Encontré a Grusswillis, mi gato, casi abajo de la rueda de un camión. Lo llevé a casa pero del susto dio un salto y desapareció por tres meses. Volvió flaco, herido, cubierto de cal. Ahora no se mueve del comedor. Le gusta dormir sobre mis libros y, a veces, sobre ejemplares viejos de Le monde diplomatique. Es un felino culto y angustiado. Hace poco inició terapia con un psicogato de los techos. Desde entonces se pavonea hablando de su complejo de castración. A veces ataca y lo hace, según dicen los expertos, porque le faltó amor en la infancia. Yo quiero compensar esa carencia pero es inútil. Hay, sin embargo, ligeros avances. Ya aprendió a comer granos de choclo y aún lentejas. Le gusta Silvio Rodríguez (sobre todo el tema que dice Mi gato azul ayer se me perdió) y pasa horas mirando programas de Animal Chanel. Hace poco se enamoró de una siamesa. Le escribe poemas diciendo que le daría sus siete vidas como prueba. Desde que la conoció -en la terraza de un vecino- casi no duerme, no come y sufre cual Romeo. Yo le digo en su idioma que en amor es más lo que se pierde que lo que se gana. Pero él no escucha. Dibuja un corazón en las piedritas que luego desarma con las uñas. Y, como todo enamorado, espera esperanzado lo imposible.
L.
Me hizo sonreír el texto. Es dinámico y elocuente. Me gusta pensar que todos sufrimos y padecemos las mismas cosas. A veces algunas salen mejores que otras, incluso las que no salen. Tu gato se parece mucho al mío, Otto.
ResponderEliminarPodría decirse que el supuesto mundo diplomático lo abruma y que lo suyo no es un complejo, sino las consecuencias de haber interactuado con los humanos. Desea, seguro, profundamente no haber sido (literalmente) castrado. Ya no teme a perder el falo sino resignarse a recuperarlo. Ama desde la falta de deseo, ama como lo niños, desde el imaginario de cómo sería compartir si fuera posible el deseo (y el consecuente enamoramiento). Imagina que ama y desordena (e inmediatamente ordena, cual obsesivo) las piedritas, pilares de sus sueños.
ResponderEliminarEsto es un delirante profesor. Y eso es muy bueno.
ResponderEliminarEl otro día vi dos gatos que estaban sentados uno en frente del otro. se miraban fijo sin hacer ni un gesto. De rrepente, uno de ellos se acercó al otro y le hizo un mimo en la cebeza. Luego, regresó a su lugar para seguir contemplándolo.
ResponderEliminarMe sentí afortunada de haber espiado ese momento.
Un gato culto y angustiado...
ResponderEliminar¡Como su dueño!
Sergio
Me gusta éste cuento para la pagina http://blogs.clarin.com/elgatoesmio/posts
ResponderEliminarse lo voy a proponer a Christine.
Impecable!
Gracias, Marian. En tal caso sería mejor que no saliera el nombre del gato (grusswillis). No haría falta.
ResponderEliminarSaludos,
L.
Luis me gusto el texto pero no entiendo porque eligió poner tantos punto y seguido! creo q de otra forma se hubiese expresado mejor.....éxitossssss
ResponderEliminar¡Qué vida de gato! Creo que la hace más triste ser tan intelectual y culto, idealiza el amor...¡pobre! Dile Luis que no piense más y aborde esa gata y otras más sin dudar. Judith
ResponderEliminarHablaré con Grusswillis, Judith. Pero creo que ya es tarde. Una vez que sabés algo (lo que sea)ya no podés sacártelo de la cabeza.
ResponderEliminarL.
A mí también me hizo sonreir ¡Es tierno!
ResponderEliminarExcelente profe, me gusto mucho.
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