sábado, 31 de diciembre de 2011

Estrellas y fuegos

Qué poco duran los fuegos de artificio en el cielo de la fiesta. Mucho menos que un orgasmo o un tsunami. Y cuánto duran las estrellas en el cielo. Por momentos parece que se burlaran de nuestra angustia. Las estrellas frías, eternas, tan quietas en apariencia pero enérgicas y calientes a la vez. Han visto pasar un millón de fósforos quemados en largos segundos. Pero nada ha pasado más fulgurante que ellas mismas, libélulas, putas finas, reinas para siempre del universo. 
L.

Pez volador


Un año más y el pescado sin vender. Nos queda el pez vivo, el pez rojo, el pez volador. Giramos como gaviotas que sueñan con dejar de dar vueltas en torno al pez imaginario. Nos gustaría estar en otra parte. O subir dando grandes zancadas por escaleras imposibles. Nos alimentamos de ilusiones como aves cegadas por el espejismo. Pero en 2012 todo va a cambiar. A partir de mañana vamos a morder la manzana del pecado. Seremos como gaviotas que giran alrededor del pez invisible. O nos convertiremos, tal vez, en el pez volador que avista, desde el aire, el  raro perfil de la gaviota sumergida.
L.

Y

Y pensar que todavía todo o casi todo es posible.

Bach en líneas


viernes, 30 de diciembre de 2011


Memoria y balance

Me dice Isabel, amiga del barrio, que estas son fechas de balance. Memoria y balance, sí, como en las empresas. De acuerdo, le dije. Voy a hacer el balance pero en el blog así pasa desapercibido. A ver. No fui a Ushuaia, es decir, no caminé varias horas por el bosque de lengas del Parque Nacional de Tierra del Fuego. Tampoco vi nevar en la plaza roja de Moscú como es mi costumbre. Estos dos últimos hechos figuran primeros en la lista de cosas que no hice. Hace poco estuve a punto de pasar la noche con Juliette Binoche en un hotel de Cataratas. Pero no se dio. También me enamoré de la divina Camila Vallejo, dirigente comunista y estudiantil chilena. Me dijo que por ahora no tiene tiempo de verme y que lo del casamiento queda postergado debido a la militancia. Primero la revolución, me dijo. Lo entendí y anoté el dato en mi balance. No escribí dos libros que me había propuesto terminar. Un ensayo y una novela. Esto último me satisface especialmente. Logré no adelgazar, no leer la última novela de Sandor Marai, no bañarme desnudo en Ferradurinha, una playa escondida de Búzios en Brasil, cerca de Río de Janeiro. Tampoco festejé mi cumpleaños y me enorgullezco de haber olvidado mi cámara de fotos en un bar de Caballito. Fuera de eso fui dos o tres veces con Andrea al mar. Hablé con ella. Dormí con ella e hice con ella eso que las parejas hacen cuando dicen que van a dormir. Leí con Andrea libros de Walter Benjamin y Hannah Arendt. También releímos juntos Rayuela. Nos peleamos un día que descubrió algunos mails inconvenientes que distraídamente intercambié con mujeres de cuyo nombre no quiero acordarme. Pero el tema fue solucionado con la mayor felicidad. En resumen. Mi balance de 2011 lleva el nombre exclusivo y excluyente de Andrea, una palabra de origen colombiano tan pero tan amplia que abarca incluso los bosques de Tierra del Fuego, los libros no escritos, las playas escondidas y hasta los análisis de sangre y orina. Eso sería todo, Isabel. ¿Está bien?
L.

Interiores

La única experiencia válida es la experiencia interior, es decir, la que no depende del mundo externo. Si alguna vez hubo hechos ya no están. Y si están enseguida decantan, se esfuman, desaparecen. Y hasta el amor interesa a la persona amada a causa de todo lo que el vínculo produce por dentro. Y eso ni siquiera puede expresarse. Cada uno lo sabe. Ni siquiera la tan temida soledad, la falta de gente alrededor, es la que nos afecta. La única soledad que duele es la soledad interior. Pero a no exagerar. Lo dicho no se aplica a todas las cosas. En ocasiones, por ejemplo, la ropa interior no basta.
L.

Encuentros



Nadie se salva de una dosis medianamente paranoide. ¿Por qué tal o cual no respondió a mi mail? ¿Por qué no me llamó si habíamos quedado en eso? La cabeza empieza a trabajar oscuramente y de manera incesante. Seguro que no me  quiere. Me rechaza. Le resulto indiferente. Me subestima. Pero la paranoia, esa de la que nadie está a salvo, es una enfermedad que tiene cura. La sanación pasa en casi todos los casos por el contacto, es decir, promoviendo el encuentro que todo lo resuelve para bien o para mal. Pero lo resuelve. El contacto de los cuerpos y las almas tiene algo que alivia y le quita densidad a los días. Demasiada virtualidad es peligrosa. A encontrarse entonces... y sobre todo ahora que el mundo se termina.
L.

Monólogo


Lo efímero no es menos hermoso por su brevedad. Somos, seremos, polvo, huesos, nada. Pero antes de eso hay que vivir. ¿Porque no queda otra? No. Para celebrar el milagro de estar vivos.  
L.

