martes, 30 de noviembre de 2010

Pase a la clandestinidad


Caos calmo, confusión nerviosa, gritos en vez de voces, tartamudeo del mensaje, mundo sucio e incompleto, fiestas anuales de la falsa unión familiar, basura periodística, turística y artística. Amor líquido, no, peor, amor seco, peor aún, desamor. Política reducida a su mínima expresión, cultura confundida con erudición, desinterés general por todas las cosas, el fabuloso show de la intimidad casual y sexual. Basta ya. Mejor avanzar hacia muy adentro. Mejor volar en silencio y por abajo. Trabajar como la hormiga o la sombra que se hunde en el agua sin mojarse. Plan de operaciones para 2011. Suspensión de todos los viajes. Retiro. Pase a la clandestinidad.
L.

Lo efímero


La vida es trágica por definición. Nacemos para morir y todo lo que hacemos está marcado de inicio por esa fatalidad sin nombre. Algunos temen el desenlace y deciden mirar para otro lado y hacerse los tontos, a veces, hasta el fin. Otros prefieren vivir sabiendo y son los que están a salvo. Porque a partir de ser conscientes del sentido trágico y casi desesperante de la vida, todo, incluso aquello, es y será posible para ellos. Le sacarán el jugo a la naranja hasta exprimirla por completo y tragar con placer inusitado hasta la última gota. No matarán el tiempo sino que lo rescatarán de mil maneras diferentes. ¿Cada minuto es el último? Claro que sí. Y por eso mismo harán el amor con cada brevísimo instante de la existencia. Y de esa cópula sagrada nacerán flores que no serán menos hermosas por el hecho de ser -como todo- improbables, vanas, efímeras.
L.

lunes, 29 de noviembre de 2010

La continuidad


Cuando todo fluye aspiramos a que las aguas no dejen de correr. En esos casos cualquier cambio hiere al corazón. Continuidad en todas las cosas que amamos. En la pasión, en la idea, en el cuerpo, en la esperanza de que venga lo que nunca ha sido. Que no se acabe el abrazo, que no pare la lluvia, que el mar permanezca en su eterno retorno. Pero, qué pena, también la continuidad es discontinua.
L.

La interrupción



Vivimos en la era de la interrupción. Suena un celular y la charla se congela. Algo no sale bien en la cama, coitus interruptus, desajuste espiritual o como se llame. Suena la sirena de una ambulancia (o la alarma de un auto) y el pensamiento se astilla, se fracciona, se deshace como una sombra en el agua. El beso por la mitad, la palabra cortada en diez partes, la noche romántica donde una vela se apaga para siempre. ¿No habrá más que interrupción en la continuidad? ¿O nos acostumbraremos a vivir un tiempo de barreras continuas? No puedo seguir con la idea. Alguien golpea la puerta. Mañana o pasado -dice Fernando Pessoa- te diré las palabras.
L.

Elogio de la exageración


Se me dice que nada es tan así, que debo ser cuidadoso, no generalizar todo el tiempo, atender a los matices, opinar de una manera cautelosa y equidistante. Los extremos no son buenos, me dicen. Mejor el agua tibia que el agua muy caliente o muy fría. Vengo escuchando estos loables consejos desde siempre. Los equilibrados advierten contra mi desequilibrio. Los normales cuestionan mi anormalidad y en todos los casos lo hacen con inteligencia y argumentos irrefutables. Hay un punto, sin embargo, donde la moderación sistemática se parece demasiado a la cobardía y la mediocridad. La vida misma exagera. Y yo no puedo ser menos.
L.

domingo, 28 de noviembre de 2010

La sal de la vida

Lugar del crimen


Amamos y viajamos para volver al mismo sitio. Viajamos y amamos para confirmar lo sabido. En cada viaje, en cada amor, nos desnudamos ante el viejo y conocido espejo. Bocas bonitas, islas remotas, mares de ensueño, cuerpos anhelantes. Todo eso cabe en una edición barata del Kamasutra o en una aburrida guía de turismo. Amar y viajar componen una sinfonía en dos movimientos. Y todo se resume, por fin, en el regreso eterno al lugar del crimen.
L.

Periodismo impotente


La difusión periodística de cualquier hecho o actividad cultural, social, política o deportiva tiene un altísimo costo. A cambio de la promoción gentilmente ofrecida los cuervos de la prensa ocultan o deforman datos, eligen fotos engañosas, banalizan, matan, convierten en barro lo que tocan. Perfectamente se los puede comparar con los antropófagos, es decir, con quienes se alimentan de carne humana. De esa maravillosa labor vive el periodismo, sobre todo el argentino, en casi todas sus formas. Los ejecutores de semejante rapiña padecen, sin embargo, una impotencia incurable y fatal. Se comen a los otros pero nunca pueden ser los otros.
L.

