Amamos y viajamos para volver al mismo sitio. Viajamos y amamos para confirmar lo sabido. En cada viaje, en cada amor, nos desnudamos ante el viejo y conocido espejo. Bocas bonitas, islas remotas, mares de ensueño, cuerpos anhelantes. Todo eso cabe en una edición barata del Kamasutra o en una aburrida guía de turismo. Amar y viajar componen una sinfonía en dos movimientos. Y todo se resume, por fin, en el regreso eterno al lugar del crimen.
L.
L.
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