Zonas



Sustancia del recuerdo

No se recuerdan personas sino sensaciones. Son cosas vividas bajo una tenue influencia de gravitación. Instantes de plenitud que a veces extrañamos de manera confusa. La distinción vale porque usualmente creemos que en determinado momento fuimos felices, o casi, debido a cierta luz que emanaba de tal o cual estrella incomparable. Pensamos que por eso pasó lo que pasó. No lo veo así. No lo siento así. Un acontecimiento intenso, si es que de veras existió, es un hecho escasamente relacionado con objetos, lugares o personas. Se trata de una combinatoria de elementos propios y ajenos que de pronto estallan de manera inesperada. No se recuerdan personas y ni siquiera hechos. ¿La vida sería entonces, contra toda evidencia, una especie de iluminación fugaz e inmaterial? Sí. Eso es.
L.

jueves, 29 de diciembre de 2011

La más hermosa

La más hermosa de las mujeres habla en voz baja. No ríe estruendosamente. No dice feliz navidad y próspero año nuevo. No dice nada en realidad. La más hermosa no sabe que es hermosa. Anda por la vida sin ocultar su angustia, su desesperación, su miedo. La más hermosa es casi muda y, desnuda, parece la sombra de un pájaro en el río. Y cuando se desviste muestra la extensión de su cuerpo sabiendo que no muestra nada. Y porque es hermosa sabe que lo principal no puede decirse ni exhibirse. Y que todo es inútil pero, aún así, conviene al plan vital. Sabe eso porque es la más hermosa. Y porque no lo sabe y porque, además, está conmigo.
L.

Lo que vive

Lo que queda

No todo lo vivido y perdido y clausurado se pierde. Hasta el agua de la ducha va a parar a alguna parte. Aún la gente que conocimos y amamos y dejamos de amar sigue pisando hierba en el jardín. Hay brazas del fogón que persisten y no acaban de apagarse. De eso arrancamos. De esa nada que sigue siendo aunque cambie de nombre, figura, tiempo y lugar. No todo se pierde. Ni siquiera la muerte consigue esa proeza. Hay siempre, como dice el poeta, un resto indestructible. Y lo que queda es con lo que empiezas.
L.

Pecera



Muertos los peces, después de diez años, me di a la tarea de limpiar la pecera. Mi idea era dejarla reluciente por dentro y por fuera. No pensé que sería un trabajo tan difícil. El recipiente es llamativamente grande y rectangular. Puede ocupar la extensión de una mesa ratona o quizás más. Pero no hubo ratones ahí sino peces tropicales de la variante neón. Ellos se extinguieron a lo largo de diez años junto a un montón de otras cosas cuya enumeración resultaría agotadora. Más en un día como hoy. Convertida de pronto en un ataúd de vidrio la pecera estaba tan sucia de recuerdos que ni siquiera se podía ver qué había adentro. Cuando emprendí el vaciamiento de las piedras empezó a brotar desde abajo, entre caracoles y alambres llenos de moho, una especie de tinta negra y oscuramente densa. Salían desde ahí burbujas gigantes que, levemente alumbradas por el sol, dejaban ver fotos de veranos olvidados y otras que me había prometido no volver a mirar. Desde una de ellas hablaba mi madre para pedirme una revolución que ya no estoy en condiciones de hacer. También observé la cara de una reina destronada. Me dolió reencontrarme con esa sonrisa irónica y triste que a veces extrañé. Muertos los peces resucitaron palabras mutiladas, noches estelares, besos despegados del fondo negro y descompuesto. Demoré días en limpiar mi alma de piedras, caracoles y escamas. Pero cosas así no duran toda la vida. Una por una las burbujas estallaron. Ahora estoy liberado y puedo ver qué misterio guardaban los cuatro vidrios del templo. Pensé que adentro estaba, por lo menos, Dios. Pero no. Fue un alivio. No había nada.
L.  

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Estación Esperanza


Un gato raro


Hace tiempo que no veía a mi gato por la casa. Grusswillis andaba por los techos buscando siamesas fáciles o incluso difíciles. Hace un mes o dos reapareció, sin embargo, pegando un salto gigante desde la terraza vecina. Cuando lo vi así, tan viejo, solo y anticuado, medio caído, pensé que debía hacer algo para alegrarlo de inmediato. Si todos lo hacen por qué no él. Le compré entonces un blackberry, una pantalla plana LG con Animal Chanel encendido las 24 horas, le armé un perfil en Facebook y hasta improvisé una dirección en Twitter (@willis) que nunca usó para que se relacione con los gatos del Botánico. Hay un montón y están aburridos. Pero nada. Alguien debe haber influido en mi gato porque se buscó un rincón bajo una planta y leyó como si estuviera enfermo. Me pareció el colmo. Se puso con cuidado unos pequeños lentes que trajo no sé de dónde. Se estiró cuán largo es en el suelo, bostezó un poco y se dio a pasar las páginas de Rayuela, una novela larga donde los gatos están ausentes. Ni siquiera agarró con sus patitas torpes Moby-Dick, de Melville, donde al menos se habla de ballenas. No se interesó por libros de animales. Leyó La mujer justa, de Sandor Marai, Conceptos fundamentales de Martin Heidegger, Trabajar cansa, de Pavese, y cosas por el estilo. Inútil fue que le comprara audífonos adaptados para que escuchara un poco de Cat Radio. Grusswillis se resistió a mis planes con alma de felino. Ahora se metió en seminarios organizados por Gatúbela en Ciudad Gótica y canta temas de Tom Waits en lugar de ocuparse del track/urinary o tomar agua del platito. Ya ni me mira. Está tan concentrado en esas páginas incomprensibles, raras, que hasta lo envidio. Yo perdiendo mi tiempo en este blog, en las redes sociales, en cualquier estupidez, y mi gato leyendo como si no existiera nada mejor en el mundo que hacer.
L.

