viernes, 16 de abril de 2010

Pequeña flor


A mucha gente que me rodea le encanta escribir. Es mi asignatura pendiente, dice alguien. Nada me da tanto placer, dice otro aún a costa de sacrificar viajes, comida y sexualidad. Pero son pocos los que están realmente dispuestos a pegar el culo en la silla y trabajar a la manera de los artesanos medievales. Menos aún los que entienden que escribir es (más que cualquier otra cosa) reescribir muchísimo. La primera versión de un texto es sólo un mal necesario. Lo bueno viene después. Hay que estar dispuestos a cambiar palabras. O a debatirse largamente entre el uso de una coma o un punto. O a eliminar lo que no sea esencial. Al corregir un texto propio (además) uno se depura por dentro, se libera del palabrerío inútil y convencional. Escribir es un oficio como cualquier otro. Pero no es apto para dispersos. Incluso la falta de talento se compensa en parte con esfuerzo. Hasta las hormigas trabajan para cambiar el eje de la tierra. Construir una pequeña flor es un trabajo de siglos.
L.

5 comentarios:

  1. Normalmente me pasa que escribo algo y cuando lo releo me parece un horror.
    Lo cambio, va y viene. Pero nunca se lo doy a leer a otro hasta que lo considero algo "razonable".
    Pero es cierto que es un trabajo y que hay que ponerle garra.

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  2. Mucha razón Maestro, hay que gastarse el orto y tachar, tachar y re contra tachar.

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  3. escrbir, sí, un oficio duro.
    K.

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  4. Y son tal vez las ganas de escribirme las que me mueven a llorarme. Son tal vez las ganas de contar las que me ponen nostálgico y me hacen pensar que soy débil. Pero todo la expiación termina en un zumbido mágico que releo en la mente y termino por pensar que el mundo gira en la nota correcta.

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  5. a mi la escritura me sirve para sacar los demonios, pero aparte de su utilidad como exhorcista, encuentro tan aburrido/sin sentido/absurdo/ridículo/etc. etc. etc. todo lo que escribo...

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