jueves, 2 de septiembre de 2010

Esto no es un pez


Nos reíamos hace años de los libros de ciencia ficción. Las máquinas triunfaban sobre los hombres, o, peor, los hombres se convertían en robots. Nos reíamos a la orilla del mar de esas pesadillas propias de autores drogados. Jamás un aparato iba imponerse sobre nosotros. Y entonces leíamos poemas de antiguos juglares. O nos besábamos a la vista de todo el mundo. O corríamos como locos, desnudos, contra el viento, en la playa sin fin y sin principio. Encendíamos un fuego y cantábamos viejas canciones embebidas en cielo y lluvia. Ahora miramos desconcertados a nuestro alrededor. Ahora nos rodean extraños mecanismos. Máquinas espléndidas, teléfonos móviles que hasta nos masturban en secreto, cajas de sonido interminable, microondas, radios minúsculas, blackberrys fabulosos, sistemas de conexión múltiple y definitiva. Algunas mujeres se enamoran de vibradores y algunos hombres se alivian con muñecas o videos hot. Nos rodean cables y respiradores artificiales como en una sala de terapia intensiva. Se ha cortado para siempre la señal. Somos miles de millones y nadie conoce a nadie. Miramos el mar o algo que se le parece como fondo de pantalla. De pronto un pez cruza la escena.
A no asustarse. Si fuera de verdad todo se vendría abajo.
L.

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