Pienso a veces que todos deberíamos darnos una vuelta por los geriátricos, los hospitales, los pueblos olvidados donde resisten mujeres como la de la foto. Ella es Evarista Rodríguez y así fue retratada en la quebrada de Huichaira (Jujuy) por mi amigo Lucio Boschi. Los viejos, en general, no son lindos. Tienen arrugas y olor. A veces no se les entiende cuando hablan. Recuerdan mal. Se aferran como pueden a salvavidas desinflados. Suelen carecer de bellas dentaduras. Les aparecen pelos y manchas en lugares impensados. No salen en la tapa de Caras o Playboy. No son poéticos. Ir a verlos y estar con ellos un rato es una forma de espiar el futuro. No está mal como experiencia. La recomiendo con fervor. De regreso -quienes se animen a hacer el viaje que aquí estoy proponiendo- amarán la vida mucho más, verán el mundo con extraordinaria amplitud, serán solidarios hasta con las hormigas, no se verán eternos y brillantes, comenzarán a entender.
L.
Sí, ese viaje es necesario Luis. Gracias por el posteo.
ResponderEliminarMari
Lo que decís me hace acordar a Neruda cuando dijo que todos deberíamos darnos un baño de tumba de vez en cuando. Apruebo eso.
ResponderEliminarRulo
Es un viaje arriesgado aunque necesario. Puede superarse la visión de la vida finita, puede descubrirse la sabiduría debajo de esas pieles arrugadas y puede uno aprender a diluirse en el presente con más fervor y generosidad. Lo difícil es aceptar que a veces no podemos sacarlos del salvavidas desinflado y hay que volver del viaje.
ResponderEliminarGraciela B
Supongo que hablas del abandono ante quienes permanecen indiferentes... Supongo...No sé...
ResponderEliminarLa foto de Evarista no da lugar para un salvadidas desinflado... Más bien la imagino en una balsa.
V.
Desde Tulum, Yucatán, México.
Volver de la propia vejez como de l apropia muerte es un desafío que puede atravesarse si uno se ha hecho grande...no te parece?
ResponderEliminarTodo viaje, a lo desconocido, implica un riesgo. El miedo a encontrarnos con otras realidades, con otras tradiciones, costumbres. Ir a verlos, conversar, entenderlos es un viaje. Quizás el que más cueste porque alguna vez, si llegamos a seguir vivos, seremos viejitos como ellos. Y esperos que haya gente dispuesta a entendernos.
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