Ayer se cortó la luz en la manzana donde vivo. A la vuelta, eran las siete, se había incendiado un auto. Los bomberos dijeron que esa fue la causa del apagón. Desde un balcón varios vecinos la emprendieron contra otro situado justo enfrente. Como vieron que el hombre hacía arreglos en su casa lo acusaron del problema. Lo insultaron. Le tiraron piedras. El hombre bajó la persiana y no volvió a salir. Los propietarios de un edificio próximo pegaron carteles contra los dueños de perros que dejan a sus animales cagar en la vereda. No defiendo la caca de los perros. Tampoco a los irresponsables dueños de esos canes. Pero los carteles advierten que se ha echado veneno para todos en la vereda y en la calle. Algo huele a podrido en los barrios y el odio se cocina a fuego lento. Extraños deportistas espían por la mirilla y planean conspiraciones. Volvía del Coto recién y un desconocido que vive cerca me dijo que deje de escribir sobre amores perdidos y demás tristezas. Al parecer me conoce. La gente quiere ser feliz, informó. Me quedé pensando. Ya me amarga dedicarle un post a los venenos barriales. Mucho mejor hubiera sido escribir algo sobre amores perdidos y demás tristezas. Yo también soy la gente. Yo también quiero ser feliz.
L.
une beauté!
ResponderEliminarCada cual a su manera. Pero es mejor si uno lleva a cabo su vida sin joder a nadie. Esos venenos no solo son barriales. Siempre estan. Por suerte. Ellos nos mantienen vivos y alertas.
ResponderEliminarO.
Creo como O. que los venenos siempre están y como las bacterias descomponedoras tienen la función de destruir pero si uno está atento tal vez podamos transformar la basura en energía como ellas que ayudan a reciclar la vida, encontrando caminos que descubran aún los amores perdidos porque primero han sido amores.Aristóteles decía que conocemos el placer al saber qué es el displacer. La conquista de la felicidad es un largo camino que no reniega del dolor o la tristeza, los supera.
ResponderEliminarGraciela B