jueves, 30 de septiembre de 2010

Katia


Katia me besa mientras el carruaje se pierde en la noche. Le propongo una película. Pero ella parece abstraída. Lo único que parece interesarle es una cama y acaso unos libros para hojear antes de dormir. Continuamos el viaje en silencio. En ocasiones acaricio sus pechos, los mismos que ella jocosamente llama mis juguetes. Katia se los presta a cualquiera con tal de superar el tedio que la abruma. No puedo elegir. El cine está cerrado y los caballos avanzan contra el viento frío. Llegamos por fin a la cabaña. El cochero desata los animales y va con ellos al establo. Katia chapotea en el barro y se dirige a la casa dando saltitos. Me hago pis, explica.
Y desaparece en el aire como un rayo entre algodones.
L.

Tanja


Mijn geliefde zuster, te escribo después de no sé cuánto tiempo. Acá los días pasan y los puntos de referencia son los mismos árboles que veo replicados en centenares de espejos. No importa cuántos kilómetros haya caminado. Mi sensación es la de estar detenida en el mismo sitio. Como el hámster de la pequeña Getrepken que corre y corre en su ruedita sin avanzar. Y es así. Escalo montañas, desciendo por senderos de lodo, escucho atentamente para aprender a diferenciar los ruidos amigos de los enemigos. Esto último resulta ser un remedio perfecto para la melancolía. Aunque pensar a veces me resulte inevitable. Cuando me baño en el río, cualquier río, me acuerdo de las silenciosas quebradas de Lubec. Y te imagino saltando desde los troncos caídos, mientras gritas ¡muerte! como un conjuro para protegerte de la única certeza que te animas a nombrar. Pero la vida, querida hermana, es asfixiante cuando se presenta en exceso. En cualquier lugar donde mire hay algo aleteando, gimiendo, olfateando, palpitando como las venas de un atleta. La única presencia que tolero es la de Don Alvarito, un mono muy pequeño que todas las mañanas se acerca a mi hamaca y juega con mi pelo. Tengo el cabello larguísimo. Las compañeras, para entretenerse, me rodean y empiezan a trenzarlo mientras ríen y hablan de hombres. Son, quizás, los únicos momentos de tranquilidad que puedo disfrutar acá. Ayer hubo una fiesta. Un compañero me sacó a bailar y todos se burlaban de la torpeza de mis pasos. Después alguien trajo una guitarra y entonces pedí permiso para tocar algo. No sé ninguna canción en español así que decidí cantar en holandés. Want je kunt niets zeker weten. Cuando fui a dormir imaginé la escena de una chica holandesa cantando canciones de Boudewijn en plena selva. Empecé a reírme. La ruedita del hámster cambió de escenario pero el movimiento sigue siendo el mismo, ¿no crees? Al final llegó Daniel, mi compañero. Había logrado cambiar la guardia y esa noche dormimos juntos. En la madrugada llegó Don Alvarito como siempre a despertarme. Daniel lo golpeó y yo quedé en silencio. Pasará mucho tiempo antes de que me atreva a escuchar mi propia voz. Eso es todo lo que puedo decirte. Espero que algún día puedas leer esta carta. Si es así trata de ir al río a eso de las seis de la tarde. A esa misma hora, mijn geliefde zuster, también yo estaré mirando el agua.
Andrea

La cama, el gato, los peces


El día de hoy se parece mucho al de ayer. La cama, el gato, los peces. Todo en su sitio. El diariero hace los chistes de siempre. Una vecina le dice un millón de gracias a cambio de una revista de costura. Las veredas ya fueron baldeadas. Igual que ayer y que mañana. Acaba de pasar un colectivo 127. El cielo está ligeramente nublado. A veces sale el sol. Pero todo es espejismo. Hoy es el último jueves de septiembre de 2010. No habrá ninguno igual.
L.

Problemas que no tienen solución


No nos engañemos. Hay problemas que no tienen solución. Y si la tienen es tan parcial que no alcanza a convertirse en solución. En tales casos los libros de autoayuda no ayudan. Tampoco la palabra de un amigo, las distracciones al uso o los culos fabulosos que se ven en las revistas. Es así. Hay problemas que no tienen solución. Entonces mejor calentar agua y esperar que pase lo que deba pasar. Tomar un té, un mate, un vino o lo que sea. Y confiar en la espera aún sabiendo que, al menos esta vez, no hay nada que esperar.
L.

Buscando un sueño tranquilo

Erótica


Vivir eróticamente es un estado de rara intensidad. Es darle al sexo un lugar de privilegio por una vía similar a la creación artística. Hablar de amor en la pareja es hablar de olores, pelos, genitales, sudor. Pero una sexualidad considerada apenas como un intercambio de fluidos o como el precio a pagar por la felicidad de estar juntos no tiene encanto. Muy poco del erotismo, casi nada, se agota en el cuerpo. Vivir eróticamente es permanecer abiertos al llamado del deseo. Lo contrario sería equivalente a convertirse en oficinistas o consumidores. Vivir eróticamente va más allá de lo evidente. Para el hombre y la mujer dispuestos a entregarse no hay acto concluido. Vivir eróticamente es volver a empezar lo que nunca existió.
L.

¿Encontraría a la Maga?