Puertas


Más que amor o compañía algunos hombres buscan protección y descanso en las mujeres. Para decirlo de otro modo. Buscan en la mujer a un sustituto rejuvenecido de la imagen maternal. Algunas chicas se adaptan a semejante remplazo con placer. Otras se niegan con razón a desempeñar ese rol. ¿Por qué habrá hombres que buscan a la madre en vez de una mujer que posea todo lo que esa palabra implica en los sentidos más variados? En este punto se podría coincidir con Freud cuando señala que toda batalla edípica perdida en el hogar se resuelve puertas afuera. También los hijos, en algún momento, dejan de ser hijos para convertirse en hombres.
L.

Pocos pero buenos

El error está quizás en decirle todo a todos. No se puede hablar con el mundo entero. Menos de cosas personales, es decir, de cosas que realmente nos importan. Ni siquiera van a escucharnos.Tampoco se trata de ir agitando la verdad, nuestra verdad, como si se tratara de una toalla mojada o de un boxer puesto a secar. El error está en no seleccionar con peine fino a nuestros interlocutores. No se comparte todo con la humanidad. No se ama a todos. No se duerme con todos. Se lo hace con pocos pero buenos. Mejor si son buenos. Mejor si son pocos. Oh divina intimidad. No debimos traicionarte.
L.

Mano Negra en línea


Antes que sea tarde



Los que formamos parte de la generación del setenta pensábamos que algo llamado revolución traería como consecuencia una sociedad libre para todos. Las cosas no ocurrieron de ese modo pero ni la lucha de clases ni la historia terminaron. Como veo las cosas ahora el riesgo principal está en un capitalismo salvaje, incluida una porción notoria de la población mundial, que, en función de la satisfacción inmediata, eso que Freud llamó principio del placer, están aniquilando el planeta, su naturaleza divina, la vida en general. Sobre esto último hay pruebas de sobra. Aclaro por si acaso que no pertenezco a Greenpeace y no trabajo para salvar a las ballenas o a los osos panda. Tampoco soy fundamentalista de la ecología. Pero invito a los que tengan dudas acerca de estas consideraciones a nutrirse de algunos datos básicos y terminarán concluyendo lo mismo que yo. Por alguna razón que no alcanzo a entender el mundo ha resuelto suicidarse en un plazo no muy largo. Obviamente los primeros en caer serán los pobres y marginados en general. Como se sabe el 80 por ciento de la riqueza mundial está en manos de menos del diez por ciento de la gente. En resumen. Unos pocos son dueños de casi todo. Pero esos pocos no podrán disfrutar ni siquiera de sus barrios cerrados detrás de murallones o alambres de púa. Sospecho que posteos como éste no encantarán a quienes esperan lindos y esperanzadores mensajes de año nuevo. Pero los blogueros podemos escribir sin censura y, responsablemente, estoy usando esa libertad. Pensemos al menos en el asunto. Quizás aún no sea tarde para revertir con acción y participación la inequidad social y la extinción de este hermoso y pequeño planeta. Es también mi deseo para 2012.
L. 

Sostener


El espejo

El espejo miente. El espejo nos hace creer que eso que aparece ahí somos nosotros. La confusión es evidente. No podemos ser nosotros esa imagen abstracta que se ha logrado mediante efectos ópticos plasmados en un vidrio esmerilado. Lo más grave es que nos apropiamos de esa imagen fantasmal y empezamos a actuar como ella. Somos, finalmente, eso que aparece ahí, actuamos como ese otro imposible, hablamos como él, hacemos el amor como él, nos desnudamos como él siendo que ni siquiera hablamos el mismo idioma. Tampoco pensamos igual. En definitiva. Fingimos ser otros, y, para hacerlo, somos cómplices de la gran mentira que se dibuja en el espejo. No debería ser así. Pero no hay otro modo de vivir.
L.

Lo principal


Lo principal no pude decirse en este blog. Y no se puede porque nos traería todo tipo de problemas con todo tipo de personas. Nos acusarían, nos perseguirían, de una u otra manera acabarían con nosotros. Entonces callamos lo principal, lo disfrazamos, lo convertimos en pequeñas historias o música y poesía. También nos hacemos los cultos y dictaminamos sobre sexo, amor, política, ecología o lo que sea. Para completarla ponemos fotos bien sacadas, es decir, nos ocultamos bajo el manto de la belleza y la metáfora para eludir lo principal. Habría una razón más que explica nuestro comportamiento. En el fondo sabemos que lo principal, eso que algunos llaman la verdad, no existe. Y entonces, como hacen los mosquitos alrededor del foco, damos vueltas y más vueltas atraídos por una luz que no entendemos. ¿Qué luz? La luz de lo principal.
L.

martes, 27 de diciembre de 2011

La voz


Fin de año

La gente se emociona demasiado cuando se acerca fin de año. Se emociona hasta las lágrimas. Recibo todo tipo de mensajes electrónicos y masivos plagados de lugares comunes donde se renuevan votos de esperanza ambigua, se ponen fotos de flores, duendes y amor plastificado, se hacen llamados a la concordia y al acto misterioso de mirar siempre hacia adelante. De pronto parece que reinara en todas partes la bondad, los lindos deseos, la vibración energética, los balances emocionados, el recuerdo de que la vida es hermosa, la prosa de autoayuda, la felicidad en grajeas bien controladas. Cuando alguien se emborracha en una fiesta y trata de levantarse a una chica diciéndole frases de apariencia romántica las mujeres de Colombia suelen decir que ese alguien "se puso trascendente". Se trata, insisto, de un borracho que ni siquiera está en condiciones de pasar una noche digna con alguna de las damas abordadas. Pero el fenómeno de la trascendencia es general y gana cada vez más adeptos. Lamento no participar de la hipocresía convertida en sistema de vida. En fin de año voy a brindar feliz y contento como todos pero sólo eso. Luego miraré el cielo estrellado, como lo miro siempre, a la espera de ver la caída de una estrella fugaz. Y si el fenómeno acontece, claro, pensaré los tres deseos de costumbre. Y eso será todo en la noche larga y fugaz del 31.
L.  

