jueves, 18 de noviembre de 2010

El viaje


Cuando me lo contó no supe qué decir. A su manera y sin discursos solemnes mi gato Grusswillis anunció que saldría de viaje por el mundo. Antes de hablar conmigo convocó a una reunión en los techos a la cual no faltó nadie. Ni la siamesa ni el atigrado ni el marrón ni el psicogato lacaniano. La asamblea felina fue calificada como escandalosa por un diario de la región que citó, como suele hacerlo, a un diputado cercano al kirchnerismo. Mi gato no prestó atención al ataque infundado y precisó que el recorrido empezaría en Lisboa para terminar probablemente en Ciudad Gótica con una visita sorpresa a Gatúbela. De inmediato traté de disuadirlo. Le dije que más allá de las fronteras no hallaría nada que no lleve consigo. Le aclaré que los desengaños amorosos y de cualquier tipo no se resuelven mediante la negación y el escapismo. Hay que atravesar el problema, resumí echando mano al argumento de siempre. Pero fue inútil. Grusswillis ni siquiera me escuchó. Llenó su mochila con dos o tres kilos de urinary care protection, cargó un par de libros que lee y relee siempre (Tres gatos amarillos, de Carver, y Perros tóxicos, panfleto de autoayuda escrito por un tal Stamateas) y apenas aceptó mi sugerencia de consultar, antes que sea tarde, al psicogato de los techos. Por lo que pude saber la sesión fue desastrosa. El analista castrado le dijo que los viajes oxigenan el alma, que el movimiento engendra movimiento y que el destino a veces se juega entre moverse o morir. Ya sin esperanzas me limité a despedirlo. Un
minuto antes del vuelo disparé el último cartucho. Le advertí que no recuperaría a la siamesa alejándose de ella. El único viaje útil, añadí, es el viaje interior. Para qué lo habré dicho. Mi gato se hizo el tonto en su estilo, giró el cuerpo hacia la escalera mecánica, mostró las uñas desafiante y se dirigió sin un solo maullido al salón VIC, espacio acorde a su presunto linaje de very important cat.
L.

2 comentarios:

  1. ¡Volvió grusswillis!
    Ya era hora.
    Emiliano

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  2. ya era hora.
    esa actitud de grusswillis es lo que necesito, con ese tumbao al caminar apuesto que atraviesa el problema acompañado de quetzales y colibries.

    Celeste

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