La Maga acababa de levantarse y daba inútiles vueltas por la pieza. Más de una vez la vi admirar su cuerpo en el espejo, tomarse los senos con las manos como las estatuillas sirias y pasarse los ojos por la piel en una lenta caricia. Nunca pude resistir el deseo de llamarla a mi lado, sentirla caer poco a poco sobre mí, desdoblarse otra vez después de haber estado por un momento tan sola y enamorada frente a la eternidad de su cuerpo.

Fragmento de Rayuela / Julio Cortázar

miércoles, 29 de septiembre de 2010

¿La encontraría?


El atractivo de la Maga en Rayuela es su capacidad de lanzar la flecha y dar en el centro del blanco. Su increíble capacidad de hacerlo con los ojos bien cerrados. A la divina protagonista de la novela de Cortázar le molesta la supuesta y falsa perfección de los demás. La Maga detesta el mundo académico. Mientras los intelectuales analizan las cosas ella las vive. Mientras los periodistas describen los ríos ella nada en sus aguas. La Maga sabe con el cuerpo. La Maga ama sin haber leído nada sobre amor. La Maga rompe los puentes con solo cruzarlos. ¿Podemos ver el mundo a través de sus ojos tan grandes, oscuros e inocentes? ¿Y en qué lugar la encontraríamos?
L.

Por delicadeza perdí mi vida


Hay mil formas de eludir. Mil excusas nos alejan de lo esencial. Por alguna razón postergamos la realización del acto demoledor. Lo hacemos en nombre del deber. O para quedar bien con alguien. ¿Hasta cuándo este raro ejercicio de simulación? Hay que ir al punto de una buena vez. Por delicadeza perdí mi vida, solía decir Rimbaud. A veces conviene ser brutales, obscenos, torpes, indiscretos, sucios, puercos, inmorales. Cualquier cosa es mejor que abandonarnos y dejar para después lo que debemos hacer hoy, ya, ahora mismo.
L.

Vivir es desviarse


En algún momento elegimos un camino equivocado. No sabemos bien cuándo fue ni en que consistió la decisión errada. Conocemos sin embargo las consecuencias. Cada nuevo paso que damos nos aleja de la verdad. Pero como la joven que una noche sin luna pierde la virginidad también ganamos algo en ese acto. A la vez que tomamos distancia de la pureza nos ensuciamos de pronto con los jugos de la vida. Y eso nos limpia definitivamente. Eso y nada más que eso. Vivir es desviarse.
L.

martes, 28 de septiembre de 2010

Lo imposible


Mi error fue querer observar lo más oculto de las cosas, la verdad total y completa, el secreto del secreto del secreto. No escuché a tiempo el conocido precepto del poeta. Cuídate de husmear bajo los cimientos. Mi error fue el mismo de algunos chicos que desarman juguetes en la vana pretensión de entender el mecanismo. Luego descubren que detrás de tuercas, arandelas y resortes no hay nada. O sí. El fin de la ilusión. Ninguna mujer, como ninguna verdad, está desnuda jamás. Hay corpiños infintos debajo del corpiño. Y más abajo solo hay más abajo y más aún y todavía. No escuché a tiempo el conocido precepto del poeta. Lo más profundo es la piel.
L.

Una pregunta para Colombia


Desquite ha muerto. Los campesinos y los pájaros podrán ahora dormir sin zozobra. El hombre que erraba por las montañas como un condenado ya no existe. Los soldados que lo mataron le capturaron su arma en cuya culata se leía una inscripción grabada con filo de puñal. Sólo decía: Esta es mi vida. Nunca la vida fue tan mortal para un hombre. Yo pregunto sobre su tumba cavada en la montaña: ¿no habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir? Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas.

Texto escrito en 1966 por el poeta colombiano Gonzalo Arango.

El olvido que seremos I


A veces me siento como esos desorientados soldados japoneses que creían que la guerra y el amor no habían terminado. Algunos de ellos fueron encontrados en trincheras perdidas, escondidos en el cráter de un volcán o en medio de la selva, con armas oxidadas e inútiles. Me siento a veces como ellos. Recuerdo casos en que los obstinados guerreros fueron hallados con el casco puesto y hasta con un viejo y gastado uniforme de batalla. Esos oscuros combatientes parecían dispuestos a dar el asalto final quién sabe a qué fortaleza inexistente. Así me siento a veces. Como afuera del tiempo y el espacio. Como si el amor y la guerra no hubiesen terminado.
L.

El olvido que seremos II

Una lección de Kafka


Somos cinco amigos. Una vez salimos, uno tras otro, de una casa. Primero salió uno y se colocó al lado de la puerta de calle. Después el segundo salió por la puerta, o, mejor dicho, se deslizó con la misma suavidad con que resbala una gota de mercurio y se ubicó no lejos del primero. Después el tercero. Después el cuarto. Después el quinto. Finalmente nos pusimos todos en una línea. Parados. La atención de la gente empezó a centrarse en nosotros. Nos señalaban y decían: Los cinco acaban de salir de la casa. Desde entonces vivimos juntos. Sería una existencia pacífica si no viniera siempre un sexto a entrometerse. No nos hace nada pero nos resulta fastidioso. Y eso ya es bastante. ¿Por qué se mete por la fuerza donde nadie quiere saber de él? No lo conocemos y no queremos aceptarlo con nosotros. Tampoco nosotros cinco nos conocíamos antes, y, si se quiere, tampoco ahora nos conocemos. Pero lo que entre nosotros cinco es posible y se admite, con el sexto no es posible. Y no se admitirá. Aparte de todo esto nosotros somos cinco y no queremos ser seis. ¿Y qué sentido tiene, en definitiva, este permanente estar juntos? Ni siquiera para nosotros tiene sentido alguno. Pero nosotros ya estamos juntos y continuaremos así. No queremos una nueva unión. Pero, ¿cómo puede uno hacerle entender esto al sexto? Darle largas explicaciones significaría ya casi aceptarlo en nuestro círculo. Preferimos no aclarar nada y no lo aceptamos. Por más que saque trompa lo alejamos a codazos.
Pero por más que lo alejamos a codazos él siempre vuelve.

