomar sol desnuda por primera vez. Se fue quitando la ropa lentamente. El viento la envolvió en un abrazo invisible. Se tendió boca abajo y esperó. El sol goteaba fuego. Al rato se durmió y soñó con un puente de madera que se partía en dos, tres, cuatro. Entre los médanos se oyó un disparo. La mujer del sueño gritó fuerte y Lidia despertó agitada. No había nadie. Apenas un desierto de arena gris y el agua quieta en líneas de espuma. Lidia se dio vuelta mostrando sus pechos a un cielo que empezó a nublarse. El cuerpo brillaba como si doliera. Una mujer desnuda es el recuerdo de alguien que ahora espera la muerte en un hospital de provincias. Ninguna Lidia. Ninguna playa. Ningún puente. Sólo un poco de arena y puntos negros en los ojos tan abiertos. El recuerdo es testigo.

L.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

De un amor sexual

El amor sexual nos proporciona la experiencia placentera más poderosa y subyugante que pueda ser alcanzada. Establece así el prototipo de nuestras aspiraciones de felicidad. El punto débil de esta técnica de vida es evidente. Y si no fuera así a nadie se le habría ocurrido abandonar por otro este camino hacia la plenitud. En efecto: jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos. Jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos perdido al objeto de nuestro amor.


Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Hyspamérica, pág. 1695.

De un amor queda algo


Cuando Lara me dejó pensé en matarme. Lo pensé verdaderamente. Me imaginé cayendo desde un edificio alto como las Torres Gemelas. O tomando cien pastillas de valium disueltas en vino blanco. Mi psicóloga de entonces jamás sugirió que no lo hiciera. Tampoco habló de responsabilidades familiares o laborales. No dijo que la vida es hermosa. Recordó apenas que Lara no se había llevado todo. Algo central había quedado de este lado. Lara es Lara y no es Lara, deslizó también con voz casi inaudible. Me dijo que debía tener paciencia, apretar los dientes y hallar la salvación en el trabajo creativo. El movimiento engendra movimiento, resumió al despedirse. Cuando un amor se va deja algo. Una huella en la arena. Un hueco listo en el cielo para ser tomado por otra gaviota. Alguien llega del océano. Y es perfecto el lugar que elige para descansar.

L.

La foto fue tomada en la isla Martín García.

martes, 1 de septiembre de 2009

Salida al mar


Son las siete de la tarde en todos los relojes. La multitud se comprime, se empuja, se obstina. Los cuerpos apretados se humedecen. Con pechos de mujer, brazos, rodillas y genitales en estado puro se arma un lindo collage. En el metro pasa algo indefinible. Tal vez el encierro, el calor, los efectos de la luz artificial. Lo que está faltando es un subte con salida al mar. En el andén las anatomías se doblan en posturas imposibles. Las puertas se abren a codazos y la multitud nuevamente se comprime, se empuja, se obstina. Gritos, corridas, choque de platillos y caras de subte. Algunos querrían decir basta. Pero el ritual es voraz e inevitable. Lo que está faltando es un subte con salida al mar.
Y un sueño de madera balsa.
L.

Tareas

Leer solamente libros infantiles. Acariciar sólo pensamientos incautos. Disipar todo lo que huela a solemne. Sublevarme contra la honda tristeza. Estoy mortalmente cansado de la vida. No admito nada de ella. Pero aún así amo esta pobre tierra porque no conozco otra. De niño, en un jardín remoto, solía mecerme sobre un columpio de madera sencilla. Y aún recuerdo los altos y oscuros abetos en medio del delirio brumoso.

Osip Mandelstam (Rusia, 1891-1938). Poeta y crítico literario.

Ladera de Elis

De un amor no queda nada


De un amor, si fue amor, no queda nada. Inútil escuchar viejas canciones (nuestro tema), bares donde se dijeron cosas terribles ahora olvidadas, esquinas donde chocaron bicicletas como suelen hacerlo partículas de la física cuántica, gestos de despedida en la parada del 127. Todo va decantando y se evapora hasta resolverse en materia oscura. Primero se borra un nombre, después el otro, luego desaparece hasta la corteza donde el torpe corazón fue dibujado. Por algunos meses subsiste un remanente de dolor que, con el tiempo, se reduce a una línea, un punto, silencio. De un amor, si fue amor, no queda nada.

L.