A veces me siento como esos desorientados soldados japoneses que creían que la guerra y el amor no habían terminado. Algunos de ellos fueron encontrados en trincheras perdidas, escondidos en el cráter de un volcán o en medio de la selva, con armas oxidadas e inútiles. Me siento a veces como ellos. Recuerdo casos en que los obstinados guerreros fueron hallados con el casco puesto y hasta con un viejo y gastado uniforme de batalla. Esos oscuros combatientes parecían dispuestos a dar el asalto final quién sabe a qué fortaleza inexistente. Así me siento a veces. Como afuera del tiempo y el espacio. Como si el amor y la guerra no hubiesen terminado.
L.
La guerra terminó como evento o circunstancia histórica. La guerra se nos hizo cotidiana y cotiza en la bolsa. Se esconde en el lugar más visible. En cada valla o spot publicitario -por simple que sea.
ResponderEliminarSin embargo, el amor no sé si terminó. Cual sueño escurridizo, de vez en vez te hace creer que viene, que esta vez sí. Tal vez sea la más sobrada y compleja utopía, la ficción más extendida. Lo que sí sé es que al amor, casi por instinto, lo seguimos buscando.
Buen post.
Abrazo,
Poder creer en el amor en tiempos de guerra es una bendición. No poder volver a él una vez terminada aquélla una desgracia. Tal vez la vivencia del espanto seque el espíritu de tal forma que los cuerpos vacíos agotados en la lucha sólo puedan sentirse vivos en combate. Creo que esto pasa cuando perdemos la capacidad de asombro. Cuando dejamos que el amor se diluya en la tragedia. Es cuestión de rescatarlo. Recuerdo a Machado: "que la vida se tome la pena de matarme ya que yo no me tomo la pena de vivir".
ResponderEliminarGraciela B