miércoles, 25 de septiembre de 2013
A.
Qué raro se la oye desde lejos en medio de tanto viento y el inaudible silbido de las balas, manos de lana de los muertos empujados como peces río arriba. Desde el Magdalena medio se la escucha, su voz, los temblores de agua, su estar ahí tan leve, el sexo aturdido por los vientos dominantes y rasantes, las bacantes, las guerrillas cercanas y cercadas, la voz que suena ahora desde el Putumayo como un tornado de esos que arrasan con las niñas y la tierra. La voz ronca esta mañana, respiración entrecortada y a orillas de un mar vacío, sonando hacia adentro y tan lejana, la voz que alguna vez fue limpia y afinada como las teclas de un piano cerrado para siempre. Asamblea de almas y de cuerpos, el sonido mudo y tan azul o absurdo y persistente. Desde siempre y desde lejos se la siente llegar a pesar de los vientos cordilleranos, casi humanos, las corrientes dominantes, el silbido de las balas contenidas como flores en un ramo que apunta directo al desnudo y cansado corazón.
L.
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