sábado, 31 de octubre de 2009

Aguas de noviembre


Estaba en la vereda cuando Pablo me invitó a pasear. Salimos del pueblo y caminamos hasta el lago. Subimos a una canoa y empezamos a remar. Lejos de la costa vimos un ceibo. Era enorme y sus ramas se veían fuertes. Le dije a Pablo que en ese árbol me gustaría vivir. “Lástima que un día va a hundirse –dijo él en voz baja-. Rodeado de tanta agua se ahogará”. Quedé muda y pensativa. Lo imaginé gris, sin hojas, tan solitario como ahora. “Entonces debemos secar el lago”, le dije. “No –advirtió Pablo sin soltar el remo-. El ceibo necesita agua para vivir”.

A.

viernes, 30 de octubre de 2009

Debe ser la luna


Las mujeres de los pescadores no saben qué hacer. La ropa les pesa como cadenas. Algunas sueñan un sueño de hombres desnudos. Otras intentan la televisión o ponerse a tejer. Pero el zum zum de las avispas puede más. La música del bar termina por abrumarlas. Se sacan los zapatos, golpean las mesas, disparan obscenos insultos contra el cielo. Debe ser el viento -dicen-. Debe ser la luna. La tormenta, vieja puta de los mares, traga todos los barcos a la vez.


Puerto Quequén, Argentina.

jueves, 29 de octubre de 2009

Si la muerte pisa mi huerto


Todos sabemos que vamos a morir. Pero por alguna razón evitamos el tema en las conversaciones y hasta en el pensamiento. Entiendo que de poco sirve dar vueltas en ese remolino sin nombre ni solución. Pero también es cierto que -bien mirada- la muerte es una fuerza vital extraordinaria. Por ella tenemos amores, planes, sueños, orgasmos. Es justamente la perspectiva terminal la que empuja al movimiento y, sobre todo, a no desesperar cuando llegan los pozos de angustia. Otros no lo ven así. Al contrario. Se protegen tanto de la muerte, la niegan tanto, se hacen tanto los boludos frente a ella, que hasta se diría que así se consagran a una muerte que, de tan resistida, termina convertida en la amante más deseada. Queda flotando el caso de los suicidas que -como quienes padecen eyaculación precoz- no pueden esperar. Si la muerte pisa mi huerto me encontrará escribiendo para este blog, haciendo bromas tontas con Andrea o mirando los árboles más altos del Parque Rivadavia. Dará conmigo. Lo admito. Pero me encontrará con vida.

L.

miércoles, 28 de octubre de 2009

La buena suerte de Romeo y Julieta


La más hermosa historia de amor que se ha escrito es, quizás, Romeo y Julieta. Lástima que el resultado de esa pasión fue desastroso. Ella tenía apenas catorce años. Él dieciocho. Murieron los dos por disputas familiares más una tonta demora en el correo. Qué linda historia. Aún así podemos ver lo positivo. Porque al morir antes de tiempo Julieta y Romeo se salvaron del inevitable desgaste: toallas en el piso, cuentas sin pagar, quién lava los platos, diálogos duros, infidelidad, problemas en la cama, embarazos no deseados, etcétera. No todos los enamorados tienen tanta suerte.
L.

martes, 27 de octubre de 2009

Pornoblog VII


El simple acto de eyacular ideas, provocaciones, relatos y fotos es estimulante y nos mantiene atentos. Aún así nos preguntamos si habrá lectores para semejante oferta. Una señal está en los comentarios. La otra en la cifra de 48 seguidores. La tercera en los mails que recibimos hablando mal o bien de Suspendelviaje. Al margen de las evidencias no nos hacemos ilusiones. Hace tiempo que resolvimos adoptar la idea gramsciana del pesimismo en la idea y el optimismo en la acción. ¿Nadie nos lee? Ya nos leerán. ¿Lo que escribimos no es actual? Es temprano para saberlo. ¿Hablamos mucho de sexo y amor? Hay cosas peores. ¿Publicamos demasiados desnudos? Sí. Pero la intención secreta de los autores de este blog es llamar la atención sobre los textos que acompañan y no la exhibición gratuita. La única moral que nos entusiasma se funda en la verdad. ¿No somos militantes activos? ¿No bailamos por un sueño? Puede ser. Pero al menos buscamos un camino propio y, al hacerlo, no dañamos a nadie. Probamos, nos desanimamos, volvemos a intentar.
Y aunque no sirva para nada -claro- algo hay que hacer.

