No todo lo vivido y perdido y clausurado se pierde. Hasta el agua de la ducha va a parar a alguna parte. Aún la gente que conocimos y amamos y dejamos de amar sigue pisando hierba en el jardín. Hay brazas del fogón que persisten y no acaban de apagarse. De eso arrancamos. De esa nada que sigue siendo aunque cambie de nombre, figura, tiempo y lugar. No todo se pierde. Ni siquiera la muerte consigue esa proeza. Hay siempre, como dice el poeta, un resto indestructible. Y lo que queda es con lo que empiezas.
L.
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