La diferencia principal entre la prosa de autoayuda y la literatura es que esta última, a diferencia de la primera, no sirve para nada. La otra tampoco por más que se presente como algo práctico, útil y necesario. La autoayuda da indicaciones fáciles de entender aunque no tan fáciles de aplicar. Enseña a hacer el amor con una misma persona toda la vida, sugiere de quién podemos hacernos amigos y de quién no, dictamina sobre la dieta mejor compuesta. Libros como Catedral, La vida breve o Pedro Páramo, en cambio, fracasan ya en la primera página. No sirven ni para coger ni para bailar ni para comer. No pretenden nada más allá de sí mismos. Son por completo inútiles. ¿Pero de qué sirven el amor, la lluvia, la orilla de un mar o la tristeza? La literatura no ayuda a responder esa pregunta. Pero nos acompaña en el simple acto de formularla. Y nos alivia al susurrar muy suavemente que un buen libro, como una canoa inesperada y loca, podrá salvarnos del desastre en el último minuto.
L.
algunos vamos a quedarnos a vivir en la biblioteca universal.
ResponderEliminara.
Ves, este es un texto tóxico :P
ResponderEliminarCada vez me siento más orgulloso de decirle al mundo que usted, señor Luis Gruss, es y será para toda la vida mi Maestro...
ResponderEliminar''mis cuentos no tienen moraleja, el mundo ya está jodido''
ResponderEliminarSegún Sana tu cuerpo el dolor de cabeza se debe a preocupaciones, el acné a la falta de autoestima, y así una larga lista. El secreto, de Byrne, toma fragmentos de filósofos y pensadores y los reordena a su antojo. ¿Por qué en vez de leer a Platón alguien puede elegir los fragmentos de él resumidos que toma Byrne? Por comodidad.
ResponderEliminarLa libertad no es cómoda