A. y L.

Acaso nunca vuelvan a ser algo

Ya es hora


Bajo la ventana, en el muelle, se reúnen unos pájaros sucios. Son los mismos que vienen todos los días a comer y pelearse. Ya es hora, gritan. Y se agitan peligrosamente. El cielo está oscuro el día entero. El viento del oeste no deja de soplar. Dame la mano un momento. Tomá la mía con firmeza. Eso es. Sí. Apretá con fuerza. Antes creíamos que el tiempo jugaba a nuestro favor.
Ya es hora, gritan esos pájaros sucios.


Raymond Carver/Un sendero nuevo a la cascada

lunes, 26 de octubre de 2009

Las mujeres dan miedo


¿Existe algo propio en las mujeres que las vuelva indescifrables? ¿Encierran en sí algún misterio digno de consideración? El enigma femenino desconcierta a los hombres desde siempre. Los griegos vieron a la mujer como a un varón imperfecto. El caballero medieval llegó a demonizarla, a quemarla viva, a pensarla como un ser capaz de pactar con el diablo. La mujer ha sido ídolo, diosa, musa, hechicera, imagen de la fecundidad pero también de la muerte. En casi todas las culturas las diosas de la creación son -al mismo tiempo- deidades de la destrucción. Mitigado el poder de la Inquisición y la Iglesia empezaron a caer viejos mitos y tabúes. Pero aún en la Modernidad sigue pesando el desconcierto y el temor. "Las mujeres tienen la virtud de hacernos recordar que venimos de su vientre –dice el personaje de un cuento de Abelardo Castillo-. Se diría que hasta cuando hacen el amor desearían volver a meternos adentro. No las odio: las adoro. Pero juro que me dan miedo".
L.

sábado, 24 de octubre de 2009

¿Erotismo o pornografía?


Los críticos de arte -los medios en general- suelen decirnos que el erotismo es fino (culto) y que la pornografía es sucia. Según esa burda simplificación un acto sexual evidenciado en toda su crudeza resultaría políticamente incorrecto. No así el baile del caño. No así los cuerpos patéticamente exhibidos por tevé. El cine erótico que muestra ropas por el piso (después de una cena romántica) y un posterior desayuno donde la mujer se cubre los pechos con la sábana, es visto como un gesto de buen gusto. Voy a resumir. El verdadero debate que se plantea no es entre erotismo y pornografía sino entre honestidad y fingimiento. Entre ser y parecer. No estoy haciendo cuestionamientos morales. Porque si llevamos el tema a ese terreno conviene recordar que no hay películas, novelas, poemas o cuadros inmorales. Apenas obras bien o mal realizadas.

L.

viernes, 23 de octubre de 2009

Un día como todos


Era un día como todos los demás. Así empieza un relato que acabo de leer. Volví una y otra vez a la increíble frase. Era un día como todos los demás. Me pregunté por qué tanta gente supone que el día de hoy es igual al de ayer y al de mañana. Me pregunto de dónde habrá salido esa idea absurda según la cual la vida es o sería una sucesión de acontecimientos banales que sólo se quiebra por casamiento, accidente, cumpleaños, fútbol, nacimiento, fiesta, muerte, flash informativo, dolor agudo en el cuello. Días iguales, besos iguales, coitos iguales. Pensé que ese gran paquete es un espejismo traidor y tranquilizador. Muy pocos se atreven a admitir que cada día es el último, que cada instante es único, que cada palabra dicha, escuchada o escrita no volverá a repetirse, que hasta las margaritas que ilustran este grito en el desierto ya no están. Y que es o sería mejor saberlo si queremos sentir la vida al menos por un segundo de solapada y efímera belleza.

L.

jueves, 22 de octubre de 2009

Destellos en la arena


Mi padre me advirtió que no debía jugar con los sorbetes que encontraba en la playa. Con restos de cigarrillos no habría problema, pensé. Pero me equivoqué. Luego de una reprimenda no tuve otra opción que hacer agujeros. Al principio la tarea fue monótona. Las olas inudaban cualquier hueco por más grande y profundo que fuera. Elegí entonces una zona más árida y alejada de la orilla. Ahí observé que si insistía un poco encontraba agua. Y que si escarbaba aún más asomaban -muy abajo- pequeños destellos dorados. Me sentí una heroína por haber descubierto un tesoro en medio de la arena. Se lo mostré a mi padre. Pero él no vio nada.