Besos a las seis de la mañana

sábado, 27 de noviembre de 2010

La palabra fecunda


Cuando se exige una palabra de nosotros no debemos negarla. Hemos guardado hasta ahora un silencio demasiado parecido a la estupidez. Seguir callando en las actuales circunstancias es una cobardía similar a la del hombre que no entra como debe en la mujer amada. Semejante acto de respeto es una completa falta de respeto. Llegó la hora de poner fin a tanta prescindencia. Vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva. La palabra es el sexo del espíritu.
L.

Los vencedores


El futuro pertenece a los locos de hoy, a los negados, a los perseguidos, a esos que el mundo arroja sin piedad a la basura de la historia. De ellos y de nadie más será el mañana. Las putas del sábado serán las reinas del domingo. De los enfermos dependerá la salud. De los desviados nacerá la línea recta y de los oprimidos el bienestar general. Los bien vestidos de ahora serán desnudados a la vista de todos. Y entonces, sólo entonces, la hora habrá llegado.
L.

Volver a empezar


¿Dejar de escribir es dejar de sentir? La sola idea suena extraña y es de todos modos inaceptable. Podemos sentir sin dejar inscripción en el lenguaje. La breve pausa de una semana sin actualizar este blog lleva directo a estos pensamientos inútiles. ¿Dejamos de percibir la vida en estos pocos días de silencio? ¿Acaso no es posible oler el mar, llorar, ser feliz o enamorarse sin ponerle nombre a todo eso?
L.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Sala de espera

Por razones de fuerza menor Suspendelviaje suspende las actualizaciones del blog hasta el sábado 27. En realidad no harán falta. Hay más de 1.300 textos, fotos y videos para ver, escuchar y leer. La búsqueda se facilita ahora con la incorporación de la sección etiquetas si bien esta última cubre apenas lo publicado aquí desde agosto de 2010. Eso significa que se puede navegar hacia atrás y encontrar todo tipo de ideas, lecturas, imágenes y relatos altamente provocadores. Invitamos también a la participación activa dejando comentarios al pie de los posteos que despierten interés o curiosidad. Así es la vida. Algunos se dirigen a la sala de embarque y otros viajan, quizás más lejos, desde la sala de espera.
Andrea y Luis

sábado, 20 de noviembre de 2010

El sexo es alma


A la hora de abordar lo sexual de la manera más cruda posible descubrimos que lo sexual desaparece. El desajuste no afecta a los animales por la simple razón de que no están dotados de lenguaje. Hombres y mujeres necesitan palabras para erotizarse. Esto podría ser visto como una desventaja o, peor, como un alejamiento de "lo natural". Pero naturaleza y humanidad no van de la mano. Las mujeres no suelen excitarse ante la visión de cuerpos desnudos, fotos o videos pornográficos. Los hombres, aún los más primitivos y limitados, son un poco más sensibles a las representaciones audiovisuales. Pero también para ellos la satisfacción puramente física resulta incompleta. Los manuales de sexualidad hablan de zonas específicas a tener en cuenta. Pero no es en un punto preciso de la anatomía donde el orgasmo se desata. El sexo es alma.
L.

Pasajeros del blog


Este blog tiene historia e histeria. Cada tanto suben al tren grupos de lectores entusiastas y atentos. Se quedan un rato en la estación, hacen comentarios, se amigan, se enojan pero siguen hasta que un día se van para no volver. Tengo una teoría al respecto. Los pasajeros suben cuando están en estado de grieta. Aquí encuentran una música que les suena bien y que incluso los alivia. Ven imágenes y palabras que despiertan emociones encontradas y deseos interdictos. Pasado un tiempo esos lectores mejoran, se hacen fuertes, necesitan ya no suspender el viaje sino retomarlo con fuerza. Y, como debe ser, dejan el blog. Pero los nuevos ya hacen fila en el andén para subir y quedarse un rato en la estación.
L.

Intimidad como espectáculo


Mis alumnos colombianos están asombrados por la enorme industria del chisme que se ha impuesto en la Argentina. Me dicen que en Colombia hay un solo programa dedicado a inspeccionar la ropa sucia de ricos y famosos. Aquí, en cambio, los intrusos arman el show a toda hora y todos los días. Lo hacen con modelos calientes, músicos de rock que dejan embarazadas a sus novias, infidelidades alegres en un set de filmación, miradas furtivas, erecciones y eyaculaciones rutilantes. Imagino un gran estadio de fútbol y una multitud de espectadores excitados haciendo la ola mientras abajo, en el campo de juego, un pequeño grupo de personas se exhibe en pelotas para satisfacer los bajos instintos de la tribuna. ¿No sería más interesante que cada uno de nosotros dejara de mirar hacia afuera para verse, al menos un poco, en el callado espejo interior?
L.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Una salvación barata


No hay que esperar grandes y definitivos rescates. Alcanza un barco de papel, un peinecito de nácar, una palabra casual, un escote pasajero. La teoría de la salvación barata funciona sobre todo en pequeños ambientes y en días nublados. No hacen falta ilusiones y mucho menos esperanzas. Una gota en el mar, caminatas a la sombra, un poco de silencio, todo inseguro y extremadamente débil. El hombre que se ahoga descubre en sí mismo el salvavidas.
L.

