Lo que de veras alivia es el trabajo creador, la acción pura, ocuparnos de algo o de alguien. Lo que de veras cansa es la imparable expansión del yo, la inacción cargada de angustia, el tedioso tedio de lo ya visto una y otra vez. La angustia despojada de todo acto productivo tiende a estancarse como el agua del pantano y al final se pudre. El movimiento en cambio engendra movimiento y hasta un cierto descanso. Es como acostarse a dormir sobre un mar embravecido, o, también, sobre un colchón erizado de espuma.
L.
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