A.

¿Cómo empieza un cuento?

El tema de este video -a diferencia de las composiciones habituales de Carlos Vives- no es un vallenato. Se trata en este caso de un currulao, ritmo tradicional de la costa pacífica de Colombia.

lunes, 19 de octubre de 2009

Limpiar la playa


Debo limpiar la playa de mi infancia. Alguien me lo pide en un sueño. Estoy solo en Quequén. La playa de mi infancia se llama así. Quequén. Nadie me ayuda en la tarea de limpiar la costa. De pronto me pierdo en una calle que parece un médano. El mar está lejos y no tiene orillas. Pregunto pero nadie sabe. Imposible volver al punto inicial. Quequén, la playa de mi infancia, está sucia. Mi infancia ha sido adulterada. No hay cura para eso. Ahora solo resta esperar.

L.

domingo, 18 de octubre de 2009

El regreso


La decisión de abandonar Mar de las Pampas fue algo más que un impulso. En pleno uso de sus facultades Grusswillis hizo lo que hace tiempo debía hacer. Un día antes había recibido un mensaje de la siamesa (it’s the end, gruss, ya no nos queremos) que lo enfureció. Mi gato detesta especialmente los anglicismos y el uso de la primera persona del plural. Si ella dejó de amarme que se haga cargo y hable en primera persona del singular, pensó con solvencia gramatical. De inmediato preparó su pequeña mochila con vistas al regreso a Buenos Aires: dos fotos borrosas que deseaba conservar, la novela Todos los gatos son mortales (libro dedicado que la siamesa le regaló en un cumpleaños), una bolsita de alimento balanceado, una revista Playcat -llena de imágenes provocativas- y una polilla disecada para comer en las paradas. Viajó esta vez en el techo de la cabina de un camión de la flota de Moyano, favor que consiguió a cambio de otros favores. Una vez de vuelta en los techos de Boedo pidió sesiones urgentes con un psicogato lacaniano que siempre lo ayuda en esos trances. El profesional le dijo que amar es dar lo que no se tiene a quien no es. Grusswillis no entendió nada pero la frase le gustó. Le dijo también que una vez superado el duelo debía concentrarse en sí mismo, retomar viejos hábitos, conectarse con otras gatas y otros ámbitos. Esto último fue un cultismo alusivo a una conocida obra de Truman Capote, guiño que obviamente mi gato no captó. Por último le aconsejó el cambio como procedimiento principal. Un pensamiento que se estanca es un pensamiento que se pudre, resumió el doctor citando un difundido graffiti del Mayo Francés. Mi gato se alivió con esos maullidos analíticos y se dispuso a encarar la nueva vida. Pensó una vez más en la siamesa y el marrón. Iba a decir que la chupen al estilo Maradona. Pero acabó en el living arrellanado sobre un viejo ejemplar de la revista Barcelona. Siempre es difícil volver a casa, concluyó.

L.

sábado, 17 de octubre de 2009

Un amor asesino


Tras larga búsqueda una araña macho de cruz pirenaica encontró una hembra. Quiso llamar su atención y empezó a tirar de uno de los hilos de la red. Al principio fueron tirones cortos. Luego empezó a agitar la telaraña de manera más fuerte. Casi la rompe. La hembra se dio vuelta, miró al macho y empezó a hacerle señas con sus patas delanteras. Él estaba confundido. No sabía si era una invitación a copular o una amenaza de muerte. Sin pensarlo demasiado se lanzó sobre ella. Al principio falló y quedó colgando de un hilo. Volvió a insistir y al noveno intento logró su cometido. El sabor del triunfo duró poco. Para lograr la fecundación la hembra debió enterrar sus tenazas maxilares en el cuerpo del macho. Fue un amor asesino. Pero amor al fin.