Comunidad / Un relato de Franz Kafka

lunes, 27 de septiembre de 2010

Una lección desde la selva colombiana


No comparto los métodos de las guerrillas colombianas de las Farc. Encadenar gente en la selva durante varios años y crear campos de concentración clandestinos no tiene nada que ver con mis principios revolucionarios y proclives al cambio social. La idea marxista de la lucha de clases jamás planteó la exterminación de la clase enemiga. Al contrario. La postura de los clásicos era liberar por vía revolucionaria a todas las clases en conflicto. Dicho esto apoyo el primer comunicado emitido por el grupo guerrillero tras la caída del Mono Jojoy -uno de sus jefes militares más notorios- y varios de sus compañeros. El comunicado insurgente reclama una oportunidad para la paz (no para la rendición) y rechaza el camino de eliminar al contrario como vía de reconciliación. Este último punto debería ser considerado con la mayor atención. La fantasía de vivir sin enemigos, sin lado oscuro, sin lo que se nos opone, es una alucinación enfermiza. El enemigo (cualquier enemigo) puede ser combatido pero no exterminado completamente. Aplicado a lo personal el principio sostenido por las Farc tiene una fuerza poderosa. Tenemos que aprender a nadar en la mierda para dejar de actuar para la mierda. Tenemos que saber convivir en combate con la parte más repugnante de nosotros mismos si aspiramos a rectificar rumbos y ser mejores personas. No se puede huir de lo que no desaparece. La frase no es mía sino de Heráclito, un presocrático griego que, hasta donde yo sé, no militaba en las Farc.
L.

Recordar no es vivir


¿Recordar es vivir? No. Vivir es dejarse tomar por la vida. Es entregarse al instante que es todos los instantes. La forma arrastra al contenido. La vida arrastra los recuerdos. Y eso es todo lo que pasa. Pero vivir no es recordar. Vivir es dejarse afectar por la vida.
L.

Calor de hogar


La casa es una jaula perfecta. No debiéramos salir de ahí jamás. Están los libros, los discos, el gato, las fotos, percianas que preservan la intimidad. Hay cama doble, baño de vapor, manzanas, cuerpos desnudos y fantasmas amables. ¿Por qué abandonaríamos semejante fortaleza? Pero, qué pena, de pronto algo de afuera interrumpe el calor de hogar. Alguien llama o reclama, una desconocida deja un mensaje inconcluso por debajo de la puerta y un perro ladra como loco en el techo. La dulce jaula nos ahoga y descubrimos (maldición) que hasta en el paraíso hay mosquitos.
L.

Estado de ausencia


Estamos en la facultad o el trabajo pero solo en apariencia. Hacemos el amor pensando en otra cosa. Leemos un libro y la cabeza divaga sin destino. Viajamos lejos y sacamos fotos digitales para que se ocupen de ver lo que no vemos. Viajamos cerca sin siquiera ver por la ventana lo que pasa afuera. La mirada fija en un celular frío y alienado. La cabeza fragmentada. ¿Dónde estamos realmente? ¿Por qué nos cuesta tanto estar aquí? ¿Para qué vivir en dispersión continua? ¿Qué tiene de malo entregarnos por entero a la experiencia? Vivir como si. Estado de ausencia. Ausencia de estado.
L.

Despedida en Lisboa

Estado de presencia


En plena juventud nadie sabe que es joven. Lo sabrá mas tarde. Lo sabrá sin haberlo sabido cuando lo era. En pleno estado de enamoramiento nadie sabe que está enamorado. Lo sabrá más tarde. Lo sabrá sin haberlo sabido cuando amaba. Lo mismo pasa con la infancia (un invento de los viejos) o con la historia. ¿Sabían los que marchaban a la guerra de los treinta años (1618-1648) que muchos siglos después se llamaría así? En plena felicidad nadie sabe que es feliz. Lo sabrá más tarde. Lo sabrá sin haberlo sabido cuando lo era. Hagamos la prueba. Hoy es lunes 27 de setiembre, un día que no volverá a repetirse jamás. No esperemos que pasen las horas o los años para saberlo. Hagamos la prueba de existir en estado de presencia y no de ausencia. La vida es aquí. La vida es ahora.
L.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Al pie de la cama

¿Se acabó el marxismo?