Amor prohibido


Un poco de placer

Puro placer es imposible. Un poco puede ser. Un rato. Pero el goce absoluto, sin grises ni velos, puede sentirse tal vez en el arte o en un instante único e irrepetible. El orgasmo es la metáfora perfecta. Los que aspiran a la totalidad total, es decir, los totalitarios, suelen acabar mal (léase el verbo sin doble intención). Tan mal como los borrachos que al final vomitan o los que se atragantan con ríos de pólvora y fuego. Todo es mucho. Es muy lejos pedir, dice Pizarnik. Muy cerca saber que no hay. Eso que falta es la fuente de la vida. 
L.

Pina


Siberia


En los bosques de pinos de Siberia voy a salvarme para siempre. Lo sé. En medio de los hongos y las flores. Aún soportando el duro invierno y el granizo. Me lo dijo una bruja esta mañana. Tiró las cartas sobre la mesa y apareció Siberia, más precisamente, la ciudad de Novosibirsk. Hablé con la cartomante y pedí precisiones. Pero de pronto quedó muda, me cobró el servicio y ordenó que me fuera del lugar. Siberia es el amor, la vida salvaje, los gritos agudos de pájaros y renos. Las mujeres más secretas y hermosas esperan en Siberia. Aguardan atentas para derretir la nieve y mi entrepierna. Los mares helados encubren ciudades mágicas y eternas. La liberación de los sentidos y los cuerpos sólo se realiza en Siberia. La casas de madera con sauna y sándalo. El penetrante sonido del cuarzo en cada cuarto y, sobre todo, el viento de Siberia que no deja de aullar ni siquiera el día del fin del mundo. Siberia salva del dolor, la soledad y la tristeza. Los pinos gigantes se hunden en el cielo y en el suelo, la noche estrellada y fría no termina jamás. ¿Para qué seguir esperando? ¿Puede concebirse un paraíso más perfecto y luminoso que Siberia?
L.

Y lo que pase a partir del 1º de enero no depende del calendario ni de los fuegos de artificio sino de nosotros mismos. El tiempo es mudo. ¿No habrá llegado la hora de decir, por fin, nuestra palabra?

Aprender



Las cosas fundamentales de la vida no se aprenden en la escuela. Los verdaderos maestros no suelen estar en las aulas. Son gente por lo general sin título habilitante que se cruza inesperadamente con nosotros y nos deja algo sólido y estimulante para siempre. Pero incluso los grandes guías no hacen falta en ciertos casos. De ahí sale el viejo chiste según el cual tuve que abandonar la educación para ir al colegio. Nadie nos enseña a respirar, a hacer el amor, a tener hijos, a correr junto a la orilla del mar, a morir, nacer o ser felices. Eso lo aprendemos en soledad y gracias a la necesidad de ser y existir. La vida finalmente se impone, diría Arlt, por prepotencia de trabajo. No digo por eso que haya que cerrar las escuelas ni nada parecido. Al contrario. Digo simplemente que lo que verdaderamente importa se aprende en el acto mismo de hacerlo y que, además, en ningún caso, salvo en el teatro, hay posibilidad de ensayo previo.
L.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Madre



Keywords

Este blog tiene puntos de vista. Este blog abarca una serie más o menos limitada de temas. Este blog trata esos temas a la luz de sus puntos de vista. La rara introducción tiene que ver con que ayer, pasada la medianoche, me puse a mirar los rubros de nuestro contador. Cuando fui al sector keywords, es decir, palabras/llave que utilizan los visitantes nuevos para llegar hasta acá me quedé helado. Parece que todo lo que interesa a los recién llegados es el sexo, la perversión en todas sus formas, las fotos de parejas desnudas y abrazadas, lo sucio, en fin, ese tipo de cosas. Raramente encontramos alguna alusión a los autores de este espacio (como motor de búsqueda) o a la palabra amor o a vocablos muy usados acá como filosofía, soledad, ecología, Freud, revolución, ideales o física cuántica. No señor. Nada de eso. Cuando miré las entradas más visitadas encontré que la foto explícita, donde Andrea narra su descubrimiento del sexo masculino y de la muerte, o las distintas referencias que hicimos a la virginidad o a la desnudez (que nunca es sólo física) son los asuntos que componen el top ten de Suspendelviaje. No fue ni es nuestra intención. Este no es un blog pornográfico. Al contrario. Pensamos que lo sexual está sobrevalorado por un sistema basado casi exclusivamente en la satisfacción inmediata. Donde, como dice Silvio Rodríguez, hasta el deseo es un consumo. Y lo que se nombra mucho, ya se sabe, se practica poco. Este blog combate la ilusión del sexo puro y postula sobre todo el lado si se quiere más denso, espiritual y extraño de la cópula sin el cual, además, lo anatómico no funciona. O funciona mal. O funciona poco y triste. Pero qué le vamos a hacer. Imagino la desilusión que deben llevarse unos cuantos visitantes malamente ilusionados y, por qué no decirlo, desesperados quién sabe por qué.
L.

Amor líquido


El mundo se está quedando sin agua potable. Acabo de leerlo en un libro confiable y serio. Eso no pasa porque la cantidad de agua existente en el planeta se haya reducido. Sigue siendo la misma de siempre. Pero los consumidores son muchos más que antes y además la derrochamos y contaminamos de manera sistemática. Las tortugas del desierto pueden pasar años sin beber ni una gota. Los camellos son capaces de recorrer kilómetros y kilómetros de arena durante seis meses sin tomar un trago. Los humanos, en cambio, somos total y absolutamente dependientes del agua. Mucho más que del amor. Una persona, hombre o mujer, puede pasar hasta un mes sin comer y toda la vida sin actividad sexual. Pero sólo unos pocos, muy pocos días sin beber agua. Habrá que cambiar de eje.
L.