A.
La imagen que ilustra este post se titula Vampira y es del pintor noruego Edvard Munch.

Vicky Djavan Barcelona

Un poco antes de la lluvia


El cabello de Ana parece un nido de golondrinas que suelta sus pequeñas ramas para que bailen al compás de la tormenta. No sería raro ver cerdos gritando en las nubes. Ana mira pero no habla. Se tapa los ojos con la palma de su mano derecha mientras con la izquierda aprieta la mía. Sus dedos están más fríos que el aire. El camino arbolado se encorvará enseguida. No lo aseguro pues no lo conozco. Pero lo presiento. A la que sí conozco es a Ana. Adivino sus disgustos y por eso digo que lloverá. Ana sonríe y yo acaricio su mano. A lo lejos el viento empieza a desarmar su cabellera. Huele a cerezas. Las olas de la brisa empiezan a hacer volar las piedras, los caballos, las astillas. Distingo el aroma de su pelo por sobre cualquier otro. Penosamente ella levanta su rostro hasta ver el cielo. De pronto siente una gota en la cara. La miro. No quiero asustarla. Siempre supe que empezaría el aguacero.

Fragmento de un texto inédito del escritor colombiano Carlos Rodríguez. El autor tiene 21 años, vive actualmente en Buenos Aires y estudia Periodismo en la UP.

Vendrán otros


Veré nuevos rostros. Veré nuevos días. Seré olvidado. Tendré recuerdos. Veré salir el sol cuando sale el sol. Veré caer la lluvia cuando llueve. Me pasearé sin asunto de un lado a otro. Aburriré a medio mundo contando la misma historia. Me sentaré a escribir una carta que no quiero enviar. O a mirar a los niños en los parques de juego. Siempre llegaré el mismo puente a mirar el mismo río. Iré a ver películas tontas. Abriré los brazos para abrazar el vacío. Tomaré vino si me ofrecen vino. Tomaré agua si me ofrecen agua. Y me engañaré diciendo: vendrán nuevos rostros, vendrán nuevos días.


Poema del chileno Jorge Teillier. La silla fue fotografiada por Andrea Rocha en un aula vacía del Nacional Buenos Aires.

viernes, 16 de octubre de 2009

Otros vendrán


Vamos, no llores. La infancia está perdida. La juventud está perdida. Pero la vida no se perdió. El primer amor pasó. El segundo amor pasó. El tercer amor pasó. Pero el corazón sigue. Perdiste al mejor amigo. No intentaste viajar. No tienes casa, navío, tierra. Pero tienes un gato. Algunas palabras duras te golpearon. Ellas nunca cicatrizan. La injusticia no se resuelve. A la sombra de un mundo enfermo ensayaste una tímida protesta. Otros vendrán. Deberías precipitarte de una vez en las aguas. Estás desnudo en la arena. Estás desnudo en el viento. Duerme, hijo mío.

Poema del brasileño Carlos Drummond de Andrade.

jueves, 15 de octubre de 2009

Una sopa japonesa


Ya no sé ni cómo se llaman. La clase es un caos. La chica del fondo dispara con balas de fogueo. Ahorra líneas pero no municiones. Dice que a nadie le importa de qué está hecha una sopa japonesa. Yo resisto. Les pido a todos que observen los detalles. Que sientan la vida. Les digo que estamos enfermos de generalizaciones. Que solo la excepción va a curarnos de la ley. Pero no. Ellos están en plena carrera. Grito a sus marcas. Y también me pongo en posición de ataque. Doy la orden de entrar a un bosque cuya salida tampoco yo conozco. Tomo lista. Algunos sueñan con el título enmarcado. El tiempo es veloz. Es implacable. Nadie quiere perderlo en sopas japonesas. Les pido que abran bien los ojos. Es mejor saber, insisto. Ahora o nunca. Pero la clase no escucha. Ya no sé ni cómo se llaman. Es demasiado tarde. Todos se han ido. Miro los bancos deshabitados y mis labios se mueven por última vez. Sorpresa. Alguien abre la puerta. Pronuncia mi nombre y se sienta a esperar. Tengo paciencia, advierte. Lo dice en voz baja pero convincente.
L.

La foto corresponde a un aula vacía del Nacional Buenos Aires.

miércoles, 14 de octubre de 2009

¿Para qué escribir?


¿Para qué escribir? Hay cosas mejores que hacer. Ver fútbol por TV, tomar cerveza con amigos, escuchar música melódica, comprar latas en el super, viajar a cualquier parte, verificar los mails una vez más, chatear hasta la madrugada. El celular es divertido. Y no hay que perder la última exposición del Malba. Alguna sesión de Play Station. Tantos recitales, estrenos, presentaciones. La vida es maravillosa. También son lindos los eventos familiares. Reunión de amigos o casarse para luego colgar las fotos en Facebook. ¿Para qué escribir? Si es una tortura. Si no sirve para nada. ¿Escribir para amargarse? En este mundo feliz debería estar prohibido soñar, mirar nubes, caminar sin rumbo, enamorarse. ¿Para qué escribir? ¿Y para qué hacer siempre las mismas y estúpidas preguntas?
L.

martes, 13 de octubre de 2009

Un tal Pedro Páramo


Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo cuando ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo –me recomendó-. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura que le dará gusto conocerte.” Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría. Y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.

