lunes, 15 de noviembre de 2010

Los que mandan


Hay que distinguir bien entre los que gobiernan y los que mandan. Raramente en la Argentina coincidieron ambos grupos. Una cosa es el poder real y muy otra el formal. Ese feliz o desgraciado matrimonio tuvo lugar quizás con las dictaduras militares, bajo el menemismo y en algunos casos más. ¿Quién manda hoy en la Argentina? Para saberlo hay que darse una vuelta por las mansiones de Cariló (en Pinamar), por los barrios cerrados del Delta o Tortuguitas, por los palacios coquetos de Recoleta y Barrio Norte, por las grandes haciendas de la Pampa Húmeda, por la Corte Suprema de Injusticia, por el Parlamento de perros falderos, por los sombríos pasillos del Episcopado, por los clubes mediáticos que conducen los monopolios de desinformación masiva, esos que han llevado el ejercicio del periodismo al nivel más bajo de su historia. Hasta los genocidas debidamente procesados y condenados pasan sus días en cárceles de lujo. Tal vez tengan razón los que proponen, desde la izquierda deleuziana, comenzar a pensar sin Estado, hacer micropolítica de lo cotidiano y otras variantes de la acción pura e inmediata. Ya que no podemos cambiar el mundo cambiemos la vida, dicen con razón los colectivos de pensamiento y militancia. ¿Pero hasta qué punto podemos jugar como niños en el bosque mientras los que mandan siguen afilando con esmero sus colmillos?
L.

2 comentarios:

  1. Es cierto, no se puede jugar en el bosque mientras los lobos afilan con esmero sus colmillos. Hay que seguir luchando por que el poder formal algún día coincida con el real y así pueda estar sujeto al control que supone la democracia. Es perverso que los intereses del poder real -antidemocrático, monopólico y criminal en muchas ocasiones- esté respaldado por derechos legítimos en su teoría, pero perversos en su puesta en práctica.
    La forma hace al contenido. Pero no siempre es así.
    G.

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  2. Hace poco empiezo a entender que la juventud sensible, porque hay que hacer la divergencia, se debate entre la formas de cambiar la vida; con militancia, con oración, con crítica, con arte, con escritura, con ausentismo, con indiferencia. Y cada día se le desmoronan a uno las ilusiones. Cada día uno quisiera insensibilizarse e hipnotizarse con las caricaturas y la farándula del noticiero, ¡porque aquellos la pasan tan bien!. Veo amigos que se amilanan frente a semejantes imposibles. Muchos no queremos caer en eso, ni el miedo.

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