jueves, 15 de diciembre de 2011

Una vida sin recuerdos


No se trata de recordar como lo hacen a veces lo ancianos. Como los ancianos lo hacen en función de imaginar tiempos seguramente bellos y mejores que los actuales. No se trata de eso. Tampoco la idea sería ponerse a evocar lindas o divertidas anécdotas. O intentar reconstruir divinos castillos de arena que el viento o el mar han borrado para siempre. Definitivamente no se trata de eso y no sé, en realidad, de qué se trata. Pero una vida sin recuerdos es un árbol que hubiera perdido las raíces o la sensación de estar besando a una desconocida, acaso un fantasma o una muñea de plástico frío y desangelado. Pero una vida sin recuerdos es un bosque de palos quemados y rotos, un desierto sin luz, un montón de peces que avanzan por el agua sin saber de dónde vienen, o a dónde van, y sin saber siquiera que su existencia tal vez tenga un sentido. Un pez que recuerda es, para mí, un pez cargado de futuro.
L.

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