Comienzo de Pedro Páramo, la única novela del escritor mexicano Juan Rulfo. La foto fue tomada por el autor en la década de 1940 y se titula árboles en un paisaje.

lunes, 12 de octubre de 2009

No habrá una vida tan buena como la primera



Filmación realizada por Juan Carlos Rulfo, hijo del autor de Pedro Páramo y los cuentos de El llano en llamas.

El cuerpo y la verdad


El cuerpo y la verdad suelen ser evasivos. El uso de ropa separa al ser humano del reino animal. Sólo nosotros podemos desnudarnos de algo que por algo nos agobia. Ni los caballos ni las avispas tienen ese problema. La exhibición del hombre y la mujer puede ser rutinaria o incitante. Pero el impacto raramente será el esperado. A unos centímetros los cuerpos se parecen. Si la distancia es aún menor el observador verá diluirse el conjunto en una serie informe de líneas que poco a poco se irán velando hasta casi desaparecer. Veremos hombros, pechos, muslos, pies, montículos, pelos, huecos, bahías, penínsulas y nos maravillaremos con su tibieza. Pero el conjunto, por más íntimo y excitante que resulte, seguirá oculto. La figura humana tiende al silencio. Quizás el amor sea el único desnudo verdadero. Pero el amor -como la verdad- suele ser evasivo.
L

El creador


-¿Entiende usted el significado que tiene el cielo? Sí. Creo que lo comprende. Pero sepa usted que fui yo quien lo hizo.
-Imagino que también hizo usted la luna, ¿no es cierto?- contestó R.
El viejo asintió con la cabeza.
-Y las estrellas -dijo-. Las estrellas son mis nietas.
Una mujer opulenta, enorme, batió las palmas y dijo que el viejo estaba loco.
-Mi querida señora –replicó el hombre-, si estuviera loco, ¿cómo podría haber hecho cosas tan hermosas?

Truman Capote

sábado, 10 de octubre de 2009

Toda desnudez será castigada


Los que se aman en secreto y los que orinan los canteros deben cuidarse del gran ojo. Un ejército de voyeurs ha sido movilizado para oir, filmar, fotografiar y registrar la intimidad global. Cámaras ocultas en hoteles de paso no olvidan un solo detalle. Las oscilaciones de los cuerpos, la lluvia de la ducha metiéndose justo ahí, los raros bocetos que ilustran sábanas y colchones. Gracias al periodismo insaciable -y a las vecinas que espían por la mirilla- la vida privada se ha convertido en un maravilloso espectáculo. Ahora sabemos todo sobre todos. Y casi nada sobre nosotros mismos.

Los viejos


Pienso a veces que todos deberíamos darnos una vuelta por los geriátricos, los hospitales, los pueblos olvidados donde resisten mujeres como la de la foto. Ella es Evarista Rodríguez y así fue retratada en la quebrada de Huichaira (Jujuy) por mi amigo Lucio Boschi. Los viejos, en general, no son lindos. Tienen arrugas y olor. A veces no se les entiende cuando hablan. Recuerdan mal. Se aferran como pueden a salvavidas desinflados. Suelen carecer de bellas dentaduras. Les aparecen pelos y manchas en lugares impensados. No salen en la tapa de Caras o Playboy. No son poéticos. Ir a verlos y estar con ellos un rato es una forma de espiar el futuro. No está mal como experiencia. La recomiendo con fervor. De regreso -quienes se animen a hacer el viaje que aquí estoy proponiendo- amarán la vida mucho más, verán el mundo con extraordinaria amplitud, serán solidarios hasta con las hormigas, no se verán eternos y brillantes, comenzarán a entender.

L.