Altura y pelos


No hay lugar de la casa en donde no haya pelos. No tengo muchos en la cabeza así que deben venir del baño, de la almohada, del pubis, de la ropa interior. No me queda claro si se trata de cabellos de ángel o diablo. O si Andrea los dejó en todas partes para que la recuerde. Quizás provengan de una mujer conocida y olvidada en el pasado. Pueden ser pelos de gato (ahora que lo pienso) o de perros salvajes. Me contaron que a los muertos les siguen creciendo pelos durante un tiempo. No sé de dónde vienen. Pueden ser restos de fantasmas que pasean distraídos por la casa. Quien sabe de quién o de quiénes salen tantos pelitos. Uno de estos días voy a hacer una limpieza total y completa. Trataré de que se vayan todos y no quede ni uno solo. Aunque a veces siento que mi vida pende, como un hilo muy fino, de uno de los tantos pelos y palos que me acosan.
L. 

Seguir viviendo sin tu amor


Desde la luna



No suele ser bien visto un hombre que vive en la luna. Con no poca frecuencia me sugieren que abandone el principio del placer y me rija, como debe ser, por el principio de realidad. Bajá, me dicen. Este es el mundo y no hay otro. Esta es la vida. El perro es perro y nada más, concluyen echando mano a un ejemplo zoológico. Para completarla me recuerdan, como si yo no lo supiera, que nuestro satélite natural es un páramo lleno de agujeros, montañas torpes, mares helados, y, encima, sin una gota de aire. Afortunadamente la lejanía me impide escuchar las críticas y consejos que recibo a diario. En un punto entiendo las objeciones. Qué puede ver de atractivo un habitante del siglo XXI en esa esfera de arcilla y piedra cuya probable utilidad será la de convertirse en depósito de oxidados proyectiles nucleares. Pero yo sigo ahí pensando en el lugar donde las jóvenes irlandesas creían ver los ojos del futuro amado. Ahí donde los puritanos de Boston imaginaban a un duende maléfico. Yo. En el mismo sitio donde los nativos de Samoa dicen haber visto a una anciana hilando nubes o los niños perdidos a la Sagrada Familia caminando rumbo a Egipto. En esa luna imposible vivo enamorado quizás de la distancia, o, para no abundar, simplemente enamorado.
L.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Carta desde lejos

Estás lejos ahora y en tu casa vacía eso se siente doblemente. Tus corpiños permanecen mudos en los cajones cerrados, tus cuadernos de notas, tus diez razones para la tristeza del pensamiento, los dominios perdidos, lo que queda de Auschwitz, los escritos de Hannah Arendt, una botella de vino a medio beber, los carozos brotados de aguacates en los frascos llenos de agua y esperanza. Esos libros y semillas, esa ropa secreta e interior, tienen que ver con lo que nos une. La mayor intimidad del ser. También las anotaciones desesperadas en las hojas rayadas, la angustia, los celos, la plenitud que asoma cuando el sol se esconde y algo se enciende por dentro. Estás lejos. Pero en el fondo de toda lejanía se alza tu casa. Y tu casa es también la nuestra aunque ahora esté poblada de fantasmas.
L.

El día después

Después de la fiesta... qué raro todo. La ciudad en silencio casi total. Algunos petardos insisten a lo lejos como si recordaran. Pero es inútil. Todo acabó. Todo. Como suele pasar después del orgasmo. Los cuerpos se recluyen en una mezcla de muerte y éxtasis vital. Anoche fue la gran exaltación de los sentidos. Los autos con la música a todo volumen. La velocidad intensa. La sensación de haber llegado muy alto. Pero después de la fiesta qué raro todo. La felicidad, lo hemos sentido tantas veces, nunca hizo feliz a nadie.
L.

La obsesión



Recuerda Berger que el último período de la pintura de Picasso estuvo dominado por el tema de las mujeres y la sexualidad. El dato podría molestar al público no informado dado que se trataba de un hombre viejo y, hay que decirlo, casi impotente. Pero vista de otro modo la obsesión está más que justificada. Si recordamos que el objetivo principal de la pintura y el arte en general es conjurar la presencia de algo que no está, en fin, se entendería mejor la impostura artística. Pensar en sexo es pensar en cuerpos y pensar en cuerpos es concebir alguna forma posible de humanidad y compañía. Por algo lo visual es tan importante en la vida sexual de muchos animales e insectos. Picasso envejecía y enfrentaba el costo de ese proceso inevitable para todos. Monologaba sobre el sexo. Lo buscaba en la tela. Maldecía a la vez que pintaba y, en él, la maldición se parecía bastante a la dignidad. Algo parecido le pasó a Rodin cuya fijación con el sexo evocaba también a Renoir cuyos desnudos femeninos hablan de una pérdida terrible. En sus pinturas impresionistas vemos hombros, pechos, muslos, montículos sombríos, orificios velados. "A mí -dijo Renoir alguna vez- me gusta pintar paisajes que inviten a pasear por ellos y figuras de mujeres que inviten a tocar sus pechos (tetas sería una traducción más ajustada) o su espalda. Pintores viejos que pintan mujeres a manera de invocación de lo ausente. ¿Qué tiene de extraño? ¿No es acaso lo más humano imaginable? 
L.