Aprender viajando


La desventaja de viajar en auto o en avión es que se llega rápido y bien a la meta. La ventaja de andar en bicicleta es que se llega tarde y mal a cualquier lado. El ciclista se embarra, suda, se cansa, las piernas duelen, también el culo, y el sol no perdona. Ahí está la ganancia. Ahí y en ninguna otra parte. El automovilista avanza raudo por los caminos con aire acondicionado y vidrios debidamente solarizados. Una música suave completa el movimiento perfecto. El pasajero aéreo se desliza apenas desde la sala de embarque al cielo y desde las nubes hasta un aeropuerto donde todo funcionará como en el cielo. El contraste es evidente y no hay mucho más que hablar. Los aviones y los autos no enseñan nada. Las bicicletas triunfarán.
L.

Erotismo de oriente


Maldije la lluvia que azotando mi techo no me dejaba dormir. Maldije al viento que robaba las flores de mis jardines. Pero tú llegaste y alabé la lluvia. Te alabé cuando te quitaste la túnica empapada. Pero tú llegaste y alabé al viento.
Lo alabé porque apagó la lámpara.

Wu Kieng / Poeta chino del siglo XIX

Una vida sin libros


Un triste día de invierno de 1980 un juez de la dictadura argentina ordenó y ejecutó la quema de un millón y medio de libros pertenecientes al Centro Editor de América Latina. Antes los militares ya habían prohibido una larga lista de títulos inconvenientes. No sólo los volúmenes filosóficos de Marx, Engels y Lenin sino también El principito, del subversivo Antoine de Saint Exupéry, y textos insinuantes y decididamente peligrosos como Para hacer el amor en los parques, de Nicolás Casullo. En el mundo la quema de libros comenzó en China unos doscientos años antes de nuestra era. El 10 de mayo de 1933 el nazismo levantó una gran fogata de libros de autores judíos como anticipo de la inminente quema de los propios autores y sus millones de lectores. ¿Se volverán a quemar libros en el futuro del mundo? No parece necesario. Los muebleros de Buenos Aires aseguran que ya nadie compra bibliotecas. Prácticamente se dejaron de fabricar. Un ciudadano estadounidense común lee menos de un libro por año. Los estudiantes aprenden, en el mejor de los casos, con fotocopias. La lectura es vista como una actividad solitaria, infructuosa y aburrida. Quizás los bárbaros del futuro no necesiten fósforos. Se nos dice que pronto gozaremos de pantallas textuales con las que será posible "interactuar" de un modo veloz y efectivo con diez mil libros a la vez. Alonso Quijano no volverá a enloquecer. Emma Bovary no va suicidarse cuando compruebe que la vida no es igual a las novelas románticas que la enfermaron. Algo se habrá perdido, sin embargo, cuando la felicidad total y absoluta se haya impuesto en el planeta. Algo que ni vale la pena nombrar.
L.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Una vida sin pureza


Hay que ser muy impuro para saber qué cosa es la pureza. Hay que haberse manchado alguna vez con caca de paloma para entender el sentido de su vuelo. Hay que aceptar por fin los olores, las huellas del pie sucio, la vergonzosa humedad en las sábanas, la euforia amortiguada en el cuarto de hotel, el raro sonido del océano a las tres. Hay que ser muy impuro para saber qué cosa es la pureza.
L.

El amante visual


Dice Pessoa que cada uno de nosotros es dos. Dice que por eso cuando dos personas se unen es raro que las cuatro puedan ponerse de acuerdo. Dice Pessoa que cuando amamos a alguien es a un concepto nuestro al que amamos, es decir, a nosotros mismos. Dice que incluso en el amor sexual buscamos un placer propio a través de un cuerpo extraño. Estas ideas del amante visual me atraen mucho. Son seductoras y no carecen de lógica. Pero también me ahogan.
L

