miércoles, 21 de diciembre de 2011

Ideales


Este posteo está dirigido fundamentalmente a la gente de mi generación. Aunque quizás esté prejuzgando y los más jóvenes puedan al menos intuir de qué se trata la cuestión. Los que vivimos en los setenta teníamos ideales. No defiendo esa palabra. Ideales. Ernesto Guevara la usó, poco antes de ser cobardemente fusilado en La Higuera, como poderoso escudo. Un ideal puede tener resultados catastróficos. Ya habló de eso Freud en un libro llamado El porvenir de una ilusión. Dijo, palabras más o menos, que el porvenir de toda ilusión es el fracaso. Lo cierto es que en los setenta un tercio del mundo parecía haber cambiado de paradigma (como dicen hoy los ilustrados académicos). El paso del capitalismo al socialismo a escala mundial no era considerado una locura sino una realidad palpable y práctica. Se dejaría atrás un sistema dominado por la explotación del hombre por el hombre a cambio de una nueva forma de vida sin explotadores ni explotados. Eso, por ahora, no pudo ser. Los que hoy están vivos, o parece que lo están, pasan sus días en Facebook o en lindas reuniones familiares, prueban drogas diversas, viajan, se entretienen en clubes swingers, cambian de celular todos los meses, también de auto, se quieren matar pero no se animan, ríen estruendosamente. ¿Por qué? Porque no hay horizonte en el océano. Ni barcos. Sólo un desierto de agua. Un vacío que al parecer hay que llenar con globos de todos los colores. La falta de proyectos de vida, ya sea individuales o colectivos, se traduce, como lo he dicho en otros lugares de Suspendelviaje, como una sucesión de presentes vacíos. Las fiestas inminentes forman parte del panorama y, no me digan nada, seré tildado de amargado por decir estas cosas. No me doy cuenta, dirán, de las cosas lindas de la vida como por ejemplo la cerveza, el sexo o la tablet. Es posible. Pero en los setenta casi todos teníamos una perspectiva de cambio. Hoy eso no existe más y, en remplazo, hay infinidad de entretenimientos para vivir las horas muertas. Seguramente en un futuro que no alcanzaré a ver nacerán nuevos paradigmas, nuevos sueños, nuevas luchas de los hombres y mujeres para evitar que el planeta se extinga como tal. Porque esa es la perspectiva que se plantea en estos años. La desaparición de la vida dejó de ser un delirio propio de videntes trasnochados. Pero aún así, sin ideales ni sueños, habrá que encontrar la forma de cambiar la vida, no ya el mundo, hasta donde sea posible. Ese es mi secreto deseo para 2012 y lo que sigue.
L.

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