Sin ella no podría volar ni posarme a veces en uno de sus brazos o en una de sus nalgas perfectas. Sin ella viviría desorientado. Ella es un mapa gigante y capaz de doblarse hasta convertirse en un átomo invisible. Pero al desplegarlo en el desierto descubro que todos mis sueños perdidos están ahí, todos los lugares del cielo y de la tierra, todos los recuerdos de infancia y juventud. Sin ella, claro, sería libre. Pero no sabría qué hacer, sin ella, con esa divina libertad.
L.
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