Foto de un sueño


Una mujer camina con dificultad. Un niño busca algo en la arena. Una ciclista con vestido blanco -pegada a la orilla- pretende salirse del cuadro. La bandera puede ser del país o tal vez el emblema de una causa perdida. Hay viento y dudas. Un pequeño barco espera lejos. ¿Hacia dónde va la joven del vestido? ¿Qué pretende con su gesto demencial? ¿Debo decirle que ya es tarde? ¿Tendré que recordarle que fue atrapada en un sueño para siempre?
L.

viernes, 9 de octubre de 2009

Diez canciones elegidas por Andrea


Manha de Carnaval (de Luis Bonfa interpretada por Astrud Gilberto), La piragua (de José Barros interpretada por Carlos Vives), Ya no te espero (de Silvio Rodríguez), Las cuarenta (de Francisco Gorrindo interpretada por Rolando Laserie), Lágrimas negras (de Miguel Matamoros), La historia (de Rafael Escalona interpretada por Carlos Vives), Sem fantasia (de Chico Buarque de Hollanda interpretada a dúo con Maria Bethânia), Lucía (de Joan Manuel Serrat interpretada por Rosario), Idilio (de Willie Colón) y Coisas pequenas (de Madredeus, legendario grupo de músicos portugueses).



Diez canciones elegidas por Luis


Nuestro tema (Silvio Rodríguez); Blackbird (Beatles); Utopía (Frank Delgado); Buenos Aires 3AM (Serú Girán); Roxanne (The Police); Cigarrito (Víctor Jara); Canto de ordeño (Cecilia Todd); Sinal fechado (Paulinho da Viola); Atrás da porta (Chico Buarque de Hollanda); Inverno (Adriana Calcanhoto); Cais (Milton Nascimento, en su propia versión y también en la de Elis Regina).

La foto es de María Rita, hija de Elis. Nada que ver con nada. Pero tiene una linda sonrisa.

jueves, 8 de octubre de 2009

El álbum


Hace tiempo que no lo hago. Conozco los riesgos de un álbum abierto. Por eso lo cierro. Así está bien. Por eso las llaves y las puertas blindadas. Por eso todo. Caí en el error muchas veces. Antes me dejaba llevar. Miraba fascinado la serie de imágenes prohibidas: la de las grutas, las bicicletas rotas, el arco iris posterior a la última lluvia. Una más. Ella loca de risa y desnuda en el balcón. Ahora sé que son tomas trucadas. Nunca estuve ahí. No conozco a esa mujer. Debe ser el álbum de un vecino muerto. O no soy el que era. Sacaré nuevas fotos, escucharé nuevas voces, pisaré nuevas tierras antes del amanecer. No volveré a abrir un álbum que no me pertenece. Conozco los riesgos.
L.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Escena de amor


En el mar encontré a María Cardona, antigua dactilógrafa de mi oficina. Hace tiempo la había deseado. Creo que ella también a mí. Pero se había ido poco después y no tuvimos ocasión. La ayudé a subir a una balsa y en ese movimiento rocé sus pechos. Yo estaba todavía en el agua cuando ella se había colocado boca abajo. Se volvió hacia mí. Tenía los cabellos sobre los ojos y reía. Me trepé a su lado en la embarcación. El tiempo estaba espléndido y, como bromeando, dejé ir la cabeza hacia atrás y la apoyé sobre su vientre. No dijo nada y quedé así. Me daba en los ojos el cielo azul y dorado. Bajo la nuca sentía latir suavemente el vientre de María. Nos quedamos largo rato en la balsa, medio dormidos. Cuando el sol estuvo demasiado fuerte se zambulló y la seguí. La alcancé, pasé la mano alrededor de su cintura y nadamos juntos. Ella reía. En el muelle, mientras nos secábamos, me dijo: “Soy más morena que tú”.

Fragmento de El extranjero, novela del argelino Albert Camus.

El pájaro canta cuando muere la noche

martes, 6 de octubre de 2009

El centro invisible de todas las cosas


Admitamos que no sabemos nada. Que faltan respuestas para preguntas aún no formuladas. Y que la vida es una confusión desprovista de sentido. De noche volvemos cansados y vacíos. Durante el día vivimos una rara sucesión de acontecimientos –divertidos o tediosos, atroces o placenteros- sin que ninguno brille tanto como hubiéramos deseado. Queda una flor sin embargo. La de la foto o cualquier otra. No sabemos nada de ella. No entendemos su lenguaje. Pero es el centro invisible de todas las cosas. La posibilidad de amarla y de soñarla justifica nuestra existencia.