El viaje


Cuando me lo contó no supe qué decir. A su manera y sin discursos solemnes mi gato Grusswillis anunció que saldría de viaje por el mundo. Antes de hablar conmigo convocó a una reunión en los techos a la cual no faltó nadie. Ni la siamesa ni el atigrado ni el marrón ni el psicogato lacaniano. La asamblea felina fue calificada como escandalosa por un diario de la región que citó, como suele hacerlo, a un diputado cercano al kirchnerismo. Mi gato no prestó atención al ataque infundado y precisó que el recorrido empezaría en Lisboa para terminar probablemente en Ciudad Gótica con una visita sorpresa a Gatúbela. De inmediato traté de disuadirlo. Le dije que más allá de las fronteras no hallaría nada que no lleve consigo. Le aclaré que los desengaños amorosos y de cualquier tipo no se resuelven mediante la negación y el escapismo. Hay que atravesar el problema, resumí echando mano al argumento de siempre. Pero fue inútil. Grusswillis ni siquiera me escuchó. Llenó su mochila con dos o tres kilos de urinary care protection, cargó un par de libros que lee y relee siempre (Tres gatos amarillos, de Carver, y Perros tóxicos, panfleto de autoayuda escrito por un tal Stamateas) y apenas aceptó mi sugerencia de consultar, antes que sea tarde, al psicogato de los techos. Por lo que pude saber la sesión fue desastrosa. El analista castrado le dijo que los viajes oxigenan el alma, que el movimiento engendra movimiento y que el destino a veces se juega entre moverse o morir. Ya sin esperanzas me limité a despedirlo. Un
minuto antes del vuelo disparé el último cartucho. Le advertí que no recuperaría a la siamesa alejándose de ella. El único viaje útil, añadí, es el viaje interior. Para qué lo habré dicho. Mi gato se hizo el tonto en su estilo, giró el cuerpo hacia la escalera mecánica, mostró las uñas desafiante y se dirigió sin un solo maullido al salón VIC, espacio acorde a su presunto linaje de very important cat.
L.

Elogio de la pasión


En un mundo desencantado la pasión es subversiva. Niega o desafía la ley del mundo. En un mundo sin fe cualquier nueva religión es bienvenida. En un mundo que impone la cárcel de la ropa toda desnudez salva y dignifica. La pasión es irracional. No oye consejos. Se mueve sin que la empujen. Y eso multiplica en alto grado su valor. Si el corazón pudiese pensar, dice el poeta, se pararía.
L.

Lisboa cada vez más cerca

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Lo inconsciente


Desde lo consciente solemos censurar la vida, nos escandalizamos por una palabra o una foto inconveniente, señalamos a los otros con el dedo, exigimos la aplicación de reglas que raramente cumplimos. Nuestro inconsciente, en cambio, carece de esas limitaciones éticas. Se filtra en los sueños, en los actos y hasta en el discurso casual. Lo hace, encima, de una forma totalmente irresponsable. No cuestiona los gestos imprudentes, admite la infidelidad, los cambios de sexo, la pornografía espiritual o física, la ideología políticamente incorrecta. Tenemos razón, por eso mismo, al reprimirlo y silenciarlo. Pero aún así lo inconsciente se las arregla bien para manifestarse en el momento menos pensado. No pide permiso. Y habla, por si fuera poco, de la manera más sucia, loca e inmoral.
L.

Tabaquería


A mi alrededor todos parecen saber lo que quieren. Son unos genios. Ya saben dónde pasarán las fiestas y las vacaciones. Ya saben lo que harán en 2011. Ya saben lo que buscan y no dudan. Junto a ellos me siento un desubicado completo. No sé aún dónde pasaré las fiestas. La palabra vacaciones por ahora es sólo eso. Una palabra. No tengo planes de ningún tipo para el año que viene y apenas me gustaría que llueva un poco en estos días. Leo el comienzo de un poema clásico del portugués Fernando Pessoa. No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. Aparte de eso tengo en mí todos los sueños del mundo. El poema se llama Tabaquería. Eso voy a hacer mientras espero la lluvia. Volver a leer Tabaquería.
L.

Una muerte vital


Además de ser un fotógrafo excepcional, acaso el mejor, mi amigo Lucio es hipocondríaco. Eso quiere decir que un leve mareo, una picadura de mosquito o un simple resfrío se traducen para él en muerte segura para dentro de un rato o, a más tardar, mañana. Su mujer lo sabe y estoicamente lo acompaña a guardias hospitalarias en plena madrugada por un malestar que ni siquiera es digno de ese nombre. Lo mejor de Lucio, sin embargo, nace de ese fatalismo casi religioso. Dado que en teoría va a morir mañana se apura con sus proyectos, sale a sacar fotos, hace planes, escribe, piensa, produce de una manera afiebrada e incesante. Vista de ese ángulo la idea de muerte segura e inmediata pierde todo dramatismo para convertirse, increíblemente, en una pulsión vital y creadora.
L.

La primera cosa


La primera cosa que une a una pareja es conocida. Gustarse físicamente, que todo funcione en la cama, deseo puro y carnal. Pero ni siquiera eso alcanza. La voz ayuda, debe haber humor o algo parecido, cierto encantamiento difícil de nombrar o describir. Debe fluir la conversación y sobre todo el silencio. Una pareja que puede estar en silencio tiene el futuro asegurado. No hay, en resumen, ni primera ni segunda ni tercera cosa. Dirían los chinos de la antiguedad que el amor se nutre de las diez mil cosas del mundo.
L.

