Ahí, en el extremo más extremo del pasillo, fue donde la vio por última vez. Era una siamesa de pelaje gris, tirando a blanco en las puntas. Una gata de apariencia amable, pero voraz y cruel como pocas de su especie. Al conocerla mi gato pensó que había hallado por fin a su amor verdadero. Ella le prometió viajes, vida en común, hasta un gatito concebido en una noche de aquellas. Pero la siamesa tenía un plan secreto. Y acabó yéndose con el marrón, un gato de lentes, corbata y bigotes brillantes. Grusswillis prefiere no seguir maullando en torno al tema. Se quedó ahí, congelado, en un desolado rincón del patio donde la vio por última vez. Le expliqué en mil idiomas que no es bueno confiar en las siamesas. Le dije que se olvide ya de esa harpía y se dedique mejor a cazar moscas. O se disponga a dormir sobre mis libros hasta que otra lo encandile. El mundo está lleno de gatas hermosas, concluí sin convicción. Pero él no transa y espera como un tonto en su guarida. La quiero solamente a ella, parece decir en su lengua rara y obstinada. Amagué con discutir pero no insistí. Ahora somos dos los que miramos fijamente hacia el extremo más extremo del pasillo.
L.
L.
Hasta hace poco y gracias a tus textos, entiendo cuanto nos parecemos en algunas cosas a los gatos. Inquietante tu texto, divertido y elocuente.
ResponderEliminarUn beso, Ana.
Me parece, Ana, que el autor no habla de gatos en el post. Veo aquí la melancolía que alguien siente ante una ausencia. Él puede llamarse Carlos o cualquier cosa. La "siamesa" puede ser Delfina, Saskia o Marina, es decir, lamentablemente no nos parecemos en nada a los animales. Y Luis habla, creo, de otra cosa.
ResponderEliminarRodrigo
El remate esta buenísimo.
ResponderEliminarPodria tener una 2º parte donde la gata hable con la ex del personaje disfrutando de un viaje en el caribe, sentadas en las terrazas de un yate de 1500 pasajeros, con una vecina de la pileta.
Es una sugerencia.
No me digas que escriba yo la historia porque yo no creo en el amor entre los animales, exepto los que tienen nuestro aspecto.
Toda esa mística la entendí, Rodrigo. Pero sigo creyendo que sí nos parecemos a los animales, al menos un poco. Ana
ResponderEliminarEsta historia suena a lamento pero a la vez, parece un alivio. El pasillo, el gato, la foto, la historia, tu historia Luis. Armaste un post que pega fuerte: se vibra la ausencia. Espero que los ausentes se queden en la memoria como recuerdo , como un pasaje. A veces es necesario negarles el derecho de aparece en cualquier discusión o reflexión.
ResponderEliminarFlorisse, desde Tijuana, Mëxico.
Este pobre gatito, esta en la peor situacion de todas, sufre por un amor que nunca sera....
ResponderEliminarseguire con atencion el final de esta desafortunada historia profe...
"los enamorados -al igual que los guerrilleros de alma- están siempre dispuestos a inmolarse por la causa." La lógica del escritor del post.
ResponderEliminarComparto esa lógica gatuna.
Ingresen a http://blogs.clarin.com/elgatoesmio/posts
allí los gatos y gatas intentan la literatura....
Me encantan las historias de Grusswillis, ese amor romántico, irracional que espera sin especulaciones ni presupuestos.
ResponderEliminarMe siento muy identificada con él,
e
Muero de amor por Grusswillis ! Ojala que no piense más en la siamesa que además de gata es zorra! Ojalá que aparezca en su vida una de esas atorrantas callejeras que lo ayude a olvidar...
ResponderEliminarHace tantas palabras que miro hacia el extremo mas extremo del pasillo...
ResponderEliminarme entibió un poquito más el corazón.
ResponderEliminargracias