La reserva ecológica de costanera sur es un milagro de la naturaleza. Tanto que resulta raro que los políticos y empresarios de Buenos Aires no la hayan eliminado aún. Es cierto que intentaron incendiarla muchas veces. Pero el lugar fue enérgicamente defendido por los ambientalistas al punto de integrarlo por ley a la red de parques nacionales. Los bosques de sauces y alisos, las grandes lagunas cubiertas de juncos, totoras y plumerillos, las poblaciones crecientes de patos, cisnes y lagartos (de la variedad overo), las nubes de pájaros y la infinita vegetación flotante ocurrieron porque sí. La participación humana fue mínima y es grande el contraste entre ese espacio maravilloso y los edificios altos, fríos y vidriados que se ven al fondo. Por momentos uno siente que la ciudad avanza peligrosamente sobre la naturaleza que es espontánea y anárquica por definición. Ojalá no suceda. La palabra reserva (incluso) hace pensar que en el futuro sólo quedarán corralitos naturales para curiosos y nostálgicos. Quien quiera ver un ciervo fuera de un zoológico o un auténtico bambú tendrá que preguntar a los guardias en dónde los encerraron y a qué hora termina la visita. La única reserva admisible para la vida es vivir sin reservas. Nunca se sabe. Las ciudades avanzan (advierte el poeta) pero los árboles vencerán.
L.
L.
¿Los árboles vencerán? ¿Desde cuándo estás tan optimista, Luis?
ResponderEliminarFer.
Tengo fe en que la naturaleza vencerá finalmente. Quizás seamos los humanos los que quedemos luego en jaulas, como especímenes en vías de extinción. Ya lo estamos. Un poco. La sensación de inseguridad alimentada por los medios de comunicación hace que cada vez vivamos más encerrados, "protegidos" por alarmas, alambres y otros artefactos. Mientras tanto, la naturaleza -que nada teme- avanza, actúa y triunfa.
ResponderEliminarGimena Luzardi