L.

lunes, 5 de octubre de 2009

Magia negra


Jamás la escucharon. No bailaron nunca al ritmo del Olvidao. No saben que fue comunista de alma y cantó gratis para los oprimidos. Ignoran que fue perseguida. Que debió exiliarse. Que casi la matan. Ahora la llaman la negra como si hubiesen sido amigos de toda la vida. Los sensibles fueron a darle el último adiós porque así lo aconsejó TN. Los famosos lloran. Los periodistas lloran. Hasta el cielo llora. Los que desde chicos compartimos la voz y la luz de Mercedes -su angustia/su entrega- nada tenemos que decir. Ellos, los que acaban de verla una vez más en los diarios y la tele, se arrodillan ante el gran buitre mediático. Y hasta se conmueven. Nosotros, los de entonces, seguiremos callados y atentos.
L.

La poesía sopla donde quiere

Las listas de libros y películas que figuran abajo reflejan gustos estrictamente personales. En ningún caso puede decirse que representan lo que hay que ver y leer. Cada cual debería buscar películas y libros y lugares y personas a la medida de sus deseos. Como en el amor se elige desde las ganas y la curiosidad. Como en el amor -también- los gustos cambian con el tiempo. Al confeccionar esos listados Andrea y yo observamos que nos quedaban cuarenta o cincuenta títulos más que no podrían dejar de figurar en el ranking de imperdibles. Pero todo no se puede. Los que faltan irán apareciendo en futuros posteos. La calidad artística es amplia y variada. Está más allá de los críticos, los aristócratas del saber y los blogs especializados. La poesía (por suerte) sopla donde quiere.
L.

domingo, 4 de octubre de 2009

Treinta libros elegidos


Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo; Desgracia, del sudafricano J.M.Coetezee; Seda, del italiano Alessandro Baricco; Tres rosas amarillas, del estadounidense Raymond Carver; La vida breve, del uruguayo Juan Carlos Onetti; Relatos completos, del checo Franz Kafka; El libro del desasosiego, del portugués Fernando Pessoa/Bernardo Soares; Todos los fuegos el fuego, del argentino Julio Cortázar; El laberinto de la soledad, del mexicano Octavio Paz; Los pasos perdidos, del cubano Alejo Carpentier; Nueve cuentos, del estadounidense J.D.Salinger; Los dominios perdidos, del chileno Jorge Teillier; Paradiso, del cubano José Lezama Lima; El amante, de la francesa Marguerite Duras; El silenciero, del argentino Antonio Di Benedetto; El día de la muerte de Ricardo Reis, del portugués José Saramago; Lo bello y lo triste, del japonés Yasunari Kawabata; La broma, del checo Milan Kundera; Las ciudades invisibles, del italiano Italo Calvino; Walden, del estadounidense Henri David Thoreau; La ribera, del argentino Enrique Wernicke; Sostiene Pereira, del italiano Antonio Tabucchi; El libro de la arena, del argentino Jorge Luis Borges; Memorias de Adriano, de la francesa Marguerite Yourcenar; Esculpir en el tiempo, del ruso Andrei Tarkovski; Residencia en la tierra, del chileno Pablo Neruda; La guerra del fin del mundo, del peruano Mario Vargas Llosa; El extranjero, del argelino Albert Camus; Orlando, de la inglesa Virginia Woolf; Nadie encendía las lámparas, del uruguayo Felisberto Hernández; Diálogos con Leucó, del italiano Cesare Pavese.

Vivir


Fui a los bosques porque deseaba vivir en la meditación, afrontar únicamente los hechos esenciales de la vida y aprender todo lo que ella pudiera enseñarme. No fuera a pasarme que estando próximo a morir descubriera que -en realidad- no había vivido.

sábado, 3 de octubre de 2009

Veinte películas elegidas


Solaris (del ruso Andrei Tarkovski); Señales de vida (del alemán Werner Herzog); Hierro 3 (del coreano Kim Ki-duc); El secreto del bosque (de la japonesa Naomi Kawase); Las alas del deseo (del alemán Wim Wenders); 2046 (del chino Wong Kar-wai); Blade Runner (del australiano Ridley Scott); Bleu (del polaco Krzysztof Kieslowski); La Strada (del italiano Federico Fellini); La vida secreta de las palabras (de la española Isabel Coixet); La ley de la calle (del estadounidense Francis Ford Coppola); Invasiones bárbaras (del canadiense Denys Arcand); La esclava del amor (del ruso Nikita Mijalkov); Los puentes de Madison (del estadounidense Clint Eastwood); La lección de piano (de la neozelandesa Jean Campion); Koktebel (de los rusos Boris Klebnikov y Alexei Popogrebsky); Cautivos del amor (del italiano Bernardo Bertolucci); Jules et Jim (del francés François Truffaut); Suite Habana (del cubano Fernando Pérez); Una relación pornográfica (del francés Fréderic Fonteyne); Tiempo de gitanos y Underground (del serbio Emir Kusturica).