El día después


sábado, 24 de diciembre de 2011

Navidad


Había unos cincuenta jazmines sobre la mesa cuando me enamoré de la pianista. Ella, pensé, debe ser china o japonesa. Lo imaginé por sus ojos rasgados pero también por los ideogramas que dibujaba con mano firme en una servilleta. Le dije que podríamos casarnos y tener hijos. Me advirtió que en China permiten sólo uno por pareja. Supe entonces que no era japonesa y le dije que no hacían falta hijos mientras hiciéramos varias veces los actos necesarios para tenerlos. Rió tristemente. Le propuse que camináramos juntos por la orilla del río Yang Tsé. Supe claramente que podíamos hablar de amor y también de partículas subatómicas dado que mostró interés por ciertos aspectos de la física cuántica. A medianoche la besé en la boca y le pedí que tocara el piano vertical y oscuro que permanecía cerrado en mi cuarto. Me aclaró que solamente le gustaba la música clásica y, dentro de ella, los autores románticos. Volví a contar la cantidad de jazmines que había sobre la mesa. Serían cincuenta o quizás más. Cuando me di vuelta ella deslizaba sus dedos largos y delicados por las teclas. Abrí la puerta del cuarto y me dejé caer sobre su espalda. La gente se decía feliz navidad y cosas así mientras chocaban copas y cuerpos en tensión. Afuera estallaban los fuegos y por dentro, en fin, todavía no sé lo que pasó. Ni siquiera pude aprender el nombre de la mujer porque de pronto desapareció como suelen hacerlo las hadas y los gatos. Suspendí el conteo de jazmines y el mensaje oculto de los ideogramas ya no me importó. A las tres se fueron todos. Pero la prueba del delito no desapareció. El perfume y el piano siguen, todavía, en su sitio.
L.

Sola



Lectores del blog

Tenemos unos doscientos lectores diarios del blog pero muy pocos entre ellos dicen algo de lo que ven, leen o escuchan acá. No haremos una cuestión estadística. Después de todo y antes que nada para qué queremos más. Visitamos blogs de un mal gusto insuperable y cada posteo en ellos tiene cuarenta o cincuenta comentarios. Eso debe querer decir algo que no alcanzamos a percibir. Por ahora los visibles en este espacio suelen ser Peregrino, Mge, Fer, Pedro, María, Ana, Noemí, Pep, desde España, José García, Andrea, Florisse, Victoria y unos pocos más. Sabemos también de los invisibles que alguna vez firmaron sus observaciones como Amaranta, Daniela, Rulo, Ludmila, Cecilia o Emiliano. Fuera de ellos el resto es un misterio. La lista de seguidores con foto y todo alcanza los 341. Pero eso, lo sabemos, significa poco. Nos gustaría tener más devoluciones de lo que hacemos pero no podemos rogarle a gente que ni siquiera conocemos. Una lectora dijo una vez que nosotros raramente comentamos lo que ella pone y esa puede ser, por qué no, la causa del silencio dominante. Es posible. Veremos si entre hoy y mañana, gracias al espíritu navideño donde el amor y la felicidad derraman sus aguas densas, llegan a Suspendelviaje más cartas de náufragos valientes. La lista apenas esbozada incluye a veces agresiones propias de la locura dominante en Internet y, en otros casos, suenan las palabras de los infaltables graciosos, esos que conocen la vida, los que tienen experiencia, los que no se sorprenden ya de nada y, mientras comen fideos, se resisten a pensar. Esos, creo, son los peores. Pero nada podemos hacer más allá de no publicar sus tonterías. La vida no es fácil para nadie. Y si lo es para algunos genios recién llegados, claro, no podemos más que felicitarlos y envidiarlos desde nuestro casi infinito y vacío desconcierto.
L.

La casualidad de mi vida


Bondad y egoísmo


Sabemos por experiencia que muchas veces la bondad es un disfraz del egoísmo más salvaje y falaz. Bastaría recordar a Rousseau, el mayor apologista moderno de la bondad, quien metió a sus cinco hijos en orfanatos. O, sin ir más lejos, evocar a una poeta argentina muy reconocida, que además es mi hermana, quien alegremente abandonó a su madre enferma y a sus hijos mientras firmaba una solicitada pública donde se consideraba que cierta reacción armada israelí contra los palestinos (seiscientos niños degollados) había resultado "excesiva". La bondad es un concepto relativo. Si se lo aplica a la literatura es nefasto. Es imposible escribir buenos libros a partir de buenos sentimientos. Pero hay otro asunto a considerar y es el sano egoísmo que se oculta detrás de todo acto bondadoso. Hay un goce en la Madre Teresa y en los altruístas en general. Hay algo no especialmente impoluto y angélico en los gestos solidarios. Eso es bien sabido desde Freud hasta acá. Contribuir a la felicidad de los demás significa, de paso, contribuir a nuestra propia felicidad. Porque aunque seamos seres egoístas e incluso violentos hay un punto donde necesitamos sí o sí de los demás. Esa necesidad no debería ser vista como una humillación o una flaqueza sino como una fuente de alegría o garantía de plenitud vital. La bondad, en fin, es una forma refinada pero válida de la inteligencia más exquisita.
L.

Cambiar de vida


El paso de un año a otro puede ser buena excusa para cambiar algo en la vida personal. Dije algo y no todo. Un pedacito, un circuito, una maldita repetición. Se atribuye a Einstein haber dicho que si uno hace siempre lo mismo no cambiarán los resultados. Creo que la frase era así o algo parecido. Pero se entiende. Hace años una ex novia la utilizó para dejarme y eso me dolió. Pero al menos entendí la idea. Para cambiar resultados deben cambiarse, también, los procedimientos. Eso, claro, no puede hacerse en base a mandatos rígidos, decisiones definitivas y cosas así. Eso viene de la prosa de autoayuda que suena bien pero a la larga resulta inútil. Por algo hay que empezar. Quizás terminar con la dispersión, apagar algunos aparatos electrónicos y encender un fuego secreto por dentro. Concentrarnos en algo que nos guste mucho, aunque no guste a los que nos rodean, caminar por calles desconocidas, abrirnos a la vida sin ideas previas, sin planes, sin duras estructuras. Por algo hay que empezar. Y sobre todo armarse de paciencia. No se cambia de vida mágicamente. La transformación personal es fruto de un proceso interno, jamás externo, que demora, a veces, gran parte de la existencia. Pero que no se dude. Hay un gran premio al final.
L.

