sábado, 28 de septiembre de 2013

Junto al lago



Ella se puso a tirar piedritas al lago; a veces caían al agua con sonido plash; otras veces se apartaban de los pies desnudos. Yo, entre mudo y vacío, trataba de adivinar la forma de sus pechos breves. Lo hacía cuando se inclinaba sobre los cantos rodados de la playa. Lo hacía mientras ella tiraba piedritas al lago. Nos habíamos propuesto cruzar el bosque siguiendo la curvada orilla hasta alcanzar el hito que marca una frontera borrosa con el país vecino. El circuito debía durar cuatro horas en total. Pero ella se había puesto a tirar piedritas y el tiempo empezó a estirarse. Antes nos habíamos besado; antes, también, nos habíamos olido como perros en un claro poblado de árboles caídos, esos que se convierten en macetas gigantes con abundancia de flores y lombrices. Habíamos hecho todo en silencio y luego seguimos hasta que ella decidió ponerse a tirar piedritas. A veces caían al agua con estruendo; otras veces se apartaban de sus pies desnudos.
L.

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