viernes, 2 de octubre de 2009

El gato que amaba demasiado


Todo empezó en Felino’s, un bar irlandés de Mar de las Pampas cuya fama se debe más a un detalle del servicio –las camareras atienden en ropa íntima- que a la calidad de los tragos. Mi gato Grusswillis terminaba de ver al marrón y a la siamesa -de la que sigue enamorado- entrando a Catlove, un albergue transitorio mal disimulado entre los pinos. Fue humillante confirmar que su gata entrega el cuerpo a un sucio traficante de track urinary. Esta vez la verdad lo deprimió severamente. Primero intentó un suicidio en el mar al estilo Alfonsina. Pero enseguida abandonó la idea al comprobar que el agua estaba helada. El paso siguiente fue empezar a beber sin parar. Alguien lo invitó a participar del grupo de autoayuda Gatcólicos Anónimos. Ahí explicó que hasta después del abandono jamás había probado tantos litros de leche mezclada con vino. Sumido en un grave estado de ebriedad dijo también que todas las gatas son putas y que no dejaría el alcohol hasta recuperar el amor de la siamesa. Uno de los anónimos trató de inculcarle el pensamiento positivo. Le aconsejó seguir el admirable ejemplo de Gatúbela, heroína de los techos que sólo bebe Gatorade, energizante natural de resultados inmediatos. Por la vía saludable –insistió el converso entusiasta- ella se salvó de la enfermiza relación que mantenía con Batman. Según me contaron los testigos, este último comentario superó la escasa paciencia de Grusswillis. Mientras se retiraba furioso del lugar pensó que aunque todos los amores sean falsos hay algo verdadero que los mueve hacia adelante. Cuando una prestigiosa psicogata de Las Pampas escuchó la impostura, le sugirió a mi gato que mejor se inscribiera en un grupo de reflexión más acorde a su pronóstico reservado. Y así fue que Grusswillis fue uno más en las reuniones de un nuevo taller autoinútil que se reúne en un médano secreto de Las Gaviotas, a metros de la playa principal. Es el de los gatos que aman demasiado.

L.

Que he sacado con quererte

La esencia


Entré al bar con la mirada triste de quien no se reconoce en el espejo. Me sentía otra. Más vieja y llena de incertidumbres. No sabía si quería café o té. Si me gustaba el fado o el silencio. Si tenía marido, hijos o deudas. Me senté en cualquier mesa. A mi lado había un hombre vestido de negro -con anteojos y sombrero de copa- que miraba concentrado la foto de una montaña colgada en la pared. Quise ser él o quizás ya lo era. Desesperada llamé al doctor Cardoso. Le dije que yo no era yo. Me calmó. Me recordó que no hay esencia. Que hay tantas Andreas como nubes y que incluso ellas variarían. Le insistí que algo había perdido. Un camino, un amor, un objetivo. Las estaciones cambian -respondió-. Cambian los vientos.
A.

jueves, 1 de octubre de 2009

Utilidad de lo inútil


Nos educaron para endiosar lo útil. Todo lo que existe tiene que servir para algo. Hasta el ocio. El sexo para procrear, el periodismo para informar, el arte para entretener, estudiar para ser alguien, morir para ser nadie. Lo inútil resulta así la mayor desgracia. Y -sin embargo- la verdadera vida suele asomar a veces en terrenos carentes de virtud y practicidad. A Borges le irritaba especialmente que le preguntaran para qué sirve la literatura. Le parecía una pregunta idiota y solía responder que a nadie se le ocurriría preguntarse cuál es la utilidad del canto de un canario o la ventaja de un crepúsculo en el mar. ¿Para qué sirve caminar bajo la lluvia? ¿Para qué la playa, los Beatles, leer este blog, besarse, soñar?

Luis