El discípulo e improbable sucesor de Lacan (Jacques-Alain Miller) acaba de mandar el marxismo al museo o basurero de la historia. Se terminó, dijo. No sirve para nada. No piensan igual los capitalistas de raza. Recientemente la revista estadounidense Newsweek eligió un fragmento del Manifiesto Comunista como epígrafe de un artículo de tapa referido a la crisis que atraviesa hoy el sistema capitalista. La sociedad burguesa moderna se parece al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado. Marx también enseñó que la existencia precede a la escencia, es decir, antes de pensar y filosofar el hombre necesita comer, bañarse, vestirse, conseguir techo. Y sigue siendo así. Nada ha cambiado en lo esencial. No hay museo de la historia para nadie. Ni siquiera para Jacques-Alain Miller...que de Lacan sabe mucho y bien.
L.

Cena mexicana


Cenábamos anoche con ex alumnos de un taller literario que coordiné durante los últimos meses. La anfitriona había preparado comida mexicana. Entre los invitados había tres parejas de distintas edades y sobre la mesa brillaban todo tipo de delicias clásicas y supuestamente afrodisíacas. Guacamole, nachos, tequila, frijoles, salsa pico de gallo, cerveza tan penetrante como una iguana y un postre calificado de obsceno. Alguien (porque nunca falta alguien) preguntó a las parejas cómo se habían conocido. Se oyeron historias que resultaron creíbles. Encuentro azaroso en un boliche, deslumbramiento por mail, supuesto equipo laboral que derivó en otra forma de trabajo, etcétera. A continuación dije algo en defensa del amor barato (modesto) como alternativa al amor caro y pretencioso. En la mesa hubo un silencio relativamente largo. Un rato después una colombiana presente en la reunión se ensombreció como la luna en días de eclipse. Le pregunté qué le pasaba y ella se limitó a decir, en el estilo sinuoso de su país, que tal vez se había equivocado en su elección. ¿Qué elección?, quise saber. La mujer dijo en pocas y medidas palabras que ella creía estar viviendo un amor caro y que no le gustaría que bajara su valor. Para levantar el tono de la fiesta alguien propuso una ronda de toc-toc: tequila y agua tónica en una copita agitada con dos o tres golpes fuertes en la mesa. Y todo siguió su curso como si nada hubiera pasado.
L.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Malos poetas


En tiempos lejanos llegué a creer ingenuamente que los artistas eran buenos. Divinos todos y en especial los poetas. ¿Cómo podía ser mal tipo un compositor de música clásica o de versos que tan bien le hacen al espíritu? Un poco tarde supe que no era así. Al contrario. La mayoría aplastante de los artistas reales que conozco son crueles y egoístas. Una poeta muy reconocida y premiada en este país (por dar un ejemplo cualquiera), abandonó a sus dos hijos, a sus hermanos y a su madre que hoy agoniza tristemente en un geriátrico. Mientras eso ocurre la sensible en cuestión llora por las hojas olvidadas del otoño y, de paso, cobra puntualmente los dos mil o tres mil pesos mensuales que le pagan de por vida por haber recibido un premio nacional. Muchos artistas y escritores excelentes se matan entre ellos para ganar concursos o figurar en los suplementos culturales. Se compromenten incluso con causas justas pero solo mediante solicitadas en los diarios o solidarias cadenas de mails. Se acuestan con editores, como las putas, para que les publiquen un libro o los inviten a dar una conferencia en el Malba. Algunos amigos me dicen que lo importante es la obra. Cuando escucho eso suelo citar a un poeta chileno y humanamente digno que murió de vino y no de tedio en 1996 y que se llama Jorge Teillier. Él se preguntaba de qué le sirve ser poeta a tanto resentido que anda por ahí. Lo que importa, advertía, es transformarse en poeta, superar la avería de lo cotidiano, luchar contra el universo que se deshace, no aceptar valores que no sean poéticos. Eso decía Teillier. Una poeta que abandona a sus hijos, a sus hermanos y a su madre no cumple con esa condición básica, o sea, no es poeta, o, mejor, es una mierda. Dicen que Hitler fue buen pintor de cuadros realistas.
Y hasta es posible que haya sido así.
L.

El pozo


Antes de hacer la casa debemos cavar un pozo. No hay vivienda ni amor ni hijos ni fiestas ni sexo ni nada sin el hueco originario. Antes de empezar a escribir hay que bucear dentro de uno y prepararse bien para lo que sigue. Tareas clásicas como plantar un árbol, escribir un libro o tener un hijo requieren, previamente, de un pozo profundo y ancho. Debe funcionar. No se admiten distracciones en el trabajo. Pero, quién sabe por qué, la mayoría de la gente quiere eludir la raíz y empezar por la flor. No hacer pozos sino techos en el aire. En tal caso, claro, el hermoso jardín no se arma jamás.
L.

viernes, 24 de septiembre de 2010

De lejos no se ve


No puede entenderse algo desde muy lejos. Desde muy cerca tampoco. Pero desde afuera peor. Tomando distancia resulta difícil llegar al fondo del fondo del fondo. Desde una irreductible lejanía no vemos nada. De lejos no se ve, dicen Los Piojos. Y es así. No se ve.
L.

¿Se acabaron las cartas de amor?