Cambio de rumbo I


Lo que se ve en el post de abajo es apenas un fragmento de Encuentros en el fin del mundo, acaso uno de los mejores documentales que vi en mi vida. El director es el alemán Werner Herzog, el genial creador de Señales de vida o Aguirre y la ira de Dios, y todo transcurre en una base científica estadounidense situada en la Antártida y llamada Mc Murdo. En el fragmento se cuenta el extraño caso de un pingüino rebelde por vocación. El animal se aparta de sus compañeros, que van camino al mar, gira en redondo y empieza a caminar en dirección contraria, rumbo las montañas situadas a cinco mil kilómetros de ahí, es decir, hacia una muerte segura. Inútil sería llevarlo de vuelta a la manada. Volvería a alejarse, dicen los que saben, contra viento y marea. El pingüino se va a las montañas de hielo como respondiendo a una decisión largamente meditada e irrevocable. No sé por qué me identifico tanto con esa fabulosa y larga caminata. Creo incluso que acompañaría al pingüino en ese irracional y misterioso acto de rebelión o aristocracia. Nunca se sabe. Y, como él, no tendría una explicación de peso que sostenga una elección tan absurda e inconveniente desde todo punto de vista. Pero, sí, lo haría.
L.

Cambio de rumbo II


viernes, 23 de diciembre de 2011

Suspende no suspende



Esto es para los nuevos visitantes de este espacio espacial. Según nuestro contador son treinta o cuarenta lectores más a partir de los últimos dos meses. Suspendelviaje no es un blog temático, pancreático o jurásico. Es más bien un diario íntimo y desordenado que se va haciendo a medida que se vuelve necesario escribir algo, cualquier cosa, a fin de aliviarnos un poco. Los recién llegados encontrarán una especie de insistencia casi obsesiva, enfermiza, en una serie de cuestiones como el amor, el desamor, la escritura, la lectura, el psicoanálisis, la necesidad de hacer algo con el mundo y no esperar mucho de él. También abordamos el sexo visto como una actividad básicamente espiritual. Por ahí va la cosa. Diario íntimo pero eludiendo confesiones demasiado personales. Libreta de notas pero evitando las tonterías que suelen poblar ese tipo de inscripciones. Hay también un afán de provocar que a veces da resultado y otras veces fracasa. Muy raramente reproducimos textos de otros. Este blog organiza concursos literarios de vez en cuando (ya hicimos dos), con el tiempo generó otros dos espacios en la web que por ahora están abandonados, y, en general, tratamos de tomar distancia tanto de los eufóricos de la imaginación como de los enemigos de ella. Este blog es una droga capaz de curar o agravar síntomas. Conviene tomarlo en dosis muy cuidadas para no caer en desgracia. Y eso es todo por ahora. Veremos qué pasa en un rato.
L.

Llegaste a mi cuerpo abierto



La vida no está en otra parte

La idea más difícil de transmitir en un taller literario es que no hace falta subir a una montaña de hielo o hundirse en el Titanic para contar una buena historia. Más todavía. Para escribir una novela, un cuento o un poema o un posteo de blog no hacen falta historias extraordinarias ni haber vivido anécdotas sexuales o cósmicas. Todo se centra en cómo se cuentan las cosas, las palabras que se usan, el encanto general, el ritmo y la música predominantes. Las novelas más hermosas que leí en mi vida (Rayuela, La vida breve, Pedro Páramo, El silenciero, Zama) carecen de grandes aventuras. Ni muertes ni maravillas ni héroes ni caballeros andantes. Rayuela se limita a un grupo de personas que escuchan discos de jazz en París. ¿Adónde está lo divino maravilloso si no es en la escritura misma? Al protagonista de El silenciero le molesta el ruido. Eso sería todo. En Pedro Páramo todos los protagonistas están muertos. ¿Es posible una buena historia donde no haya una sola persona viva? Y sin embargo no conozco una novela que me haya impactado tanto como esa. En Zama un hombre espera y eso es todo lo que pasa. Espera algo o alguien. Y este post está hecho de nada, apenas una idea que acaba de aparecer en mi cabeza por razones inexplicables. Borges, uno de los escritores más grandes que conozco, no viajó, no cogió, no se emborrachó, no conoció mujer. Rimbaud, fundador de la poesía moderna, murió muy joven de un cáncer en la rodilla y dedicó sus últimos años al tráfico de armas. Fernando Pessoa y Kafka fueron oficinistas aburridos y sin una sola aventura digna de ser contada. Lo mismo podría decir del colombiano Gabriel García Márquez. El milagro de una buena foto está en el acto mismo de sacarla. Lo que se fotografía es el hecho de fotografiar. Lo que se escribe en una novela es el oficio de escribirla. Y cuando hacemos el amor, para qué hablar, todo lo que importa es poner en acto lo que antes de formuló en palabras como te amo o, quién sabe, mucho menos que eso.
L.

Embriagarse

En uno de esos minisposters ridículos que se venden en las librerías alcancé a leer una linda frase perteneciente al escritor ruso Antón Chéjov. La reproduzco hasta donde me acuerdo. No importa tanto el recipiente de donde se bebe si uno logra embriagarse. Considerando la idea de una manera no literal, en fin, me parece perfecta. Cosas como el amor, la sensación de plenitud o la felicidad pueden venir servidas en recipientes raros, inesperados, nunca ideales. ¿Pero quién nos quita el perfume inolvidable en el que nos bañamos? 
L.

