jueves, 30 de septiembre de 2010

Tanja


Mijn geliefde zuster, te escribo después de no sé cuánto tiempo. Acá los días pasan y los puntos de referencia son los mismos árboles que veo replicados en centenares de espejos. No importa cuántos kilómetros haya caminado. Mi sensación es la de estar detenida en el mismo sitio. Como el hámster de la pequeña Getrepken que corre y corre en su ruedita sin avanzar. Y es así. Escalo montañas, desciendo por senderos de lodo, escucho atentamente para aprender a diferenciar los ruidos amigos de los enemigos. Esto último resulta ser un remedio perfecto para la melancolía. Aunque pensar a veces me resulte inevitable. Cuando me baño en el río, cualquier río, me acuerdo de las silenciosas quebradas de Lubec. Y te imagino saltando desde los troncos caídos, mientras gritas ¡muerte! como un conjuro para protegerte de la única certeza que te animas a nombrar. Pero la vida, querida hermana, es asfixiante cuando se presenta en exceso. En cualquier lugar donde mire hay algo aleteando, gimiendo, olfateando, palpitando como las venas de un atleta. La única presencia que tolero es la de Don Alvarito, un mono muy pequeño que todas las mañanas se acerca a mi hamaca y juega con mi pelo. Tengo el cabello larguísimo. Las compañeras, para entretenerse, me rodean y empiezan a trenzarlo mientras ríen y hablan de hombres. Son, quizás, los únicos momentos de tranquilidad que puedo disfrutar acá. Ayer hubo una fiesta. Un compañero me sacó a bailar y todos se burlaban de la torpeza de mis pasos. Después alguien trajo una guitarra y entonces pedí permiso para tocar algo. No sé ninguna canción en español así que decidí cantar en holandés. Want je kunt niets zeker weten. Cuando fui a dormir imaginé la escena de una chica holandesa cantando canciones de Boudewijn en plena selva. Empecé a reírme. La ruedita del hámster cambió de escenario pero el movimiento sigue siendo el mismo, ¿no crees? Al final llegó Daniel, mi compañero. Había logrado cambiar la guardia y esa noche dormimos juntos. En la madrugada llegó Don Alvarito como siempre a despertarme. Daniel lo golpeó y yo quedé en silencio. Pasará mucho tiempo antes de que me atreva a escuchar mi propia voz. Eso es todo lo que puedo decirte. Espero que algún día puedas leer esta carta. Si es así trata de ir al río a eso de las seis de la tarde. A esa misma hora, mijn geliefde zuster, también yo estaré mirando el agua.
Andrea

1 comentario:

  1. Andrea, lo que escribiste me conmueve como todo lo que lleva tu firma en este blog. Tenés una manera de decir y sentir privilegiada. Entre líneas alcanzo a leer la tragedia de tu país pero metaforizada a tal punto que lo que se cuenta podría ser universal. Lo que le pasa a Tanja nos pasa a todos en mayor o menor medida. Esta carta, la tuya o la de Tanja, está dirigida a todos nosotros.
    El pez

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