Definidas alguna vez como la manifestación irrepetible de una lejanía las cartas de amor están sufriendo una mutación en la era del correo electrónico. Ya no hay papel, tampoco un mechón de pelo o rastros de rouge. Es cierto que la voz en el teléfono (que ahora se llama celular) agrega textura a los mensajes: susurro, cadencia, tono de voz. Pero en el otro extremo de la línea el mail disuelve al aura. El mensaje viaja desnudo y ni siquiera hay nada que lo asegure de ser interceptado por otra máquina. Al margen de la tecnología los mensajes de amor siguen en manos de los fantasmas que, dice Kafka, se beben los besos en el camino. Con frecuencia el discurso amoroso es pura autorreferencia. El emisor habla de sí mismo sin pensar demasiado en el otro/otra. Pero si bien no todas las cartas llegan al destinatario (advierte Lacan) todas llegan a destino.
L.

Milena


Como el mar ama a un diminuto guijarro hundido en sus profundidades, de la misma manera te envueleve mi amor. Y ojalá sea yo también para tí ese guijarro...Amo el mundo entero y a ese mundo pertenece también tu hombro izquierdo, no, primero fue el derecho y por eso lo beso cuando quiero (y tú eres tan tierna como para apartar la blusa) y a ese mundo pertenece también tu hombro izquierdo y tu rostro sobre mí en el bosque y tu rostro abajo mío en el bosque y ese descansar sobre tu pecho casi desnudo.

Fragmento de una carta de Kafka a Milena.

Todas las cartas de amor son ridículas

La pregunta


Le cuento a la psico una serie de historias. Todo sin novedad. Ella dibuja o escribe algo en un cuaderno grande. De pronto mira como desde lejos y hace una pregunta inesperada. ¿Qué lo entusiasma? Yo estaba cansado, agobiado por una larga sucesión de lunas negras, con pocas ganas de responder a cuestionarios. ¿Qué me entusiasma de qué?, intento aclarar o ganar tiempo. Ella no dice palabras y retoma sus dibujos o ideogramas. Yo vuelvo a sumergirme en un vaso lleno de silencio y sed. Pero la mujer insiste como la canilla que siempre queda abierta en algún lado. ¿Qué lo entusiasma?
L.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Campo minado


Da cierto placer minar el camino por donde vamos a pasar. Una tensión secreta invade los pulmones. La inimitable sensación del amor trágico, la destrucción, la acción purificadora del fuego. Sentir la explosión bajo los pies tiene su encanto. Nos permite distinguirnos claramente de los otros. Imbéciles todos. Minar el campo es una linda ocupación. Una obra de arte casi. Aunque sería conveniente adoptar algunas precauciones. Lo primero es no dañar.
L.

Instrucciones para correr


Quien decide correr debe hacerlo sin cálculos, sin planes, sin mezquindad. Debe dejarse tomar a pleno por la actividad. Un buen corredor no mira jamás su reloj. Si lo hiciera el ejercicio resultaría agotador y frustrante. No se puede correr y ver la hora al mismo tiempo. No es posible llorar y andar en bicicleta. No conviene bailar para brillar en la pista o pensando en los pasos. Hay que entregarse al acto (como a la vida) sin ideas previas y por el solo placer de hacerlo. Hay que dejarse llevar hacia adelante por las piernas y correr con ganas. Una sola distracción arruinaría el ejercicio.
L.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Suspendelviaje pide pasaje


Nuestro blog tiene un promedio de cien lectores diarios. La cifra sin duda es valiosa pero aun así resulta insuficiente. Nos gustaría ensanchar los alcances de este espacio y por eso pedimos a cada visitante que reenvíe la dirección (http://suspendelviaje.blogspot.com/) a sus contactos de correo electrónico. Es algo posible y seguramente sumaría lectores fijos o esporádicos a este lugar sin lugar. Suspendelviaje pide pasaje para poder llegar más lejos y más alto en ideas, textos, imágenes y música. Para eso el blog necesita adherentes (por ahora son 175) pero también militantes activos.

Andrea y Luis

Nueva carta desde Colombia


Hoy me di cuenta que la ruta que recorro desde mi casa al trabajo tiene cuerpo de mujer. Lo aprendí mientras le indicaba al taxista el camino que debía tomar. Cuando estábamos bajando por lo que sería el cuello de la mujer me dijo que yo olía muy bien y que le recordaba a alguien. Ante el comentario enmudecí. El taxista tendría más o menos mi edad y tenía aspecto de gomelo que es como llaman a los niños bien de Bogotá. El comentario me pareció extraño. Seguimos bajando por el cuerpo de la mujer y yo le decía gira a la derecha, luego a la izquierda, acá toca dar la vuelta completa. Y él me hacía caso. Y juntos nos perdimos entre curvas y olores de lluvia.
Andrea

¿Qué fue de nuestra revolución?


Mi generación entregó sus mejores años para concretar una revolución social, política y existencial que cambiara, si no el mundo, por lo menos la vida. Las nuevas generaciones no logran entender por qué fracasamos. Y nosotros no damos con las palabras y las ideas necesarias para explicar mínimamente la razón o las razones de semejante derrota. ¿En qué nos equivocamos? Si no pensamos en las causas no habrá consecuencias. ¿Dónde están mis compañeros de lucha? ¿Por qué no dicen nada? ¿Y donde estoy yo mismo ahora? ¿Por qué también me oculto en el silencio?
Si no pensamos en las causas no habrá consecuencias.
L.

