lunes, 12 de abril de 2010

Contra la educación sexual


Una ginecóloga especializada en salud reproductiva dice en un diario que debemos inhibir el interés de los jóvenes por el sexo. El solo hecho de hablarles de anticonceptivos (advierte) puede alimentar en ellos la imaginación (hecho gravísimo) y el deseo de saber de qué se está hablando exactamente. Los puede llevar a preguntarse incluso qué es aquello que preserva un preservativo. La experta propone hacer lo posible para no despertar la curiosidad en ninguna de sus formas. Recomienda entonces poner énfasis en asustar a chicos y chicas hablándoles de enfermedades de trasmisión sexual, abortos y otras consecuencias indeseables del placer diabólico. Me parece perfecto. A mi vez propongo llevar el genial procedimiento a todos los campos de la vida. No enseñar geografía (puede inducir la conocida perversión viajera), evitar toda referencia a las normas de tránsito (quien cruza la calle puede animarse a más) e impedir la lectura de obras literarias. Es sabido que las historias de caballería enloquecieron a Alonso Quijano. Emma Bovary (por su parte) cometió adulterio luego de leer poemas románticos. Debemos enseñar la ignorancia y la indiferencia como sistema. Y reprimir en los adolescentes la maldita curiosidad. Hay que matar al niño antes que crezca. La vida es una enfermedad sexualmente transmisible.
L.

2 comentarios:

  1. ¿Es posible que todavía haya gente que piense así hoy en día? Qué ignorante, como si alguien pudiera inhibir el interés por el sexo en otra persona. Nunca se habrá rozado con nadie, ni debe haber sentido esa cosquilla interior...
    Espantoso.

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  2. A mis doce años dieron, en mi colegio, una charla sobre sexualidad. Nadie habló de enfermedades, tampoco de amor. Fatal combinación.

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