Las mujeres de los pescadores no saben qué hacer. La ropa les pesa como cadenas. Algunas sueñan un sueño de hombres desnudos. Otras intentan la televisión o ponerse a tejer. Pero el zum zum de las avispas puede más. La música del bar termina por abrumarlas. Se sacan los zapatos, golpean las mesas, disparan obscenos insultos contra el cielo. Debe ser el viento -dicen-. Debe ser la luna. La tormenta, vieja puta de los mares, traga todos los barcos a la vez.
Puerto Quequén, Argentina.
Qué misterio. ¿Son mujeres de pescadores perdidos en el mar? Muy linda la foto.
ResponderEliminarRulo
es fuerte....
ResponderEliminarNo! dijo la hija del pescador que perdió el ojo derecho por un anzuelo que se le clavó en la competencia de pesca de mosca.
ResponderEliminarEs la naturaleza, se queja por que rompemos el ecosistema! Tenemos que salir de acá, mudémonos a la capital, gritaba con las mejillas rojas de entusiasmo.
Las mujeres la miraban mudas en la resignación del que se sabe atrapado por la rutina que nunca eligió.
El viento sacudía las puertas y abría las ventanas que dejaban entrar las hojas como pájaros asustados.
La tormenta cortó la luz.
Solo se oía un rugido, la furia del agua.
Esa noche nadie durmió.
Los hombres nunca volvieron.
e.