En el umbral de los misterios

Sin regreso


Si uno se manda una cagada, o, dicho de un modo más fino, si uno hiere a otra persona directa o indirectamente, quiero decir, si uno comete un error, admitiendo que exista algo llamado error, si uno hace algo de consecuencias indeseables, la pregunta es o sería si es posible volver al principio anterior al principio, esto es, regresar al instante previo a la ejecución de la cagada, o, dicho de un modo más fino, al error inicial y conjurarlo en su cuna. La respuesta es no. Resulta imposible rebobinar la secuencia. Se podrá reciclar lo actuado, usarlo como enseñanza para el futuro, aprender a convivir con la mancha. Repensar. Rectificar. Pero no hay vuelta atrás.
L.

Carta desde Colombia


El día no empezó bien. Ayer fue un día nublado y estuvo lloviznando todo el tiempo. Incluso en la noche. El taxi tomó una de las autopistas y condujo a una velocidad que superaba los 120 kilómetros por hora. El asfalto de la ruta suicida estaba mojado. Cuando regresé a casa encendí el computador. Había caído internet. Estoy trasnochada, tengo sed, no puedo hacer lo que quiero y eso es motivo de infelicidad. Nunca he conocido un otoño. En Colombia todas las ciudades se vanaglorian de tener una eterna primavera. Será por eso que nos matamos.
Andrea

Número


¿Cambio de trabajo o sigo con el de siempre? ¿Escribo o no escribo la novela? ¿Me caso con esa mujer o la de más allá? ¿Me mudo de casa o sigo en la misma? ¿Lo hago solo o acompañado? ¿Empiezo una terapia o mejor hablo con un amigo? ¿Doblo a la derecha o a la izquierda? ¿Compro manzanas o naranjas? Vivimos atrapados en el número dos. Hay una doble y casi fatal vertiente que bifurca el camino de nuestros días. La oscilación es constante y eso nos atormenta. ¿Hasta cuándo vamos a dejarnos dominar por la maldita dualidad? ¿No habrá llegado la hora de ir dejando el dos para entregarnos al riesgo, el temblor y la certeza del número uno?
L.

martes, 21 de septiembre de 2010

Invención y repetición en el amor


El amor tiene mucho de repetición. Se reproducen gestos calcados y ya probados, palabras repetidas cien veces antes como si fueran originales, encastres de los cuerpos que ya se hicieron en el pasado sin demasiadas variantes. Pero el amor tiene, también, mucho de invención. Los amantes descubren un código propio, dejan de leer el kamasutra a la hora de probar posiciones en la cama, se ríen de lo que otros no se ríen, aprenden un idioma propio y una manera de estar juntos que no se parece a las ya experimentadas. ¿El amor es invención o repetición? Muy probablemente las dos cosas.
Y una tercera no escrita en ningún lado.
L.

Cuarteles de primavera


Poco antes de morir de tristeza el poeta chileno Pablo Neruda respondió unas pocas preguntas que le hizo en Isla Negra su comadre Margarita Aguirre. Ella no sabía que se trataba del último reportaje al poeta. Sobre el final de la entrevista el autor de Residencia en la tierra pidió ayuda para su país amenazado por los podridos poderes del mundo. Se disculpó, de paso, por volver a hablar de política en las últimas horas de su vida. Y dijo algo más que no estaría de más recordar. El momento de Chile es desgarrador y pasa a las puertas de mi casa, invade el recinto de mi trabajo y no me queda más remedio que participar en esta gran lucha. Mucha gente pensará ¡hasta cuándo! Por qué sigo hablando de política ahora que debería estarme tranquilo. Posiblemente tengan razón. No conservo ningún sentimiento de orgullo como para decir ya basta. He adquirido el derecho de retirarme a mis cuarteles de invierno. Pero yo no tengo cuarteles de invierno. Sólo tengo cuarteles de primavera.
L.

De pie y cantando


Hacíamos el amor compulsivamente. Lo hacíamos deliberadamente. Lo hacíamos espontáneamente. Pero sobre todo, hacíamos el amor diariamente. O en otras palabras, los lunes, los martes y los miércoles hacíamos el amor invariablemente. Los jueves, los viernes y los sábados, hacíamos el amor igualmente. Por último los domingos hacíamos el amor religiosamente. O bien hacíamos el amor por compatibilidad de caracteres, por favor, por supuesto, por teléfono, de primera intención y en última instancia, por no dejar y por si acaso, como primera medida y como último recurso. Hicimos también el amor por ósmosis y por simbiosis: a eso le llamábamos hacer el amor científicamente. Pero también hicimos el amor yo a ella y ella a mí es decir, recíprocamente. Y cuando ella se quedaba a la mitad de un orgasmo y yo, con el miembro convertido en un músculo fláccido no podía llenarla, entonces hacíamos el amor lastimosamente. Lo cual no tiene nada que ver con las veces en que yo me imaginaba que no iba a poder, y no podía, y ella pensaba que no iba a sentir, y no sentía, o bien estábamos tan cansados y tan preocupados que ninguno de los dos alcanzaba el orgasmo. Decíamos, entonces, que lo habíamos hecho aproximadamente. O bien a Estefanía le daba por recordar las ardillas que el tío Esteban le trajo de Wisconsin y que daban vueltas como locas en sus jaulas olorosas a creolina, y yo por mi parte recordaba la casa de los abuelos, con sus sillas vienesas y sus macetas de rosas-té esperando la eclosión de las cuatro de la tarde, y así era como hacíamos el amor nostálgicamente, viniéndonos mientras nos íbamos tras viejos recuerdos. También lo hicimos de pie y cantando, de rodillas y rezando, acostados y soñando. Y sobre todo, y por la simple razón de que yo lo quería así y ella también, hacíamos el amor voluntariamente. Muchas veces hicimos el amor contra natura, a favor de natura, ignorando a natura. O de noche con la luz encendida, mientras los mosquitos ejecutaban una danza alrededor del foco. O de día con los ojos cerrados. O con el cuerpo limpio y la conciencia sucia. O viceversa. Contentos, felices, dolientes, amargados. Con remordimientos y sin sentido. Con sueño y con frío. Y cuando estábamos conscientes de lo absurdo de la vida, y de que un día nos olvidaríamos el uno del otro, entonces hacíamos el amor inútilmente. Para envidia de nuestros amigos y enemigos, hacíamos el amor ilimitadamente, magistralmente, legendariamente. Para honra de nuestros padres, hacíamos el amor moralmente. Para escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente. Para alegría de los psiquiatras, hacíamos el amor sintomáticamente.
Y, sobre todo, hacíamos el amor físicamente.

