Hay una hora y un día en que la luz sólo proyecta sombras. Los peces nadan en la superficie y las caravanas de beduinos detienen su marcha por el desierto. En la ciudad hay alguien a punto de escribir una carta. La mano queda suspendida en el aire. El viento entra en la habitación y las hojas salen volando por la ventana.
A.
A.
Tus textos, Andrea, tienen un clima especial. Este especialmente. ¿Por qué la mano queda suspendida? ¿Por qué se vuelan las hojas?
ResponderEliminarAndrés
Hermosa fotografía. Rayas que entrechocan y a la vez son distantes. Un verde seco que resalta sin sobresalir, que fluctúa y se amalgama por sobre la sombra de lo indeterminado. Un pedacito de brazo empecinado en no dejarse vencer por el tiempo, ése dictamen tonto de Cronos que pasa sin que lo podamos manejar; sin que lleguemos a conseguir jamás la fórmula para detenerlo. Sólo pasa y se va... Así, igual a como nos llegó.
ResponderEliminarSaludo Bogotana. muy linda la foto.
Carlos.
El texto es lo que vale. La foto apenas ilustra desde lejos. Felicitaciones, Andrea.
ResponderEliminarSoledad, de Medellín.