Me dice Isabel, amiga del barrio, que estas son fechas de balance. Memoria y balance, sí, como en las empresas. De acuerdo, le dije. Voy a hacer el balance pero en el blog así pasa desapercibido. A ver. No fui a Ushuaia, es decir, no caminé varias horas por el bosque de lengas del Parque Nacional de Tierra del Fuego. Tampoco vi nevar en la plaza roja de Moscú como es mi costumbre. Estos dos últimos hechos figuran primeros en la lista de cosas que no hice. Hace poco estuve a punto de pasar la noche con Juliette Binoche en un hotel de Cataratas. Pero no se dio. También me enamoré de la divina Camila Vallejo, dirigente comunista y estudiantil chilena. Me dijo que por ahora no tiene tiempo de verme y que lo del casamiento queda postergado debido a la militancia. Primero la revolución, me dijo. Lo entendí y anoté el dato en mi balance. No escribí dos libros que me había propuesto terminar. Un ensayo y una novela. Esto último me satisface especialmente. Logré no adelgazar, no leer la última novela de Sandor Marai, no bañarme desnudo en Ferradurinha, una playa escondida de Búzios en Brasil, cerca de Río de Janeiro. Tampoco festejé mi cumpleaños y me enorgullezco de haber olvidado mi cámara de fotos en un bar de Caballito. Fuera de eso fui dos o tres veces con Andrea al mar. Hablé con ella. Dormí con ella e hice con ella eso que las parejas hacen cuando dicen que van a dormir. Leí con Andrea libros de Walter Benjamin y Hannah Arendt. También releímos juntos Rayuela. Nos peleamos un día que descubrió algunos mails inconvenientes que distraídamente intercambié con mujeres de cuyo nombre no quiero acordarme. Pero el tema fue solucionado con la mayor felicidad. En resumen. Mi balance de 2011 lleva el nombre exclusivo y excluyente de Andrea, una palabra de origen colombiano tan pero tan amplia que abarca incluso los bosques de Tierra del Fuego, los libros no escritos, las playas escondidas y hasta los análisis de sangre y orina. Eso sería todo, Isabel. ¿Está bien?
L.
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