La tercera cosa


Leía en clase, el lunes pasado, un texto de Bertolt Brecht acerca de la tercera cosa. Dice ahí el poeta y dramaturgo alemán que en toda pareja hace falta una tercera cosa que lleve el amor hacia adelante. Algo que se ubique más allá del amor mismo, del sexo y la necesaria convivencia. Algún interés o afinidad o militancia por lo que sea. Al terminar la lectura dije que para mi generación la solución del teorema resultó fácil. Luchábamos por la revolución política y social y ese objetivo nos unía. ¿Cuál será para los chicos y chicas de hoy eso que falta en los vínculos amorosos? En el aula se hizo un gran silencio. Un bromista lo rompió apenas para decir que ellos podrían dedicarse a modificar los perfiles de facebook. Otro alumno, sin perder el humor, disparó dos preguntas que me dejaron mudo. ¿Y por qué nosotros no podemos ocuparnos de la revolución también ahora? ¿Acaso no hay muchas cosas que cambiar en este mundo?
L.

martes, 16 de noviembre de 2010

Un periodismo revolucionario


El periodismo argentino acaba de inaugurar una nueva y revolucionaria manera de informar. Se trata de hacer afirmaciones de cualquier tipo sin citar fuentes confiables o no confiables, es decir, no se habla ya del necesario chequeo de los datos y los dichos mencionados en una nota sino que, ahora, puede escribirse un artículo sin fundamentos y colocarlo, incluso, como nota de tapa. Es algo extraordinario que añade al país un nuevo motivo de orgullo. Después del dulce de leche, la birome y el colectivo ahora podemos jactarnos de haber renovado por completo la práctica del oficio más viejo del mundo ¿O ese era otro? Los avances periodísticos locales no terminan ahí. La nueva modalidad incluye también eso que los analistas llaman el tiempo verbal de la neurosis. Se trata del hubiera o hubiese condicional aplicado a hechos no comprobados pero supuestamente ocurridos. Ya no se dice que llueve sino que habría llovido en el caso de que se confirme la caída de agua en algún lado. Los parlamentarios habrían sido presionados para votar el presupuesto 2011, Obama quizás sea negro y demócrata, y, anoche, River le habría ganado a Boca en un estadio muy probable. La instauración de la duda absoluta añade un nuevo galardón a nuestro país. Dios, o alguna figura cercana, habría sido o sería argentino.
L.

Lo que queda


La vida existe para vivirla (o beberla) y no para escribirla, danzarla, filmarla, leerla o pintarla. El mundo real, el amor, el odio, el sexo, las pasiones, el dolor, el placer... Todo eso debe ser experimentado a pleno con el cuerpo y luego, en todo caso, habrá que sublimarlo, reinventarlo, resignificarlo. Se hace ficción con lo que queda y con lo que falta. Jamás con lo que está. Contar los hechos como realmente ocurrieron no sólo es imposible sino que no tiene sentido para un artista. A veces este último, para no decir siempre, necesita mentir para que la obra resulte más verdadera que la vida misma.
L.

Una historia mexicana


La primera vez que besé a Lupe fue a los pies de Tláloc, dios de la lluvia efímera y fatal. En las avenidas Bravo y Cauhtémoc se anunciaba el fin del mundo. Lupe me contó que Tláloc había dormido en un río. Yo casi no la oía. Todo me dolía esa mañana. La manada de taxis, los gritos, la humareda de tacos en parrilla, los quinientos piquetitos en la piel de Frida. Tomé a Lupe de la mano y caminamos. Ella reía y me empujaba. Quería que le comprara dulces, que fuéramos al cine, que nos abrazáramos. México parecía hundirse en tequila y sangre. Ella reía, por momentos cantaba (corazón apasionado/disimula tu tristeza) y luego se colgaba de mi cuerpo como si fuese una rama a punto de caer. La besé por última vez entre los ángeles mudos y sombríos del estado de Guerrero. Después, con alas o sin ellas, Lupe se fue volando hasta posarse en los durísimos hombros de Tláloc, dios de la lluvia efímera y fatal.
L.

Buscar siempre


Yo no encuentro. Busco. Si encontrara algo se borraría el horizonte. Y no es fácil vivir sin horizonte. Todo consiste en echarse a andar. Hacerlo a la manera insegura y torpe del sonámbulo, del ciego, del loco. Ya no dormir. O hacerlo solamente para continuar la marcha por la vía de los sueños. Buscar y no llegar a ningún lado. Los tiburones lo saben. Y también lo saben las aves migratorias. Es moverse o morir. Salir a ver qué pasa en donde nada pasa. Salir sin esperanza ni desesperación. Porque sólo el movimiento engendra movimiento. Y donde se ponen los pies desaparecen los caminos.
L.

lunes, 15 de noviembre de 2010

No buscar más


Y ahora resulta que la vida consiste en buscar cosas todo el tiempo. La gente que busca, dicen, finalmente se encuentra. Entonces hay que hacer cursos de cualquier tipo, experimentar con nuevas sensaciones, viajar a todas partes para cambiar de paisaje, leer todos los libros, escuchar toda la música, intercambiar con cientos y miles y millones de personas. Es demasiado conocida la respuesta que dio Picasso a tan inútil esfuerzo. Yo no busco, encuentro. Mejor aún es el lema adoptado por los antiguos navegantes. Navegar es necesario / vivir no es necesario. Dejar de buscar lo que ya encontramos. Saber que habíamos llegado mucho antes de salir.
L.