Fernando del Paso / Fragmento de su novela Palinuro de México

El banquete


Por no privarnos de un bocado arruinamos a veces el banquete. Laura, una amiga, fuma cuarenta cigarrillos al día. Me dijo que cuando aspira el humo y llena sus pulmones disfruta de una plenitud inigualable. Los médicos le advirtieron que a ese ritmo su destino es una muerte injusta y prematura. Pero mi amiga no piensa en el banquete (su vida) sino en el bocado. Marcelo, profesor de filosofía en la UBA, traiciona a su mujer con alumnas ocasionales. Todo resulta fácil. Marcelo es joven, sus clases son interesantes, las estudiantes confunden presocráticos y preservativos. Mi amigo no piensa en el banquete (su familia/sus clases) sino en el bocado. La esposa lo descubrió en dos o tres oportunidades con leves inspecciones en el celular y el correo electrónico. Pero eso es lo de menos. Lo que importa es el acto y sus consecuencias. Por no privarnos de un bocado arruinamos a veces el banquete.
L.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Momento


En el momento en que el martillo corta el aire en dirección a la desolada punta de un clavo se altera extrañamente el plan del mundo. Cuando mis vecinos dejan de gritar surge en mí un deseo inexplicable de evocar algo olvidado. Cuando las abejas africanas se calman por un rato sueño con la playa de mi infancia. Es difícil de explicar. Por alguna razón cesan las órdenes y aparece la música del cielo. Justo cuando el taladro se dispone a entrar en mi cabeza.
L.

Gramática de las pasiones


Viendo nuevamente Contra viento y marea (una vieja película de Lars Von Trier) pensé que deberíamos tener más cuidado con el discurso amoroso. Con frecuencia sus enunciados son torpes, vagos, engañosos. No llamar entrega, por ejemplo, a la servidumbre. No pensar que la demencia o el desamparo pueden ser formas admisibles del sacrificio por el otro. Desechar desde su origen la idea de amor total, absoluto e indestructible. Hay demasiadas pruebas en contrario. Todas las precauciones que se adopten, sin embargo, no deben hacernos olvidar que el amor, la entrega y la pasión son parte de la aventura humana. Y si están respaldadas por el cuerpo y los actos son (también) mucho más que palabras.
L.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Domingo


Sólo nos queda mirar la luz de la luciérnaga. Ese último chispazo de la hoguera del verano flotando en el silencio del bosque. Miremos la luz de la luciérnaga. A ella se ha reducido el mundo. Domingo a domingo se sucedieron rostros besados junto a ramos de nomeolvides. Son sueños secretos que se espían entre un confuso murmullo de grillos y relojes. Ahora no sabemos qué hacer. El rocío de la mañana se evapora en las manos. No sabemos qué hacer entre los muros desolados. Miremos la luz de la luciérnaga. Sólo nos queda mirar la luz de la luciérnaga. Ese débil chispazo de la hoguera del verano / más débil que la memoria de una ola.
Miremos la luz de la luciérnaga.
A ella se ha reducido el mundo.

Jorge Teillier, poeta chileno, 1935-1996.

Te amo para siempre


Las chicas dicen que los hombres mienten cuando les declaran amor eterno. Pero no es así. Cuando un hombre, o una mujer, le dice a alguien te amo para siempre le confiere en ese acto discursivo los atributos de la inmortalidad y lo inmutable. La contradicción es evidente y no se puede culpar a nadie por eso. La carne se corrompe y nuestros días están contados. Sin embargo amamos y lo hacemos con ganas. Sin embargo amamos en cuerpo y alma que es decir casi lo mismo. El amor no regala eternidad. Regala algo mucho mejor.
L.