Orgasmo



El ascenso es caída del mismo modo que el camino que sube es el que baja. Pequeña muerte llaman al orgasmo los franceses. Más allá de todo se trata de un fenómeno indecible y maravilloso y raro. Una sensación que pasa rápidamente de la extrema tensión a la disolución, o, también, del tiempo a un no tiempo indefinible. ¿Un relámpago? Puede ser. Después, claro, cae la lluvia como para subrayar el poder de lo efímero. El orgasmo es eterno mientras dura.
L.  

Tormenta

Maldije la lluvia que, azotando mi techo, no me dejaba dormir. Maldije al viento que me robaba las flores del jardín. Pero tú llegaste y alabé la lluvia. La alabé cuando te quitaste la túnica empapada. Pero tú llegaste y alabé al viento. Lo alabé porque apagó la lámpara.

El gran circo


Pessoa advirtió que no sólo hablamos convencionalmente, o sea, como habla todo el mundo. También sentimos de un modo artificial, es decir, como se supone que siente o debe sentir todo el mundo. De ahí la repetición hasta el hartazgo de palabras absurdas y diplomáticas como felices fiestas, feliz navidad y año nuevo, te deseo lo mejor, felicidades para vos y los tuyos y otras más obvias aún. No creemos en ellas al decirlas. No nos creen al escucharlas. Pero son aceptadas porque todos las dicen y todos, también, son perfectamente capaces de simular bien al igual que nosotros. No está mal. También digo esas frases cuando sospecho que debo decirlas. Pero acá, en este blog donde se intenta decir al menos una verdad entre cien mentiras de plástico o papel, una verdad aunque resulte obscena y brutal para las damas y caballeros del salón vip, no nos tomamos en serio el espíritu navideño o tilcareño. Podemos armar el arbolito, podemos hacer regalos bonitos, dar besos aún en caras desconocidas y arrugadas, y hasta sacar cien o doscientas fotos con la digital para luego colgarlas, para no decir archivarlas, en nuestro perfil de Facebook. Sabemos que esto pasará no en horas sino en instantes. Pero aún sabiendo eso nos sumamos al gran circo porque, en el fondo, queremos salir cuanto antes de esa carpa poblada de raros equilibristas. Salir, sí, rumbo a una playa tranquila y alejada, quitarnos la ropa y las máscaras, entrar al mar, desear y ser deseados como corresponde, ese tipo de cosas divinas y excepcionales, situaciones que no responden a ninguna convención pero sin las cuales, admitamos, sería difícil o acaso imposible vivir.
L.

Con ánimo de amar


jueves, 22 de diciembre de 2011

Basta de palabras.
Un gesto.

La insoportable levedad

Acabo de saber que la actriz francesa Juliette Binoche está más o menos cerca de mi casa, quiero decir, en las cataratas del río Iguazú, es decir, a unas diez o doce horas de viaje en bus o a una hora en avión o menos aún si uno se traslada en taxi espacial hasta las famosas caídas de agua descubiertas accidentalmente por Alvar Nuñez Cabeza de Vaca en el año 1500 o un poco más tarde. Porque así como el agua cae hacia el abismo pienso ahora que Juliette Binoche podría salvarme si ella supiera y yo pudiera llegar hasta su cuerpo de algún modo amable, es decir, sin que se note demasiado, con pasos de elfo invisible, encendido como un hobbit luego de tomar una copa gigante de cerveza artesanal. No puedo siquiera imaginar cómo será besar en la boca a Juliette Binoche. La vi en tres o cuatro películas destrozando el corazón o, mejor, los genitales de todos los hombres que se le acercaban. La vi en Blue, una película polaca, pidiéndole a un futuro amante que se desnudara ante ella en un momento de desesperación y, claro, quizás la Juliette Binoche real no sea tan hermosa y sutil como yo la imagino. Quizás tenga sistitis o esté embarazada y se fastidie por un mosquito o me critique por no haber colgado las toallas después de haberme duchado en el hotel. Quizás sea todavía peor. Una mujer cruel, egocéntrica, maquillándose únicamente para la cámara y las luces, en fin, no sé si Juliette Binoche está en condiciones de salvarme como ahora imagino o sueño. Pero no puedo saberlo si no lo intento y por eso escribo ahora y por eso, también, en un rato, partiré a las cataratas para hablar con ella en francés y castellano y decirle que la amo y que podríamos, por qué no, pasar juntos noche buena y navidad, al borde quizás de la garganta del diablo que bien podría ser la garganta profunda, y, claro, para qué seguir en esta línea si ni siquiera sé cómo se llama esa tal Juliette Binoche en realidad y en qué película trabaja o si tengo ganas, realmente ahora, de subir a un avión o a un globo para buscar a esa mujer como un cazador sin destino que busca a un animal secreto entre la espuma del agua y de la selva.
L.

Viendo cómo ella se aleja


Los optimistas


No existen personas más amargadas que los optimistas. Los que niegan o maquillan la verdad, los que dibujan risas de payaso en sus caras idiotas, los que se ríen de todo y de todos, los felices por vocación, los negadores profesionales y enfermizos. Esos son los verdaderos depresivos. Quienes en cambio son capaces de estar tristes o en silencio, los que incluso piensan a veces en la muerte, los que miran el mundo desde una ironía sistemática e imbatible, esos, los eternos y alegres pesimistas, están salvados y son, claro, los únicos felices que aún quedan en la tierra.
L.