Agua fría o caliente


Aprender del árbol a ser árbol. Ducharse con agua fría o bien caliente. Nunca tibia. Cambiar el recorrido al salir o regresar. Quemar las fotos. Releer un libro muchas veces. Recordar situaciones jamás vividas. Aprender que no hay hechos sino interpretaciones. Desaprender eso. Ducharse con agua tibia. Nunca demasiado fría o caliente. Mojar las fotos. Aprender del árbol a ser luna, mano, estrella, perro. Cualquier cosa menos árbol.
L.

Malas costumbres


Hay que quitarse la costumbre de dirigirse a pie a donde no se puede llegar caminando. Hay que quitarse la costumbre de seguir esperando la nave de los sueños. Hay que quitarse la costumbre de hablar de problemas que no pueden resolverse hablando. Hay que quitarse la costumbre de acostumbrarse a las malas costumbres.
L.

Los que mandan


Hay que distinguir bien entre los que gobiernan y los que mandan. Raramente en la Argentina coincidieron ambos grupos. Una cosa es el poder real y muy otra el formal. Ese feliz o desgraciado matrimonio tuvo lugar quizás con las dictaduras militares, bajo el menemismo y en algunos casos más. ¿Quién manda hoy en la Argentina? Para saberlo hay que darse una vuelta por las mansiones de Cariló (en Pinamar), por los barrios cerrados del Delta o Tortuguitas, por los palacios coquetos de Recoleta y Barrio Norte, por las grandes haciendas de la Pampa Húmeda, por la Corte Suprema de Injusticia, por el Parlamento de perros falderos, por los sombríos pasillos del Episcopado, por los clubes mediáticos que conducen los monopolios de desinformación masiva, esos que han llevado el ejercicio del periodismo al nivel más bajo de su historia. Hasta los genocidas debidamente procesados y condenados pasan sus días en cárceles de lujo. Tal vez tengan razón los que proponen, desde la izquierda deleuziana, comenzar a pensar sin Estado, hacer micropolítica de lo cotidiano y otras variantes de la acción pura e inmediata. Ya que no podemos cambiar el mundo cambiemos la vida, dicen con razón los colectivos de pensamiento y militancia. ¿Pero hasta qué punto podemos jugar como niños en el bosque mientras los que mandan siguen afilando con esmero sus colmillos?
L.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Mi prima Estefanía


Pura, inocente, impávida, como si nada hubiera pasado entre nosotros, como si nunca hubiéramos hecho tantas cosas que habrían obligado a los abuelos a dar de vueltas en sus tumbas de haberlo sabido, y que de verdad les hizo dar cincuenta y dos vueltas al año pero no en la tumba, sino en la pared, cuando Estefanía, un sábado, volteó sus fotografías para que de allí en adelante nunca más nos vieran hacer el amor los fines de semana. Así era mi prima. Y bella también, y angelical, y pálida. Y por si fuera poco o nada. Por si fueran poco sus grandes ojos, inmensamente abiertos como si estuvieran asombrados siempre de su propia belleza. Como si fueran nada sus mejillas eternamente ruborizadas por la vergüenza de traer desde niñas una calavera adentro. Nada más sus dos manos nacidas para acariciarme. Y poco sus cinco sentidos, sus veinte años, sus treinta y tres vértebras, sus cien mil cabellos, su millón de células o su trillón de átomos. O en una palabra, su cuerpo. Ese cuerpo que tanto amé y conocí, que hoy podría esculpirlo de memoria y con la lengua, en un bloque de sal. Por si fuera nada todo esto, mi prima Estefanía, mi prima íntegra y tersa, mi prima pura y nítida, después de hacer el amor conmigo, la maldita, se quedaba junto a la ventana y bajo su retrato quieta, sentada, contradictoria como un huracán congelado o corno si corriera por sus venas gelatina de piedra. Y además límpida y casta, inmaculada como una promesa de papel arroz, irreprochable como un remolino de lechuzas blancas.

Fernando del Paso / Fragmento de Palinuro de México

La religión del cuerpo

¿La religión más barata?


El amor (dice Pavese) es la más barata de las religiones. No lo veo así. Al contrario. Debe ser una de las más caras. De haber sobrevivido a su trágico final Romeo y Julieta podrían decir mucho al respecto. Pero no sólo ellos. Cualquiera de nosotros.
L.