Las esposas felices se suicidan a las seis


Estadísticas citadas hace tiempo por García Márquez, o sea falsas, concluyen que las esposas felices se suicidan los domingos a las seis. Otras estimaciones agregan que las inmolaciones se concretan en días soleados y no lluviosos como podría suponerse. Según el escritor colombiano el problema no es difícil de entender. En otro tiempo esas mujeres fueron bellas y se casaron jóvenes con hombres también lindos, potentes y emprendedores. Satisfechas con el hallazgo las damas se concentraron en los oficios del hogar, y naturalmente en los hijos, con resultados catastróficos. Después de las tareas de la casa, después de despedir al marido, después de las novelas de televisión, después de la siesta y de alguna incursión por internet o el blackberry (para preguntarle a una de sus hijas qué está comiendo) se quedan vacías frente al abismo de las seis de la tarde. A esa hora o bien se consiguen un amante (tarea compleja para una mujer que no se ha preocupado por volverse física y espiritualmente interesante) o se toman un frasco lleno de pastillas. ¿Queda una opción menos drástica para las esposas felices? Por supuesto que sí. Pero un blog no es lugar ni para planes de autoayuda ni para cualquier otra variante al uso de la estupidez humana.
L.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Parejas


Al principio las parejas se unen por una especie de mística vislumbrada en pequeños pero certeros rituales de encantamiento. Poco a poco, sin embargo, los pases mágicos van mutando o disminuyendo. Los amantes se llaman menos, faltan las flores nuevas de la primera cita, abundan las excusas, se discute por tonterías o directamente no se discute por nada. Los duendes del primer día ya no encuentran conejos en la desvencijada galera. La pasión se torna costumbre y la costumbre rutina. No es fácil escapar de esta secuencia. Pero tampoco es fatal que se cumpla. Sólo el amor -dice el poeta- convierte en milagro el barro.
L.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Ilusiones


Cuando una ilusión se apaga queda un carbón encendido, sombra de luz, una arruga de fuego, promesas disueltas como aire en el aire. Cuando una ilusión se apaga no se apaga del todo. Y ahí está el problema. No en la ilusión sino en lo que queda de ella.
L

Periodismo/10


Escucho a los periodistas de radiotaxi/10 muy preocupados por el futuro de la educación argentina. No sólo dicen que hay que matar a los estudiantes que ocupan escuelas y ensucian paredes (“no sirven para nada”, dictaminó una oyente) sino que aconsejan el uso de nuevas formas de estudio (memorizar la tabla del nueve), no hacer política en la escuela (lo sugirió Videla en la sala de torturas), aceptar sin debate los contenidos curriculares y reimponer la autoridad fascista en las aulas y el país. Periodistas de otros medios también descubrieron de pronto algo llamado pizarra. Acusan a los estudiantes de vagos, sexópatas y drogones, les dicen lo que tienen que hacer, defienden la letra que entra con sangre. Curiosamente la mayor contribución a la ignorancia general se gesta en los medios de incomunicación masiva, en canales y diarios conducidos por periodistas incultos que hoy se rasgan las vestiduras en nombre de una pedagogía que ni sospechan. ¿Cómo hace un maestro para luchar a la vez contra los culos de Tinelli y sus bailarinas, los radiotaxis/10 del neonazismo local y los diarios que se aferran a la concentración monopólica y perversa de la información pública? ¿Con qué herramientas oponerse a la disolución mediática del mundo?
L.

Ideología dominante


Ocurrió anoche en una escuela de periodismo. Yo dictaba una clase sobre cuestionarios fijos. Hacía frío en el aula y elegí, al azar, una alumna llamada Nieves. Le hice una de las veintisiete preguntas del cuestionario Proust. ¿Cómo imaginás un momento perfecto? Nieves pensó un rato. Y otro más. Finalmente dijo que su momento perfecto debería transcurrir en una playa. Sentada en una playa, especificó. Sentada en una playa bajo el sol. ¿Sola o acompañada?, repregunté. Obviamente acompañada, respondió. Jamás estaría sola en una playa ni en ningún lado. No es divertido. Parecía enojada. Aun así, tras un silencio, pronuncié la palabra depende. Y por último, cansado por el trabajo del día, le dije a Nieves que a veces la soledad es la mejor compañía. Error. Los alumnos me miraron como se mira a un extraterrestre. Comprendí que para la mayoría de ellos la soledad es o sería el peor castigo imaginable. Sentí que estaba enfrentando una ideología dominante. O acaso a toda una generación. Tomé lista y di por finalizada la clase.
L.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Capítulo siete


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como sí tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Julio Cortázar / Capítulo siete de Rayuela

Ropa interior


Si nuestra vida se limitara nada más que a lo exterior, es decir, oficina y familia, televisión y celular, obediencia, computadora y horarios, qué triste sería. Un único cielo, un único escenario, la máscara de siempre con la sonrisa torpemente dibujada. Quien se construye una vida interior, en cambio, goza de una existencia doble. Más rica. Más interesante. Es una especie de mundo clandestino tan necesario y oculto y humeante como la ropa interior. En la calle nadie la ve. Pero por algo la usamos y la escondemos. A diferencia del calzoncillo, la bombacha y el corpiño hombres y mujeres no deberíamos quitarnos nunca la vida interior.
L.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Los enamorados del amor


Los enamorados del amor no pueden amar a nadie. Buscan algo que no tiene nombre ni cuerpo ni luna ni estación. No tienen proyectos de pareja porque una cosa así le quitaría brillo a los sueños más altos. Los enamorados del amor quieren sentir pero no tocar. Escriben poemas sin objeto. Se acuestan con hadas encantadas. Aman los perfumes y no se resignan a los agrios olores del cuerpo. Viven a diez centímetros del suelo pero añoran la tierra por sobre todas las cosas. Los enamorados del amor no pueden amar a nadie.
L.