Carta desde Colombia


Luego de hablar contigo el cielo se tiñó de negro. Las nubes empezaron a correr y pensé que escaparía de la lluvia. Pero no fue así. Sentí como si estuviera bajo una catarata. El agua cubrió todo en pocos minutos y en pocos minutos terminó. Salí a caminar buscando papagayos. Llevaba el vestido azul que compré en Cartagena. Crucé un río de hormigas gigantes y me encontré con una pareja de canarios que se alimentaban de semillas. Su hijo, un pichón aún gris, los buscaba para que le dieran comida. Pero ellos lo rechazaban. Ya era hora de la vida independiente. Tres niños pasaron a mi lado galopando en caballos negros y veloces. Las mujeres arrojaban con escobas el agua que había entrado en las casas. Los perros, aún asustados por el diluvio, permanecían al resguardo de los zaguanes. Finalmente apareció un papagayo azul y amarillo en la cima del samán, que, en esta época del año, empieza a florecer. Unos bogotanos recién llegados lo contemplaban impresionados por su tamaño y la fortaleza de su canto. Los indios tayronas solían despertarse con ese sonido raro y ancestral.
Andrea

sábado, 13 de noviembre de 2010

Continuidad de los parques


La muchacha se había tendido en el pasto junto al lago. Terminaba de cerrar los ojos cuando un joven se acercó y se tendió en silencio junto a ella. La muchacha sonrió al desconocido como si lo hubiera esperado desde siempre. Te parecés al Che, le dijo embebida en raras evocaciones. Y vos a la bella durmiente, dijo él. Sobre la superficie del agua se deslizaba un grupo de patos casi grises. Uno de ellos parecía asustado o enfermo. De vez en cuando asomaban, desde el fondo amarronado, unos peces de ojos grandes y bigotes. La escena resultaba extraña. La muchacha se incorporó sin observar que su espalda se había cubierto de florcitas aplastadas. Hubo un silencio largo hasta que el hombre empezó a acariciarla. Ella no se resistió y devolvió la ofrenda con audacia y decisión. Una de las manos del hombre, acaso la más obscena, se detuvo en los pechos erizados de la joven. Alcanzó a percibir la dureza del corpiño y le pidió que se lo quitara. La muchacha se alejó hasta desaparecer detrás de un árbol y, al minuto, regresó empujada suavemente por el viento. Hasta los peces y los patos quedaron deslumbrados.
L.

Y ella tan cerca


La cama donde sueño está desierta. Envenenado está el mar donde me hundo. La mujer que amo va a traicionarme. ¿Debo por eso dejar de soñar en la cama con el mar y abandonar a la mujer que amo?
L.

Y a lo lejos el mar

Lo antiguo nuevo


Un discípulo le dijo al maestro que sus enseñanzas eran viejas. Lo mismo, le dijo, han predicado grandes pensadores de la antiguedad. Lo enseño porque es antiguo -respondió el maestro-. Lo enseño porque podría olvidarse y considerarse que el saber transmitido por mí sólo tuvo validez en tiempos pasados. ¿Acaso no hay muchísimos individuos para quienes lo antiguo resulta totalmente nuevo?

Texto inspirado en un texto "antiguo" de Bertolt Brecht.

viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Amor o compañerismo?


Con el tiempo algunas parejas confunden amor con amistad. No es algo malo ni bueno. Apenas un efecto inevitable de ciertas rutinas más próximas al compañerismo que a la pasión devoradora y fatal. Las parejas en esa situación hacen intentos loables para amortiguar los efectos del tiempo y la repetición. La mujer cambia el peinado. Los dos experimentan con nuevas posturas en la cama o piensan en tener hijos, hacer un viaje, cambiar de aspecto o de vivienda. Pero los disfraces también cansan y, finalmente, no son otra cosa que disfraces. Tendrán, quizás, que buscar y buscarse por otro lado.
L.

Teoría del error permanente


Quizás no haya existido un error inicial o un pecado original. Quizás el problema sea un error permanente, algo que hicimos mal y sigue mal, un sistema que no anda ni andará. Pero la sola postulación de la idea (equivocarse siempre) configura necesariamente su opuesto, es decir, la posibilidad de no errar nunca. ¿Y quién se animaría siquiera a pensar en la posibilidad de vivir una vida entera sin errores? Esta sola y absurda pregunta anula el tríptico de posteos sobre la cuestión. No hay error. No hay acierto.
L.

Teoría del pecado original


La ficción cristiana sostiene que fuimos expulsados del paraíso debido a una distracción de dios (paseaba por el jardín del edén) y a una desobediencia de Eva. Según esa teoría la primera mujer no tuvo mejor idea que dejarse convencer por la serpiente y darle a morder una manzana obscena al primer hombre sin medir consecuencias. Lo que siguió es conocido. Adán y Eva ya no pudieron verse en bolas sin pudor y ambos fueron condenados a trabajar todo el día, parir con dolor, casarse por iglesia, pelearse por tonterías y después, claro, separarse por costumbre. Pero quedan esperanzas. Si, como dicen, la historia es circular, volveremos al paraíso de donde fuimos expulsados hasta quedar desnudos nuevamente, a la sombra del árbol de la vida y cuidándonos, eso sí, de comer manzanas o dejarnos convencer por serpientes maliciosas.
L.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Teoría del error inicial


El escritor peruano Julio Ramón Ribeyro desarrolla la teoría del error inicial. Según ella todos cometimos una equivocación originaria, una tontería que luego generó una cadena interminable de errores que nos llevaron a ser lo que somos ahora. No creo en esa teoría pero me encanta pensar que una noche tomé el colectivo equivocado, hablé con la persona errada, me anoté en un club inconveniente, comí algo que me cayó mal y todo así hasta el fracaso final. Pensar, también, que de ese desvío azaroso nacieron todos los desvíos posteriores cuyos resultados fueron, por supuesto, desastrosos.
L.

Lugares comunes del amor


Si no existieran las canciones de Maná, las novelas y películas románticas o los excesos de Luis Miguel, la gente no se enamoraría. El discurso amoroso es fruto de una construcción artesanal y cuidadosa que nace ya en la antigua Grecia y se fue alimentando con la invalorable ayuda de trovadores, poetas de feria, chamuyeros y cantores. La frase altisonante que un joven borracho le dice a una chica en una discoteca a las seis de la mañana está cargada de insufribles lugares comunes. Las mujeres lo saben pero se hacen las tontas o, peor, se suman a la farsa en función de obtener quién sabe qué. ¿Debería entonces reescribirse el discurso amoroso? ¿Habría que limpiarlo de los te amo para siempre, los jamás conocí a alguien igual, los tenemos buena química y tantos otros clisés ya instalados en la cama y en la mesa? Habría que hacerlo pero sin exagerar. Quien huye del mal gusto, advierte el poeta, cae en el hielo.
L.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El secreto de la entrevista


La escritora brasileña Clarice Lispector se definía a sí misma como una simple ama de casa. Los de afuera, en cambio, veían en ella a la esfinge inmaculada. Clarice fue bella y estilizada como una mantis religiosa. Los periodistas fracasaron a la hora de resolver esa aparente contradicción entre la mujer y la diosa. En las entrevistas Clarice nunca hablaba de su vida personal. Tampoco de sus textos. No sé, no conozco, nunca escuché decir, no entiendo de ese asunto, es difícil de explicar. Esas fueron casi siempre sus respuestas. Frustrados ante tanto misterio los periodistas llenaban el silencio con más y más preguntas. ¿Cómo podía romperse el hermetismo? La respuesta era simple. Leyéndola. Y Lispector lo sabía. No olvide llevarse un libro mío –le dijo una vez a una periodista argentina-. Seguramente ahí encontrará material para su artículo. Ese era el secreto. Entrar en Clarice sin preguntar nada.
Andrea

Mails no respondidos


Los importantes no responden mensajes electrónicos. No lo hacen porque son importantes. A veces los triunfadores le escriben a los fracasados porque necesitan algo de ellos. Pero una vez obtenido el dato, el teléfono, la dirección, la foto o lo que sea ni siquiera se toman el trabajo de agradecer el servicio. El acelerado proceso de deshumanización no requiere de actos heroicos. Alcanza con el simple gesto de no contestar un mail. Los fracasados, en cambio, no desfallecen y responden siempre que alguien -así sea un desconocido completo- se dirige a ellos. Lo hacen como si se tratara de una nueva religión. ¿Será por eso que no triunfan en la vida?
L.

Agenda 2011


Ayer nomás celebrábamos la feliz llegada del año 2010. Ayer nomás despedíamos a Papá Noel en la puerta del shopping. Ayer nomás comprábamos nueva agenda o agregábamos números, mails, direcciones y nombres a la pantalla digital. Algo pasó en el medio porque en las librerías ya se agotan las agendas 2011. En el super ya está en venta la sidra y el pan dulce. Papá Noel vuelve a mostrar su barba en las vidrieras y los arbolitos ya ostentan luces y adornos brillantes. Creáse o no. Un año más, el pescado sin vender y el pecado sin cometer. ¿Queda tiempo para justificar el paso de otro año que se va? Sí claro. Unos cincuenta días. ¿Alcanzarán?
L.

Cómo pasamos las horas


En La pantalla global, Lipovetsky revela que los franceses ven unas cien mil horas de televisión a lo largo de su existencia. Eso equivale a un total de once años dedicados por completo a una actividad esencialmente contemplativa. Según datos de Writer's Digest cada ciudadano estadounidense pasa anualmente 2.500 horas ante el televisor, 730 escuchando radio y 61 hablando por teléfono. El estudio establece que cada ciudadano lee apenas dos libros por año. ¿No estará pasando lo mismo, pero multiplicado al infinito, con las computadoras, los celulares y demás maravillas de la era digital?
L.